Desde que tenía cinco años hasta los diez, Patricia Aguirre fue víctima de violencia sexual intrafamiliar; dos décadas después hizo la denuncia y, como el caso había prescripto, un juez le propuso hacer un Juicio por la Verdad; será el primero para un caso de abuso en la infancia
- 10 minutos de lectura'
Entre muchas otras sensaciones que le quedaron impregnadas en la mente y el cuerpo, se acuerda particularmente de los olores. El de la camioneta en la que él la pasaba a buscar con la excusa de llevarla a pasear, por ejemplo. O del aroma alcalino del mar durante unas vacaciones de verano, donde todo quedaba escondido −y silenciado−, bajo las olas. Patricia Aguirre se ve ahí, demasiado chiquita para comprender una violencia tan grande. Desde que tenía cinco años hasta sus diez, su tío, el esposo de una de las hermanas de su mamá, ese hombre en el que confiaba y que había tenido un rol fundamental en su crianza, abusó sexualmente de ella en reiteradas oportunidades.
Pasaron más de dos décadas hasta que Patricia pudo poner en palabras esa verdad que siempre había llevado consigo: primero, con su terapeuta; después, con Germán, su compañero. En 2019, 24 años después de esos abusos que atravesaron su infancia, decidió hacer la denuncia y, tras someterse a pericias de todo tipo, supo que el delito había prescrito. Fue entonces cuando el juez Gabriel Vitale, a cargo del Juzgado de Garantías N° 8 de Lomas de Zamora, le propuso una alternativa: hacer un Juicio por la Verdad. Patricia y su abogada, María Paz Bertero, no lo dudaron.
Se trata de un proceso judicial como cualquier otro, con presentación de pruebas y testigos, pero con una diferencia fundamental: si el acusado es hallado culpable de los hechos denunciados, le queda el antecedente penal (el registro de que ese hombre abusó de una niña), pero no se puede aplicar una pena. Días atrás, el Tribunal de Casación Penal bonaerense dio el visto bueno a la iniciativa y, por primera vez, habilitó que se realice un Juicio por la Verdad para un caso de abuso sexual en la infancia. Se trata de un hecho inédito.
“Considero que en estos casos no solo hay que determinar la responsabilidad del abusador porque para la víctima tiene un efecto reparador, sino porque el Estado no debe ocultar más este tipo de hechos bajo la alfombra de la prescripción”, reflexiona Vitale, subrayando que el abuso sexual contra niñas y niños es una grave violación a los Derechos Humanos. Para Patricia, que hoy tiene 37 años, se trata “de una reparación simbólica muy importante”. Y asegura: “Él ya tiene su prescripción, no va a ir preso, pero yo tengo mi derecho a la verdad. A nivel social, esto habilita a que más personas puedan tomar la palabra y ser escuchadas. Es muy importante que la Justicia dé lugar a estas voces que se hacen oír después de muchos años, una vez vencidos los plazos judiciales. Porque hay otros tiempos, que son los de las víctimas, y que corresponden a un proceso interno que una nunca sabe cuándo llega”.
El chip del silencio
Junto a su mamá, Patricia vivió los primeros años de su infancia en la casa de su abuela materna. Estaba en un terreno en el barrio de Gorriti, en Glew, partido de Almirante Brown, que compartían varios familiares. “Mi tío vivía con mi tía en la casa de atrás. Él era el único varón presente, porque mi mamá estaba separada de mi papá y sus hermanas también se iban separando o enviudaban. Mi mamá trabajaba mucho y en esos momentos en que yo quedaba al cuidado de mi abuela, de mis tías, compartiendo la infancia con primas y primos, ocurrían los abusos”, cuenta Patricia. Después continuaron cuando se mudó con su mamá a San Vicente y él la pasaba a buscar en su camioneta: “Hubo muchas miradas hacia el costado, porque no fueron abusos aislados sino situaciones repetidas”, subraya.
Esos recuerdos, dice Patricia, la acompañaron siempre, pero “afloraron como dañinos” en su vida adulta: “Con el diario del lunes, una entiende un montón de cosas, pero en esos momentos no era así. Yo era cercana a mi tío, era un referente masculino en la familia, donde había todo un ambiente y un clima para que yo no pudiera llegar a cuestionar esas situaciones. No tenía la capacidad. Lo pude ver después, cuando fui creciendo, pero antes lo naturalizaba”.
En julio de 2019, Patricia dio su testimonio en una fiscalía especializada en abuso sexual. Su relato fue crudo, con descripciones desgarradoras de la violencia sufrida por parte de su tío: allí expuso, entre otras cosas, cómo tocaba su cuerpo, cómo la hacía tocar los genitales de él o practicarle sexo oral. “Me metía en la habitación de él, que compartía con mi tía, o me llevaba a modo de paseo en su camioneta. Tengo recuerdos siempre de la habitación de la casa de Manuel y de la claridad que entraba en su ventana, como que los hechos ocurrían en hora de la siesta o en su camioneta en hora de la noche”, contó.
Llegar hasta el momento de la denuncia implicó todo un recorrido. Fue después de ser mamá (hoy su hija tiene seis años) cuando algo empezó a incomodarle mucho. Empezó terapia y comenzó a indagar en algunos síntomas que venía arrastrando desde hacía tiempo. “Sentía un enojo muy fuerte. Además había otras señales, como que cada vez que tenía que hacerme controles ginecológicos tenía semi desmayos. Antes de eso, me incomodaba mucho cuando había niñas o niños chiquitos cerca de mi tío”, recuerda.
−Durante tu vida adulta, ¿seguías en contacto con tu abusador?
−Sí. Yo tenía ese chip del silencio que evidentemente no sabés cuándo te lo ponen y lo podés tener para toda tu vida. No sé cuándo pasa que te das cuenta de eso. Pero siempre recordé lo que había pasado.
−¿Cómo decidís ir a la Justicia?
−Sentía mucha impunidad. Me sentía muy sola. Muy. Veía que el mundo seguía funcionando de esa manera y me parecía que estaba muy mal. Creo que cuando mi familia me dio la espalda y abrigó al abusador, me terminé de decidir. Esa familia de secretos y silencios me corrió a un lado. Los últimos mensajes que tengo de ellos son: “Cállate, no hables. Dejá de decir esas cosas”. Busqué una solución para que no quedara impune eso, sin saber que era un delito prescrito, que lo supe después. Pero con todo lo que viene ocurriendo hasta ahora con el Juicio por la Verdad podemos llegar a mover algo también para que esa palabra dicha a destiempo para la Justicia, pero a tiempo para las víctimas que pueden hablar (porque muchas no lo consiguen nunca), sea considerada.
Quien la acompañó desde el principio y durante todo ese camino en la Justicia, fue su mamá. Cuando Patricia develó los abusos, su tía había muerto hacía poco tiempo. “Creo que fue lo último que ocurrió que me dio la posibilidad de hablar”, sostiene. Pero no fue fácil. “Algo que trabajamos mucho las personas que sufrimos algún tipo de abuso es la culpa y el tema del consentimiento. Una es tan niña que ahí hay una sola persona que sabe lo que está bien o está mal. Sin embargo, durante mucho tiempo te preguntás: ‘¿Yo habilitaba esas situaciones? ¿Por qué no salía de ahí?’ La verdad es que no podía porque no tenía la capacidad, ni el desarrollo cognitivo, ni social, ni la información para saber que eso estaba mal. El que sí sabía que eso estaba mal, era él, el adulto. Entender eso es muy fuerte”
Un caso inédito
Hoy Patricia vive en La Plata, es comunicadora social y trabaja en la administración pública, en la Dirección General de Cultura y Educación. Los abusos que sufrió ocurrieron entre 1990 y 1995. ¿Por qué esos hechos prescribieron, a diferencia de otros casos de abusos en la infancia? El juez Vitale explica que desde el momento en que se creó el Código Penal hasta 2011, cuando se hizo la reforma conocida como ley Piazza (la N° 26.705), el abuso sexual contra niñas y niños era tratado como cualquier otro delito: prescribía en un máximo de 12 años. “Lo que introdujo la ley Piazza fue que ese tiempo de prescripción empezó a correr desde la mayoría de edad de la víctima. Luego, la reforma de 2015 (la ley N° 27.206), que contempla los tiempos subjetivos de las víctimas, estableció que la prescripción corre desde el momento de la denuncia o desde que se ratifica la denuncia. Pero los hechos que sufrió Patricia son anteriores a esa reforma, con lo cual, la norma que se va aplicar en su caso, es la que estaba vigente al momento del hecho. Por eso prescribió”, detalla el juez.
En la Argentina, la figura del Juicio por la Verdad se aplicó para los casos de violación de los Derechos Humanos durante la última dictadura militar, luego de que las leyes de obediencia debida y punto final imposibilitaran una persecución penal de esos delitos. Lo que Vitale considera es que en casos de abuso como el de Patricia, donde no es posible condenar al agresor, es clave que, al menos, se garantice el acceso a la Justicia. En esa línea, Bertero, la abogada de Patricia, subraya “la relevancia a nivel nacional” que tiene el hecho de que el Tribunal de Casación haya dado luz verde al proceso: “Esto es importante para poner un límite con relación a nuestras infancias. Es sanador para Patricia, para la niña Patricia y para todas las niñas a las que nos han pasado cosas así, que somos un montón. Más allá de lo que vaya a ocurrir en el juicio, cada instancia fue un logro porque mueve un cambio cultural: esto es algo colectivo”, reflexiona.
Para Patricia, es la posibilidad de dar vuelta la página.
−¿Qué expectativas tenés con el juicio?
−Creo que llegamos muy lejos, mucho más de lo que pensábamos, así que estoy satisfecha con el camino recorrido y con haber logrado que se hable de la figura del Juicio por la Verdad en delitos contra la integridad sexual en causas que prescribieron. Hay algo que ya se instaló, ya construimos, ya ganamos.
−¿Y en términos reparatorios, qué significado tiene para vos?
−Yo hablé y me liberé. Pero aunque estoy aliviada, con hablar no alcanza. Cuando conté lo que me había pasado y todo seguía igual, pensé: “Ah, no era que tenía que hablar solamente”. Porque la impunidad seguía. Ahí te das cuenta que decirlo es el primer paso, pero después está que te crean y que ocurra algo con eso. Es importante que no se sigan diciendo verdades y sea como sin nada. Es clave que haya una sociedad que acompañe, porque en los abusos hay una complicidad y una responsabilidad compartida. ¿Qué hacemos todos los días, en lo cotidiano y desde las prácticas mínimas, para que no se siga abusando de tantas niñas y niños? Lo que queremos es que la problemática se instale y que no haya más una impunidad que permita que se siga reproduciendo el círculo de los abusos.
Más información
Este jueves 2 de junio a las 19 se estrenará La Reparación, una película de Alejandra Perdomo que narra historias de resiliencia de mujeres y hombres que fueron víctimas de abuso sexual en su infancia y, tras años de padecimiento, decidieron denunciar para exigir justicia y reparación. La película podrá verse en el Cultural San Martín, Sarmiento 1551, CABA. Habrá funciones todos los fines de semana de junio. A partir del jueves 9 también podrá verse en el Cine Gaumont Espacio INCAA km 0, Av. Rivadavia 1635, CABA.