¿Cómo se mide hoy la pobreza? Por Eduardo Fracchia
La pobreza se mantiene como elemento primordial en el diagnóstico de la realidad socioeconómica de los países y en la evaluación de los resultados de las políticas públicas. Un ciclo de crecimiento económico prolongado como el que mantiene la Argentina desde 2002 perdería relevancia si no contribuyera a la reducción de la pobreza, teniendo presente que el objetivo último del mismo es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Ante este escenario, las estadísticas resultan una herramienta indispensable para abordar una realidad siempre compleja, y así evaluar los resultados de las políticas públicas. De no contar con ellas, ¿cómo sería posible realizar un diagnóstico correcto y así definir el esquema económico por seguir? En nuestro país, si bien contamos con las estadísticas oficiales elaboradas por el Indec, desde 2007 han perdido credibilidad, generando desconfianza que impacta en la evaluación de los resultados del modelo.
En el caso de las estadísticas sobre los niveles de pobreza elaboradas por el Indec, sufren las consecuencias de mantener subestimados los niveles de inflación desde 2007. El canal de afectación radica en que el organismo utiliza un método de medición indirecto que categoriza como indigentes a quienes no reúnen los ingresos para alcanzar una canasta básica alimentaria (CBA) que cubre las necesidades mínimas, y como pobres a quienes no pueden adquirir una canasta básica total (CBT) que incorpora a su vez bienes y servicios de primera necesidad. Como consecuencia de que ambas canastas están valuadas a precios inferiores a los de mercado, al no sincerarse los niveles de inflación se subestiman también los niveles de pobreza e indigencia.
De comparar las cifras oficiales con las difundidas por una institución de trayectoria como es el Observatorio de la Deuda Social de la UCA se evidencian las diferencias. Mientras que el Indec valúa la CBA en $ 205 por persona (+9% vs. 2011) y la CBT en $ 449 (+13% vs. 2011), la UCA las estima en $ 351 y $ 720, respectivamente, es decir 71% y 60% más que el organismo estatal. Las diferencias no resultan menores con su consecuente impacto en los indicadores de pobreza.
Según la última publicación del organismo oficial, con datos del segundo semestre de 2011, sólo el 1,7% de las personas es indigente y el 6,5% es pobre, lo cual implica una mejora en ambos indicadores en comparación con 2010, cuando alcanzaban el 2,5% y el 9,9%, respectivamente. Diferente es la realidad esbozada por la UCA, que si bien comparte la tendencia al descenso, estima que los niveles alcanzados por ambos indicadores triplican las cifras oficiales llegando al 21,9% y 5,4% en cada caso.
Así, las estadísticas minimizan el problema social a sólo un tercio generando una imagen de bienestar que dista de la real y magnifican los resultados del crecimiento económico de los últimos años.
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