Aprendiendo a ser mamá: cómo es criar dos hijos a los 16 años
Cuando Melisa Mercedes Ojeda quedó embarazada por primera vez, producto de un encuentro ocasional, tenía 12 años. No había terminado la primaria. Sus padres se habían separado, vivía con su mamá y se hacía cargo de cuidar a sus cinco hermanos menores. Esa responsabilidad le pesaba. Se sentía sola y abandonada. Sin ningún adulto que la cuidara.
"Mi mamá nunca estaba en casa, siempre salía de joda", dice Melisa. Al enterarse de la noticia tuvo miedo. Miedo del futuro, miedo de contarle a su papá, miedo de no poder. La solución de su madre fue mandarla lejos, a Mar del Plata, para tener más tiempo de pensar cómo resolver esa situación.
"Por el esfuerzo del viaje perdí el bebé", cuenta esta adolescente que hoy ya tiene 16 años y que no pudo escapar al destino de ser una niña madre. Mientras habla, sostiene en brazos a su hijo Bahiano Samir de 1 año. Emir Nicolás, de 2 años, corre por el patio de su casa ubicada en el Barrio Jardín de Pérez, en Santa Fe.
Después de perder el embarazo, volvió a Rosario y unos meses después su tía la dejó "olvidada" en la casa de un chico que había ido a conocido por primera vez. "Justo mi tía tenía que venir para la ciudad de Pérez y le pregunté si podía acompañarla porque había estado chateando con un chico por FB y nos queríamos ver personalmente. Mi tía me dijo que me pasaba a buscar a las 7 de la tarde por la parada del colectivo y nunca más vino", agrega Melisa, quien se quedó a dormir esa noche en lo de Ezequiel Flores, su actual pareja, y todas las que le siguieron.
"Fue todo muy rápido", recuerda Ezequiel. Y agrega: "El mismo día que la conocí ya se quedó y hasta ahora vive acá. Fue un momento de felicidad porque se quedaba acá y porque yo sabía que tenía muchos problemas con su familia".
En lo de los Flores, Melisa encontró otra familia, suegros y cuñados que sí la cuidaron y se preocuparon por ella. Eran – y lo siguen siendo - 13 personas viviendo juntas en una casa muy precaria y con dos habitaciones.
Ezequiel la acompañó a inscribirse en la Escuela Técnica Nro 459 de Pérez porque ella quería retomar sus estudios. A Paola Arnaboldi, directora de la escuela 459 de Pérez, le sorprendió que la alumna llegara con su novio y no con alguno de sus padres. "Ella no estaba viviendo con sus padres así que no tenía ningún tutor que pudiera firmar los papeles pero consiguió que su papá viniera a anotarla", dice Arnaboldi.
Al poco tiempo, con solo 14 años, Melisa volvió a quedar embarazada. "Pensé que la familia de mi marido me iba a echar pero no, me ayudaron un montón. En cambio mi mamá solo me acompañó a la primera ecografía y me lo quiso hacer perder", cuenta Melisa con tristeza.
Siguió con el embarazo, dejó el colegio y tuvo que empezar a ser mamá. Ezequiel también abandonó sus estudios para conseguir trabajo de sereno y convertirse en el proveedor de su familia.
"Enseguida vinieron los hijos. Uno no los espera pero cuando llegan, no lo puede evitar. Ser papá tan joven no fue como uno esperaba. Pero son más los momentos buenos que los malos", dice este joven de 20 años que empezó a trabajar a los 12 años en un camping levantando la basura y hoy se arrepiente de no haber aprovechado más el colegio. "Hice hasta 3er año pero siempre me escapaba", cuenta.
Desde la escuela hicieron lo posible porque Melisa siguiera estudiando, le acercaban los apuntes a la casa y le ofrecieron rendir libre. "Fuimos a conocer su hogar, en donde vivía. Cuando nació el bebé dejó un tiempo y cuando quedó embarazada del segundo, dejó definitivamente", recuerda la directora.
A la distancia, Melisa reconoce que no estaba preparada para el enorme desafío de criar a un hijo. "Fue un poco confuso y difícil a la vez porque no sabía cómo ser mamá. Yo tenía el sueño pesado y no me despertaba fácil. El bebé no paraba de llorar y mi suegra compró la mamadera con la leche maternal para dársela ella. Ella lo crió", agrega.
El vínculo con su madre nunca se recompuso y solo la va a ver para encontrarse con sus hermanos menores. Su papá, la visita de vez en cuando.
A sus 15 años llegó el segundo hijo, Bahiano, que va pasando de brazo en brazo. Melisa ya tenía más experiencia, y sí pudo hacerse cargo de su crianza. En ese momento, supo que su ilusión de terminar la escuela, estaba cada vez más lejos.
"Este año quise retomar de nuevo y la dejé porque no lo podía dejar solo al bebe porque toma mucho la teta y no se queda con nadie. Quiero terminar la secundaria así algún día puedo recibirme de algo. Me gustaría ser Policía", explica.
Melisa cobra la AUH por sus hijos y Ezequiel trabaja en negro, pero no les alcanza. "Los dos nenes usan muchos pañales y el Emir toma leche y está cara. Sale $200 porque la común le hace mal al estómago".
Su sueño es poder tener una casa propia, en donde guardar sus pertenencias y que sus hijos no tengan que depender de nadie. Ya arrancaron a hacerla en el fondo del terreno y necesitan materiales de construcción. "Las chapas para el techo ya nos la regaló la directora de la escuela", dice Melisa.
Hoy en su casa tienen luz, gas y agua. Sentada en un tablón sobre dos tachos de pintura, Melisa reconoce que sus hijos son "medio terribles y quilomberos" y que le cuesta mucho poder ponerles límites. "Los retamos y se nos matan de risa. Cuando Esmir está buenito me dice mamá y sino me dice Meli u Ojeda. El más chiquito sí me dice mamá. Y sino a veces me dice "tonta", cuenta.
Melisa nunca tuvo que trabajar pero tiene ganas de arrancar en alguna tienda o mercado porque disfruta de hacer cuentas. "Siempre fui buena en matemáticas. Fui a la escuela técnica porque me gustaban los talleres y los desafíos. Lo que más me motivaba era la carpintería", agrega con la ilusión de poder retomar sus estudios. Como le da vergüenza estar en la clase con compañeros más chicos, está esperando a cumplir los 18 años para empezar la escuela de adultos. "Y cuando termine 5to después me anoto en la técnica para terminar la escuela con un trabajo", cuenta. Su papá terminó la secundaria y se recibió de electricista. En cambio, su mamá trabajaba en el campo y no pudo estudiar.
Su otra cuenta pendiente es poder retomar el deporte. Cuando era adolescente, jugaba al handball, al volley y al fútbol. "Ahora quiero volver a entrenar y arrancar con boxeo", dice.
Ezequiel también respalda el sueño de poder tener la casa propia y un trabajo en el que le paguen bien. Sobre sus hijos, reflexiona: "Espero que ellos puedan terminar la escuela. Quiero darles un mejor futuro del que yo tengo. Ya estamos en la marcha. Todo lleva su tiempo", concluye.
Cómo ayudar
Las personas que quieran ayudar a Melisa a terminar de construir su casa pueden ponerse en contacto con Paola Arnaboldi, directora de la escuela 459 de Pérez, al 0341-686-1392.