Chicos estresados: alertan sobre el aumento de casos y el diagnóstico tardío
Brigitte Aranzet tenía 15 años cuando, mientras hacía unas compras, se desmayó por primera vez. Después, comenzó a sucederle casi a diario, al igual que las noches sin dormir, las palpitaciones, la ansiedad y el temor a salir de su casa. Incluso tuvo que dejar de ir a la escuela.
"Me hicieron una serie de estudios, pero no encontraban qué era lo que me pasaba: eso fue muy traumático", recuerda la joven, de 20 años. La respuesta llegó varios meses después, cuando dio con el equipo del Hospital Garrahan: Brigitte tenía estrés .
Su caso se multiplica por miles. Aunque no hay estadísticas, médicos pediatras, psiquiatras y psicólogos advierten que cada vez son más los chicos y adolescentes que lo sufren. Los disparadores se vinculan principalmente con las características de la sociedad moderna (como el mayor acceso a la información, la cultura de la inmediatez y el culto al cuerpo) y los conflictos en el ámbito familiar o escolar (bullying y sobreexigencia, por ejemplo).
Acompañados por sus padres, consultan por alteraciones como trastornos del sueño o alimentación, arritmias y desmayos o dolores de cabeza crónicos, y solo después de realizarse una batería de estudios (desde resonancias hasta electrocardiogramas) algunos llegan al diagnóstico. Para los referentes, si bien el tratamiento depende de cada caso, el rol de la familia ampliada es siempre fundamental, así como la necesidad de detectarlo a tiempo.
Eduardo Silvestre, pediatra especialista en estrés infantil y jefe del área ambulatoria del Hospital Garrahan, considera que existe una banalización del estrés en los adultos y un subdiagnóstico en el caso de los chicos.
"Muchas veces se llama estrés a lo que no lo es: estar nervioso, angustiado o enojado no necesariamente es estar estresado", sostiene Silvestre, y aclara: "Por otro lado, si bien se está diagnosticando más, es infrecuente que se hable de esta enfermedad en pediatría. En ese sentido, todavía estamos en pañales: se pone el foco en los efectos, pero no en la problemática". En esa línea, asegura que los chicos tienen muchos síntomas físicos que son solo "la punta del iceberg", las expresiones de un problema más profundo: "Si uno se aboca solo a aquellos, está tomando una partecita y no se van a poder hacer ni un diagnóstico ni un tratamiento adecuados".
Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas, coincide: "A nosotros nos llegan las consecuencias del estrés, por ejemplo, el retraimiento infantil en los primeros años, vinculado a situaciones de apego a los padres que generan desregulaciones en los niños; depresión, adolescentes con trastornos de la alimentación o autolesiones".
Múltiples causas
Los médicos explican que el estrés se vincula con una percepción individual de una amenaza que se sostiene en el tiempo y que no puede ser resuelta por los recursos defensivos con los que cuenta cada persona. Lo que para un chico puede ser motivo de estrés para otro no.
"Desde el punto de vista cognitivo, las sensaciones principales son dos: la desesperanza y la indefensión. Son los núcleos del problema a los que hay que abocarse", dice Silvestre. Si bien hay síntomas marcadores, cada persona lo va a manifestar de una manera particular.
El pediatra y divulgador científico de Grupo Medihome diferencia entre el estrés como respuesta y como enfermedad. La primera es una reacción normal y necesaria que tienen todas las personas para defenderse ante una situación de amenaza. La segunda, en cambio, implica que "se rompió un equilibrio corporal", que produce una disfunción orgánica generalizada y tiene consecuencias serias. "Cada uno de los sistemas orgánicos va a trabajar de forma deficiente: por ejemplo, el nervioso, el cardiovascular, el respiratorio o el inmunológico", ahonda Silvestre.
Cuando tenía un año y siete meses, Guillermina dormía muy mal, lloraba con frecuencia y los horarios de sus comidas estaban desordenados. "Éramos primerizos y estábamos en un pico de estrés los tres", relata Ana Finticcelli (37), su mamá. "Se enfermaba muchísimo, estaba todo el tiempo pegada a mí y no se animaba a ir a jugar con otros chicos".
En la nena, la desregulación era una expresión del estrés. "La pediatra nos ayudó con cosas muy prácticas que nos cambiaron la vida: a ordenarle los horarios, a que pudiera dormir en su cuarto y a entender que los límites son buenos. Nos relajamos, le cambió su personalidad y hoy es supersana", detalla Ana.
No hay curas mágicas para el estrés. Abordarlo con un equipo multidisciplinario de pediatras y especialistas en salud mental -las técnicas de relajación y autoconocimiento pueden ser un complemento útil- e incluir a la familia son algunas de las claves del éxito.
Ongini subraya que la manera en que el entorno acompaña a ese niño o adolescente va a marcar la diferencia. "El adulto es el mediador -agrega-, el que algodona el impacto y le presta al niño los recursos para superar ese momento".
Los recursos yoicos -la posibilidad de adaptarnos a diferentes situaciones- se desarrollan a lo largo de la vida: "Por eso, es clave trabajar con la familia o los adultos empáticos que encontremos y que puedan ser más responsivos para poder ayudar a este chico", señala Ongini.
Sobre esos duros años, Brigitte recuerda: "Estaba pasando por un conjunto de cosas que me estaba guardando: mucha presión en el colegio y problemas en casa, que a veces los grandes piensan que no afectan a los chicos, pero sí". Hoy, está en pareja y haciendo el CBC para seguir Comunicación Social. Gracias a su familia y a los profesionales del Garrahan que, según sus palabras, "se pusieron la 10", pudo salir adelante. En su caso, el tratamiento incluyó terapia y cambios en la dinámica del hogar.
Desde la Federación Argentina de Cardiología (FAC) destacan que se incrementaron los diagnósticos de problemas cardíacos en niños (como arritmias o taquicardias), por padecer estrés sostenido.
Sandra Romero, cardióloga infantil y presidenta del comité de cardiopatías congénitas de la FAC, considera que los médicos deben realizar interrogatorios amplios para encontrar la raíz del problema. Y agrega: "El estrés de los chicos es un problema de adultos, porque solamente los grandes podemos intervenir para solucionarlo: dándoles seguridad de que lo vamos a resolver juntos; marcando límites; fomentando su autoestima y sus valores, y con abrazos, que son muy sanadores".
Los especialistas opinan que el posmodernismo favorece el estrés. "El predominio de la imagen por sobre la palabra; los cambios vertiginosos y en los roles de la familia; la necesidad de un hedonismo, y el seudorreemplazo de la socialización cara a cara por las redes sociales, entre otros", enumera Ongini.
Silvestre agrega que muchas veces se proponen modelos estereotipados e inalcanzables para los chicos, que las redes y los medios refuerzan. Por otro lado, en las familias hay menos escucha y tiempo compartido y en la escuela, en general, se premia al que sobresale y se castiga al que no cumple con las expectativas generalizadas.
"El estrés de los adultos, casi sin excepción, se inicia en la niñez. La respuesta anormal al estrés es aprendida defectuosamente en los primeros años y si uno no interviene se mantiene a lo largo de toda la vida. Por eso, es clave diagnosticarlo tempranamente para corregirlo y evitar enfermedades serias", concluye el médico.
Algunas prácticas para aplicar a diario en el hogar
Para los pediatras y los especialistas en salud mental, el impacto que las situaciones de estrés van a tener en un chico va a depender, en gran medida y como mecanismo protector, de cómo reaccionó su entorno inmediato.
Qué deben tener en cuenta los adultos
- Si bien no es posible evitarles el sufrimiento a niños y jóvenes, la calidad del sostén vincular con el que cuenten será un determinante prioritario para su salud tanto física como psicológica. "Su respuesta conductual y biológica frente a la adversidad podrá ser condicionada incluso desde la vida intrauterina", enfatiza el pediatra Eduardo Silvestre.
- Para que un niño pueda construir una respuesta de estrés sana necesita ser protegido, acompañado, querido, educado y comprendido. Según Silvestre, si estas condiciones están presentes, las posibilidades de superar las adversidades serán mayores.
- Escuchar a los chicos, compartir más momentos de juego y recreación y que el adulto pueda disfrutar de ese tiempo en familia es fundamental. "Recomiendo buscar tiempo de calidad con los niños y adolescentes, así como estar atentos si uno los nota retraídos o ansiosos. Uno de los indicadores más importantes son los aspectos sociales", sostiene Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil.
- Abrazarlos y darles la seguridad de que juntos es posible atravesar la problemática que estén sufriendo es, para la cardióloga infantil Sandra Romero, otra de las claves.
Cómo se puede implementar la atención plena en casa
- Encontrar momentos al despertarnos o acostarnos para sentir el cuerpo, antes de tocar el teléfono celular o cualquier otro dispositivo electrónico, que nos permita arrancar el día, o terminarlo, más conectados y presentes.
- Si los chicos están preocupados, molestos o frustrados, podemos proponerles que paren por un momento y noten dónde están sintiendo la preocupación o el enfado en su cuerpo. ¿En la panza? ¿La garganta? ¿Las piernas? ¿Sienten que están temblorosos o contraídos?
- Dejar, a propósito, el teléfono celular en el bolso o la mochila durante unos minutos cada día; disponer de un horario en casa o en el colegio, libre del uso de wifi (idealmente, el de las comidas familiares) son otras recomendaciones de Marina Lisenberg, psicóloga y especialista en mindfulness.
Algunos de los síntomas
Lactantes
- Irritabilidad
- Llanto inconsolable
- Trastornos de alimentación
- Mal progreso de peso
- Trastornos del sueño
- Espasmo del sollozo
Infancia
- Problemas de conducta
- Trastornos de alimentación
- Trastornos del sueño
- Trastornos gastrointestinales
Adolescencia
- Ansiedad y depresión
- Colon irritable
- Dolor de cabeza crónico
- Desmayos repetidos
- Trastornos serios de la alimentación
- Cansancio crónico
- Intolerancia al ejercicio físico