En el país hay 21.894 denuncias vigentes de personas extraviadas, es decir con una búsqueda activa en todo el país; más del 50% corresponde a chicos y chicas de hasta 17 años; cuáles son las principales causas y por qué, muchas veces, no se investiga lo suficientemente rápido
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El martes 11 de este mes, M, una adolescente de 14 años, salió de su casa rumbo a la escuela N° 6 del Barrio Mugica. Al mediodía, tenía que volver a la casa que comparte con sus padres y 5 hermanos en ese barrio de Retiro. Pero no regresó. La policía la encontraría dos días después en Constitución, un barrio que no solía frecuentar. La familia todavía intenta reconstruir los sucesos que llevaron a la desaparición de la chica.
El jueves 13, a 1756 kilómetros de distancia de Retiro, nació la pequeña E. en el hospital Juan Domingo Perón, de Tartagal, en Salta. La beba tenía pocas horas de vida cuando Elsa, su mamá, le pidió a su pareja y padre de la niña que la acompañara al baño. Al regresar, la cuna estaba vacía y la mantita que cubría a la pequeña, tirada en el piso. E. sería hallada horas más tarde en un descampado, con un principio de hipotermia. Creen que la difusión masiva del caso en los medios ayudó a que quien la robó, decidiera abandonarla.
Ocurridos con unos pocos días de diferencia, estos casos ejemplifican que, en nuestro país, la desaparición de un niño, niña o adolescente es una pesadilla que puede no ser tan excepcional como se suele creer. Muchas veces, la historia tiene un final feliz, como en los casos de M. y de E. Pero hay casos que se convierten en una agonía de años y hasta décadas, como el caso de Guadalupe Lucero, que desapareció en 2021 a los 5 años; o Sofía Herrera, desaparecida desde hace 15 años cuando tenía tres; o Blanca Susana Sola, una adolescente de 14 que lleva 33 años ausente.
De las 50.435 denuncias por desapariciones de personas registradas desde 2011 hasta mayo pasado por el Sistema Federal de Búsqueda (Sifebu), más de la mitad corresponde a niñas, niños y adolescentes: unos 26.541 casos. El Sifebu es un organismo que depende del Ministerio de Seguridad de la Nación y se encarga principalmente de llevar esa cuenta.
Los datos, que surgen de un pedido de acceso a la información pública hecho y analizado por LA NACION Data, revelan que, de ese total, 4089 denuncias corresponden a desapariciones de bebés de hasta 12 meses. Mientras que el segmento de edad que suma más denuncias es el de la adolescencia: el grupo que va de los 12 a los 17 años acumula un tercio del total, 18.592 denuncias. De esa cifra, un 67% corresponde a mujeres.
A lo largo de estos años, muchas de esas denuncias se resolvieron y fueron bajadas del registro. Pero 21.894 permanecen vigentes, lo que quiere decir que esas búsquedas permanecen activas. Dentro de este grupo, más de la mitad involucra a menores (11.493 casos) y un tercio (7676) a adolescentes de 12 a 17. Mientras que los distritos que en relación a su población registran más denuncias activas son Mendoza (1676 casos, es decir 8 casos cada 10 mil habitantes) y CABA (1361 casos), Río Negro (317) y Salta (593 casos), los tres distritos con una relación de 4 denuncias activas cada 10 mil habitantes.
Sin embargo, se sabe que este número de casos activos no se condice con la realidad. Ocurre que, en numerosas ocasiones, cuando la persona aparece, la denuncia no se da de baja del registro por diferentes razones. Todas esas razones pueden resumirse en la siguiente: la búsqueda de personas en el país carece de eficiencia y recursos, tal como reveló una investigación de LA NACION publicada el 8 de marzo.
Según reconocen especialistas, transcurrido un tiempo después de una denuncia por desaparición, la Justicia abandona la búsqueda, excepto que la familia tenga un rol muy activo o cuente con un abogado. Cuando los encargados de investigar dejan efectivamente de hacerlo, si la persona desaparecida llega a aparecer y no lo informa, su búsqueda continúa activa en los registros del Sifebu.
Si bien LA NACION pudo saber que el organismo se encuentra depurando su registro, hoy no existe un número oficial que sea certero sobre la cantidad de personas efectivamente desaparecidas en la Argentina. Por eso también se desconoce cuántos niños, niñas y adolescentes faltan de sus casas. Existe un consenso entre funcionarios, especialistas y referentes de ONG acerca de que el número total rondaría las 10.000 personas. LA NACION intentó comunicarse en reiteradas ocasiones con algún funcionario del Sifebu para contextualizar los datos de su registro pero, al cierre de esta nota, el requerimiento no había sido respondido
La tendencia de una mayor proporción de adolescentes mujeres que desaparecen coincide con un estudio hecho por la Colectiva de Intervención ante las Violencias (CIAV) y la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), que reconstruyó la cifra de personas desaparecidas entre 1990 y 2013: unas 6040. Allí también la proporción mayoritaria de adolescentes desaparecidos de 12 a 18 años corresponde a mujeres.
“La mayor parte de las denuncias de desaparición se resuelven dentro de las primeras horas o de una semana. Solo un porcentaje bajo, permanecen desaparecidas por mucho tiempo y se vinculan a delitos”, sostiene la arqueóloga Celeste Perosino, de la CIAV, y pide no subestimar el fenómeno. La especialista está convencida de que, cuando se trata de niños, niñas o adolescentes, el accionar de los investigadores debe ser inmediato. “Son desapariciones de alto riesgo, lo que implica la necesidad de una respuesta rápida y asertiva”, agrega.
Las razones más comunes detrás de las desapariciones de niños, niñas y adolescentes son variadas: desde accidentes, pasando por violencia intrafamiliar, conflictos con los adultos responsables (en caso de adolescentes) hasta el secuestro parental, el abuso, el tráfico y la explotación sexual.
Si bien el robo no es marcado como una causa frecuente de desaparición de bebés, cabe recordar dos casos previos recientes, que se dieron en diciembre y marzo pasados. Aylin tenía unas horas de vida cuando el 14 de diciembre de 2022 una mujer que simulaba ser una médica ingresó en la habitación del Hospital Alende, en Lomas de Zamora, y se la llevó diciéndole a su mamá que tenían que pesarla en Neonatología. La mujer fue detenida, horas más tarde, cuando intentaba tomar un micro a la Costa Atlántica junto a la beba.
Unos meses más tarde, en marzo de este año, Aimara fue robada de la cuna en la que dormía junto a su mamá en el hospital Paroissien, de Isidro Casanova. Fue recuperada horas después en una parroquia y por el hecho fueron detenidas una mujer y su hija, que se retiraron del lugar con la beba escondida en una mochila.
En el caso de E. la beba salteña, dada la cercanía de la zona con la frontera, horas después de la desaparición se activó el Alerta Sofía, un sistema que permite difundir un aviso con la cara del niño, niña o adolescente perdido en celulares, medios, mails y redes sociales de todo el país en pocos minutos.
Missing Children Argentina fue una de las organizaciones convocadas durante la búsqueda de E. Desde 1997, la organización colabora con la difusión de los casos de chicos y chicas desaparecidos. Ana Rosa Llobet, presidenta de la organización, coincide en que el grueso de las denuncias de desapariciones que reciben corresponde a adolescentes. Dice que percibe dos tendencias preocupantes: el progresivo aumento en la cantidad de denuncias de adolescentes desaparecidos en los últimos tiempos y la baja en la edad: “Cuando hace unos años era frecuente que tuvieran 15 o 16 años, hoy lo es en adolescentes de 12 o 13″.
“En la mayoría de los casos, los chicos se van espontáneamente. En general, porque se enojan o porque no toleran los límites que les imponen los adultos. Eso lo escuchamos con frecuencia. Pero aún en estos casos, los chicos se colocan en una posición de peligro que amerita actuar de inmediato”, dice Llobet.
En el caso de M., la familia denunció públicamente la falta de acción estatal tras la desaparición de la adolescente. Cuando llevaba 30 horas desaparecida, familiares y vecinos cortaron la salida de micros de la terminal de Retiro para visibilizar la situación. “La policía no nos da respuesta”, se quejó Micaela, la mamá.
Transcurrido algo más de una semana desde que la Justicia dio con la chica en un local de Constitución, la familia todavía intenta reconstruir los motivos que la llevaron a desaparecer. “A veces debía cuidar a sus hermanitos menores. Pero siempre la veía bien. Sí es cierto que se quejaba porque quería tener algunas cosas materiales que la familia no le podía comprar”, explicó una persona allegada a la familia.
El hecho de que, en muchos casos, las chicas y chicos adolescentes aparezcan relativamente rápido tras haberse ido por propia voluntad genera que, muchas veces, el accionar de la Justicia sea lento, bajo el pretexto de que “ya va a volver” o “seguro que se fue con un noviecito”. “Las causas de desaparición de niños, niñas y adolescentes están especialmente atravesadas por estereotipos de género”, denuncia, categórica, Celeste Perosino. Según la especialista, es frecuente que, ante una desaparición, se responsabilice o se culpe a las madres de lo que les haya ocurrido o pudiese ocurrir. Estos rumores suelen perjudicar la investigación.
La especialista lamenta que, mientras tanto, las fuerzas encargadas de investigar cuenten con escaso conocimiento acerca de cómo hacerlo. “Cuando aparece una persona buscada, las causas se archivan y no se recupera información. Un recurso más que importante para entender el fenómeno, prevenirlo y mejorar la calidad de respuesta”, concluye.
Más información
- Si querés saber qué es lo que hayque hacer durante las primeras horas de desaparición de una persona, podés entrar a esta guía de LA NACION con toda la información necesaria sobre cómo proceder.
- La investigación especial “Qué les pasó a las 5000 mujeres perdidas que el Estado no sabe cómo buscar”, hecha por LA NACION en marzo pasado, visibiliza las ineficiencias de policías, fiscales y jueces para buscar a las mujeres desaparecidas.