Cecilia Merchán: “La desigualdad es el origen de todas las violencias de género”
Para Cecilia “Checha” Merchán, titular de la Secretaría de Igualdad y Diversidad de la Nación, la desigualdad es el origen de todas las violencias de género, y en su corazón están las tareas de cuidado. “Las únicas que han demostrado ser esenciales durante la pandemia y, sin embargo, no son reconocidas”, subraya. Romper con ese círculo exige, según su mirada, un involucramiento activo e indelegable del Estado y un profundo cambio cultural. Por eso, sostiene que “los varones tienen un rol importantísimo porque son quienes deben desarmar sus propios privilegios”.
En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Merchán, cuya secretaría depende del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, remarca “la necesidad de trabajar la forma de relacionarnos desde la escuela” y también destaca algunos pasos importantes que se han dado en términos de achicar brechas, como el avance en un sistema integral de cuidados, el cupo laboral trans e incorporar el concepto de la interseccionalidad en las políticas públicas.
El femicidio de Silvia Saravia, cometido por su marido Jorge Neuss, volvió a poner sobre la mesa cómo las violencias de género atraviesan a todos los sectores. ¿Todavía está instalado el prejuicio de que ocurren solo en determinadas clases sociales?
Cuando hace casi 20 años me tocó empezar a trabajar la problemática ni siquiera sabíamos lo que significaba la palabra género. Los prejuicios eran enormes. Creíamos que eran cuestiones familiares, que un femicidio era un crimen pasional y era muy extendida la idea de que era un problema de personas con adicciones o que había una cuestión de clases. Hemos avanzado un montón. Cada vez está más claro que la violencia de género lastima a toda la sociedad. Lo que sí tenemos que ver es las diferentes posibilidades de resolución en cada caso: no es lo mismo si vivís en la ciudad o en el ámbito rural, donde tenés menos posibilidades de llegar a hacer una denuncia. Respecto a las clases sociales, en algunas más altas a veces hay, quizás, un ocultamiento más grande, pero es un mito total que no hay violencia.
¿Para una mujer con más recursos económicos es más fácil romper el círculo de la violencia?
La autonomía económica es fundamental y desde el Ministerio pusimos mucho el eje en que sea acompañada por el Estado para las mujeres que están saliendo de esa situación. No es lo mismo si querés salir corriendo de tu casa y no tenés a dónde ir, eso es una realidad. Pero también es cierto que hay un montón de mujeres profesionales y que tienen autonomía económica y sufren violencia machista. Tiene que ver con un entramado muy profundo vinculado a cómo nos fuimos constituyendo como sociedad. Desde que nacemos nos van diciendo cuál es el lugar que tenemos que ocupar. A veces no nos damos cuenta en qué momento caemos en situaciones en las que permitimos ciertas dominaciones. No pasa a todas. Para desandar eso hay que hacer un trabajo integral de toda la sociedad, desde la escuela. No puede pensarse qué hacemos con esas mujeres en particular sino con todas, qué hacemos con todos los varones, cómo transformamos las formas de relacionarnos. Esa es la apuesta más grande, una apuesta cultura, económica y política que tiene que ser generada desde todas las políticas públicas.
Desde los varones se están dando varios movimientos de deconstrucción. ¿Qué rol juegan esas iniciativas?
Hemos avanzado mucho en los movimientos feministas en instalar las discusiones que hacen falta y de hecho las pusimos en el centro de las políticas públicas. Lo que tenemos que abordar ahora con mucha fuerza es que este no es un problema solo de mujeres, lesbianas, travestis y trans, sino de la sociedad en su conjunto. En este último tiempo hay un movimiento muy fuerte de varones que intentan transformar esta realidad y tienen un rol importantísimo porque son quienes tienen que desarmar sus propios privilegios. Todas las personas nacimos en esta tierra y nos toca vivir en este tiempo. Yo también tengo que desarmar ciertos privilegios. Por ejemplo, una vez me di cuenta que nunca había tenido realmente presente en mi vida a las personas con discapacidad. Abrir mi mirada, mi percepción respecto de esas personas, me hizo ver cuántos privilegios tengo. Cuando puedo ver eso me transformo, soy mejor yo y la sociedad. Los varones tienen que hacer esa tarea todo el tiempo respecto al lugar de privilegio que tienen en relación a todas nosotras.
¿A muchos varones también les pesan los roles y estereotipos de género?
Exacto. Si pensamos que se les exige permanentemente y culturalmente en todos los ámbitos estar alertas, ser fríos, calculadores, que no lloren, tener capacidad de dominación constante, ser los proveedores de las casas. Cuando se dejan de exigir esas cosas, es un alivio tremendo y amplía las posibilidades de ser varón, que no necesariamente tienen que ser todos iguales. ¿Qué pasa con un nene que juega con muñecas? ¿Por qué no puede? Les vamos poniendo desde chiquitos trabas que luego inciden, por ejemplo, en los vínculos en el cuidado con sus hijos.
En este sentido, ¿cuáles son hoy los principales desafíos en términos de igualdad e inclusión de las mujeres y diversidades?
Abordar las violencias por razones de género de una manera integral tiene que ver, fundamental, con cómo atacamos las desigualdades, que son el origen de todas esas violencias. Por supuesto que tenemos que tener políticas directas contra las violencias, pero centralmente tenemos que avanzar sobre las brechas, generando igualdad de oportunidades. Tenemos algunas acciones muy plantadas en ese sentido, como el cupo laboral trans en la esfera del Poder Ejecutivo. Por otro lado, consideramos que una de las razones más fuertes de las desigualdades, yo lo llamo el corazón de la desigualdad, son los trabajos de cuidado, que en su gran mayoría están a cargo de mujeres y no son reconocidos, no son remuneradas o son muy mal pagos. Sin embargo, en tiempos de pandemia nos quedó muy en claro que son las únicas tareas esenciales. Por ejemplo, el trabajo de las “amas de casa”, las trabajadoras de casas particulares, las enfermeras, las cuidadoras de adultos mayores y personas con discapacidad que requieren cuidados.
¿Qué medidas se tomaron durante estos meses vinculadas a los cuidados?
Creamos una batería de políticas integrales. Por un lado, la mesa interministerial para abordar los trabajos de cuidado desde una perspectiva de género, encabezada por nuestro ministerio pero con 12 organismos más. Por otro, lanzamos una campaña que se llama Cuidar en Igualdad que va provincia por provincia. Creemos que esta es una discusión que tiene que calar en nuestras vidas y cultura, porque para entender la corresponsabilidad del Estado, de las empresas y dentro de las familias, tiene que haber un cambio cultural muy profundo. También creamos la comisión redactora para poder tener un anteproyecto de ley para el próximo año de un sistema integral de cuidados.
¿Qué implicaría ese sistema?
Lo principal es poder entender que los cuidados son una necesidad de todas las personas en algún momento de su vida, por eso no pueden quedar en manos del mundo privado. Tiene que ser el Estado y las empresas quienes garanticen junto a las familias los cuidados como una necesidad y un derecho, pero también como un trabajo que no puede caer solamente en las mujeres. Existe una sobrecarga muy fuerte que no se vincula con ninguna explicación lógica, sino con estas desigualdades por razones de género que se van instalando de una manera profunda.
En el marco del Plan Nacional de Igualdad en la Diversidad se reunieron en foros de todo el país. ¿Qué surgió de esos intercambios?
Fue impresionante el nivel de aporte, participaron más de 700 organizaciones. En cada lugar las demandas son diferentes pero hay algunos temas en común, por ejemplo, terminar con las brechas de acceso tanto en el mundo de trabajo como en la cultura, en la educación, en la salud. También aparece muy fuerte la incorporación de la educación sexual integral y que se tenga en cuenta la perspectiva de género a la hora de pensar en los cuidados o salir de la crisis económica, que cuando se piense en las obras públicas se incorpore a mujeres y personas LGBT. También el revalorizar las tareas de las mujeres en el ámbito campesino, indígena. Y hay muchos pedidos respecto a cómo transformamos culturalmente los temas; por ejemplo, de que en la escuela se incorpore la existencia de las personas afro.
El decreto del cupo laboral trans fue un hecho histórico. ¿Cómo se está implementando en el Estado?
Lo primero que creamos fue la unidad que va a llevar adelante esta política donde se integran la Secretaría de Empleo Público, el Ministerio de Educación, el Inadi y distintos organismos. Tenemos también un registro para que las personas puedan incorporarse. Después hay una gran apertura en todos los organismos a empezar a incorporar personas travestis y trans y ya se está dando. En esa línea tenemos que garantizar el acceso a la educación, a la formación en empleo y todas esas cuestiones que son fundamentales. Estamos trabajando a toda máquina.
La interseccionalidad es un concepto que se está instalando con fuerza. ¿Cómo se aplica en las políticas públicas?
La interseccionalidad que a veces es difícil de entender es muy simple. Por ejemplo, cuando empezamos a trabajar en materia de cuidados, cada vez que hablábamos de discapacidad, pensábamos en personas que eran cuidadas. Y un montón de compañeras con discapacidad nos dijeron: “Nosotras también cuidamos”. Es desde qué lugar abordamos la política pública. Creo que nos perdemos un montón sino incorporamos su perspectiva, lo mismo con la visión de las personas afro, indígenas y de toda la diversidad sexual. Sino incorporamos eso no vamos a ver cuáles son las dificultades de cada grupo y nos vamos a perder la posibilidad de mejorar como sociedad. Eso es la interseccionalidad.