Cómo es un día en un consultorio inclusivo para personas LGBTIQ+: “Cada vez llegan más niñas, niños y adolescentes con sus familias”
Está en Escobar y ofrece atención clínica, tratamientos hormonales y apoyo psicológico; más de la mitad de las consultas son de chicas y chicos de menos de 25 años que llegan junto a sus padres; en la provincia de Buenos Aires hay 141 equipos similares y varios más en CABA; buscan garantizar el acceso a la salud que exige la ley nacional de Identidad de Género
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A simple vista es un edificio estatal como cualquier otro. El acceso está sobre Colectora Este 659, en Belén de Escobar, donde funciona la Secretaría de Desarrollo Social de ese municipio bonaerense. Una vez que se sube las escaleras o la rampa y se atraviesa la puerta de vidrio, un banner recibe a los visitantes: “Consultorio inclusivo Claudia Pía Baudracco. Espacio creado para la diversidad sexual y corporal”. Debajo, pueden leerse algunos de los servicios que se ofrecen, junto a la aclaración de que todos son gratuitos: atención integral para personas trans, medicina general, equipo interdisciplinario, etcétera.
A un costado, está el escritorio con tres recepcionistas. Una de ellas es Araceli Paz Mera, una mujer trans de ojos grandes y castaños, y sonrisa amplia. Tiene una lista con los nombres de las 10 personas (siete mujeres y tres varones trans) que ese martes sacaron turno para el consultorio inclusivo y esperan ser nombradas en la sala de espera.
“La mitad de las personas que atendemos son menores de 25, lo cual hace 10 años parecía algo impensado. Muchas llegan acompañadas por sus familias”, explica Lucas Gutnisky, médico endocrinólogo con una basta trayectoria en la atención de personas trans, y quien antes de llegar a Escobar trabajó en los hospitales Ramos Mejía, de CABA, y de San Isidro. No tiene el guardapolvo o el ambo que suelen llevar los profesionales de la salud en las instituciones: viste una remera blanca que deja al descubierto los tatuajes de sus brazos y un pantalón gris. Tiene un aire descontracturado y amigable.
La mayoría de las consultas que reciben son de población trans y, en el último año, la edad de la demanda bajó significativamente: además de adolescentes y jóvenes, llegan cada vez más chicas y chicos pequeños, de 5 o 11 años, por ejemplo, junto a sus padres.
En esos casos, lo que ofrece el consultorio (articulando con el Servicio de Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes municipal) es un lugar de asesoramiento, escucha, contención y referencia, que pueda acompañarlos en cuestiones tan cotidianas como garantizar que en la escuela se respeten los derechos de sus hijos y se les permita usar el baño correspondiente a su identidad de género, o aspectos más administrativos, como cambios en el DNI, por ejemplo.
En pocas palabras, es un espacio de cuidado en el sentido amplio de la palabra, con una mirada abarcativa de lo que implica la salud de una persona. No tienen un registro de cuánta gente recibieron desde que abrieron sus puertas en 2019, ya que muchos de quienes pasan por allí hacen una consulta puntual y no regresan, pero sí se sabe que son 153 las personas que en estos años se hicieron allí un tratamiento hormonal, por ejemplo, aunque ese está lejos de ser el único motivo de consulta.
“Ya no estaba solo”
Ese martes Federico Migueles estaciona su moto en la vereda. Es un varón trans alto, con algunas pecas y un arito en la nariz. Tiene 21 años y desde los 18 se atiende en el consultorio, a donde le lleva una media hora llegar desde su casa, en la localidad de Maquinista Savio. Sin embargo, las primeras consultas que hizo cuando comenzó su transición fueron en el Hospital Fernández, de CABA. Se levantaba entre las 4 y 4.30 de la mañana para alternar los trayectos en colectivos y tren que le permitiesen llegar a las 8 para esperar ser atendido por orden de llegada.
La primera vez que escuchó sobre el consultorio de Escobar fue por un amigo, y lo acompañó su mamá, Lorena. Un tiempo antes, mirando la novela “100 días para enamorarte”, donde uno de los personajes era un chico trans, Federico pudo poner en palabras lo que sentía desde que era un niño: “Mamá, a mí me pasa eso”. Lorena le dijo que iba a apoyarlo en todo y así fue. A los 17 se cortó el pelo y empezó a comprarse ropa de varón.
“Al día siguiente de cumplir los 18 años hice el cambio de DNI y quise empezar mi tratamiento hormonal, porque ya me daba vergüenza salir a la calle. Llegué acá con miedo, como cada paso que uno va dando. Encontré sobre todo apoyo y conocí a muchas otras personas trans de Escobar: ya no estaba solo”, dice el joven, que trabaja en mantenimiento en un polideportivo y le encantaría estudiar psicología.
En las primeras consultas, Gutnisky le dice lo mismo a todos sus pacientes: “El tratamiento hormonal es un eslabón más en la construcción de la identidad, no es uno necesario”. Si bien no todas las personas trans eligen pasar por esos procesos, para muchas, como Federico, implican un cambio significativo en su calidad de vida.
“El principal miedo es que sus hijos sufran”
“Me parece que los miedos con los que a veces llegan los padres son los mismos que tiene cualquiera cuando se enfrenta con un hijo que de alguna manera se rebela al ideal que consciente o inconscientemente uno construyó: que vaya a la facultad, que haga esto o lo otro, por ejemplo”, responde Gutnisky cuando se le pregunta por las principales inquietudes de las familias.
Y aclara: “Pero aquí hay un condimento extra al que deben enfrentarse, ya que queda expuesto algo que suele ser muy del ámbito privado, que es la construcción de la identidad y sexualidad. Tener que blanquearlo públicamente cuando para la mayoría de las personas no es así, es una revolución para esas familias. El principal miedo de los padres es que sus hijos sufran rechazo: eso sale en muchas de las entrevistas”. Ofrecer información y contener es, en esos casos, un primer y fundamental paso.
La mayoría de las consultas, sin embargo, son de adolescentes, jóvenes y personas adultas que quieren iniciar un tratamiento hormonal que les permita acompañar su transición (es decir, recibir las hormonas correspondientes al género autopercibido: la principal hormona masculina es la testosterona y la femenina el estradiol), pero también llegan un abanico de situaciones vinculadas con la salud en general. Se han hecho, por ejemplo, diagnósticos de diabetes, hipertensión y problemas ginecológicos que terminaron en cirugías: en todos los casos, se hace la derivación correspondiente.
El trabajo en red con equipos médicos que tengan perspectiva de género es indispensable. No hay que perder de vista que la población trans ha sido históricamente expulsada del sistema sanitario y que cuenta con una expectativa de vida que ronda los 45 años, la misma que una persona en la Edad Media. Esto se vincula a la enorme dificultad que tuvieron que afrontar para acceder a derechos elementales, como la educación, el trabajo o la salud.
“Esta es, para muchas personas, la puerta de entrada al sistema de salud y por eso buscamos tener una visión integral. El consultorio implica la posibilidad de tener un examen físico o el primer estudio de sangre en muchos años, un testeo para enfermedades de transmisión sexual o el poder hablar del uso de preservativos, de las profilaxis pre y post exposición”, dice Gutnisky.
En ese sentido, Patricio Alejandro Salto, un varón trans de 40 años que también forma parte del equipo de consultorio, explica: “Buscamos generar capacitaciones para los profesionales de la salud del municipio, ya sea de centros de salud u hospitales. Llegan personas que necesitan, por ejemplo, ir a un dentista, pero no tienen hecho el cambio registral y tienen vergüenza de que las llamen por un nombre con el cual no se autoperciben. En esos casos, articulamos con otros espacios para que continúen con sus tratamientos”.
De la CABA y el territorio bonaerense, a todo el país
El consultorio Claudia Pía Baudracco (se llama así por la reconocida activista argentina por los derechos y reconocimiento de la identidad LGBT) funciona los martes a partir de las 15, que es el horario en que suele bajar la demanda de personas que recurren a la Secretaría Desarrollo Social por otros motivos, y hasta las 18. Los turnos pueden sacarse por su página de Facebook, mail o teléfono, y por día se atienden entre ocho y diez personas.
Cuenta con un equipo del que participa una psicóloga, trabajadoras sociales y una abogada (que asesora, por ejemplo, en la rectificación de los DNI). La psicóloga es una mujer trans que evalúa si la persona requiere un acompañamiento vinculado a alguna problemática de salud mental (por ejemplo, si está atravesando una depresión), para derivarla luego a otros espacios.
Pero este consultorio no es una iniciativa aislada. En el marco de la ley nacional de Identidad de Género (promulgada en 2012) en la última década fueron surgiendo a lo largo y ancho del país equipos especializados en la atención de la comunidad LGBTIQ+. Esta normativa establece específicamente en su artículo 11, el acceso a una salud integral y a tratamientos hormonales, entre otros aspectos.
La ciudad de Buenos Aires cuenta con algunos equipos de larga trayectoria, como los de los hospitales Durán, Ramos Mejía o Fernández, mientras que en la provincia hay 141 equipos (de los cuales 18 acompañan a infancias y adolescencias) en 123 establecimientos que van desde el primer nivel de atención hasta hospitales municipales y provinciales.
En el edificio donde está el consultorio de Escobar funcionan las distintas direcciones que dependen de la Secretaría de Desarrollo Social: la de Derechos Humanos; el Servicio de Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes; un área de atención de situaciones problemáticas y la Dirección de Políticas de Género y Diversidad Sexual, de la que se desprende el consultorio inclusivo. Si bien este último nació dentro del Ministerio de Salud, dos años atrás se decidió pasarlo a Desarrollo Social.
La segunda puerta del pasillo que se abre a la izquierda del escritorio donde está sentada Araceli es la del consultorio. Así lo indica un cartel. Al entrar, hay un escritorio con dos sillas, una repisa y una balanza. Al final, se desemboca en una juegoteca donde las niñas y los niños pueden esperar hasta ser atendidos.
Quienes llegan no son solo personas de Escobar: reciben también de otros municipios que no tienen este tipo de espacios, como Zárate o Campaña.
“Lo que se busca es sostén”
María de los Ángeles Goñi, secretaria de Desarrollo Social de Escobar, explica que, en general, las familias que llegan al consultorio con niñas o niños pequeños “ya tienen un acompañamiento previo, por ejemplo, por parte de un psicólogo, pero vienen en la búsqueda de conocer a otras personas que están pasando por lo mismo”.
Sentada a su lado, Araceli asiente. Hay una búsqueda de sostén, de comunidad. Ella se emociona cuando llegan niñas trans que la miran sorprendidas y la siguen a todos lados: verla a Araceli ahí, recibiéndolas con una sonrisa detrás del escritorio, las hace sentir que no son las únicas. Por otro lado, a sus familias les lleva tranquilidad, la perspectiva de que un futuro con acceso a derechos es posible para sus hijas e hijos.
Además de ser la recepcionista, Araceli integra, igual que Patricio, la Asociación Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA), una red nacional con tres décadas de trabajo que fue la impulsora del consultorio. Para Araceli, que el espacio estuviese integrado por personas de la comunidad, que son quienes conocen de primera mano sus problemáticas, era indispensable. “Esto no surgió de la noche a la mañana, fue un reclamo de mucho tiempo”, aclara.
En ese sentido, César Bissutti, coordinador del Programa Provincial de Implementación de Políticas de Género y Diversidad Sexual en Salud, explica que lo que inicialmente se conoció como “consultorios amigables” son hoy espacios de atención y cuidado integral de la salud de las personas LGBTQA+: “Son una estrategia de acceso, pero claramente la transformación que es necesario realizar es para que puedan acceder a todo el sistema. No hay que perder de vista que la idea de ‘amigable’ también trae aparejada la de no amigable”.
Después de despedir a Federico, Araceli dice que es “sumamente gratificante” ver llegar a chicas y chicos acompañados por sus padres. “Nosotras éramos expulsadas de nuestros hogares”, subraya sobre una realidad que atravesó a gran parte de la población trans durante décadas, y que luego se replicaba en otras instituciones como la escuela o los hospitales. Si bien queda mucho camino por recorrer, espacios como el consultorio Claudia Pía Baudracco buscan que ninguna niña, niño o adolescente, vuelva a pasar por lo mismo.
Más información
Consultorio inclusivo Claudia Pía Baudracco de Escobar: En su Facebook puede encontrarse todos sus datos de contacto y más información.
Programa Provincial de Implementación de Políticas de Género y Diversidad Sexual en Salud: realizó un mapeo de consultorios inclusivos en toda la provincia de Buenos Aires, al que puede ingresarse haciendo click aquí.
En la ciudad de Buenos Aires, algunos hospitales que cuentan con equipos especializados en la atención de población LGBTIQA+ son el Durán, el Ramos Mejía y el Fernández. Ingresando en este link pueden encontrarse el resto de las opciones.