Caminan cuatro kilómetros y viajan en micro otros 42 para poder sacar un turno: “Van al médico solo cuando tienen una dolencia grave”
Un informe analiza las dificultades que tienen las campesinas y sus hijos para acceder a controles de rutina; hay comunidades donde ver a un especialista es una tarea que les lleva todo el día
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Esfuerzo, paciencia y espera son denominadores comunes para las mujeres de la comunidad mendocina de La Estación, en la localidad de Jocolí, departamento de Lavalle, cuando se trata del cuidado de su salud. Pedir un turno médico para ellas o sus hijos puede requerirles el día entero. Cuenta Marta Greco, que tiene 47 años y vive allí con sus dos hijas de 18 y 15, que la cuestión de las distancias representa una realidad compleja en la ruralidad.
Jocolí está a 42 kilómetros de la ciudad de Mendoza. “Estamos a unos cuatro kilómetros de la ruta 40, que es donde tomamos un micro de línea para llegar al centro de salud en la ciudad, donde podemos pedir un turno. Si no tenés un auto, una moto o una bici, hasta la parada de la ruta tenés que ir caminando”, señala. Y relata que en ese contexto los tiempos son demasiado largos y se requiere de mucho esfuerzo para ver un médico, sacar un turno o ir a un control.
“Los turnos los empiezan a dar a 7, entonces uno tiene que pensar en llegar a la ruta muy temprano porque el micro pasa a eso de las 6. Las mujeres tienen que salir, muchas veces con sus hijos pequeños, mucho antes para llegar a tomar ese micro e ir al hospital para ver si acceden a un turno”, explica Marta, que forma parte de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra y del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra. Si bien suelen organizarse para buscar una movilidad común, Marta reconoce que esto no siempre es posible, de manera que muchas compañeras recorren el trayecto a pie.
Sin embargo, la distancia no es el único obstáculo que deben sortear. Cuando estas mujeres necesitan solicitar una cita médica o recibir atención deben organizarse, ya que la mayoría está a cargo del cuidado de sus hijos o de adultos mayores. Y lo hacen en paralelo con sus trabajos en el campo.
Esta problemática quedó reflejada en un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) difundido recientemente y que abarcó a más de 150 mujeres de comunidades campesinas alejadas de las capitales de Santiago del Estero, Mendoza, Misiones y Jujuy y la zona de Abasto, en la provincia de Buenos Aires, donde se encuentra el Cinturón Hortícola Platense.
El relevamiento se centró en el acceso a la salud de estas poblaciones y como primera conclusión reflejó que muchas de las mujeres que habitan la ruralidad acceden a la atención a través de las organizaciones campesinas. Se puso en evidencia la creciente importancia del rol de las promotoras de salud en los barrios como nexo con el sistema público de salud. “Ellas lograban esa continuidad o empujaban a las personas a hacer un tratamiento no solo desde lo urgente sino también desde lo preventivo”, señala Lucía de la Vega, coordinadora de la Agenda Transversal Feminista de CELS. En ese sentido, la organización comunitaria tiene un rol protagónico como proveedora de cuidados en los territorios que tienen menor presencia estatal para garantizar esos servicios.
"“Es tan complicado hacerse estudios médicos, que me los termino haciendo solo cuando estoy embarazada”"
Mujer campesina de Misiones
Salud postergada
En reiteradas ocasiones, la posibilidad de recibir atención médica queda detrás de las tareas de cuidado familiares o comunitarias que realizan las mujeres campesinas. “Muchas de las que conocimos en esta investigación resignan la propia salud por la sobrecarga en sus tareas cotidianas de sostenimiento de la vida”, destaca el informe.
En cuanto a la disponibilidad más cercana de atención en Jocolí, según la investigación del CELS, es el Centro Integrador Comunitario (CIC), donde dan turnos cada 15 días para consultas con médicas de familia, pediatras y ginecologas. “Si hay alguna urgencia en la comunidad, no pueden recurrir a estos lugares. Mientras que la salita de El Retamo abre cada 15 días. Y el transporte que llega al hospital de Laguna del Rosario también pasa cada 15 días. Hay solo dos psicólogos y un psiquiatra para todo el departamento de Lavalle y se puede conseguir turno con ellos también cada 15 días. En su lugar, deben viajar 45 kilómetros hasta la ciudad de Mendoza para recibir atención en el Hospital Central”, destaca el texto.
Según De la Vega, esta investigación reveló que las mujeres tampoco encuentran una solución en las alternativas de las unidades móviles de atención de la salud dispuestas por las distintas gestiones gubernamentales que llegan a ciertas localidades. “Estas pueden hacer una mamografía, tomar la presión o hacer un Pap, pero luego las mujeres tardan muchísimo tiempo en poder acceder a los resultados de esos exámenes. O una vez detectada alguna patología se encuentran con muchas dificultades para iniciar e incluso seguir un tratamiento”, explica.
Partos por cesárea programada
Otro ejemplo de esta problemática tiene como foco a la localidad de Quimilí, cabeza del departamento de Moreno, en Santiago del Estero, situada a 200 kilómetros del Hospital Regional ubicado en la capital de esa provincia. El informe detalla que hasta allí viajan las campesinas desde distintas localidades rurales o semirrurales luego de derivaciones médicas, inclusive para partos.
“Para ellas, el problema no solo es el traslado, sino que una vez allí pueden no conseguir turno para ese mismo día. Si eso ocurre, tienen que conseguir un lugar para quedarse en la capital o, en el peor de los casos, viajar nuevamente hasta sus casas y volver en unos meses”, describe el texto. Incluso es complicado llegar a una salita de salud, ya que las distancias no son menores a 40 kilómetros y los horarios de atención son acotados, por ejemplo, de 9 a 12. Casos similares se extienden en las comunidades de las distintas provincias abordadas por el informe.
Para algunas mujeres rurales, advierte el informe, programar su parto por cesárea es un recurso que les permite tener previsibilidad y recuperar autonomía. María, vecina de Quimilí, en Santiago del Estero, prefiere organizar su parto de ese modo porque vive muy lejos del hospital, no tiene vehículo y se le dificulta volver a realizarse los controles, entonces una internación de varios días le resulta más conveniente. No es que no haya hospital público en Quimilí, pero derivan todos los partos a la capital provincial. La cesárea, que debería aparecer como una práctica médica extraordinaria, se impone muchas veces por la complejidad logística
“A veces, en las comunidades hay salitas de atención médica, pero faltan profesionales. Si hablamos del tema del acceso a la salud mental, el Estado se hace cargo de que vengan psicólogos, aunque no es fácil conseguir turno. Pero psiquiatras no hay y existen muchos problemas de consumo problemático, ludopatía y no hay profesionales que los atiendan”, añade Greco.
Desde CELS insisten en que son necesarias políticas públicas que garanticen que el hecho de brindar cuidados y recibirlos pueda ejercerse independientemente de la condición social, económica, laboral, de género, de capacidad y de ubicación geográfica. “Algo importante sería que, a nivel político, se pueda tener en cuenta esta situación para poder hacerles más accesibles a las campesinas el acceso a la salud”, concluye De la Vega. Para ello es preciso diseñar políticas públicas desde una perspectiva integral focalizada en las particularidades de la población rural y darles continuidad.
El informe sugiere que algunas de estas acciones deberían dirigirse a reforzar las unidades itinerantes de atención de forma coordinada con el resto del sistema de salud de manera de poder asegurar controles preventivos para evitar enfermedades, así como el seguimiento y tratamiento de afecciones. También fortalecer los centros primarios de atención para el abordaje de la salud de forma preventiva, entre muchas otras.