María Clara García Juanico, y otros voluntarios de la Fundación Manos Abiertas, comparten charlas, películas, juegan al bingo o leen un libro con cualquiera que necesite compañía
“Igual que pasa con el colesterol, hay una soledad buena y otra mala. La positiva es la que nos permite conectarnos con nosotros mismos y la mala es la que nos lleva al aislamiento. Ésa es a la que buscamos estar atentos”, dice sonriendo María Clara García Juanico, integrante de la Fundación Manos Abiertas. Con esta intención, desde hace más de 4 años, coordina un equipo de 20 voluntarios que salen al encuentro de quienes se sienten solos.
Desde leer un libro hasta jugar al bingo, mirar una película, charlar o pintarse las uñas. Cualquier excusa y medio sirve para generar un vínculo de confianza y amistad. Así se acercan a señoras mayores que viven en hogares y residencias, a padres que tienen a sus hijos enfermos y a personas en situación de calle.
Además, convencida de que la soledad atraviesa a cualquier individuo, más allá de su condición económica, María Clara explica: “También visito en sus casas a quienes se sienten solos. Como a una mujer ciega que, si bien cuenta con gente que la atiende, no tiene familiares. Charlamos, le leo y a veces también le llevo a mis nietos. Ella siempre me está esperando para compartir un momento juntas”.
Igual que la espera Lilia Illan, una de las señoras mayores que vive en Casa Josefina de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José. “Es una maravilla cómo las voluntarias nos contienen y nos ayudan a vivir mejor. El día que vienen nos sentimos más acompañadas, más alegres, más contentas con la vida”, confiesa.
Son estas transformaciones lo que da sentido a la tarea voluntaria. “Nos convertimos en referentes para quienes no tienen a nadie. Nos vamos metiendo en sus vidas, en sus historias y vemos cambios que nos llenan el corazón. Por ejemplo, personas que antes no querían salir a la calle y ahora empiezan a salir. O de repente, alguien te cuenta algo que nunca antes había podido compartir. Y, en el hogar de abuelas vemos cómo las mujeres dejan de aislarse y logran vincularse mejor entre ellas”, relata María Clara.
El equipo Madre Teresa es una de las 49 obras que tiene la Fundación Manos Abiertas, presente en 9 provincias del país y que cuenta con 2190 voluntarios. Esta organización social, trabaja hace más de 25 años, enfocándose en distintas dimensiones solidarias: hogares de niños, ancianos y personas en situación de desamparo; cuidados paliativos, salud, promoción social en comunidades y familias marginadas, educación, acompañamiento a personas que sufren soledad y espiritualidad.
“Yo creo que la clave es reconocer la dignidad del otro, atender su necesidad y entender que siempre se puede fortalecer un proyecto de vida”, concluye María Clara para quien lo más gratificante es recibir el amor y el reconocimiento de las personas que acompaña. “A veces, caminando, me encuentro con gente de la calle que he acompañado y que me saluda con un abrazo y me pregunta cómo andan mis nietos. Ese tipo de reconocimiento es el que gratifica”.
Para más información: www.manosabiertas.org.ar
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