Creció en la villa 21-24, es escritora y habla sobre cómo se agrava el malestar psicológico en los jóvenes de los barrios populares
Jessi Jess tiene 36 años y acaba de publicar “La villa en mis venas”, una colección de textos y poesías que ilustran la vida en villas y asentamientos; “No es lo mismo tener depresión con la heladera vacía”, dice
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Jessi Jess (36) siempre supo que quería dedicarse a la escritura. Ya a los 12 años, fue a un taller de periodismo y radio que organizaba un centro cultural de su barrio, la villa 21-24, en Barracas, la más poblada de la ciudad de Buenos Aires. Más tarde, empezó a subir los textos que escribía a sus redes sociales. Eran historias de su barrio, ficcionadas, que obtenían cientos de “me gusta”.
En su cuenta de Intagram, además de escritora villera, se define como “usuaria del sistema de salud mental”. Y es que hace ocho años que está en tratamiento psiquiátrico y diagnosticada con trastorno límite de la personalidad, asociado con bulimia, depresión y ansiedad. Tuvo también varios intentos de suicidio y tres internaciones psiquiátricas, a las que hace referencia en “¿Qué hay entre tú y mi?”, una de las poesías de su primer libro, “La villa en mis venas”, publicado en 2022.
- Entre tu y mi / hay un abismo / esa terrible dicotomía / entre la razón y la locura. / Ese juego perverso / entre quienes gozan / del privilegio de la salud mental / y quienes no la tenemos.
La obra es una colección de poesías e historias sobre el amor (y el desamor), la maternidad y la cotidianeidad, que también ilustran cómo algunos derechos se quedan afuera del barrio. Uno de ellos, al que le dedicó varias poesías, es el acceso al sistema de salud mental, muy poco garantizado en la mayoría de los barrios populares del país.
En Argentina, de acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud, hay alrededor de 200 psicólogos por cada 100 mil habitantes. Sin embargo, una investigación que publicó LA NACIÓN en 2023 expuso que en la villa 21-24 viven 70 mil personas y en aquel momento en el barrio trabajaban solo cinco psicólogos y ningún psiquiatra.
“Conozco gente a la que le ofrecieron un turno para casi un año después. ¿Sabés la cantidad de cosas que te pasan por la cabeza en todo ese tiempo?”, expresa Jesi, que tenía que trasladarse a distintos barrios de CABA para sostener su tratamiento. Este año, después de haber vivido 35 años en la 21-24 y por asuntos personales, se mudó al Bolsón con sus dos hijos: Valentino (14) y Martín (2).
Jesi Jess se atendió varios años en el hospital nacional Laura Bonaparte. Allí, a pesar de que normalmente hay meses de espera para conseguir un turno, por su estado le consiguieron excepcionalmente un equipo de profesionales que la atendiera. “Si bien tuve una experiencia excelente, los mismos médicos a veces me pedían perdón por atenderme rápido porque estaban desbordados”. Luego, decidió continuar su tratamiento en su barrio. Tras una larga espera lo logró pero, en medio de su tratamiento, su psiquiatra, la única en todo el barrio, dejó de atender, por lo que estuvo meses sin que alguien la supervisara.
“Al haber tanta demanda y tan poco personal de salud mental, la gente desiste de atenderse”, asegura Jesi, quien además alerta sobre los suicidios que ocurren en su barrio: “Hay muchos suicidios dentro de la villa y es una problemática que no se aborda, que no se toca. Hace poco, un vecino que se crio conmigo, de unos 30 años, se quitó la vida. Jóvenes y adolescentes se suicidan porque no tienen con quién hablar o espacios donde compartir su problemática, frecuentemente asociada al consumo”.
Malestar psicológico e infelicidad
Según un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el 37% de las personas de los sectores socioeconómicos más bajos sufre algún malestar psicológico. Es un porcentaje que duplica el de los sectores medios altos, que es del 18%. Lo mismo ocurre con el sentimiento de infelicidad que, en ese segmento, alcanza al 23,1% de las personas, cuatro veces más que entre los sectores medios altos.
“La depresión tiene que ver con el contexto económico, político y social en el que vivís. Y si bien afecta a todas las clases sociales, no es lo mismo tener depresión con la heladera vacía”, expresa Jesi y agrega: “Que una persona mejore o empeore su estado de salud mental tiene que ver con las redes de contención que tiene esa persona, las redes de salud mental que lo atienden, si tiene un plato de comida todos los días en la mesa, si vive en una situación de violencia, si vive situaciones de abuso. Yo creo que el hecho de que tengamos negado el acceso a la salud mental, a la vivienda, a la comida, al trabajo, a los servicios y a otras necesidades básicas, profundiza los problemas”.
Otra barrera que destaca en cuanto al acceso a un tratamiento de salud mental es la del prejuicio. “A los varones, incluso dentro de las familias, los tratan de putos por ir o querer ir al psicólogo”. A ella en particular la han juzgado por tomar medicación y tratado de “loca”, término del que se apropió y al que dedica una de las poesías de su libro, “locura”, en la que la define como “esa mala palabra que nadie quiere nombrar hasta que deciden encerrarnos”.
- Las cárceles también / son para las cabezas / que no funcionan / como lo dicta la sociedad. / Y así andamos por el mundo / los sobrevivientes del sistema médico
“Rompedora de estereotipos”
Para Jesi, la escritura es una herramienta terapéutica en la que puede canalizar todo lo que atraviesa. Un poco siguiendo el camino de la Jesi de 12 años, estudió hasta tercer año de la Licenciatura en Periodismo en la Universidad de Avellaneda. “Se me pasa la vida, pero me encanta la redacción, escribir”. También hizo una Diplomatura en Comunicación Política y dos seminarios en FLASCO. Además, se capacitó en Community Management, oficio que ejerce desde hace un tiempo.
Si bien escribe prácticamente desde siempre, nunca terminaba de editar sus textos. Fue por eso que decidió empezar un taller de escritura a cargo de Diego Arbit, autor del prólogo de su libro y a quien conocía de certámenes de poesía oral. “Todos los lunes religiosamente, así estuviese mal, me sentaba a escribir. Y él como que me sacaba, me hacía escribir con el corazón”. Y se ve que la gente que los leía también se daba cuenta de eso, porque sus textos se llenaban de “me gustas” en las redes.
Un día, Jesi le planteó a Diego que quería ser escritora, pero él le dijo que ya lo era. Sin embargo, ella quería tener su propio libro publicado. Por eso saltó y gritó de la alegría cuando, tras haberse contactado con ellos por redes sociales, la editorial Chirimbote le dijo que estaban interesados en publicar “La villa en mis venas”. “Siento que con esto pagué el derecho de piso de los que vienen atrás. Si ya hay una escritora villera mujer que publicó, ¿por qué no otra?”, expresa Jesi.
La publicación de Instagram que anuncia el lanzamiento su libro se llenó de comentarios agradeciéndole por publicar su obra. La usuaria @barde.libros escribió: “Amé tu libro. Es tan rompedor de estereotipos. Tan la voz de lxs que viven marginados (no marginales). Leerlo fue ver las caras y las vidas de mis alumnxs de V. Fiorito y V. Albertina. Con sus luces y sus sombras. Verme a mí tratando de encajar y no actuar desde la mirada ‘de afuera´... No sé cómo decirlo. Disculpas...una voz fuerte y brillante la tuya”.
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- “La villa en mis venas” está disponible para comprar en este link. Podés encontrar a la autora como @soyjesijess en Instagram.