“Aprendí a actuar para escapar de mi realidad”
Vivió toda su vida en la Villa La Cava. Sin conocidos en el mundo del espectáculo y con tan solo una convicción llegó a filmar tres películas y a actuar en varios de los programas mas famosos de la televisión argentina
Cuando uno ve a Ignacio Giménez no puede creer que sea actor. Es callado, tranquilo, mide cada una de sus palabras, pero la realidad es que él tampoco puede creer adonde lo llevó la vida. "Cuando fui a mi primer casting no sabía nada de actuación, fui casi como haciendo una broma porque estaba aburrido", cuenta con sinceridad el actor de 24 años, oriundo de La Cava, villa ubicada en San Isidro. Nacho, como prefiere que le digan, es el octavo hijo de los diez que tienen Ramón Giménez y Mirta González, y aunque él mismo reconoce que le cuesta ver su historia en retrospectiva, no duda en hablar de sus hermanas como de sus otras ocho madres. "Cuando era chico vivíamos de una forma muy precaria en un terreno usurpado de Boulogne. Me cuesta mucho recordar esa etapa de mi vida. Teníamos solo dos cuartos, uno para mis papás y otro para todos nosotros. Muchos compartíamos cama", recuerda Ignacio y agrega: "Como soy el primer hombre después de siete mujeres, para mí mis hermanas son como mis otras mamás".
Irónicamente fue esa dura infancia la que incitó a Nacho a dejar atrás su rutina de ir al colegio por la mañana, y de jugar al fútbol e ir a la Iglesia por la tarde. "Mientras mi hermanas iban a la Fundación Crear Vale la Pena a tomar clases de arte, yo iba casi obligado por mi papá a jugar al futbol y a la Iglesia, en donde era monaguillo. Pero una tarde se hizo un casting en la Fundación Crear Vale la Pena y mis hermanas me obligaron a ir, me decían que yo iba a ser famoso", cuenta Nacho entre risas. La frase "en el teatro vos podés jugar a ser otra persona" que le dijo la coach Maria Laura Berch, fue lo que desató en su cuerpo la necesidad de actuar. "Poder hacer de otro que no sea yo me despertó, me sacó las dudas. Yo quería poder imaginarme lejos de esa habitación en donde dormíamos apretados o de hacer lo que estaba haciendo", explica Nacho y resume: "Ese mismo día me anoté en las clases de teatro con Marcos Arano y me fui para casa pensando en que mi papá se iba a enojar mucho por mi decisión de dejar el fútbol y la Iglesia". Ramón Giménez, lejos de enojarse con su hijo, lo instó a continuar con la actuación con la única condición de que no dejara los estudios y se recibiera. "Hoy en día soy el único de mis hermanos que terminó el secundario", dice con orgullo Nacho cuando le preguntan si cumplió su promesa.
Aquel casting no solo fue el despertar de su pasión por la actuación, también fue la primera prueba exitosa que lo arrimó a sus primeros trabajos. "Me llamaron para decirme que les había gustado mi casting y que había sido elegido entre más de cien chicos para filmar la película "Nordeste" con Juan Solanas. Así que todavía asombrado por la noticia, me subieron a un avión y volé por primera vez en mi vida para Formosa con mi vieja", recuerda Ignacio y agrega: "No solo el viajar en avión era nuevo para mí. Cuando llegamos me llevaron a un hotel cinco estrellas, en donde tenía una habitación para mí solo, un gimnasio, una pileta y fruta en el desayuno, algo que yo nunca había visto antes en mi vida". Con tan solo 14 años, Ignacio Giménez comenzaba su carrera actoral profesional.
Al volver a su casa y encontrarse de nuevo en ese cuarto compartido, Nacho entendió que lo que quería ser en la vida era actor. "Cuando volví me miré al espejo y me dije que quería ser actor, pero no para vivir en un hotel cinco estrellas, sino para jugar. Yo no podía creer que se le pagara a esa gente por hacer algo que para mí era un juego". Pese al dinero que había ganado con la filmación, Nacho no quería dejar de llevar un ingreso para su familia y le pidió a su cuñado Darío que le consiguiera un trabajo en el Jockey Club como caddie. "Tenía 15 años, iba al colegio y después me iba a trabajar para poder mantenerme y no pedirle plata a mis padres. Pero además de ganar dinero aprendí a callarme y a hablar cuando tenía que hablar, me rodeé de gente con mucho dinero que me enseñó a tener responsabilidades y a alcanzar las metas".
En el 2006 cuando la Fundación Crear Vale la Pena realizó un taller de teatro del oprimido, Nacho no perdió la oportunidad y corrió a anotarse. "Con los chicos de la fundación armamos una compañía que se llamó El Infierno de los Vivos y creamos la obra ¿Qué onda con Borges?, con la que hicimos giras por las escuelas y festivales de teatro en Córdoba y Brasil". Por su actuación, Ignacio ganó su primer premio en el Festival de Azul. Para culminar un excelente año, a finales del 2006 se estrenó la película "Nordeste". Su éxito le propino a Nacho la oportunidad de volver a actuar con los mismos productores. " Era una película rara, no había ningún famoso, ni tampoco actores, éramos solo chicos que teníamos que hacer una película de la misma calidad que una de profesionales", recuerda Nacho y agrega: "Como yo en la fundación estaba haciendo teatro, y con mi profesor Marcos estábamos trabajando en la creación de un personaje, llevé al cine toda esa experiencia que había adquirido." El resultado fue la admiración de los directores y compañeros de reparto.
Lejos de las cámaras, al cumplir 17 años, Ignacio conoció a Cintia Gutiérrez con la que tuvo su primera hija. "Cintia fue el amor de mi vida desde el primer momento en que la vi. Cuando a los 19 me dijo que íbamos a ser padres supe que tenía que buscar un trabajo que les diera a ellas todo lo que yo no había tenido. Fue así que me presenté en una entrevista de trabajo en YPF y pese a todos los consejos, les dije con sinceridad lo que yo necesitaba: un trabajo en blanco que me permitiera mantener a mi familia y además mis clases de teatro y mis ensayos", cuenta entre risas Nacho. "Le dije al gerente de Recursos Humanos que me pusiera en el turno noche porque yo quería actuar", agrega.
Un año después de aquella muestra de decisión y vocación, fue llamado para actuar en "Las Puertas del cielo", una película con todos jóvenes actores tucumanos. "Ninguno era conocido, pero ahí me di cuenta de que hay excelentes actores en todo el país, de hecho creo que son mucho mejores que los que vivimos en Buenos Aires".
Después de aquella producción, Ignacio consiguió un manager que lo acerco a las puertas de Polka. "Tenía 20 años y me llamaban de Polka para que actuara en obras como El Puntero, Condicionados, Sos mi hombre y Guapas, pero casi siempre querían que haga de pibe chorro, algo que a mí ya me estaba molestando", confiesa Nacho y aclara: "Aunque no sabía muy bien quiénes eran Rodrigo de la Serna y Julio Chávez, en mi casa, que son de ver mas tele que yo, se pusieron a festejar como locos cuando me llamaron para actuar en El Puntero. Pero yo le pedí a mi manager que me corriera de ese lugar, yo sabía que iba a perder ofertas pero no quería caer en el estereotipo de ser el chorro por vivir en la villa, yo podía hacer mucho mas que eso." Sus interpretaciones y el amor que le daba a cada personaje le dieron a Ignacio la oportunidad de continuar actuando con los más grandes en papeles interesantes y poco estigmatizados. "Por suerte pude actuar en Señores Papis, La Celebración y Vecinos en Guerra, en donde el genio de mi manager me consiguió que actuara de policía, justo lo que yo quería."
El no abandonar su sueño y dar todo de sí mismo le valieron el respeto y el reconocimiento de sus pares, motivo por el cual Ignacio continuó trabajando con las grandes productoras del país como Underground, en donde conoció a Gastón Sofritti, con quien forjó una gran relación. "Me acuerdo que hablando con Gastón el me decía que nunca se había subido a un colectivo y no sabía lo que era una SUBE, y yo le decía que era de La Cava y que muchas veces tuve que viajar en colectivo con tal de no decirle a donde me tenían que mandar a buscar los directores", recuerda Nacho con una sonrisa.
Ignacio juega a salir de la realidad constantemente, y es en la capacidad de saber que es un juego donde está la mayor de sus virtudes. No tiene miedo de perder, porque sabe que lo que hace, lo hace con el corazón. Él lo dice con claridad: "Voy a seguir trabajando en un lugar fijo porque tengo que mantener a mi familia y el trabajo de actor es muy volátil. No hay que tener suerte para hacer lo que uno se propone, hay que tener convicción y pasión. La suerte es solo una anécdota."