Alejandro Barbiero tiene 52 años y gracias a este oficio logró cortar con un historial delictivo que ocupó casi la mitad de su vida; se estima que el 80% de la población carcelaria no recibe ningún tipo de capacitación laboral y que, del total de personas que recuperan su libertad cada año, cerca de la mitad vuelve a delinquir
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Tres años atrás, mientras estaba privado de su libertad, Alejandro Barbiero no imaginaba su vida alejada del crimen. Mucho menos que su casa, ubicada en la localidad bonaerense de Loma Hermosa, se convertiría en un taller de reparación de bicicletas que luego serían donadas a personas que las necesitan para ir a estudiar o a trabajar. Pero fue gracias a esto que, a casi dos años de haber recuperado su libertad, siente que es “otra persona”.
No era la primera vez que había estado privado de su libertad. En total, calcula, pasó casi la mitad de sus 52 años entrando y saliendo de diferentes penales por cometer robos menores que fueron acumulándose en su expediente. Pero la última vez, tras pasar siete años en la Unidad 48 del Penal de San Martín por un robo, recibió una oportunidad que le cambió la vida y lo ayudó a no volver a entrar a una cárcel. “Cuando salí de la cárcel tuve que empezar de nuevo. Estar en el delito no era vida y ahora aprendí a ganarme las cosas”, le explica Alejandro a LA NACION.
Justamente allí, Alejandro accedió a un taller de reparación de bicicletas durante tres meses dictado por Voy en Bici, una organización que se dedica a reparar y donar bicicletas con fines sociales, por ejemplo, a estudiantes de bajos recursos que deben recorrer grandes distancias hasta el aula y corren el riesgo de desertar, internos que tienen salidas transitorias, y trabajadores de sectores vulnerables que enfrentan un gran gasto en el transporte para ir hasta su sede laboral.
Al momento de finalizar el taller, ya se había convertido en el referente de su grupo. “Estaba a cargo de las herramientas y de motivar a mis compañeros porque, estando encerrado, son muchos los días que uno se siente mal. Yo los ayudaba a participar cuando no podían levantarse solos”.
“Empecé a reparar y pintar bicicletas que luego eran donadas a personas de bajos recursos y nunca antes me había sentido tan bien”, cuenta. Las habilidades que adquirió en esa capacitación le dieron la posibilidad de tener una ocupación que lo esperara al volver a estar en libertad. Hoy, además de reparar bicicletas que luego son donadas, es instructor de reparación y ha visitado cárceles para compartir la oportunidad que él recibió. “Cuando vi a la gente usar las bicis que yo reparaba, me di cuenta de que había otro camino”, dice.
Sin ayuda, la salida es el cementerio o la cárcel
Seis meses después de terminar la capacitación, Alejandro recuperó su libertad. “Esa fue la parte difícil, tuve que recuperar mi cabeza, empezar a proveerme mi comida y retomar el contacto con mis hijos, entre otras cosas. El apoyo de la fundación y un psicólogo fueron cruciales en esa etapa”, explica. Al mismo tiempo, mientras reparaba bicicletas, comenzó a hacer changas de lo que consiguiera mientras tejía pulseras, trencitas y colitas para el pelo y salía a venderlas. Además, trabajó en una cooperativa para personas que recuperaron su libertad.
Alejandro creció en Loma Hermosa, en el seno de una familia pobre en la que siempre tuvo techo y comida pero no oportunidades de estudiar y acceder a un trabajo formal. Fue cuestión de tiempo para que las malas juntas del barrio lo acercaran al mundo del delito. “La única manera que encontré para darle a mis hijos la vida que quería fue transitando caminos que no estaban buenos. No conocía otra forma”, reconoce.
Pero esta opción terminó alejando a Luna y Owen, sus hijos, que tienen 13 y 10 años respectivamente. “Cuando los pude volver a ver, Owen me dijo: ‘te perdono, pa’ y a mí se me llenaron los ojos de lágrimas”, recuerda. Ahora trata de verlos una vez por semana. Todas las veces, ellos le piden que “se porte bien”.
Cuando recuperó su libertad, Cristina, su hermana, lo invitó a quedarse con ella por un tiempo en su casa en Ituzaingó, una ciudad ubicada al Oeste de Buenos Aires. Si bien sabía que Alejandro tenía su propia casa, temía que su hermano acabara mezclado “con malas juntas” si estaba solo.
Pocos meses después, Alejandro volvió a Loma Hermosa con el firme propósito de hacer florecer su emprendimiento. Por eso, enseguida armó su taller y comenzó a reparar bicicletas con el fin de ese oficio en un medio de vida. Al principio, solo lo hacía con las que la fundación le acercaba para donar, pero, al verlo trabajar, los vecinos empezaron a pedirle que los ayudara con las suyas.
Las ganas de Alejandro de cambiar y las posibilidades que le acercó Voy en Bici fueron clave para evitar lo que ocurre generalmente en las cárceles, donde cerca del 80% de las casi 101 mil personas privadas de la libertad no reciben ningún tipo de capacitación laboral, según los últimos datos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
En la Argentina, de las 20.000 personas presas que recuperan la libertad cada año, se estima que cerca de la mitad, entre 7000 y 9000, vuelven a delinquir, a pesar de que el Estado invierte en cada una de ellas aproximadamente 10.000 dólares al año. Los datos se desprenden del informe Reincidencia en la Argentina, una radiografía exhaustiva de la problemática que el Centro de Estudios Latinoamericano sobre Inseguridad y Violencia, de la Universidad Nacional Tres de Febrero.
Ese trabajo busca echar luz sobre cómo, a pesar del número preocupante de reincidentes y del “muy oneroso sistema de castigo”, el Estado “se desentiende” de las personas que, habiendo cumplido la pena, recuperan su libertad, haciendo “muy poco” para evitar que regresen a las cárceles.
Un proyecto para el futuro
“Gracias a la fundación yo me pude reinsertar en la sociedad, tener un empleo y trabajar mis valores. Sin ellos, creo que yo ahora estaría en una cárcel”, reconoce Alejandro, quien recuerda el día que, en una de sus salidas transitorias, pudo entregar en persona una de las bicicletas que él mismo había reparado. “Era para Gabriela, una señora que se mantenía sublimando remeras, vasos y tazas pero no podía entregar sus pedidos sin un medio de transporte”, explica y sigue: “Estaba tan contenta con la ayuda que me regaló una remera”.
Voy en Bici surgió durante la pandemia con el objetivo de ayudar a gente que hacía changas informales y no podía justificar un permiso para usar el transporte público. Con el tiempo, ese objetivo se fue ampliando. “Empezamos a ir a los penales porque pensamos que era una oportunidad para que las personas privadas de su libertad de buen comportamiento y con ganas de seguir adelante pudieran tener sus propios proyectos a futuro”, explica Juan Cruz Gregorini, presidente de Voy en Bici. “Una persona que recuperó la libertad y no tiene el acompañamiento adecuado tiene muchas chances de volver a caer en el delito”, añade.
En total, Alejandro lleva unas 44 bicicletas reparadas desde que recuperó su libertad el 28 de abril de 2022. Con ellas, ha ayudado a mucha gente. Por ejemplo, a niños y maestras de escuelas rurales a llegar a sus clases. También colaboró con un grupo de mujeres de la Unidad 51 del penal de Magdalena para que pudieran reparar bicicletas y regalárselas a sus hijos en el Día del Niño.
“En todo este proceso entendí que puedo trabajar, ganar mi plata y disfrutar de mi familia”, asegura orgulloso y dice que en el futuro sueña con tener su propia bicicletería. Hoy, además de reparar bicicletas, está ocupado con otro proyecto: enseñarle a Owen a andar en bicicleta. “Cuando hacés cosas malas, la salida es el cementerio o la cárcel. Pero es maravilloso todo lo que pasa cuando hacés cosas buenas”, concluye
Más información
- Si querés colaborar con Voy en Bici comunícate con ellos a través de su página web o su instagram para ayudar con una donación monetaria, de bicicletas o de insumos particulares para su reparación.
- Red Creer es una iniciativa que desde 2018 trabaja por la inclusión socioeconómica de personas privadas de la libertad o ya libres. La integran más de 100 organizaciones del sector público, privado y social. Ya lograron 40 inserciones en el ámbito privado y acompañaron técnica y económicamente a 94 emprendimientos. Además, capacitaron a 200 personas en oficios, emprendedurismo y economía social.