Cecilia Carranza: “En mi casa la regla era ser heterosexual, pero hoy por fin mi mamá sabe, entiende y empatiza con lo que yo pasé”
La regatista argentina y campeona olímpica repasa junto a su mamá los momentos que atravesaron como familia desde su primer noviazgo con una mujer. “Pedí ayuda e iba al psicólogo, pero era un tema del que no podía hablar”, recuerda su madre, quien se arrepiente de “haberla dejado sola” pero destaca haber construido una relación “sana”.
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No mucho antes de que comenzaran los Juegos Olímpicos de Tokio, en donde fue abanderada de la delegación argentina, Cecilia Carranza (35) decidió portar públicamente otra bandera: la del orgullo LGBTIQ+. El honor de llevar ante el mundo los colores de su país le hicieron sacar una conclusión dolorosa: que le costaba sentirse merecedora de todo lo lindo que le pasaba.
En aquel momento, julio de 2021, la regatista argentina, campeona olímpica en 2016 junto a Santiago Lange, reconoció que la falta de apoyo de su entorno más cercano por el hecho de ser lesbiana había minado su autoestima y alterado su percepción de las cosas. “Creés que sos un mal ejemplo”, dijo entonces.
Ahora, casi un año más tarde, Carranza puede comprender que ahí está el principal motivo por el que, durante casi dos décadas, su orientación sexual permaneció en la esfera de lo privado, casi como un secreto.
Hablar de homosexualidad con su familia, cuando tenía 16 años, no fue precisamente fácil. “Cuando una escucha frases como ‘de dónde sacaste eso’ es porque estás hablando de algo que está oculto porque está mal”, reflexiona Cecilia ante esta cronista, mientras Liliana Abdelmalek, su mamá, la oye atenta.
Si bien se encuentran lejos físicamente –Cecilia está en Barcelona y su mamá en Costa Rica–, coinciden en una videollamada y se las percibe conectadas desde el amor y ya no desde el desencuentro. El recorrido para llegar a este presente tuvo altibajos, pero sumó muchos aprendizajes. En una charla emotiva con LA NACION, madre e hija comparten los detalles de ese proceso.
(A las dos) –¿Cómo era percibida la diversidad de género y sexual en el ambiente en el que se criaron?
Liliana Abdelmalek: –Tengo ascendencia árabe y los parámetros culturales ahí son muy fuertes. Me crie en ese ambiente, pero quise romper con esas culturas ancestrales que no compartía en nada. Por ejemplo, estudiando y trabajando con 18 años. Para ellos, la mujer tenía que estar en su casa, criando a sus hijos y el hombre era el que proveía los ingresos de la familia. Te estoy hablando de 50 años atrás. En ese contexto, ni se hablaba de diversidad.
Cecilia Carranza: –Siempre me sentí criada en un ambiente que me dio la libertad para ir haciendo las cosas que fui queriendo hacer, pero el tema de la diversidad no estaba sobre la mesa. En el momento que apareció el tema de que estaba de novia con una mujer se generó mucha dificultad. Fue muy difícil como familia atravesar esa situación.
(A Cecilia) –¿Cuándo tomaste conciencia de tu orientación sexual?
CC: –A mis 16 años empecé una amistad con otra chica que navegaba. Empezó a ser una amistad cada vez más fuerte, teníamos cada vez más ganas de compartir tiempo juntas y terminó en una relación de amor. Pero fue un proceso. No es que un día pensé: “Ah, puede ser que yo sienta atracción por mujeres”. No. Empecé a sentir que me enamoraba de mi amiga. Y bueno, terminó deviniendo en una relación de noviazgo y para mí fue muy duro porque no era lo que le pasaba a todo el mundo. Encima, ese lugar de confianza con las personas que más querés y en las que más confiás, no me acompañaba en lo que estaba viviendo. Eso fue muy duro.
(A Liliana) –¿Cómo fue recibir esa noticia, qué sensaciones te generó? ¿Cuáles eran tus miedos?
LA: –Veinte años atrás no estaba en mis cálculos que podía suceder una cosa así. Era algo de lo que ni se hablaba. Me generó mucho miedo. Pensaba muchas veces que la situación se podía revertir. No podía hablarlo con nadie. Con la única persona que lo hablaba era con una íntima amiga que era psicóloga. Y con mi familia. Fue un proceso duro. Recuerdo que pedí ayuda, me analicé, iba al psicólogo, pero era un tema del que no podía hablar. A pesar de que me consideraba progre, no estaba preparada para eso.
(A Liliana) –¿Llegaste a pensar que podía estar “confundida” o incluso que esa orientación podía ser revertida?
LA: –Bueno, ella era muy chica, tenía 16 años. Yo viví cuando ella contaba que le gustaba un compañero del colegio. Por eso me sorprendió esa primera experiencia. Y bueno, pensaba que por ahí era una situación confusa, pero claramente no fue así. ¿Te digo sinceramente? La pasamos muy difícil, pero no yo, toda la familia. Y hoy, después de mucho tiempo y de escuchar notas de Ceci, me arrepiento muchísimo de no haber podido hablar con ella y, en cierta forma, de haberla dejado sola. Sabía que cuando ella tuviese la mayoría de edad, se iba a ir de casa. Traté de retenerla, pero yo sabía que en casa no estaba cómoda. Y bueno, se fue. La verdad, me arrepiento muchísimo. Lo que pasa es que una como madre hace lo que puede. Ceci sabe que, de nosotros como familia, tuvo todo el apoyo en todo aspecto. Ella eligió una carrera que no es convencional y nosotros la apoyamos totalmente. Pero esto fue una cosa que… no pude. No pude (se conmueve).
(A Cecilia) –¿De qué forma impactó esta reacción familiar en vos?
CC: –Una se va dando cuenta de cómo impactan las cosas que escucha con el correr del tiempo. En el momento, las palabras van haciendo un trabajo fino, generando cierta culpa, sentimiento de estar en falta, equivocada, aunque uno no se da cuenta. Durante muchísimos años viví sintiéndome no merecedora (hace una pausa, se emociona). Pensaba que era un mal ejemplo: por la carga de lo que se comenta dentro de tu ámbito familiar y también en la sociedad en general.
(A Cecilia) –¿Qué situaciones dolorosas recordás de ese momento familiar?
CC: –Hoy mi mamá está acá, en esta misma reunión, y lo puedo decir, y no con ánimo de que mi familia se sienta mal, porque hoy me siento totalmente agradecida y bendecida. Aclarado eso, me acuerdo de que en un momento hasta se hablaba de la religión, que Dios creó al hombre para… y yo pensaba: “¿qué tiene que ver Dios en todo esto?”. También que de dónde saqué ese ejemplo, de dónde había sacado eso. Y cuando una escucha: “De dónde sacás esto” es porque estás hablando de algo que está oculto porque tiene que estarlo, porque está mal. Veía mucho enojo de parte de ellos. Yo sentía: “Puta, en mi familia no me apoyan” y me pasó eso, que me quise ir. Me quise ir porque me decían: “Las reglas en esta casa son estas”. Y yo decía: “Bueno, yo no puedo estar bajo esas reglas. Me tengo que ir”.
(A Cecilia) –¿Las reglas implicaban hacer de cuenta que esa parte tuya no existía?
CC: –Sí, la regla era que en casa había que ser heterosexual. No se decía así porque no se podía hablar de homosexualidad como podemos hablar hoy con libertad. Y, de hecho, creo que son términos que, al día de hoy, mi mamá habla con cierta… no sé cómo decirlo…
(A Cecilia)– ¿Incomodidad?
CC: –Incomodidad quizás. No sé, que lo diga mi mamá.
LA: –Sí, sí. Esa es la palabra. Incomodidad. No puedo decir: “es la novia de mi hija”. Te juro. No puedo. Pero bueno, aprendimos un montón de cosas y crecimos en un montón de cosas. Creo que va a llegar el momento que me va a salir naturalmente.
(A las dos) –El vínculo madre-hija se construye a lo largo de toda la vida. ¿Cómo se siguió construyendo el de ustedes?
LA: (piensa) –Pasamos por muchas etapas. Ceci traía una novia a casa y yo hacía de cuenta que era una amiga. Te lo digo sinceramente. Mucho tiempo estuve así. Y también estuvimos mucho tiempo sin poder hablarlo. A veces intentábamos hacerlo, pero yo atribuía la situación a la primera experiencia que tuvo, creía que esa experiencia la confundió a Ceci. Porque es una edad en la que por ahí te confundís. No sabés si estás enamorada, iban compartiendo cosas y terminaron de novias. Y bueno, esa primera experiencia no la viví tan bien y cuando hacía hincapié en eso, ella me decía: “en vez de buscar el motivo por el cual yo… soy lesbiana, ¿por qué no podés pensar que soy feliz de esta forma y ponerte contenta porque soy feliz y no le hago daño a nadie?”. Y realmente es así, no le hace mal a nadie.
"Me arrepiento muchísimo de no haber podido hablar con ella y, en cierta forma, de haberla dejado sola"
Liliana Abdelmalek
CC: –Lo que siento es que, desde el momento en el que en mi casa se enteraron de que estaba de novia con una mujer, entre mi mamá y yo se había roto algo. Tuve etapas de enojo, sintiéndome sola, discriminada. Le decía, por ejemplo: “Mamá, ¿por qué te vas de viaje y les traés solamente regalo a la novia de Fran, a la novia de Elías y al novio de Sol? (N. de la R.: los hermanos de Cecilia). Vos decís que está todo bien, que mi novia puede venir a casa, pero claro, como mi amiga”. Con el tiempo cada una fue haciendo su trabajo para mejorar la relación. Yo voy a un médico ayurveda en Rosario y él siempre me decía: “Cecilia, abrazá a tu mamá, amala a tu mamá. No busques cambiar a tu mamá porque estarías buscando lo mismo que tu mamá quiere de vos, que es que vos cambies” (se emociona). Hace unas semanas tuvimos una conversación muy linda. Ella me dijo que se había dado cuenta de muchas cosas que acaba de decir en esta charla. Y eso me emocionó mucho porque habilitó todos mis sentires y dije: “Bueno, por fin mi mamá sabe, entiende y empatiza con lo que yo pasé”. Y empecé a sentir ese día que eso que se había roto, ahora se había sanado. Hoy siento que cuento con ella en todo sentido.
(A las dos) –¿Qué tuvieron que trabajar ambas para llegar a este punto?
CC: –Hay algo que se necesita y es paciencia, es amor, es querer seguir intentando. Muchas veces es fácil patear el tablero, rajarte y ya, pero yo vengo de una familia a la que le gusta la familia y hoy no estaría contenta si hubiera pateado el tablero.
LA: –Se necesita paciencia y tiempo. Creo que pasó mucho tiempo y hubo cosas que fuimos comprendiendo y sanando. Ambas. Bueno, puede ser que la relación madre-hija se viva diferente, pero también está su papá.
CC: –Mi mamá y mi papá tienen personalidades diferentes. Si bien el proceso lo vivimos todos, emocionalmente, mi papá es una persona que soltó. No me sentí durante todos estos años en tensión con él. Es una persona a la que, de repente, le sale el amor y puede dejar de lado el resto. Pero porque es su personalidad. Entonces puede abrazar a Mica, que es mi novia actual y decirle “hija”. Y tratarla con un amor que me hace sentir muy cómoda. Y vos, mamá, tenés una manera, una tensión que no podés digerir. Hay algo que no lo tragás y eso se nota. La mayor diferencia que sentí en los últimos años es que mi papá había sanado, había aceptado, y podía estar en el día a día desde el lugar del amor, pero la presencia de mamá es con tensión.
LA: –Si bien comparto lo que decís, también te quiero decir que papá puede mostrar más y yo menos. No es que yo no te abrazo a vos y la abrazo a tu hermana Sol, por dar un ejemplo. ¡Ay, por Dios, esto parece una terapia! (se ríe). No es que no te abrazo por la situación que vivimos. No, no. Simplemente que papá, es verdad, largó antes que yo, pero bueno…
CC: –Pero ojo, que seguramente tengo otras cosas para hablar con papá. Pero es eso, él suelta.
"En los últimos años sentí que mi papá había sanado, había aceptado, y podía estar en el día a día desde el lugar del amor, pero la presencia de mamá tiene todavía algo de tensión."
Cecilia Carranza
(A Liliana) –Una escucha con frecuencia de madres y padres que dejan de hablarle a sus hijos cuando les cuentan sobre su elección sexual. ¿Qué le dirías a una mamá o un papá que recibe esa noticia y no la puede digerir?
LA: –En función de lo que viví y con el diario del lunes, a esos papás les diría que traten de entender toda situación, porque hoy no me alejaría de un hijo, ni por casualidad, por una situación como esta ni por ninguna otra. Les diría que traten de entender y de acercarse a sus hijos. Es feo alejarse de un hijo. En definitiva, lo perdés, porque si lo alejás, lo perdés.
(A Cecilia) –Fuiste entrevistadora en el ciclo Identidades TNT Sports (N. de la R.: un ciclo de entrevistas a deportistas del colectivo LGTBIQ+). En las historias que fuiste escuchando, ¿qué similitudes encontraste con respecto a la tuya?
CC: –En este último tiempo, me fui dando cuenta que nunca había estado en relación con el colectivo LGBTIQ+. Cuando empecé a tener amistades, a entrar en contacto con la fundación It Gets Better Argentina, con 100% diversidad y hacer Identidades TNT Sports, me empecé a dar cuenta de que es necesario estar en relación con gente que vivió lo que viviste vos (se emociona). Empezás a entender lo que pasó. Lo que te pasó, cómo te sentiste, cómo te sentís. Y empezás a verbalizar, a ponerle nombre tus emociones, a darte cuenta de qué es lo que sentís con todo eso que te pasó. Obviamente, tiene una razón de ser que no le haya prestado atención: me dediqué al deporte y en el deporte la cultura es “no hay excusas, hay que seguir adelante, tenés que entrenar, tenés que competir”.
(A Cecilia) –La energía y sobre todo la cabeza y el corazón puestos ahí.
CC: No podés estar hurgando en las cosas que te pasan. Pero no hago más. Fueron muchos años de dejar a un costado todo. No sé si soy mejor o peor deportista, pero empecé a escucharme, a indagar, a preguntarme por qué soy como soy y hago lo que hago. Y hago mis procesos. En particular en Identidades, escuché y me empapé de historias como las mías. En esa charla que tuvimos, mi mamá me dijo: “Me creía progre y me di cuenta de que no lo era”. Y yo le dije en ese momento, y hoy me parece valioso decirlo también, que todas las personas nos creemos progres en algún momento por equis motivo, pero en realidad todas tenemos un trabajo para hacer cada día para crecer en lo que tiene que ver con la deconstrucción, en empatizar con el otro.
(A Cecilia) –Es frecuente escuchar decir que las personalidades públicas como vos que alzan la voz terminan ayudando a otras personas. ¿En qué te ayudó a vos empezar a hablar?
CC: –Cuando podés hablar, podés hacer este proceso de relacionarte también con gente que vivió lo mismo. Salís de ese lugar de culpa y de creer que estás mal. Porque eso arraiga dentro tuyo y constantemente vivís creyendo que sos un mal ejemplo o que estás mal. Cuando lográs contar tu historia y relacionarte con otra gente, empezás a escuchar la otra versión, la versión de que (sonríe) está todo bien, que no le estás haciendo mal a nadie, que la película Lightyear no está mal. Pero es obvio que vamos a pensar que estamos mal si al día de hoy en 14 países no se estrenó la película porque hay dos mujeres dándose un beso. Se ve que todavía tengo cosas adentro por trabajar porque, cuando me lo contaron, pensé: “Uy, ¿será que está mal?” ¡Te lo juro! ¡En un momento lo pensé! Es una locura. Entonces voy a Instagram a escuchar a la gente que explica por qué no está mal y me digo: “No, Cecilia, no vuelvas a pensar eso. No está mal”.