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Cuando se enteró del acompañamiento que desde Haciendo Camino podían darle para criar a su hijo, Vilma Loto supo que iba a hacer todo lo posible – y hasta lo imposible – por aprovechar esa oportunidad.
Estaba embarazada y ya tenía a su hija Ivette de 4 años, pero eso no la detuvo. Una vez por semana, y de madrugada, se tomaba el colectivo o hacía dedo desde el paraje santiagueño de Los Tigres en donde vive, para poder llegar a la sede en Monte Quemado, a 35 kilómetros.
"Una amiga me sugirió que fuera porque te ayudan y participás de talleres. Iba temprano y nos quedábamos esperando a que abriera el centro en la plaza o en la terminal", recuerda Loto.
Ella es una de las 350 mujeres que participan en Monte Quemado de las actividades de Haciendo Camino, una organización que trabaja para mejorar la calidad de vida de familias en situación de vulnerabilidad social en el Norte argentino. Además de este, cuenta con 11 centros de Prevención de Desnutrición Infantil y Promoción Humana en diferentes puntos de Santiago del Estero y Chaco.
"El caso de Vilma es uno de lo que podemos poner como ejemplo de superación y de esfuerzo para tratar de darle lo mejor a su familia. Siempre buscamos lograr esta pertenencia y que las madres se sientan cómodas en los talleres", cuenta Sebastián Quintana, coordinador regional de Haciendo Camino en Monte Quemado.
Desde 2006, esta entidad se enfoca en acompañar a las familias, con prioridad en las que tengan niños de 0 a 5 años y en madres desde el embarazo. En estos años de trabajo, llegaron a más de 7.500 familias. Aborda la problemática social de la desnutrición infantil, recuperando al niño o haciendo un trabajo de prevención enfocándose en sus primeros años de vida, ya que constituyen la fase más dinámica del crecimiento.
"Creemos en formar a la madre como agente de cambio multiplicador, para darle herramientas para que sean ellas mismas las protagonistas de su historia. Además tenemos un programa de salud en el que buscamos traer médicos para atender a las comunidades en las que estamos", agrega Quintana.
Son las 15 y las madres empiezan a llegar a uno de los dos centros que Haciendo Camino tiene en Monte Quemado. Estacionan los cochecitos en la puerta hasta que casi no queda espacio para entrar y se ubican con sus hijos en el salón principal para empezar con la actividad del día.
La mayoría de las mujeres que llegan a la entidad son madres adolescentes de bajos recursos, atravesadas por todo tipo de carencias económicas, laborales, habitacionales, educativas y de salud, entre tantas otras.
"Hay muchas mamás que viven en la periferia, entre cuatro palos y nylon. Todas vienen porque querían ser mamás pero no sabían lo que eso implicaba. Y lo eligieron porque es lo único que pueden tener para ellas mismas. Les cuesta mucho vincularse con sus hijos porque en general sus infancias fueron muy duras y empezaron a trabajar de muy chicas", explica Carolina Schahovskoy, directora del centro.
En el salón las mamás no superan los 20 años y escuchan con atención cuáles van a ser las actividades del día. Cuando las consignas están claras, las madres se levantan y en un "trencito humano", y los van llevando mientras cantan a las diferentes salas para poder ellas participar del taller de manualidades.
"Por la tarde funciona el programa de nutrición y cada día viene un grupo de madres distinto. Una vez al mes durante una semana, llega una pediatra desde Buenos Aires, para atender a los chicos. Y sino usamos los recursos locales que hay o hacemos derivaciones", cuenta Quintana.
La idea de Haciendo Camino es acompañar a la familia entera desde todos sus aspectos. En el centro todos los días funciona de manera permanente un equipo que está compuesto por una directora, una nutricionista, una trabajadora social, una estimuladora temprana y una tallerista de manualidades. Además, están presentes una maestra jardinera y una cuidadora de bebés para que las madres puedan participar de los talleres y las capacitaciones vinculadas al cuidado de la salud, la alimentación e higiene, entre otros.
"La vulnerabilidad de las madres puede ser variada: algunas ya estaban desnutridas durante el embarazo, otras son adolescentes, y algunas no esperaron para tener al próximo hijo. Acá las mamás tienen a un niño que todavía no camina y ya tienen al otro. Muchas no tienen dientes y es porque los bebés sacan el calcio de donde pueden", agrega Schahovskoy.
Lo primero que se les hace es una entrevista a las madres y un estudio antropométrico a sus hijos para determinar si tienen algún problema de desnutrición. "Para ingresar los chicos tiene que cumplir determinados criterios nutricionales o sociales. Se intenta determinar si el niño está acorde en la talla o el peso, y los criterios sociales están más vinculados con si los chicos son indocumentados, si alguno de sus hijos murió por una causa evitable o si la madre no terminó la escuela. Siempre encontrás algo nuevo para intervenir porque son familias que están atravesados por muchas problemáticas", cuenta Quintana.
En relación a la situación nutricional de los niños, desde Haciendo Camino sostienen que son muchos más los casos de malnutrición que los de desnutrición. "Son chicos que quizás están gorditos porque comen solo harina y no crecen bien. Los casos de desnutrición se deben a una gran cantidad de variables, no solo la económica, y hay que hacer un trabajo de educación que las contemple a todas", dice Quintana.
El radio de acción del centro de Monte Quemado no es sólo esa ciudad y sus alrededores, sino también diferentes parajes de la zona, entre los que se encuentran Los Tigres y Urutaú, que tienen sus postas sanitarias pero no siempre tienen atención.
"En un primer momento tuvimos un proyecto de atención rural en el cual íbamos con una nutricionista y un educador para la salud, y buscábamos con el agente local darles charlas y leche en polvo para los chicos. Con el tiempo el proyecto llegó a su fin y hoy contratamos una traffic para trasladar a las madres desde los parajes a Monte Quemado, cada quince días, y que ahí las reciba nuestro equipo interdisciplinario", dice Quintana.
Acompañadas por un coro de llantos, cerca de 12 mujeres aprenden a estampar en tela, mientras sus hijos van rotando por los diferentes consultorios. Un rato antes de las 18 comparten todos la merienda y se hace la entrega de leche y pañales para premiar el esfuerzo de algunas madres.
"Lo más lindo es poder darle una posible solución a tanta necesidad. Sabemos que no es una solución definitiva pero sí tratamos de sumarle algo distinto a la vida. Que encuentren un lugar en el que puedan charlar con alguien, aprender algo y tratar de construir momentos felices de su vida. Acá se van con alguna respuesta de esperanza", concluye Schahovskoy.
Un hospital abandonado
El hospital zonal de Monte Quemado es una especie de nido vacío. Por fuera sorprende por ser una mole de cemento de enormes dimensiones, pero por dentro está casi abandonado.
"Hay algunos médicos pero muy pocos para la cantidad de gente. Cualquier caso de emergencia se tiene que ir a Santiago o a Sáenz Peña. Desde la política pública deberían hacer más esfuerzos por traer buenos profesionales a vivir acá. No hay pediatra, muchas mujeres dan a luz con una enfermera y tampoco hay anestesista. Es una atención básica", cuenta Sebastián Quintana, coordinador regional de Haciendo Camino en Monte Quemado.
Para cualquier urgencia, las personas son trasladadas – si es que la ambulancia está disponible - a Santiago del Estero en un viaje que tarda cinco horas y sino a Sáenz Peña, en Chaco, que demoran tres.
Al ser el hospital regional de la zona, debería ser el que concentrara la mejor atención médica y de más alta complejidad. Pero lo cierto es que no está preparado en términos de personal ni de equipamiento, y el personal termina haciendo lo que puede con lo que tiene.
"Acá no tenemos un sistema de salud que funcione. No tenemos médico, lugar para hacer cirugía, ni clínica ni pediatra. Hay un solo ginecólogo que trabaja en la parte privada y no recibe pacientes con obra social", explica Carolina Schahovskoy, directora del centro de Haciendo Camino en Monte Quemado.
Y agrega: "En el hospital solo se atienden partos de último momento y sin complicaciones. Por eso muchas veces los partos se hacen en el camino con un chofer que ni siquiera es médico ni enfermero. Esto resulta en muchos chicos con parálisis cerebral porque se quedan atascados en el canal de parto".
Articulación con el Estado
Haciendo Camino sabe lo que es trabajar de manera articulada con el Estado en todos sus niveles: nacional, provincial y municipal. "En Monte acompañamos a 350 familias y tiene 32.000 habitantes. Entonces son solo algunas y para cambiar la realidad general, solo se puede hacer a través del Estado", dice Quintana.
Este año, junto al Ministerio de Desarrollo Social, pusieron en marcha un proyecto que tenía tres pilares: desarrollo comunitario, acompañamiento familiar y transferencia de recursos. "Fue un proyecto que fue una gran ayuda. Nos permitió crecer un montón y poder mejorar la cantidad de familias a las que ayudamos. Se terminó la primera etapa que duró un año y ahora estamos a punto de renovarlo. Es lo mismo pero actualizando los números y los beneficiarios. Gracias al proyecto pudimos acompañar a 1500 familias", agrega Quintana.
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