Blanca Maldonado tiene 26 años y durante su infancia fue víctima de abuso sexual intrafamiliar; romper con la cultura del “no te metás” y derribar los mitos vinculados a esta violencia, son para ella dos claves para proteger los derechos de los chicos
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“Caco me toca”. En tres palabras, Blanca Maldonado expuso el abuso sexual del que fue víctima desde que era una niña. En ese momento, tenía 14 años. Los agresores eran su padrastro y su madre. La que habilitó el diálogo y supo escucharla fue una tía materna, María. “Lo primero que hizo fue creerme y sacarme de esa casa: eso me salvó la vida”, recuerda hoy Blanca, a los 26 años.
Su historia visibiliza una problemática social de altísima prevalencia: según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco chicas y uno de cada 13 varones son víctimas de abuso antes de los 18 años. La inmensa mayoría de los casos son intrafamiliares y la primera barrera a superar es poder transmitir la violencia que viven puertas adentro de sus hogares. La segunda, encontrar a alguien que les crea.
“Son solo caricias”, “son muestras de cariño”, “te estoy enseñando lo que es el cuerpo humano”, eran algunas de las frases con las que los agresores de Blanca buscaban justificarse. Para ella, terminar con la creencia de que “es mejor no meterse” porque “se trata de un asunto familiar”, es la clave para proteger los derechos de las chicas y los chicos. "Hacerse cargo cuando sospechamos de que una niña o niño está pasando por una situación de abuso, es lo más importante: podés salvar una infancia”, subraya. Considera que reconocer que no hay un “perfil” de abusador o abusadora es algo que nos cuesta mucho como sociedad, porque implica “reconocer que fuimos engañados, que a nosotros también nos manipularon”. “Estamos acostumbrados a un estereotipo de cómo serían este tipo de individuos, y la verdad es que no hay ‘un tipo’ –explica Blanca–. Pueden ser tus padres, cualquier familiar, un profesor, un médico, un vecino, el periodista, el cura del pueblo, el diputado, el intendente, el jugador de fútbol, cualquier persona. Esta problemática no es individual, es social”.
“Me costó 12 años cerrar un ciclo a nivel judicial”, cuenta Blanca. En la Argentina, los especialistas estiman que, de cada 1000 casos de abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes, solo 100 se denuncian y apenas uno obtiene una condena. Los agresores de Blanca forman parte de ese ínfimo porcentaje. El 27 de diciembre de 2018, su madre y su padrastro fueron condenados a 12 y 13 años de prisión, respectivamente. En el medio, estuvieron los intentos de su familia ampliada de hacer de cuenta que no había pasado nada; la violencia de que no le crean en un pueblo donde el agresor era considerado un hombre “superbueno”; el largo peregrinar por un sistema judicial que la revictimizó y el comienzo de un camino de reconstrucción personal que continúa hasta hoy. “Poner en palabras es el primer paso para reconocer que viviste lo que viviste y empezar a sanar”, asegura.
Hablemos de todo
Este artículo forma parte de “Hablemos de abuso sexual de niños y niñas”, una guía de Fundación La Nación que incluye las voces y las recomendaciones de algunos de las y los principales referentes en esta temática de la Argentina, así como también testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil, y contó con la curaduría de Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas y cofundadora del Centro de Asistencia y Prevención del Abuso Sexual en la Infancia y Adolescencia (Cepasi); y Paula Watcher, fundadora y directora ejecutiva de Red por la Infancia.
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