Catalina Hornos: "La única forma de combatir la desnutrición es con decisión y compromiso del Estado"
Es fundadora de Haciendo Camino, una organización que lucha contra el hambre y la exclusión en las zonas más postergadas de Santiago del Estero y el Chaco
Estaba terminando la carrera de Psicopedagogía cuando viajó a Añatuya, Santiago del Estero, por primera vez. Fue un fin de semana para brindar orientación vocacional en una escuela de chicas, y el pedido de la directora terminó por darle un vuelco definitivo a su vida: “Necesitamos a alguien que venga a trabajar con nosotros por más tiempo”. Se comprometió a volver al año siguiente y cumplió.
Catalina Hornos tenía 21 años cuando se zambulló de lleno en la pobreza más extrema del norte del país: se encontró con la realidad de familias donde la desnutrición mataba a sus hijos como moscas; en que la falta de educación y la exclusión le tendían la mano a la violencia y el desamparo; y el hambre, la escasez de fuentes y cultura de trabajo iban dejando una huella que se profundizaba de una generación a otra.
Junto a un grupo de amigos fundó Haciendo Camino, una asociación civil que actualmente cuenta con diez Centros de Prevención de la Desnutrición Infantil y Promoción Humana en nueve localidades de Santiago del Estero y una de Chaco. Vivió en Añatuya seis años y hoy, con 32 y a poco de haber sido mamá, reparte sus días entre esas provincias y Buenos Aires, adonde trajo, para darles mejores oportunidades, a siete chicos que están bajo su tutela.
Convertida en referente en temas de desnutrición y liderazgo juvenil, Hornos sostiene que la única forma de vencer el hambre es con el compromiso del Estado. Considera que actualmente “la voluntad política” está, pero que revertir la situación de las provincias donde “todo está mal” será sumamente difícil.
–¿Es posible lograr el Hambre Cero en la Argentina?
–Es posible, pero falta muchísimo. Si cada uno de los que estamos en una situación mejor nos comprometemos en darle de comer a un chico se supera el hambre. Pero depende de cuánto compromiso haya de la sociedad en general y cuánta voluntad política. Que hay gente que pasa hambre, no tengo ninguna duda: me la encuentro todo el tiempo.
–En marzo pasado, el Gobierno anunció el Plan Nacional de Primera Infancia, que contempla para los próximos cuatro años la inauguración de 4000 nuevos centros de primera infancia (CPI) en todo el país. ¿Los contactaron para trabajar juntos?
–Fuimos nosotros los que nos contactamos con el Ministerio de Desarrollo Social. De hecho, la ministra Stanley vino al centro que tenemos en Monte Quemado. Por ahora está el compromiso de palabra de que algunos de nuestros centros se transformen en CPI.
–¿Les dieron plazos?
–Todavía no. Nos dijeron que este año, pero no podemos decir que hay una alianza aún, porque no hay nada firmado. Sí está la voluntad de ellos de trabajar con Haciendo Camino.
–¿Hoy hay CPI en los lugares donde ustedes trabajan?
–En Santiago, ninguno. En Chaco hay centros de acompañamiento familiar, pero no CPI.
–Si formaras parte del Gobierno y tuvieses que implementar una política pública, ¿por dónde arrancarías?
–La salud sería lo primero: en Santiago es de terror. Hay lugares donde no hay médicos, donde chicos y grandes se mueren de enfermedades curables como el Chagas. Después, en la primera infancia: trabajando con las mamás desde el embarazo y, por lo menos, hasta los cuatro primeros años de vida de los chicos, fortaleciendo la nutrición, la estimulación y sobre todo la educación de las madres, que son el principal agente de salud de sus hijos. Además trabajaría en el desarrollo de fuentes de trabajo y en la educación en general.
–Haciendo Camino nace con la idea de trabajar en la educación. Pero vieron que había algo más urgente que atender, la desnutrición.
–Las madres con las que empezamos a hacer talleres de oficios y los chicos a los que les dábamos apoyo escolar tenían dificultades en el aprendizaje, y nos empezamos a preguntar la causa. La falta de una buena nutrición y estimulación habían afectado sus capacidades de desarrollo. Como veíamos que la base del problema estaba hasta los 2 años, pensamos en trabajar con las mamás y los más chiquitos, y llevamos la metodología de Conin a Añatuya. Así nació el primero de nuestros centros.
–Actualmente, ¿tienen más demanda de la gente?
–Sí, porque entregamos leche y pañales a los menores de seis meses y son cada vez más los que no tienen para comprarlos. Las familias se dedican a hacer carbón o ladrillos, y a ser trabajadores golondrina. Viven a base de una mala alimentación, la mayoría come al mediodía y no a la noche, y a fin de mes no llega ni al mediodía.
–Y en los casos de desnutrición, el riesgo de no llegar a tiempo es muy alto…
–Sí. La vida en esos lugares tiene un valor distinto. Así como llega más fácil, porque muchas mujeres no saben ni cómo se quedaron embarazadas, también se pierde fácil y la resignación es total. La mayoría de las familias tiene un hijo o un hermano muerto.
–¿Qué pasa con los registros de muertes por desnutrición?
–De los chicos que vimos morir desnutridos, ninguno queda registrado con esa causa. Por eso creo que en Santiago hay dos muertes por año por desnutrición registradas. El motivo es que esos nenes, a causa de la desnutrición, se contagian cualquier enfermedad y los mata.
–¿Tenés esperanzas de que la situación social mejore?
–Sí. Antes del cambio de gobierno no nos habían convocado ni recibido nunca desde el nacional. Ya me reuní con varias áreas del Ministerio de Desarrollo Social. Siento que hay personas comprometidas, muchas veces vienen de organizaciones sociales, de hacer trabajo de campo y no solamente de escritorio. Pero en los gobiernos provinciales todo sigue igual: el de Santiago me recibió, pero nunca logramos trabajar juntos. La única forma de combatir la desnutrición es con compromiso y decisión del Estado.
Una mamá todoterreno
Hace cuatro meses, Catalina tuvo su primer hijo biológico, pero además es la tutora legal de siete chicos con edades de los 4 a los 17 años, y que trajo de Añatuya a vivir con ella a la ciudad de Buenos Aires. “No es una adopción, porque nunca se declaró que estaban en ese estado”, aclara Hornos. “En Añatuya contamos con un hogar para chicos judicializados. Hoy son 18 los que viven ahí y llegan por situaciones de abuso o violencia.” Todos los meses viaja en colectivo 12 horas con su bebe en brazos para pasar al menos diez días en el Norte. “Estoy acostumbrada. Hasta que estuve embarazada de siete meses, lo hacía semana de por medio”, agrega.
#ElHambreNoSeComparte
Este año, Haciendo Camino cumple una década de labor solidaria y bajo el lema #ElHambreNoSeComparte busca visibilizar la situación alarmante que atraviesan miles de familias en el Norte argentino. Su foco está puesto en el desarrollo de los niños de 0 a 5 años, como así también en el de sus madres como agentes sanitarios de sus hijos. Durante estos diez años, la organización llegó a más de 40.000 personas; evaluó nutricionalmente a más de 14.000 niños, de los cuales 3400 recibieron tratamiento; atendió 9500 consultas médicas; promovió los cuidados para 917 mujeres embarazadas; albergó a 534 niños en sus hogares y capacitó a 690 madres en oficios.
www.haciendocamino.org.ar/quieroserpadrino
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