El 12% de los estudiantes de cuarto año del secundario de la capital provincial dijo haber consumido alguna de esas sustancias; resultó ser más habitual que la marihuana; el dato surgió gracias a un nuevo programa de prevención de adicciones impulsado por la municipalidad
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“En el invierno del año pasado tocó a mi puerta un chico de 19 años. Llegó desabrigado, con hambre y tras varios días de andar vagando sin un refugio, me pidió ayuda para salir de esa situación. Lo contuve emocionalmente y enseguida busqué ayuda para su internación. Hace unos días le dieron el alta. Está libre de adicciones. Ya está listo para hacer una vida normal y plena”, cuenta con emoción Beatriz Muro, vecina de zona norte de la capital de Catamarca, de 50 años.
Muro tiene muchas anécdotas similares para compartir porque colabora con su ciudad hace mucho tiempo. Aunque no es una profesional terapeuta, su compromiso con la comunidad la impulsa a ayudar a los chicos, sobre todo en tareas preventivas para que los jóvenes no caigan en el consumo de sustancias.
En línea con la experiencia de esta vecina, un informe reciente hecho por la Municipalidad de San Fernando del Valle de Catamarca reveló cuáles son las sustancias más consumidas por los adolescentes de esa capital provincial. Entre los datos más relevantes de esta investigación, se desprende que el 68% tomó alcohol alguna vez en su vida y que el 30% se emborrachó en el último año. Con respecto a la marihuana, el 8,1% la consumió alguna vez y el 5,2% lo hizo en el último mes. Pero hay un dato que encendió las alarmas: el 12,1% inhaló pegamento o nafta alguna vez en su vida y el 6,5% lo hizo en los últimos 30 días.
“Al principio, sospechamos que ese tipo de consumo se debe a la situación económica, ya que son sustancias más económicas que el alcohol. Pero al analizarlo vimos que los jóvenes de clase media y media alta también han consumido o experimentado con estas sustancias”, explica Matías García Teran, director de Desarrollo Humano de la municipalidad de San Fernando del Valle de Catamarca.
Según García Teran, los adolescentes confesaron que usan esas sustancias porque son baratas y “pegan” más fuerte. Además, detalla, los jóvenes manifestaron que las demás personas no se dan cuenta cuando están en consumo. “De todas maneras aclararon que lo consumen de forma esporádica y circunstancial. Más que nada el objetivo es experimentar”, agrega García Teran.
Aunque estos números preocupan, el Municipio ya contaba con una referencia. Ocurre que esta encuesta, que entre marzo y abril del año pasado contestaron 2440 estudiantes de cuarto año (de 15 a 17 años) de todos los colegios secundarios de la capital catamarqueña, ya había sido hecha en 2021 y había arrojado resultados similares. De hecho, esta medición es parte de un programa para prevenir adicciones que lleva adelante la ciudad y que está inspirado en un modelo islandés que ya se implementa en otros 30 países.
“Vemos que empezó un proceso de meseta. Lo cual es una gran noticia porque siempre tiende a aumentar el consumo. Luego de esta meseta, se espera una disminución considerable. A los islandeses les llevó 10 años lograr este punto de quiebre, pero en base a la experiencia de ellos esperamos lograrlo en menos tiempo”, considera el funcionario. En ese sentido, los datos muestran un leve incremento de un año a otro en la inhalación de pegamento y nafta (+1,3%), en el consumo de marihuana (+1,4%) y en el consumo de alcohol (+1,7), en todos los casos como respuesta al consumo asociado a los últimos 30 días.
El programa que a nivel local la ciudad de Catamarca replicó con el nombre “Motivados por la vida” se instauró en 2021 con un acuerdo con el Centro Islandés de Investigación y Análisis Social, de la Universidad de Reikiavik. En Islandia se lo conoce como Planet Youth y es un modelo de intervención que busca prevenir conductas de riesgo asociadas a la problemática del uso, consumo y abuso de sustancias. En su país, ese método permitió bajar el consumo de alcohol en adolescentes del 47% al 5% y de marihuana del 17% al 6%. Esa estrategia incluye un trabajo profundo en las escuelas secundarias.
El informe, difundido en julio, también permite analizar las condiciones de vida de los adolescentes. Por ejemplo si algún día de la semana estuvieron fuera de la casa después de la medianoche (51% dijo que sí), si duermen las horas recomendadas (67% no lo hace), si pasa tiempo con sus padres fuera del horario escolar los días laborables (49% dijo que no) o si sienten que los adultos de su escuela se preocupan por ellos (49% dijo que no), entre otros indicadores.
Por otro lado, los datos son confidenciales, por eso se difunden sólo los datos generales del municipio. Sin embargo y más allá de esa confidencialidad, internamente sí pueden obtener datos por zonas y colegios. “De esta manera podemos tomar estrategias diferentes. Por ejemplo, en una escuela detectamos que había un alto porcentaje de consumo de pegamento y, en base a eso comenzamos a tomar ciertas decisiones como suspender el uso de este elemento en las clases de manualidades, pusimos carteles con los efectos nocivos del pegamento y hablamos con los padres sobre este tema”, ejemplifica García Teran y sigue: “En casos donde el consumo de alcohol era excesivo apelamos a la fiscalización social. Los vecinos hablaron con los comerciantes para que no vendan alcohol a menores y les dijimos a los padres que no los envíen a sus hijos menores de edad a comprar bebidas alcohólicas”.
Detectar cuando un chico está triste
La escuela secundaria municipal “Gustavo G. Levene” está inserta en una comunidad que por muchos años fue una de las zonas más conflictivas de la capital. “La violencia estaba instalada, las calles oscuras, poco iluminadas y ni el transporte público entraba al barrio. Recuerdo ver policías atravesar la escuela persiguiendo delincuentes con armas largas. Reinaba el miedo y la inseguridad”, relata María Virginia Werner, actual directora de este colegio.
Según Werner, el proceso de mejora que implementaron fue de “adentro hacia afuera”. “Nuestra escuela se convirtió en un agente de cambio en el barrio, junto a otras instituciones que se sumaron, logrando así, mejorar el entorno en el que la mayoría de los alumnos vive y empoderando a los mismos a ser promotores de salud. He comprobado que los cambios son posibles, que todo lo que los chicos necesitan para estar mejor es que sean vistos, escuchados y tratados con respeto y cariño”, asegura.
Con respecto al modelo islandés la directora cuenta que lo aplican desde hace un año y medio. “Lo primero que hicimos fue reconocer nuestra realidad, identificamos los factores protectores, establecimos el modelo y nuestro punto de partida. Creemos que lo esencial es generar y propiciar un clima escolar amigable para que los chicos se sientan cómodos, seguros y contenidos”, afirma Werner.
Entre las principales acciones realizadas en este colegio se destaca el Espacio de Escucha Activa para detectar cuando un alumno llega triste o la está pasando mal y hablar con ellos. “Además activamos redes de contención, en caso de que sea necesario, con las instituciones cercanas como las postas de salud y sus familias”, detalla la directora. Ocurre que uno de los diagnósticos que ofreció la encuesta es que el 22% de todos los estudiantes de todos los colegios consultados tuvieron ideas suicidas en algún momento.
En esa misma escuela también sumaron talleres para fortalecer la autoestima, poniendo énfasis en los vínculos saludables y en la concientización sobre sus derechos. “Por otro lado, teniendo en cuenta que el deporte es uno de los pilares de la vida saludable, incentivamos a la práctica deportiva intensiva. Y, de igual modo, impulsamos las artes, porque allí los chicos pueden canalizar sus problemáticas. También acompañamos a los docentes y alumnos en el desarrollo de proyectos e investigaciones científicas. Y, por último, buscamos intensificar los encuentros con las familias para abordar y reflexionar sobre diferentes temáticas de importancia para sus hijos”, resume Werner.
Retardar la edad de inicio del consumo
Aunque no se puede establecer una edad en la que comienzan las adicciones, si es posible saber cuándo inician el consumo. En este caso, explican desde el municipio de Catamarca, se pudo saber que el 33% de los jóvenes ya han consumido alcohol de algún tipo y de alguna manera a los 13 años o menos. “¿Esto significa que presentan un trastorno por consumo de sustancias? Para nada, pero el mensaje que queremos dar es que no es necesario esperar a un abuso con alguna sustancia, a presentar dependencia o adicciones para problematizar estos comportamientos. La intención es que en los próximos años este porcentaje disminuya, retardando lo máximo posible las edades de inicio de consumo de sustancias”, explica Leonardo Issi, psicólogo y coordinador del trabajo con padres, familia y parte del equipo de escuelas de “Motivados por la vida”.
Issi destaca que dentro del modelo de prevención islandés se consideran cuatro áreas de intervención fundamentales. Una de ellas es el ámbito familiar. “Los padres y madres pueden ser muy buenos factores de protección, por ejemplo, al brindar cuidado, calidez y al conocer a los amigos de sus hijos. La segunda área es la comunidad educativa. Los chicos escolarizados ya están más protegidos, aunque las instituciones deberían presentar una serie de características para que este impacto sea notorio. Por otro lado se plantea que el tiempo de ocio o tiempo libre es un factor clave para el desarrollo personal e incrementar el bienestar en general, aunque nuevamente estas actividades deberían presentar algunas características para que ello suceda. Por último, se sabe el rol que juega el grupo de pares en influenciarse mutuamente, siendo un área fundamental de intervención”, resalta el psicólogo.
Por su parte, Beatriz, la vecina que suele colaborar en una zona de ciudad muy vulnerable, sostiene que la pobreza no es lo que más influye en los chicos que consumen estas sustancias. “La falta de cuidados parentales es lo que más impacta negativamente. Cuando buscan refugio en adultos y no lo encuentran salen a buscarlo en las esquinas, con grupos de chicos que tienen las mismas carencias afectivas”, explica.
Issi lo resume la iniciativa: “Este modelo apunta, en definitiva, a construir una comunidad sólida alrededor de estos chicos lo cuál es la forma más sana y prudente de promover su bienestar para el futuro”.
Más información
- En la guía “Hablemos de adicciones” de Fundación La Nación podés encontrar más información sobre señales de alerta y sugerencias de cómo acompañar una persona con una adicción, entre otros datos útiles.