Les acercan viandas, agua, mantas y están atentos a su salud; después del desalojo de junio, unas 40 personas se niegan a irse y pasan la noche en una zona semicerrada sin acceso a los baños; no quieren irse porque el lugar les resulta seguro
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Desde hace algo más de un mes, la zona de pre check in del Aeropuerto Jorge Newbery, con sus food trucks y sus bancos lustrosos, se convirtió en una réplica de lo que, hasta fines de junio, ocurría puertas adentro: unas 40 personas en situación de calle ocupan ese espacio con sus carros, colchones, frazadas y otros objetos, tal como lo hicieron durante varios meses en el corredor del primer piso la terminal.
Después de haber dormido y usado las instalaciones del aeropuerto al menos desde el año pasado, más de 100 personas -principalmente hombres- fueron desalojadas el 29 de junio último durante un operativo hecho por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño y la Policía de Seguridad Aeroportuaria.
La propuesta del ministerio que lidera María Migliore fue reubicarlos en los centros de inclusión social que ofrecen albergue y contención para personas en situación de calle. Pero cerca de 40 no aceptaron y se instalaron en los bancos que están sobre la calle peatonal de la entrada de Aeroparque. Ese espacio, inaugurado hace poco, está techado y cuenta con paneles vidriados que ayudan a que no se sienta tanto el frío y el viento que llegan desde la Costanera, justo frente al Río de la Plata.
Mientras el desalojo era noticia, una grupo de organizaciones de la sociedad civil que trabajan con personas en situación de calle en diferentes barrios de la ciudad de Buenos Aires comenzó a tejer una red para llevarles comida a quienes decidieron quedarse ahí a pesar de que esa zona está desconectada de la Ciudad y de que no los dejan usar los baños. Son personas que, en su mayoría, se dedican al cartoneo y el cuidado de coches en la zona, entre otras changas que hacen durante el día.
La red cubre, por ahora, cuatro de las siete noches de la semana. La agrupación Amigos en el Camino se acerca los martes; la asociación Civil Puente va los miércoles; la organización Vientos de Libertad, los jueves; y un grupo de voluntarios veganos llamado “Amigues por las Calles”, alterna cada semana entre domingo y lunes.
Todos las personas que forman parte de la red reparten una vianda de comida caliente, jugo y café. Algunas llevan abrigo y otras intentan asesorarlos con algunos trámites. “Estamos conversando con otros grupos, como una agrupación scout, para cubrir el resto de los días”, explica Malena Famá, de la Fundación Multipolar, que se dedica a la inclusión laboral de personas que están en extrema vulnerabilidad y se sumó a la red.
“Donde el Estado es necesario pero está ausente, ahí estamos las ONG. A pesar de estar colapsadas, haciendo red nos multiplicamos y logramos cubrir lo que solas no hubiéramos podido”, reflexiona Mónica de Russis, presidenta de la asociación civil Amigos en el Camino. “Hay cada vez más personas en situación de calle y lamentablemente no se están pensando políticas integrales sino parches”, se lamenta.
Con ella coincide Maximiliano Cabrera, presidente de la asociación civil Puente, que comenzó a recorrer calles porteñas en 2020, en pleno pico de la pandemia, para llevar viandas a quienes lo necesitaran. Comenzaron con 25 y ahora reparten 400. “Lo nuestro no es una solución. Es apenas una asistencia provisoria. La solución tendría que venir por otro lado”, sostiene.
El lunes pasado, dos organizaciones recorrieron el corredor peatonal donde las personas se acomodan para dormir, ya sea sobre los bancos o en diferentes rincones. Maximiliano y Rodrigo, de Amigues por las calles, ofrecían viandas de fideos con verduras, jugo y café. En algunos sectores visiblemente ocupados pero donde no estaban las personas, apelaban a que algún vecino les guardara la vianda. “En el movimiento de personas que están en situación de calle, hay gente que se ayuda entre sí. Se ve que, como están juntos, se manejan como comunidad”, explica Maximiliano, voluntario de la organización, que sumó la ida a Aeroparque a la olla popular que sostienen los jueves en el Centro Cultural La Ronda, en Monserrat.
Junto a ellos, Malena Famá, de Multipolar, que también participó de la recorrida, le dejaba su teléfono a Roberto, un hombre de 36 años con secundario completo y muchas ganas de que un trabajo digno que le permita alquilar un espacio para él.
“Hace 10 años me quedé en la calle por primera vez. Siempre traté de salir con mi trabajo. Trabajé, por ejemplo, en dos restaurantes de San Telmo. Pero en la pandemia se cortó todo y empecé a dedicarme al cartoneo”, explica este hombre grandote de voz suave. Cuenta que llegó a Aeroparque hace más de un año en busca de seguridad. “Dormía en una plaza porteña, hasta que me partieron la cabeza de un botellazo para robarme. Yo les explicaba que también era de la calle, pero hay gente que no tiene códigos”, se enoja.
Parar en Aeroparque le hacía sentir que estaba a un avión de distancia de Misiones, su provincia natal. “Me fui hace muchos años por discusiones con mis hermanos, pero vuelvo cada tanto. La última vez que estuve, mi mamá estaba muy delicada de salud, pero todo se volvió a descontrolar y hace como ocho meses que no tengo contacto con nadie. Estoy evitando abrir mi Facebook por temor a encontrarme con una mala noticia”, dice, mientras baja la mirada. Roberto asegura haber jugado en los Pumitas. “Tenía un buen futuro por delante, pero el vicio, la noche y la joda, terminaron con todo. Ahora sólo quiero tener un trabajo en blanco para pagar mi lugar. Porque la calle es muy dura”, reconoce.
Malena se despide de Roberto y le dice que lo espera en unos días: la organización lo va a ayudar a buscar empleo. “En la calle también tenés a personas como Roberto, que con un empujoncito, salen”, explica una de las fundadoras de Multipolar, Malena, quien también destaca la importancia del trabajo en red de las organizaciones. “El foco de todos está puesto en la ayuda. Si yo consigo algo pero a mi organización le toca ir dentro de una semana, busco la manera de que otro lo pueda acercar antes”, ejemplifica.
Según el último censo de personas en situación de calle hecho por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, en abril de este año había 3511 personas en situación de calle en CABA, un 34% más que el año anterior. La cifra, sin embargo, es cuestionada por diferentes organizaciones sociales, que ya en 2019 habían contabilizado 7251 personas.
Según el recuento oficial, del total censado, 1243 personas rechazaban ir a los centros de inclusión social porteños, que cuentan con plazas disponibles para unas 3600 personas. Todas las organizaciones que trabajan en Aeroparque cuentan que quienes se negaron a ir a los antes llamados paradores hablan de esos espacios como lugares en donde es frecuente la violencia, los robos y los malos tratos.
El gerente de estos espacios, Ezequiel Baraja, le explicó recientemente a LA NACION la lectura que hacen al respecto. “En parte tiene que ver con que son personas que están en situaciones de consumo. Y en estos lugares no se puede consumir. Y se quedaron con una idea vieja de estos espacios, cuando había serios problemas de convivencia y podían haber robos o violencia entre ellos. No es que ahora no pase, pero lo estamos trabajando muchísimo”, sostuvo.
Mientras las organizaciones contabilizan alrededor de 40 personas entre quienes están desde el desalojo y quienes se acercaron después y se instalaron, fuentes de ese ministerio le dijeron a LA NACION que la cifra actualizada al lunes pasado oscilaba entre 25 y 30 personas.
“Unos 24 son hombres de entre 30 y 50 años. De ellos, unos 10 frecuentan los centros de inclusión social, en tanto que otros 10 muestran signos de consumo y rechazan todo tipo de recursos. También hay dos mujeres que tienen problemáticas de salud mental y ya fueron derivadas al área pertinente para que tengan un seguimiento e intervención”, explicaron desde el organismo, que aseguran que las camionetas del programa Buenos Aires Presente (BAP) recorren el espacio entre tres y cuatro veces por semana.
Como todos los martes desde el desalojo, la gente de Amigos en el Camino, que todas las noches recorre la Ciudad para brindar asistencia alimentaria a personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad extrema, sumó una recorrida más, la de Aeroparque. La propia De Russis y otros tres voluntarios se acercaron el martes último con guiso, huevos duros, jugo y café.
Mónica cuenta que, mientras descargaban la comida del auto, se les acercó Maxi. “Nos contó que tiene olvidos, producto de un problema de salud mental, y que había perdido la manta aislante de la campaña ‘El otro frío’ que le habíamos dado, así que le dimos otra. También llevamos abrigo y asistimos a un muchacho que estaba afiebrado”, resume y cuenta que a las recorridas van con un botiquín de primeros auxilios.
La llegada de la organización alegró especialmente a Lola, una mujer que suele dormir en unos bancos a la intemperie. Estaba contenta porque le llevaron lo que les había pedido el martes anterior: papel de regalo para recortar, lápices y un cuaderno. “Lola recoge vasos plásticos, los decora y los convierte en macetas. Nos esperaba con una para nosotros. Estos son los momentos que nos reconfortan”, concluye.
Cómo colaborar
- Si querés conocerlas más, sumarte como voluntario o colaborar de alguna otra manera, podés ponerte en contacto a través de las redes sociales con las organizaciones Amigos en el Camino, Asociación Civil Puente, Fundación Multipolar, Vientos de Libertad y Amigues por las Calles
- “Cómo ayudar a una persona en situación de calle”, es una guía armó la Fundación La Nación con ideas y formas para asistir a las personas que no tienen dónde dormir.