Cuarentena en Amaicha del Valle: una radio para vencer el aislamiento
En el pueblo de Amaicha del Valle, una comunidad diaguita-calchaquí en el noroeste de Tucumán, los vecinos se preguntaban al inicio de la pandemia cómo iban a mantenerse conectados, cuando son pocos los que tienen acceso a Internet o a la televisión, sobre todo en las zonas más alejadas. No se imaginaron que tenían a mano una herramienta que se volvería fundamental, tanto para los grandes como para los más chicos: la radio comunitaria. "En todos los hogares hay una radio, porque siempre la escucharon, sobre todo, los mayores. Sin embargo, en estos días la hemos resignificado", cuenta Miriam Lera, que tiene 48 años y desde hace 23 es docente.
En muchas comunidades originarias y rurales como Amaicha, las emisoras locales adquirieron un papel protagónico durante la cuarentena. No solo como recurso pedagógico para seguir dando clases a los niños y las niñas, sino como la forma más afectiva para brindar información útil y llegar a todos los hogares. "Hablamos sobre cómo prevenir la enfermedad del COVID-19, los hábitos de higiene, cómo manejarnos al salir a hacer las compras, entre otros temas", describe Miriam, que de lunes a viernes, de 15 a 16.30, conduce el programa "Educando desde la radio".
Cuando empezó el aislamiento obligatorio, la docente buscó una estrategia para seguir garantizando el derecho a la educación de sus alumnos de la escuela primaria intercultural bilingüe N°10 Claudia Vélez de Cano. El día que el director, Juan Carlos, le pidió que recorriera las casas para repartir una donación de leche de la Fundación Ruta 40, Miriam advirtió cómo las necesidades, durante el parate económico, se habían ido profundizando. Más allá de eso, encontró otro dominador común: en todos los hogares había una radio. Así, surgió la idea de utilizar la emisora local, la FM 88.7 Los Amaichas, para dar clases. "Las mamás se sientan con los chicos y los ayudan en la tarea. Es un tiempo en familia", cuenta la docente.
Miriam nació y se crió en Amaicha, rodeada del exuberante verde donde viven unos 8000 habitantes entre la villa y los caseríos dispersos entre los cerros y la alta montaña, a 2000 metros de altura. "La mayoría son albañiles, artesanos, tejedores, trabajan la cerámica, se dedican a la construcción de instrumentos de viento o a la fabricación de dulces artesanales, ya que durante el año buscan vender eso a los turistas. Pero con la pandemia todo está frenado", señala con tristeza.
El cacique me preguntó si me animaba a dar clases y yo le dije que no tengo voz de locutora, pero que iba a hacer como si estuviese en el aula y hablarle a los chicos naturalmente
En agosto va a ser un año que la comunidad tiene su propia radio y el cacique, Eduardo "Lalo" Nieva, quería darle otro enfoque. "Me preguntó si me animaba a dar clases y yo le dije que no tengo voz de locutora, pero que iba a hacer como si estuviese en el aula y hablarle a los chicos naturalmente", confiesa Miriam tímidamente del otro lado del teléfono, y se le escapa una risa.
Lalo Nieva explica que Amaicha es una comunidad ancestral que jamás interrumpió su gobierno indígena: tiene una asamblea general, un concejo de siete ancianos y un cacique –cargo que hoy él ocupa– con una función de "secretario ejecutivo, guardián del territorio, los bienes y proyectos".
La comunidad cuenta 52.000 hectáreas y un proyecto llamado "El buen vivir de los Amaicha". "Tenemos una iniciativa importante de agua potable, una bodega comunitaria, un centro de desarrollo infantil propio y la radio, además de una casa de gobernanza que son las oficinas de la comunidad, donde funciona PAMI y un centro de acceso a la justicia que trabaja con el consejo de ancianos resolviendo asuntos internos todos los jueves", describe el cacique.
Amaicha queda a 160 kilómetros de San Miguel de Tucumán. Miriam dice que, por la pandemia, hoy están aislados. "El pueblo se abastece con los camiones que vienen a dejar la mercadería en los negocios, pero no nos podemos mover a ningún lado y se está cumpliendo. La gente es de hacer caso, sale a hacer las compras o a la farmacia y nada más. En la siesta, no hay nadie y a las 20 todo el mundo adentro", asegura la docente.
Durante la cuarentena, el comedor de la escuela sigue funcionando de lunes a viernes. Los chicos van con su tapaboca a retirar las viandas. Gracias a la cooperativa Nueva Esperanza, que colabora con la mercadería, pudieron abrir también sábados y domingos. Además, el pueblo cuenta con otro comedor los fines de semana que funciona en el salón de la comunidad y asiste a las familias de la zona. "A los parajes distantes, se les acerca la comida. Hay mucha solidaridad", agrega Miriam.
Educación intercultural
Cuando era chica, Miriam fue a la misma escuela de la que hoy es docente de lengua y ciencias sociales en 2º grado. Allí hizo la primaria y como en ese momento Amaicha no tenía secundaria, siguió sus estudios en Santa María, Catamarca, a unos 20 kilómetros. De lunes a viernes dejaba la casa que compartía con su papá (albañil), mamá (ama de casa y quien hacía cosas dulces para vender), su hermana y su hermano (que tiene discapacidad intelectual y motriz) para irse a estudiar, alquilando una pieza en una casa de familia.
Sus padres hicieron un sacrificio enorme para ella pudiera cumplir su vocación y convertirse en maestra. "Es realmente lo que me gusta: estar con los chicos. Antes de comenzar con los aprendizajes y exigirles que aprendan, lo primero es crear un vinculo afectivo. Un chico no va a aprender si no siente ese ir y venir entre el docente y el alumno –subraya Miriam–. Es fundamental que haya confianza para que pueda expresar sus sentimientos, porque muchos vienen de sus casas acarreando problemas y en la escuela quieren encontrar otra cosa: un lugar donde sentirse seguros y tener alguien que los escuche".
La escuela Nº 10 cuenta con nival inicial, primaria y educación especial. En total, asisten 270 niños y niñas. Con el acompañamiento del equipo interdisciplinario de educación intercultural bilingüe del Ministerio de Educación de Tucumán, los docentes incorporan contenidos curriculares y culturales. Miriam dice que su trabajo no sería posible sin ese apoyo. "Se trata de rescatar la lengua originaria. Además incorporamos contenidos como la fiesta de la Pacha Mama, el 1 de agosto, donde vemos las costumbres y creencias de nuestro pueblo", cuenta la docente.
A la radio va siempre con su carpeta, donde prepara las clases y lleva una grabación con algún cuento, que sirve como disparador para trabajar con los chicos distintos temas, como los sonidos de las palabras. Corina, la otra docente de 2º grado que vive en Santa María, Catamarca, sale por la radio por teléfono y da los contenidos de matemáticas y ciencias naturales. El equipo, además, está conformado por Ramón, el operador.
Estamos contentos porque estamos dándole un uso a la radio que no nos imaginábamos. No solo los niños están escuchando: también la personas mayores que nos dicen que recuerdan cuando eran alumnos.
Graciela Lagoria, trabajadora social y referente de la modalidad de educación intercultural bilingüe, es para Miriam una persona clave. Graciela cuenta que su equipo trabaja con los representantes de las comunidades originarias de la provincia para desarrollar acciones que permitan fortalecer la identidad sociocultural de los alumnos y alumnas con la apropiación de saberes ancestrales en vinculación con los contenidos curriculares.
"Es muy importan reconocer en Miriam el trabajo de muchísimos docentes que no son conocidos y de alguna manera u otra buscan que las tareas sean adecuadas a sus contextos. Reconocen ser el nexo entre los contenidos pedagógicos y los obstáculos con la conectividad virtual. Miriam encontró en la radio una herramienta y se apropia de los contenidos interculturales permitiéndole a los niños interactuar con esa realidad", señala Lagoria.
A medida que pasan las semanas, Miriam se fue sintiendo cada vez más segura detrás del micrófono. Así se la escucha hoy: suelta, graciosa y cariñosa con sus estudiantes. "Me imagino que tengo a los niños delante. Incluso les doy recreo por la radio, con música infantil. Les dijo: ‘Vamos un ratito al recreo’ y le ponemos un tema. Además, al principio de la clase digo el nombre de todos los chicos para que digan ‘presente’ en sus casas, el técnico pone el himno y cantamos", cuenta la maestra.
Ser docente es lo que siempre le gustó. Pero no "en las cuatro paredes del aula". "Sino saliendo, mirando y caminando mi pueblo, valorando cómo creció la escuela desde su fundación en 1906 y la historia de mi comunidad", concluye Miriam minutos antes de volver a salir al aire.