“Cuando era chica, mi concepto de belleza era lo blanco”: es artista visual y su obra busca promover el orgullo y la aceptación por la identidad marrón
Flora Alvarado es fotógrafa e ilustradora; en su infancia y adolescencia se sintió discriminada por su color de piel; pero logró transformar la vergüenza en orgullo cuando empezó a retratar a su familia; en el Día de la Diversidad Cultura, dice que “la discriminación te limita al proyectar los espacios que te imaginás habitar”
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“Negro villero”, “Planero”, “Cabeza”, “Sos un vago que no querés trabajar”, “¿De qué país sos?”, “¿Por qué no te volvés a tu país?”. Estas y otras frases racistas las escuchan desde que nacen. Son argentinos, pero muchas veces los suelen considerar extranjeros, no pertenecientes a la “Argentina blanca y europea”, que los excluye de su mito fundacional, los extranjeriza y no los representa en su imaginario social.
Flora Alvarado es una de ellas. Luego de una infancia y adolescencia en la que se sintió discriminada por su color de piel, transformó esa vergüenza en orgullo cuando sus padres, a los 17 años, le regalaron una cámara fotográfica con la que empezó a hacerse autorretratos y tomar fotos a su familia y amigos. “Hice un retrato de mi abuelo que me pareció hermoso y sentí orgullo y aceptación por mi origen”, recuerda.
Ella es la primera generación de su familia en acceder a estudios universitarios, algo que no considera casual. “Tiene que ver con el poder económico y también con apropiarte del derecho a hacerlo. Reconocernos marrones significa un acto político”, reflexiona. Su voz suave y pausada deja espacios de silencios para elegir las palabras que usará. No quiere equivocarse porque sabe que de cada palabra deviene identidad.
Algo de esos retratos familiares la conmovieron, se vio reflejada en esos gestos y colores ancestrales que le mostraban. “Nuestra piel no es negra, es marrón, con rasgos indígenas, andinos y por eso nos identificamos con ese color”, explica.
Flora Nómada, como se la conoce en sus redes y presentaciones, es artista visual, fotógrafa e ilustradora. Hija de padres migrantes de Bolivia, nació en Buenos Aires hace 26 años, vive en Villa Soldati, estudia Artes Visuales en la Universidad Nacional de las Artes y coordina el área de Artes Visuales del colectivo Identidad Marrón, un grupo integrado por hijas e hijos de indígenas, campesinos y migrantes que buscan visibilizar y combatir el racismo en la Argentina a partir de intervenciones artísticas y campañas sociales en redes y medios de comunicación. “Lo artístico está presente en nuestra cultura andina. Creo que de ahí me habrá llegado de alguna manera”, afirma.
Desde Identidad Marrón no quieren hablar de sus experiencias traumáticas ni victimizarse, sino identificar y representar las prácticas de segregación racial que están muy arraigadas y “normalizadas” en la sociedad, a partir del humor, el arte, la poesía, la dramatización y la música.
“Con el arte pude resignificar mi belleza, que muestra mucho de mi ascendencia. Cuando era chica, mi concepto de belleza era lo blanco, lo delgado, todo lo que yo no tenía”, dice Flora y sigue: “En Identidad Marrón encontré un espacio para crear cosas que me hubiera gustado haber visto cuando era más chica, modelos de belleza que tienen que ver con nosotros y no como los que nos hicieron consumir desde siempre en la televisión y la publicidad”, agrega.
Aunque es muy joven, tiene una larga experiencia de discriminaciones durante su infancia y adolescencia. “Asistir a la escuela se complejiza, cuando sos una persona marrona y, más que nada, si sos de clase social baja. Algunos ni te hablan, te excluyen de ciertas actividades, no te invitan a hacer trabajos prácticos o a sus casas”, explica.
Flora tiene una mirada desafiante y se siente más cómoda con el dibujo que con las palabras. “Éramos muy pocos marrones en las cinco divisiones que había cuando estudié en el Nacional de Buenos Aires y ninguno estaba en el Centro de Estudiantes o como delegado”, añade. En la primaria, veía cómo sus compañeros maltrataban a los chicos que hablaban con acento extranjero o los discriminaban por sus apellidos. Escuchaba cómo decían “boliviano de m….” o “andate a tu país, negro” y otras frases por el estilo. “Es muy fuerte para los niños escuchar eso desde siempre y las escuelas hacen oídos sordos a estos problemas. Recién ahora se está tratando de revertir un poco”, explica.
Identidad Marrón nació hace siete años en reuniones de activistas por los derechos de distintos colectivos que se congregaban en marchas y performances. Al empezar a hablar de racismo, los artistas y profesionales que hoy integran el colectivo coincidieron en sentirse “racializados” (discriminados por su origen étnico, color de piel y rasgos ) e invisibilizados por los mismos grupos a los que pertenecían. “Hasta ese momento, nadie había definido eso como racismo estructural porque siempre rigió el imaginario social de que Argentina no es racista”. dice Flora.
Estas preguntas que se hacían buscan instalarlas en la sociedad y, gracias a organizaciones que trabajan también para esto, estuvieron representadas en el último censo, con la consulta sobre el autoreconocimiento del origen indígena. Al momento de responder, hubo gente que reaccionó con burlas, indignación, silencio y hasta enojo. Esta conducta coincide con el resultado de la tercera edición del Mapa Nacional de la Discriminación del INADI, de este año, en el que el racismo estructural aparece como el principal tipo de discriminación que sufren las personas por su color de piel, su nacionalidad, su situación socioeconómica, su lugar de origen y su pertenencia étnico-cultural, entre otras.
“La discriminación te limita cuando querés proyectar los espacios que te imaginás habitar. En las instituciones públicas, teóricamente planteadas para todos, no están todos”, reflexiona Flora. “Me gusta jugar con los lugares de deseo y el arte me permite hacerlo”, añade junto a sus retratos coloridos que pinta y exhibe. Mientras habla, vienen a consultarle por los materiales que van a usar en la Jam de Dibujo que está por comenzar en el patio central de la Manzana de las Luces y que abrirá la primera jornada de Octubre Marrón, un programa de actividades culturales que desarrollarán durante todo el mes en el marco del Día de la Diversidad Cultural.
El evento se realiza cada octubre, desde hace tres años, y fue declarado de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Habla de las implicancias del racismo desde diferentes lenguajes artísticos: obras de teatro, recitales de poesía, festivales de música, muestras fotográficas y exposiciones de arte que, una vez más, se presentarán en museos, instituciones culturales y universidades, lugares de los que se sintieron históricamente desplazados y excluidos.
En el centro del patio de la Manzana de las Luces, la gente se sienta en las sillas dispuestas en pocas filas. Otros prefieren el piso. Flora les da hojas en blanco y lápices de colores mientras suena música Afro House que toca un DJ de rastas y anteojos oscuros detrás de una consola. Frente a la audiencia, una silla de estilo, tapizada en terciopelo verde se levanta vacía sobre un tapiz incaico, de colores tierra, apoyado sobre una tela más grande, de raso rosado. Tres texturas, tres culturas que confluyen en ese espacio donde posarán dos modelos, también marrones, para que el público las dibuje en distintas posturas que Flora irá dirigiendo con intervalos de 10 minutos.
“Corremos el foco del 12 de octubre y queremos hablar de la implicancia del racismo, por eso elegimos habitar los museos, que son lugares de validaciones históricas”, explica Alejandro Mamani, abogado con larga militancia en derechos humanos y representante legal del colectivo. Se autodefine como “una excepción étnica en la Justicia” y está seguro de que es el primer apellido indígena que entra a litigar en la Corte Suprema. Nació en Salta y estudió en la Universidad de Tucumán, dos provincias en las que vivió situaciones de mucha discriminación.
“¿Cómo puede ser que en el derecho laboral no haya sentencias fundamentadas en el racismo? ¿De qué color son los jueces en el país? ¿Por qué nos criamos con una televisión que nos muestra una Argentina compuesta por personas blancas? ¿Por qué hay tan pocos actores o actrices de rasgos indígenas y les hacen representar personajes estereotipados?¿Por qué no hay un feminismo antiracista? Es hora de terminar con este manto de silencio y hablar en clave “pigmentocrática” para dejar de lado el mito de la Argentina blanca”, explica.
Según algunos estudios científicos, realizados en 2006 y 2018, entre el 40% y el 50% de la población argentina tiene origen indígena y este número aumenta de acuerdo a la lejanía de Buenos Aires y la región pampeana, donde se concentra la mayor población de ascendencia europea.
Flora mira a la gente dibujar y sonríe sin darse cuenta. Su pollera plisada vuela a su paso, como una estela. Se la ve orgullosa de lo alcanzado, pero nunca afloja la tensión de sus gestos. En una lata gastada de lápices Faber, acomoda uno a uno los colores y la cierra con cuidado, con un gesto que se parecería al de esa niña de rasgos indígenas que aprendió a escribir y dibujar en una escuela pública porteña, mientras escuchaba el susurro discriminador de algunos compañeros.
Más información
- Identidad Marrón acaba de publicar el libro Marrones escriben, que está a la venta en sus redes y que reúne el trabajo colectivo de talleres, charlas y encuentros en los que reflexionaron sobre nuevas formas de representación social, libre de racismo. Allí también se pueden encontrar actividades para hablar del racismo en las escuelas. “Para nosotros, es importante el punto de vista que reivindique y no que victimice. Está bueno mostrar una perspectiva más constructiva”. Se los puede contactar por Instagram (@identidadmarron), Facebook (Identidad Marrón), Linkedin o mail a identidadmarron@gmail.com.