Es habitual ver adolescentes, jóvenes y adultos comprar y consumir sustancias a cualquier hora; muchos deambulan por las calles como “zombies” y duermen en plazas o en las veredas; LA NACION recorrió el barrio junto a un grupo de mujeres que lucha contra las adicciones y denuncia una zona liberada y falta de atención terapéutica
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La primera expresión, cuando abre los ojos, es de miedo. Entonces, el chico ve que la mano que intenta despertarlo es la de una mujer que le ofrece un sandwich y eso lo tranquiliza. Son las 10:30 de un viernes soleado y caluroso y el adolescente no sabe, o no quiere acordarse, cómo fue que terminó sobre el pasto de la plaza Garay, en el barrio porteño de Constitución, tumbado por el consumo de alguna sustancia.
“Bueno, las dejo y ustedes me dejan, ¿si?”, dice, amablemente, con la boca empastada, después de agarrar el sandwich. No puede sostener una conversación. Quiere, necesita, seguir durmiendo. Y así lo hace. A 20 metros suyo, a su derecha, en un sector con mesas y bancos, tres jóvenes se pasan una botella de vino. Miran inquietos al grupo de mujeres que ahora se aleja del joven y de ellos. También sobre el pasto y bajo un árbol, duerme una chica. Casi no puede abrir los ojos, mucho menos hablar, cuando Marcela e Inés se le acercan a ofrecerle algo de comer.
En ese momento, empiezan a escucharse unos silbidos. Todo aquel que haya estado en un barrio en el que se venda droga a cielo abierto como, por ejemplo, algunas zonas de la villa 1-11-14, sabe que los transas usan los silbidos para alertar presencias extrañas. Pero las mujeres, que en total son cuatro, no se inmutan.
Son parte de la agrupación Madres en lucha por una juventud despierta, que lleva años dedicándose a rescatar a jóvenes en situación de consumo. Saben que su presencia incomoda a los narcotraficantes pese a que su misión no sea enfrentarlos. Ellas se dedican a llevar el desayuno y una palabra de aliento a niños, adolescentes, jóvenes y adultos adictos que no cuentan con redes afectivas y deambulan como si estuvieran en situación de calle. Lo hacen sobre todo en la zona Sur de la Ciudad, la más crítica, según denuncian.
Algunos datos las respaldan. Según el reporte más reciente de la línea 108 (opción 3) que brinda atención telefónica a personas en consumo, la Comuna 1, a la que pertenece el barrio de Constitución, se ubica entre las comunas desde las que más llamados se reciben. La necesidad de espacios de atención y tratamiento de adicciones en el corredor Sur de la Ciudad, también fue señalada, hace algunas semanas, por el jefe del Servicio de Toxicología del Hospital Juan A. Fernández, el toxicólogo Carlos Damin, en el marco de una nota con LA NACION: “Necesitamos un espacio como este en la zona Sur de la Ciudad”, expresó entonces.
“Nos acercamos para decirles que se puede salir. Les dejamos una tarjetita o algún papelito con alguno de nuestros teléfonos para que tengan a quién recurrir si deciden arrancar un tratamiento “, explica Marcela Monzón, la fundadora de la agrupación que nació en 2017, también como espacio de prevención y de apoyo a familias atravesadas por esta problemática.
En diagonal a la plaza, cruzando la avenida Juan de Garay, dos chicas encienden una pipa para consumir paco. Están sentadas en el umbral de una casa en apariencia tomada. Hacia ahí va Marcela junto a las tres madres que la acompañan esta mañana: Alejandra, Inés y Karen. Un auto gris frena a la altura de la casa y una de las chicas se acerca a la ventana. “O se está prostituyendo o va a comprar más droga”, dice Alejandra, por lo bajo.
De todas maneras, este grupo de madres se acerca y habla con la otra, una chica de algo más de 30 años, a la que le faltan la mayoría de los dientes delanteros. No quiere hablar mucho, pero acepta de buen modo los paquetes de galletitas que las mujeres le ofrecen para ella y su amiga.
“Estas situaciones de consumo, a plena luz del día, antes las encontrabas en el interior de las villas. Ahora, lamentablemente, las ves acá en Constitución. Se dan a la vista de todos, y no pasa nada. Nadie hace nada”, denuncia Marcela, con una mezcla de resignación y enojo.
La recorrida había empezado media hora antes, en plaza Constitución. Desde allí, el grupo encaró la avenida Pavón en dirección a la plaza Garay, esquivando situaciones de riña y grupos de personas en clara situación de consumo. “Esta gente no empezó a consumir esta mañana. Está consumiendo desde anoche o desde vaya uno a saber cuándo”, decía Marcela, mientras transitaba junto a LA NACION esas cuadras.
La agrupación denuncia que la situación se agrava con el correr de las horas, que Constitución es una especie de “zona liberada” en la que es frecuente cruzarse con personas tan pasadas de consumo que caminan completamente enajenadas, como si fueran zombies. “Si de día las personas consumen así, a la vista de todos, de noche no podés andar por acá de lo peligroso que es. La gente se sorprende por los videos de Estados Unidos, con chicos que parecen zombies por efecto de lo que consumen, pero acá también se ven chicos zombies”, agrega Alejandra.
Sobre la esquina de Pavón y Salta una mujer era custodiada por personal de la Policía porteña. Estaba descalza, sentada en el piso con un vestido plateado y las piernas repletas de marcas rosadas. “Seguramente son producto de una enfermedad venérea”, explica Alejandra, una mujer que fue adicta durante 20 años y lleva otros 20 vinculada al mundo de la recuperación.
Media hora más tarde, la mujer del vestido plateado camina de la mano de un hombre por la avenida Garay. Le cuesta mantenerse de pie. “No crucemos”, sugiere Marcela. “Evitemos las situaciones picantes”, agrega. Pero no lo dice por la mujer, sino por otras personas que están en la cuadra: grupos de dos o tres personas que, según ella, están en consumo activo o en una situación de compra y venta de alguna sustancia.
Hace algo más de un mes, la zona fue escenario de un operativo policial que terminó con cuatro mujeres detenidas por vender droga. “Pero sale un transa y entra otro. Ya sabemos como es. Muchas veces, las mismas prostitutas venden droga”, se indigna Alejandra. Un dato muestra, incontrastable, que las calles están tomadas por el paco: por todos lados hay encendedores descartados, sin la parte metálica. “Usan lo metálico para armar la pipa”, contextualiza Alejandra ante la pregunta de LA NACION.
El grupo se detiene unos metros sobre la calle San José. Dos hombres jóvenes duermen sobre un portón cerrado. Las cuatro mujeres se acercan, los despiertan y, con la excusa de ofrecerles un sandwich, empiezan a hablarles.
“Menos la vida, perdí todo lo demás por el alcohol”, dice con dificultad uno de ellos. Cuenta que tiene 34 años y que todos los días, en algún momento, piensa en salir. Marcela lo abraza, le dice que se puede y le cuenta del trabajo que está haciendo el hospital Fernández en materia de atención de las adicciones. En la esquina, el resto de las mujeres la abraza mientras ella se quiebra, recordando los tiempos en los que recorría las calles buscando a su propio hijo.
Unos metros más adelante, Alejandra se acerca a hablar con un hombre joven, que duerme en plena calle. Se llama Maxi y, al despertar, descubre que le robaron las zapatillas que tenía puestas. No tiene otras de repuesto. Alejandra le pregunta cuánto calza porque va a conseguirle un par que alguno de sus hijos no use. Le deja unas galletitas y lo abraza.
Es cerca del mediodía cuando el grupo vuelve al punto de partida. “Cada vez hay más personas en consumo, deambulando. Hoy nos vamos con el desafío de seguir pensando estrategias para ayudarlas”, dice Marcela, después de entregarle los últimos paquetes de galletitas a una pareja con problemas de consumo que duerme sobre un colchón a pleno sol en el medio de la plaza Constitución. Tan a la vista de todos que nadie los ve.
Dónde pedir ayuda:
- La línea 108 opción 3 funciona todos los días, las 24 horas. También se puede acceder al servicio vía chat, a través de Boti, escribiendo cualquier palabra que remita a un consumo problemático
- El Hospital Fernández está en Av. Cerviño 3356, CABA. Su servicio de Toxicología tiene guardia todos los días, las 24 horas. Los consultorios externos funcionan de lunes a viernes de 8 a 20 y la atención de primera vez es por demanda espontánea. Teléfonos: (011) 4808-2655 o 4801-7767.
- Línea 141: Es un servicio telefónico de primera escucha y asistencia inmediata de la Sedronar. Es anónimo y gratuito, funciona las 24 horas, los 365 días del año. Brinda información, atención y acompañamiento para situaciones de consumo de sustancias. Cuenta, además, con contención diferenciada para los familiares y entornos afectivos que realizan consultas.
- Narcóticos Anónimos: brinda atención de manera libre, gratuita y confidencial las 24 horas del día a través de su línea: 0800-333-4720. WhatsApp: 1150471626. Desde su página web se puede asistir a una reunión virtual.
- Fundación Niños sin Tóxicos: Fundartox realiza prevención, diagnóstico, asistencia e investigación vinculadas a vinculadas al consumos problemático de sustancias de sustancias psicoactivas; también brindan acompañamiento y asesoramiento a familiares. WhatsApp: 11-4404-8004.
- Fundación Manantiales: se dedica a la investigación y tratamiento de personas con adicciones. Por la emergencia sanitaria, ofrecen grupos gratuitos para quienes tienen problemas de adicciones y familiares de forma online. Comunicarse por WhatsaApp al 11-5582-4000 o al 11-2655-8000.
- Para informarte sobre más lugares donde pedir ayuda, a qué señales hay que estar alertas y cómo acompañar a un familiar, podés navegar la guía de LA NACIÓN sobre adicciones.