“Aprendí sobre nutrición y cómo estimular a mi hijo”
Belén Cuellar está contenta de todas las cosas que aprendió en el último taller sobre quemaduras del que participó en Haciendo Camino y quiere compartirlo: “Es recomendable poner agua durante quince minutos pero no hielo. Tampoco hay que usar dentífrico pero sí crema con antibiótico”, dice esta mujer de 25, madre de Abraham de 2, y que vive con su marido en Urutaú, un paraje santiagueño.
Pasó su infancia en el campo pero desde hace 9 años que vive en Urutaú. Su marido trabaja con la madera y el carbón, y ella cobra la AUH.
"Conocí a Haciendo Camino en la salita de acá. Cuando mi bebé tenía 3 semanas empecé a ir para ver qué pasaba en la sede de Monte Quemado, para controlar a mi hijo, porque me contaban que estimulaban y que le hacían control con nutricionista a los hijos", dice Cuellar. Cuando su hijo tenía un año y seis meses le dieron de alta del programa de nutrición y solo siguió yendo a los talleres.
Cuellar solo terminó la primaria y se dedica a "ser madre todo el día". Desde que va a la fundación, se siente más segura y protegida. "Nunca está de más aprender alguito. Son clases de manualidades, sobre la gestación, el nacimiento y el crecimiento del bebé. De eso vamos aprendiendo siempre. Todo es cuestión de participar en las charlas, de aportar cada una", dice Cuellar, debajo de un árbol en su casa.
Cuellar casi muere en el parto por una hemorragia interna. Eso hizo que no pudiera darle el pecho a su hijo durante los primeros meses y eso lo llevó a tener bajo peso. "Según los consejos de los nutricionistas la teta es lo más sano que le podés dar. Cuando tomaba solo la mamadera, estaba con bajo peso y cuando le empecé a dar la teta, recuperó enseguida. Pasó de estar en riesgo a tener sobrepeso", recuerda Cuellar.
Cada vez que iba al centro, lo evaluaban y le hacían un seguimiento. "Veían si levantaba el tórax, si se sentaba, si se trepaba solo y sabía caminar. El ahora intenta atarse los cordones de las zapatillas así que enseguida va a aprender. Sabe ponerse el pantalón y la remera solo. Le idea es que aprenda él a hacer las cosas solo", dice Cuellar orgullosa de su hijo que a los 11 meses ya caminaba.
Abraham aparece como un terremoto y empieza a correr por la tierra. Estaba en la casa de al lado, jugando con sus primos. "Se porta bien cuando él quiere. Cuando quiere estar jodido, está jodido", dice Cuellar, entre risas.
A su casa la fueron armando de a poco, es de material pero todavía falta ponerle una puerta, hacerle el contrapiso y algo de revoque.
"El agua es más o menos buena. La ponemos en la pileta y se la puede tener por unos días y después hay que desagotarla para limpiarla. Y así, le ponemos un poco de lavandina", cuenta Cuellar, sobre uno de los hábitos que aprendió en Haciendo Camino.
Sobre el grupo de profesionales que la asisten cuando va cada 15 días al centro, Cuellar cuenta que es "un cuerpo humano muy lindo. Nos llevamos bien. Yo siempre traté de cumplir con todo, tanto en la nutrición como en la estimulación. Siempre me felicitaban por todo, en especial con la estimulación, siempre lo encontraban con exceso de aprendizaje", cuenta Cuellar.
Allí aprende a hacer sonajeros con vocales y números, regalos para el Día de la Madre, y técnicas de costura, escultura, dibujo y pintura. Está tan contenta con los avances que tuvieron tanto ella como su hijo en la entidad, que siempre que puede intenta convencer a otras madres de que vayan.
"Son pocas las que hacen caso. Es como que no se tienen confianza ellas mismas porque no me dan mucha importancia a veces. Y desconfían", cuenta.
Otra de las cosas que más rescata Cuellar de Haciendo Camino es que cada beneficiaria tiene un botiquín familiar para hacer frente a situaciones básicas de salud. Tiene gasa, agua oxigenada y termómetro. "Es como que nos estamos controlando en casa y para algo más serio vamos a la salita", agrega.
Sobre el futuro de su hijo, tiene en claro que quiere que termine la secundaria y tenga un título que lo ayude a conseguir trabajo. “El problema es que acá no hay secundario y sí o sí tienen que irse. Si nos quedamos acá, fuimos. Me imagino yéndonos todos en familia, como sea. Porque a los chicos les hace falta el apoyo de los padres. Además, yo no estaría tranquila sin él”, concluye Cuellar mientras abraza a su hijo.