Cuarentena: el 15% de los hogares con chicos pasa hambre
Laura tiene 45 años y vive con sus seis hijos e hijas más chiquitos, de entre 6 y 16 años, en Marcos Paz. Una década atrás, un tiro en un brazo la obligó a retirarse prematuramente de la policía, y hasta antes de la cuarentena trabajaba en seguridad privada en el barrio de Caballito. Con eso, mantenía a su familia. Pero la pandemia cambió todo. "Tengo dos hijas asmáticas y el riesgo de seguir viajando todos los días a la Ciudad era muy grande", cuenta Laura.
Por primera vez en su vida, esta madre que no recibe ni la Asignación Universal por Hijo (AUH) ni ningún otro beneficio tuvo que pedir ayuda para darle de comer a sus chicos, acudiendo a la Asociación Civil Todo Por los Niños. "Antes, en la heladera tenía leche y queso. En casa se comía cuatro veces al día. Hoy, solo una, casi siempre fideos con pollo o alguna sopa. Me preocupa mucho que mis hijos no tengan los nutrientes que necesitan y decirles ‘hoy no hay’. Es un calvario", describe Laura.
La historia de su familia es solo una de las muchas que, desde que la pandemia del COVID-19 llegó a la Argentina, pasaron a engrosan las filas de quienes sufren inseguridad alimentaria severa. En otras palabras, tuvieron que restringir las comidas de sus niños, niñas o adolescentes por falta de recursos económicos. En varios casos, se trata de hogares que, por distintos motivos, no son beneficiarios de programas sociales.
Durante la cuarentena, la inseguridad alimentaria en el Área Metropolitana del Gran Buenos Aires (AMBA) trepó al 30%, mientras en mayo del año pasado era de 26%. Sin embargo, hubo un incremento aún más significativo, de casi nueve puntos porcentuales, en la inseguridad alimentaria severa, que representa la situación más grave por la que transitan los hogares cuando deben restringir la ingesta de sus hijos e hijas de hasta 17 años. Ese indicador urgente pasó del 6,5% al 15,2% entre 2019 y 2020.
Las cifras se desprenden del informe "La situación de las infancias en tiempos de cuarentena", que presentó hoy el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA y al que LA NACION accedió en exclusiva. El mismo deja en evidencia cómo la escalada del hambre se dio a pesar de que más de cuatro de cada 10 (el 46%) de los hogares con niños en situación de mayor vulnerabilidad reciben algún beneficio alimentario: Tarjeta Alimentar (29,2%), bolsones de comida (16,1%), viandas o mercadería de los comedores (20,7%).
"El incremento se dio en hogares que estaban bajo la línea de la pobreza pero no eran beneficiarios de programas sociales y tampoco lo son actualmente. En este contexto, vieron disminuidos de modo significativo sus ingresos laborales", explica Ianina Tuñon, investigadora responsable del ODSA. La especialista detalla que, mientras la inseguridad alimentaria habla de hogares que no pueden garantizar una dieta suficiente en cantidad y calidad para todos sus miembros, la severa pone el foco en quienes "han experimentado alguna situación de hambre con sus niños y niñas".
Desde el Ministerio de Desarrollo Social, informaron que aumentó el presupuesto de sus cinco líneas de asistencia alimentaria: Tarjeta Alimentar (1.500.000 tarjetas, que en abril recibieron un pago doble); compra y distribución de alimentos secos en organizaciones sociales o religiosas; 3.000 convenios con comedores y aumento del 50% en los fondos; se incrementó el presupuesto hasta un 150% en comedores escolares respecto de 2019; y 500 millones de pesos fueron transferidos a provincias y municipios para compras de alimentos y artículos de limpieza, que se duplicó en mayo.
El estudio busca dar cuenta del impacto generado por el aislamiento obligatorio sobre los hogares que residen en la Ciudad y 30 partidos del conurbano bonaerense. Pone el foco en la inseguridad alimentaria, el acceso a la salud y la continuidad educativa.
Desde el ODSA, señalan que la inseguridad alimentaria severa es mucho más severa en el Gran Buenos Aires que en la Ciudad. ¿Cuáles son las familias más afectadas? Aquellas que se encuentran en los estratos sociales más bajos y son monoparentales, en general, con jefatura femenina, como el el caso de Laura. "Si bien la situación es claramente más grave en las poblaciones más vulnerables en las que se focalizan las ayudas alimentarias, se advierte que la situación podría haber sido peor sin dichas coberturas", subraya el informe.
Un escenario desesperante
En los comedores de la Ciudad y el conurbano, la desesperación de las familias acechadas por el hambre se palpa a diario. "No existen más las cuatro comidas por día. Muchas, comen una sola vez, a eso de las 18, y lo que comen tampoco tiene la cantidad suficiente de proteínas o vitaminas", cuenta Lidia Giagnoni, que tiene 63 años y hace más de 30 que es una referente social en Marcos Paz.
No existen más las cuatro comidas por día. Muchas comen una sola vez, a eso de las 18, y lo que comen tampoco tiene la cantidad suficiente de proteínas o vitaminas
Jubilada como enfermera, es la fundadora de la Asociación Civil Todo Por los Niños. "Muchas son familias que no entran en el sistema y no cobran ningún plan social. Tenemos varios casos de mujeres separadas de hecho, cuyos exmaridos están en blanco y no les pasan plata", cuenta Lidia, que destaca la gravedad de la situación: "Algunas trabajaban por hora en casas de familia y no tienen permisos para salir. Nunca habían tenido que pedir en los comedores y hoy no tienen ni para la leche".
Cuando empezó la cuarentena, desde el comedor asistían a 50 familias del barrio La Trocha. Hoy, estiman que llegan a unas 700 en distintos barrios, como Bicentenario, Santa Catalina y El Prado. La asociación civil no recibe ningún apoyo gubernamental y se sustenta solo de donaciones. "Muchas de las fábricas que siempre nos apoyaron hoy están cerradas. Nos quedamos sin nada. Lo único que tenemos en cantidad son fideos. Con un poco de verdura, menudos de pollo y pimentón, se puede hacer una olla", cuenta Lidia. La leche, la verdura y la carne se volvieron bienes de lujo.
Tras soportar muchos años en los que sus hijos y ella fuera víctimas de violencia, Laura se separó, de hecho, de su exmarido. Fue hace casi una década y, en este tiempo, dice que él nunca le pasó "ni un peso" para los chicos. Tiene dos hijas con asma, de 13 y 15 años, y la mayor sufre a menudo crisis por las que termina en la guardia. En el municipio, se cansó de golpear puertas. "No tenemos la vida de antes y mis hijos se dan cuenta. De la escuela nos dan un bolsón de alimentos por semana y Lidia nos ayuda muchísimo. La situación es muy complicada", describe Laura.
La gente llora cuando les llevamos la comida y es muy doloroso decirles que no tenes más para darles
En el Bajo Flores, la situación es similar. En el Barrio Illia, a pocos metros de la villa 1-11-14 –uno de los barrios en situación más crítica por la pandemia– está el comedor de la asociación civil Sol Naciente. Verónica Hernández, su fundadora, cuenta que asisten a unas 400 personas, en su mayoría niños y adultos mayores. "El gobierno de la Ciudad nos da 160 raciones, el resto lo cubrimos con donaciones, pero no alcanza. La situación es muy triste. La gente llora cuando les llevamos la comida y es muy doloroso decirles que no tenes más para darles", relata Verónica y la angustia se le cuela en la voz. "Acá hay dos pandemias: el coronavirus y el hambre", resume.
Verónica subraya que quienes ahora pasaron a alargar las filas de los que aguardan un plato de comida son vecinos "que tenían trabajo, cuenta bancaria y obra social, no reciben AUH ni nada". La tristeza se palpa en cada rostro. "No damos abasto. Estamos viendo a nuestros vecinos enfermos o morirse y no nos podemos acercar ni abrazarlos", concluye.
Cómo colaborar
- Asociación Civil Todo Por los Niños: necesitan alimentos, ropa de abrigo y frazadas. Para colaborar, comunicarse con Lidia llamando al 11-6577-5433.
- Asociación Civil Sol Naciente: precisa alimentos, ropa de abrigo y zapatillas. Además, una membrana para el techo del comedor y un termotanque. A Verónica, que es enfermera, le gustaría además trabajar codo a codo con el Ministerio de Salud de la Nación para llegar con talleres de prevención a las familias del barrio: "Mi sueño es formarlos en salud", dice. Para comunicarse, llamarla al 11-5707-2160.