Cantautora y corista. Modelo freelance. Activista antiracista. Negra y argentina. Entre otras cosas, así se define Jennifer Parker en sus redes sociales. Tiene 23 años, es hija de madre afrodescendiente y padre estadounidense. Nació y se crio en San Luis, y para resumir cómo fue ser una nena y adolescente negra en esa provincia solo necesita dos palabras: "Una mierda".
"Había chicas que no se querían juntar conmigo: para ellas, yo era siempre la sucia, la que tenía piojos. Si llevaba el pelo suelto, me decían que era horrible, de muñeca. Si me lo ataba, que parecía un lampazo. No estaba tranquila en ninguna situación", cuenta Jennifer.
Más allá de la generación a la que pertenezcan, las historias de los afroargentinos están atravesadas por la discriminación y el racismo. "¿De dónde sos?" es la pregunta que escuchan cientos de veces en una sociedad que, autopercibiéndose como blanca y europea, tendió desde hace más de un siglo a invisibilizarlos. En ese contexto, organizados en espacios comunitarios o de forma independiente, los afrodescendientes –y algunos académicos– luchan por la revalorización de una cultura e identidad que forma parte de las raíces de nuestro país.
¿Cuántos afrodescendientes hay hoy en la Argentina? Desde diferentes sectores, admiten que las cifras son insuficientes. En un muestreo que realizó el censo 2010, al menos 150.000 personas se autoreconocieron afrodescendientes. Sin embargo, la comunidad estima que son alrededor de 1.500.000 los argentinos e inmigrantes de origen afro. El censo del año próximo incluirá por primera vez preguntas sobre autorreconocimiento étnico, sumando la variable de la afrodescendencia.
En las redes sociales, las voces jóvenes como la de Jennifer se escuchan cada vez más fuerte y allí comenzaron a denunciarse con más frecuencia prácticas como la apropiación cultural y el blackface (la personificación paródica de los negros por parte de los blancos o la costumbre de pintar la cara de los chicos para actos como el 25 de mayo).
Algunos casos de apropiación cultural que encendieron el debate semanas atrás fueron los de Ángela Torres o Lali Espósito, a quienes se las vio posando con peinados típicos de la cultura afro. Por otro lado, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, debió pedir disculpas hace unos días cuando se difundió una foto que lo mostraba en 2001 disfrazado de Aladino, con la piel pintada de negro, conducta que él mismo calificó de racista.
"En nuestro país siempre hubo y hay negros", explica el sociólogo y doctor en Antropología Alejandro Frigerio. Desde los esclavizados durante la época colonial y sus descendientes, hasta inmigrantes caboverdeanos, afrolatinoamericanos, caribeños y africanos, e hijos y nietos argentinos de todos ellos. "Hay afroargentinos de sexta o séptima generación", señala el especialista, quien desde hace más de tres décadas se dedica a estudiar la cultura afro en la Argentina. Agrega que la "desaparición" de los negros argentinos siempre fue, más bien, una práctica de invisibilización, "casi una conjura social" que se propuso poner bajo la alfombra "una presencia no deseada en el país blanco".
A principios de este año, el Grupo de Trabajo de Expertos de Naciones Unidas sobre los Afrodescendientes visitó la Argentina para estudiar cómo vive esa comunidad. Su titular, Michal Balcerzak, afirmó que "son un grupo vulnerable que merece medidas especiales" para que puedan ejercer "sus derechos económicos, sociales y culturales".
Sobre su infancia, Jennifer recuerda: "Cuando tenía 11 o 12 años, me pasó que fui a la casa de un chico, me metí a la pileta y cuando me fui le dijo a mi amiga: ‘Voy a tirar lavandina porque se metió un negro’". Toda esa discriminación se le fue haciendo carne. Años después, decidió dar a conocer su historia personal para tomar la bandera de una lucha colectiva: el antirracismo. Hoy, es una joven militante afro con base fuerte en redes sociales (en Twitter: @jenniferpaarker)
"Si no viviste el racismo, si no lo sufriste, no lo vas a ver –manifiesta la activista–. Si yo le digo a alguien: ‘Estás siendo racista’, no se lo digo porque esté matando negros, sino porque está reproduciendo una conducta racista y quizás solo hace falta una disculpa para que no lo haga más y deje de naturalizarlo". Además, remarca cómo en el lenguaje lo negro aparece, siempre, como peyorativo: "alma negra", "trabajo en negro", "denigrar", son apenas algunos ejemplos.
En cuanto a la apropiación cultural, Frigerio explica que es "tomar la cultura de otro y usarla al propio antojo". "Para mí –y ojo, que soy un blanco hablando-, es diferente la apropiación irreflexiva de la reflexiva, consciente y seria", sostiene, y agrega: "La primera, populariza trivializando; la segunda, ayuda a ubicar a algo en el patrimonio cultural de la humanidad".
Con respecto a qué pasa cuando las mujeres blancas, por ejemplo, se hacen peinados típicos afros como las trenzas, el especialista considera: "Durante mucho tiempo, las personas negras tuvieron que adecuar su pelo a las formas prescritas por las blancas. Por eso, cuando las chicas blancas toman lo que es un signo de empoderamiento y que costó años de luchas y lo hacen irreflexivamente o por moda, resulta irritante".
Frente a un sector de la sociedad que considera como "exageradas" las denuncias de apropiación cultural, Pablo Cirio, antropólogo e investigador del Instituto Nacional de Musicología Carlos Vega, hace hincapié en cómo hubo siempre un "desnivel cultural a favor de lo europeo". "Por ejemplo, hasta fin de la era colonial, no había escrúpulos en la apropiación de conocimientos de los indígenas sin ningún reconocimiento, como pasó con la farmacopea, el arte o la culinaria", sostiene.
Y agrega: "Ahora, los grupos no blancos, históricamente negados, exterminados y empobrecidos, no ven con buenos ojos cuando por esnobismo o especulación comercial, se ponen de moda tradicionales vernáculas como las rastas, vaciándolas de contenido. Es otra forma, simbólica, de seguir empobreciendo a esas culturas".
Para Cirio, no es que una persona que no sea afro no pueda usar rastras, por ejemplo, "el tema es que lo haga con respeto y conocimiento de lo que está haciendo y de la sabiduría que hay detrás". Opina que "los que somos blancos, realmente tenemos que desarrollar un proceso de empatía hacia los pueblos que no son de ese origen, entablar un diálogo y entenderlos desde la lógica de la marginación que sufren desde hace siglos".
Fuera del mapa
Jennifer subraya cómo, en el imaginario social, los argentinos negros no existen. "Si le preguntas a alguien en la calle si hay negros, si hay cultura negra en el país, te dicen que no. No conocen a Josefa Tenorio ni a María Remedios del Valle. Los cambios se van logrando de a poco", explica. Para ella, el desafío consiste en pedirle a un pueblo que se reconoce como euro-blanco-descendiente, "que acepte que tiene raíces negras, como la chacarera y el tango".
La joven pone un ejemplo cotidiano: cómo, en la escuela, los negros aparecen solo en los actos como el del 25 de mayo, cuando los chicos y las chicas se pintan la cara para vender pastelitos. "Se cree que solo fuimos vendedores de pastelitos, pero no fuimos ni capitanes ni artistas. El primer presidente argentino, Rivadavia, fue negro. Eso no me lo enseñaron en la escuela", afirma.
Cuando era una nena, Jennifer buscaba la forma de pasar lo más desapercibida posible. "Me acuerdo que tomaba sombra y me planchaba el pelo: llegué a quemármelo por parecerme a una mujer blanca", describe. No le fue fácil aceptarse: "Me empecé a amar recién a los 18 años, cuando me dejé de comparar con los cánones de belleza argentinos y me repetí 80 veces que era linda hasta que me convencí".
Frigerio apunta que las "razas" humanas no existen como una realidad biológica, sino que tienen una "presencia concreta como una construcción social con consecuencias reales en la vida de las personas". Explica que no hay una sola forma de racismo, sino que cada sociedad constituye la suya propia. En la Argentina, uno de los modos más extendidos es la burla, una especie de vigilancia constante que resalta la diferencia de un modo negativo. Otro ejemplo cotidiano –sobre todo, en los colegios– son los sobrenombres. "Es muy frecuente que a las personas negras o de piel más oscura, les digan de cierta forma que resalta su negritud: en una época les decían Pelé, en otra Sugus. Distintas épocas tienen su nombre racial que básicamente lo que está diciendo es: ‘Vos sos principalmente un color que te diferencia del resto’. Desde chiquito te van acostumbrando a que sos diferente", relata. Y cuenta: "Esto me lo hizo ver un afroargentino, Enrique Nadal, uno de los primeros militantes por lo afro y contra el racismo del país, que me decía: ‘Vos acá te integras, pero el precio de integrarte es hacerlo como "el negrito" del grupo’. Ese un racismo cotidiano muy fuerte que te mete en el lugar del diferente e inferior, porque el color de piel viene asociado a toda una serie de cosas peyorativas e inferiorizantes".
El especialista marca cómo, cuando alguien le pregunta a una persona negra de dónde es, aunque no intente ser racista, está naturalizando un prejuicio centenario argentino de que no hay negros en el país: "Ese tipo de comentarios que suceden todo el tiempo resultan muy ofensivos, porque la persona ya está harta de que a lo largo de su vida le hayan hecho esa pregunta infinidad de veces".
Según Jennifer, queda un largo camino por recorrer. "Me cuesta ver periodistas, modelos, gente en los medios o políticos negros, por ejemplo. La invisibilidad también es racismo estructural e institucional", subraya. Hoy, ama su pelo. Para ella, es un signo de resistencia y la representación de "un montón de cosas lindas". "Salir con mi pelo suelto a la calle es un acto político, por todo lo que resignifico cuando lo hago", concluye.
"Todo el tiempo la gente te pregunta de dónde sos"
Miriam Gomes tiene 57 años y es afroargentina de origen caboverdeano, primera generación del lado paterno y segunda del materno. Se trata de una comunidad arraigada en el país desde hace más de un siglo.
Jubilada como profesora de literatura (durante más de 30 años dio clases en escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires), integra la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana, con sede en Dock Sud. Allí, donde hay una presencia muy fuerte de la comunidad, la sociedad se fundó para brindar ayuda a miembros en situación de pobreza y enfermedad. Trabaja, además, por la defensa, conservación y difusión de los valores y tradiciones culturales de Cabo Verde.
Miriam –que también integra la Comisión Organizadora del 8 de Noviembre y la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora– cuenta que tomó real dimensión de la existencia del racismo tenía los 7 años. "No fue en Dock Sud, donde había cuadras en las que vivían 40 familias de Cabo Verde y era natural, fue cuando nos mudamos y me tuve que cambiar de escuela. Ahí empecé a sentir que me trataban como diferente", recuerda. "Comencé a notar ese trato discriminatorio, comentarios agresivos y mal intencionados, que si bien no interpreté inmediatamente como racismo, notaba la mala voluntad de las otras personas. Crecí siendo muy consciente de esto".
Para ella, los afroargentinos que llegaron al país esclavizados y que forman parte de la matriz del país son "el secreto mejor guardado". "África está en la Argentina desde el primer día que llegaron los europeos, o incluso desde antes. La historia se empeñó sistemáticamente en negar su existencia, en no difundir sus aportes al deporte, a la ciencia, la literatura, el arte, entre otros ámbitos", sostiene la activista. "Muchas veces –continúa- nos preguntan de dónde somos: para muchos, el que es negro no puede ser argentino".
Con respecto a las generaciones jóvenes de militantes afro, apunta: "Es un fenómeno muy interesante. Sobre todo veo a las chicas muy empoderadas, muy conscientes de su negritud y no solo de su lucha contra el racismo, sino contra el sexismo, el patriarcado, el binarismo, enarbolando un feminismo negro que es muy necesario".
Alí Delgado, un afroargentino de 32 años, también tiene ascendencia caboverdeana por su lado paterno. Se crio entre Adrogué y Quilmes, pero actualmente vive y trabaja en la ciudad de Buenos Aires, en su Sindicatura General. Además, estudia abogacía en la UBA (le queda un año para recibirse) e integral la Agrupación Xangô.
"Mi mamá es blanca y me crie con mis abuelos y tíos maternos, en el centro de Quilmes. Esa mixtura me permitió estudiar y aprender inglés, me dio ciertos privilegios", sostiene Alí. Y sigue: "Pero la parte de mi familia en que no hay parejas interraciales la pasó bastante mal. Les cuesta más conseguir trabajo y tienen mucha más pobreza estructural. El ascenso social les es más esquivo".
Desde su mirada, el racismo de la Argentina es institucional y estructural. "Las personas negras que dicen que no lo sufrieron es porque lo naturalizaron. Es algo que se vive todo el tiempo", asegura Alí. Y ejemplifica: "Desde que la policía te pare más porque sos negro, hasta el uso permanente de un lenguaje racista y que todas las semanas alguien te pregunte de dónde sos".
Sobre los desafíos que tenemos como sociedad, Alí considera fundamental que la política sea antiracista: "Ninguna militancia partidaria que no sea negra, ni la más progresista, tiene hoy el antiracismo como bandera y eso para mí es muy doloroso. Tiene que haber gente con identidad afro en lugares de decisiones, así también como una perspectiva afro y antiracista en todos los niveles de la educación. Hay que entender que la Argentina también es negra".
"Con el teatro, buscamos que se conozca la historia"
A Carmen Yannone no le gusta decir su edad. Pero sí cuenta con orgullo que pertenece a la duodécima generación de una familia que desciende de esclavizados. "Mi bisabuela era esclava. Mi abuelo se llamaba Tomás Lamadrid: tenía el mismo apellido que los amos de su madre", cuenta Carmen.
Ella es cantante, actriz e integra Teatro en Sepia, una compañía que desde 2010 pone sobre el escenario la afrodescendencia en la Argentina, visibilizando especialmente las opresiones que sufren las mujeres. Actualmente, están presentando la obra No es país para negras II.
"Buscamos que se conozca la historia. El dolor que tenemos es que se crea que no hay negros argentinos, que se murieron todos en las guerras o por la fiebre amarilla, cuando no fue así", sostiene Carmen, y hace hincapié en "el intento deliberado que hubo, por parte de la historia oficial, para invisibilizarlos".
Generación tras generación, las mujeres de su familia trabajaron en casas de familia: "Mi mamá daba de mamar, mi tía era cocinera. Las mujeres negras no tenían otra posibilidad porque no tuvieron la oportunidad de estudiar: a mí y a mis hermanos nos mandaron hasta 6° grado a la escuela. Después, había que salir a trabajar", detalla Carmen.
Durante su infancia, en su familia se hablaba poco de sus orígenes. "Les daba vergüenza. No podíamos preguntar mucho: era un tema tabú. Ahora de grande entendí cuál era mi ascendencia y de dónde veníamos. De chica todo esto era desconocido", recuerda Carmen, que se crio en Villa Soldati. "Éramos seis hermanos y vivíamos en una casa de cartón. Mi mamá planchaba en casas de familia", cuenta.
En 2015, decidieron hacer una encuesta entre mujeres afro de La Matanza. Entrevistaron a 140 y Carmen destaca los denominadores comunes: todas habían sufrido discriminación, no habían podido terminar sus estudios y conseguir un trabajo era una odisea. "A mí me pasó de joven. Cuando iba a buscar un trabajo tenía tres cosas en contra: ser negra, pobre y mujer", explica.
Empezó a trabajar a los 15, en un local en una galería, como aprendiz haciendo ropa para bebés. Después, como bailarina. En 2007 conoció a Alejandra Egido, actriz y directora cubana que acababa de instalarse en la Argentina. "Cuando ella llegó al país, preguntó si había afroargentinos y le dijeron que no. Hasta que un buen día se cruzó con otro cubano que la invitó a una reunión donde estábamos distintas organizaciones. Ahí nos conocimos", des-cribe Carmen. Con Alejandra, Carmen Platero y otras mujeres, empezaron a hacer teatro juntas.
Generar cambios en una sociedad atravesada de prejuicios es para Carmen un trabajo arduo: "No se pueden borrar de un plumazo 500 años de racismo. El no reconocimiento es una de las tantas cosas que pasan". Si bien se declaró el 8 de noviembre Día Nacional de los Afroargentinos, sostiene: "Solo lo sabemos los que estamos militando, la sociedad no está enterada. Hasta el día de hoy me preguntan si soy brasileña o uruguaya: seguimos invisibilizados".
La propuesta de la ONU
En 2014, las Naciones Unidas declaró el Decenio Internacional Afrodescendiente (2015-2024), instando a los países miembros a llevar adelante políticas públicas y programas de visibilización, promoción y protección de derechos de las comunidades afrodescendientes. En la Argentina, la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación fue designada como unidad de coordinación de las acciones a desarrollar. Desde esa cartera, informan que, entre otras acciones, realizan periódicamente mesas de diálogo afro entre diferentes áreas del Estado y organizaciones sociales de afrodescendientes.
Agrupación Xangô
Reúne a activistas que promueven el respeto por los derechos humanos, la igualdad y la justicia social de los afrodescendientes. Se pueden conocer sus actividades en Facebook o en su blog.
Unión Caboverdeana
Esta Sociedad de Socorros Mutuos ubicada en Dock Sud, agrupa a los caboverdeanos y a sus descendientes. Fundada en 1932, es una de las más antiguas de la diáspora africana a nivel mundial.
Asociación Civil Todo en Sepia
Busca visibilizar la realidad de los afrodescendientes a través del arte escénico y también con debates. El 19 de octubre a las 21, en el Teatro Raíces, Agrelo 3045, CABA, presentarán No es país para negras II;teatroensepia@gmail.com
Muestra (In)Visibles
Hasta el 27 de octubre, en el Museo Pueyrredón de San Isidro, se puede visitar la muestra (In)Visibles, que reúne documentos originales, objetos arqueológicos y obras de arte sobre la Argentina afrodescendiente.
Fundación Encontrarse en la Diversidad
Este miércoles 2 de octubre a las 18, la Fundación Encontrarse en la Diversidad realizará un encuentro sobre discriminación y diversidad para jóvenes en el Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos (Ex Esma) de la que participarán miles de estudiantes de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires.
Se llevarán a cabo juegos, deportes, espectáculos, muestras de arte y mesas de debate para pensar la relación entre medios de comunicación, cultura, deporte, política y diversidad. La entrada es gratuita, pero requiere inscripción previa enviando un mail a info@enladiversidad.org.ar o llamando al +54 9 11 5377 9178.