Crece la brecha de desigualdad entre los jóvenes argentinos
Según el informe "Radiografía de las juventudes en la Argentina" elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, las brechas en esta población se mantienen o tienden a incrementarse.
Esto quiere decir que los jóvenes del estrato trabajador marginal tienen 10 veces más chances de no tener obra social, mutual o prepaga que los más ricos; 7 veces más chances de no estudiar ni trabajar; 6 veces menos chances de tener proyectos personales, y 3 veces más probabilidades de experimentar un déficit de apoyo social estructural.
Las áreas en las que más claro se evidencia esta desigualdad, son en la salud y en la educación."Cuando analizás estas áreas en la infancia, encontrás que los adolescentes son los que más se alejan de la consulta preventiva, tanto de la clínica como de la odontológica, y que alrededor de los 15 años también empiezan a alejarse del sistema educativo", explica Ianina Tuñón, coordinadora del ODSA.
El objetivo del documento es sintetizar las principales características de los jóvenes en la Argentina urbana actual y las desigualdades que los atraviesan. Se indagó sobre las siguientes dimensiones: características sociodemográficas; características socioeducativas; condiciones de vida y hábitat; inserción en la actividad económica y características ocupacionales; condiciones de salud y hábitos preventivos; discapacidad; consumo problemático de sustancias; privación de la libertad; bienestar subjetivo y recursos psicosociales.
El ODSA pudo construir una radiografía acerca de la incidencia y evolución en el mediano plazo de diferentes indicadores de desarrollo humano e integración social de los jóvenes. Asimismo, pudieron evaluarse las desigualdades sociales que marcan las oportunidades que enfrentan los jóvenes en la Argentina, evidenciando la existencia de múltiples formas de atravesar esta etapa del ciclo vital.
Los jóvenes pobres - aquellas personas que tienen entre 18 y 29 años - registran el doble de probabilidad de estar unidos o casados que sus pares más ricos. Con respecto a su origen migratorio, 4% de los jóvenes nacieron fuera de la Argentina; al respecto, no se advierten diferencias significativas por estrato económico-ocupacional.
"Trabajar en clave de desigualdad te permite reconocer que la sociedad ofrece diferentes formas en las que los jóvenes puedan integrarse, más allá de las tradicionales como la educación o el trabajo. Los jóvenes también eligen otras formas de integración como la maternidad y la paternidad, actividades extra legales o formas de integración, o actividades artísticas y culturales", explica Tuñon.
En cuanto a su composición familiar, un joven en situación de pobreza tiene 8 veces más chances de tener hijos que pares en el estrato social más aventajado, al tiempo que lo hacen en promedio 5 años más tempranamente.
En relación a sus trayectos educativos, los jóvenes más pobres registran 9 veces más chances de no haber finalizado la escuela secundaria que sus pares más aventajados en términos socioeconómico.
"No nay una sola razón por la que los jóvenes dejan la escuela. Tiene que ver con que la escuela no les ofrece muchas oportunidades de sumarse al mundo del trabajo y que tampoco es un lugar de cohesión. Allí los chicos no se sienten integrados y no pueden encontrar modelos de rol muy diferentes. Como lugar de socialización, la escuela también es cuestionable", agrega Tuñón.
Si se examina el acceso a una vivienda digna y al hábitat, se observan privaciones y fuertes asimetrías en la población joven. Las brechas de desigualdad son ostensibles: 32,4% de los jóvenes del estrato marginal tenían déficit de calidad de la vivienda frente a 1,8% de los del estrato medio profesional; 28,4% de los primeros vivían en condición de hacinamiento frente a 0,3% de los segundos; y 25,9% y 0,3%, respectivamente, tenía déficit en las condiciones de saneamiento de sus viviendas.
En el bienio 2017-2018, el 4,6% de los jóvenes en la Argentina urbana vivía en hogares en los que alguno de sus integrantes había estado o estaba privado de su libertad. Esta proporción ascendía a 6,6% entre los jóvenes del estrato trabajador marginal y se reducía a 0,2% entre los del estrato medio profesional.
"La cobertura de esta problemática es muy amplia en los medios pero lo cierto es que los tipos de delitos son diferentes en cada uno de los estratos. Las estadísitcas también muestran que la incidencia de adolescentes que están privados de la libertad no es muy alta", agrega Tuñón.
Mientras que 75,6% de los jóvenes de estratos medios profesionales son activos, sólo 58,7% de los del estrato marginal lo son. Es decir, que los primeros tienen 1,3 veces más chances de ser activos que los segundos.
"Estas diferencias se explican centralmente por la desigual tasa de participación de las mujeres en la actividad económica, lo que daría cuenta de las mayores dificultades de las jóvenes de estratos bajos para encontrar empleo y para conciliar las actividades doméstico-familiares con las laborales", asegura Tuñón.
Otros datos contundentes señalan que los jóvenes más pobres tienen 7 veces más chances de no estudiar ni trabajar que los más ricos y que los jóvenes más ricos tienen el triple de probabilidad de tener un empleo pleno que los más pobres.
En cuanto al acceso a la salud, también se notan diferencias significativas: los jóvenes de los estratos más bajos tienen 10 veces más chances de no tener obra social, mutual o prepaga que sus pares del estrato medio profesional.
Por su parte, 4 de cada 10 jóvenes no han realizado una consulta médica en los últimos 12 meses y más de 5 de cada 10 no suele realizar ejercicio físico al menos una vez a la semana. "Ambos déficits se incrementan a medida que disminuye la posición ocupada en la estructura social", dice Tuñón.
En la Argentina urbana, 3,4% de los jóvenes tiene alguna discapacidad, proporción que es más elevada entre los jóvenes de los estratos más bajos. Estos últimos tienen el triple de probabilidad de tener una discapacidad o de vivir en un hogar con algún miembro com discapacidad que pares en el estrato medio profesional.
"Esta una característica de los sectores más pobres en general porque este número también incluye a las personas que la adquirieron a lo largo de su vida. Y en ese sentido, tiendo a conjeturar que son discapacidades adquiridas en empleos precarios, en accidentes o riesgos domésticos. Los déficit habitacionales que tienen que enfrentar las personas más pobres hace que sean más propensos a tener accidentes domésticos", cuenta Tuñón.
Tener redes de apoyo es fundamental para que estos jóvenes puedan pensar y armar un proyecto a futuro. En este sentido, es importante señalar que mientras el 11,6% de los jóvenes más pobres declaraba no tener proyectos personales, esta proporción se reducía a 1,9% entre los del estrato superior. A su vez, aquellos del estrato trabajador marginal triplicaban las chances de sus pares del estrato medio profesional de experimentar un déficit de apoyo social estructural (22,2% y 8,5%, respectivamente).
"Una de las cuestiones menos estudiada tiene que ver con cómo los jóvenes construyen capital social, eso quiere decir, la posiblidad de vincularse con otros y de aprender de los otros. Eso se produce mucho en la adolescencia en donde los chicos tienen la posiblidad de reconocer roles diferentes a los de sus padres y maestros, de conocer personas de otros estratos socio económicos y niveles educativos", explica Tuñón.
Y agrega: "Cuando se produce la guetización de la escuela, sucede que los chicos solo conocen pares parecidos y las posiblidad de salir de ese micro clima es mucho menor. Por eso consgiuen trabajos similares a los de sus familiares. Y por eso rinde mucho menos tener más años de estudio. Porque aún cuando adquieren mejor nivel educativo, no acceden el mundo de relaciones en donde ese nivel educativo es más valorado".
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