Adrián Helien: “Varón y mujer no son categorías que alcancen para entender la diversidad"
Cuando un niño o una niña trans hace su transición, toda la familia sale del closet: no hay forma de ocultarlo y hay que acompañarlos en ese proceso, validar sus vivencias y su autopercepción, porque todos tenemos que ser aceptados en nuestra identidad. La aceptación salva vidas", dice Adrián Helien, psiquiatra y coordinador del Grupo de Atención a Personas Transgénero (Gapet) del Hospital Durand, el equipo interdisciplinario que creó en 2005 y que se convirtió en el primero de la Argentina y la región en especializarse en la temática.
En 2016 y por la baja en la edad de consulta, Helien impulsó además el Grupo de Atención de la Niñez y Adolescencia Transgénero (Ganat), que actualmente acompaña a más de 100 chicos y chicas y cuenta con psicólogos, endocrinólogos, trabajadores sociales, especialistas en adolescencia, pediatras, entre otros profesionales.
"Los niños, las niñas, les niñes trans son aquellos en los que la identidad de género, es decir, la forma en que se autoperciben, no coincide con el sexo asignado al nacer, basado en la biología. Esto es algo absolutamente normal, aunque hay una gran ignorancia sobre la temática", señala el especialista.
Helien, quien al hablar elige la "e" para englobar todas las identidades, por fuera de cualquier división binaria, preside además el Capítulo de Sexología y Diversidad Sexual de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA). Explica que, en los seres humanos, el género define la identidad por sobre la biología. "Es decir que si, por ejemplo, alguien nació biológicamente varón pero se autopercibe mujer, es mujer. Y viceversa. Así lo establece también la ley de identidad de género", sostiene.
-En los últimos años y sobre todo a partir de la sanción en 2012 de la ley de identidad de género, hubo un cambio clave de paradigma: el paso de la "patologización" de las personas trans al reconocimiento de derechos fundamentales. ¿Cómo fue esta transición?
-En un momento de la historia y te diría que aún en la mayoría de los países del mundo, ser trans fue y es patologizado. La historia de la patologización tiene que ver con la inclusión de lo que se llamó "trastorno de la identidad sexual" –¡fijate qué nombre!– y hoy se llama disforia de género, en los manuales de psiquiatría. Esto empieza a cambiar en el sistema de salud cerca de 2010, con algunas declaraciones de la Asociación Profesional Mundial para la Salud del Transgénero (WPATH). Se comenzaron a deconstruir conceptos entre los años 90 y 2000, con aportes teóricos provenientes del feminismo y la filosofía, como los de Judith Butler. Por ejemplo, cuando hablamos de sexo de nacimiento, básicamente hablamos de la biología, de un cuerpo que de alguna manera fue definido en los mundos del rosa (mujer) y el celeste (varón). Antes la biología se imponía sobre el género y si nacías con biología de varón, por ejemplo, tenías que autopercibirte como varón obligatoriamente, sino algo estaba mal. Y del lado femenino, lo mismo.
-Hoy sabemos que la biología es una cosa y la identidad de género, otra.
-Exacto. Antes, para definir la identidad de género mirábamos los genitales. Actualmente, le preguntamos a la persona quién es, cómo se autopercibe, y eso es la identidad de género, que puede ser varón, mujer, o fuera del binario. Es decir, el género puede o no coincidir con la biología, con el sexo asignado en el nacimiento, y esto es producto de la rica diversidad que tenemos los seres humanos, que somos un enorme y diverso abanico, con tantas identidades como realmente nos autopercibimos. Así empezamos a deconstruir, a desarmar ese binario que patologizó, estigmatizó a las personas que no entraban en las categorías de varón y mujer normativos, y no solamente eso, sino que excluyó de la categoría de lo humano a las personas trans, lo que queda en evidencia cuando se mira la expectativa y calidad de vida que tenían hace apenas unos años.
-¿Cómo suelen expresar los niños y las niñas que su género autopercibido no corresponde con el que les fue asignado al nacer?
-Es importante señalar que lo expresan de manera persistente, coherente e insistente a través del tiempo. No como una situación ocasional, de juego, "descolgada" de su historia de vida. Lo hacen con sus propias palabras, de acuerdo al vocabulario que tienen, por ejemplo: "No quiero ser varón, quiero ser nena". Y, además, sino los dejan ser, se angustian.
-¿Cómo nace el equipo de atención a la niñez y adolescencia trans del Durán?
-En 2015 empezó a bajar drásticamente la edad de consulta. En 2005 se colocaba por arriba de los 34 años y, una década después, por debajo de los 18. En 2016 ya armamos el equipo interdisciplinario, con pediatras, especialistas en adolescencia, trabajadores sociales, acompañamiento a familiares, entre otros. Me acuerdo de un chico trans de 12 que llegó al servicio de urología y durante un año vino a demandar atención y a cuestionar por qué no se atendía a menores. Fue uno de los chicos que me conmovió por su persistencia e insistencia y claridad respecto a la demanda: estaba señalando algo que faltaba.
-¿A partir de qué edad reciben casos y qué es lo primero que le dice a los padres y las madres cuando llegan a la consulta?
-Actualmente, estamos atendiendo chicos y chicas desde los 5 años hasta los 17. La atención de niños y niñas es atención de las familias, de sus vínculos cercanos y escuelas. Los padres y las madres se asombran, pero la palabra clave es "aceptación" como la mejor medicina o la mejor intervención, es lo que primero que trabajamos. Es la palabra que salva las vidas en la niñez trans. Al aceptar a ese niño o niña, estamos ayudándolos a que crezcan de forma saludable. Hay trabajos científicos que muestran cómo la no aceptación aumenta el riesgo de suicidio por ocho veces en la comunidad LGBTQ y por seis el de padecer depresión. Todos necesitamos ser validados en nuestra identidad: somos muy frágiles los seres humanos y el acompañamiento es fundamental, sobre todo en la niñez y en la pubertad. El binario y lo socialmente instituido es que todos entremos en el rosa y el celeste: esa es la cárcel que tenemos que deconstruir, porque a todos de alguna manera se nos empuja desde que nacemos hacia esos colores, cuando en realidad tenemos un arcoirsis diverso. La aceptación, el abrir el corazón, aceptar y acompañar a los chiques en su proceso identitario es muy importante.
-¿Cómo cambia la vida de esos chicos y chicas cuando son validados en su identidad?
-Cambia drástica y positivamente. Las frases como: "Era un chico callado, oscuro, aislado y hoy es una chica que toma mate conmigo, charla y es feliz" o "era una nena triste y angustiada y hoy es un varón con amigos que sale", son frecuentes. Pero además hay muchos que no se identifican ni como varones ni como mujeres o tienen un género fluido, o se definen como no binarios. Y esto es importante sobre todo en púberas o adolescentes donde han aumentado expresiones no binarias, es decir, no se identifican con los géneros femenino ni masculino, o no quieren ser catalogados en las categorías tradicionales o binarias.
-Algunas personas se sorprenden de que haya chicos y chicas que, desde edades tan tempranas, manifiesten que su identidad de género no coincide con la asignada al nacer. ¿Qué les diría?
-En el servicio tenemos una encuesta que indica que la gran mayoría de las personas que atendemos se descubrió trans en la primera infancia: el 88% antes de los 10 años y el 67% antes de los 5. La identidad es un proceso que se va construyendo a lo largo de toda la vida y no se sabe cómo se conforma. Sabemos que en un momento empezamos a sentir, a autopercibirnos en un género. Hay niños y niñas que apenas tienen posibilidad de hablar empiezan a manifestar su disconformidad genérica de muchas maneras. Fundamentalmente, lo que les digo siempre a los papás es que tenemos que escuchar a los chiques, que ellos nos van a guiar. Realmente ese es el cambio. Si vos escuchás, te van a decir quiénes son, se van a expresar. Eso es muy fuerte cuando vos lo ves, por ejemplo, en un varón biológico que en contra de todo y todos va a decir que es nena. Si lo castigas te va a seguir diciendo que es nena, y si lo castigas mucho probablemente lo oculte, pero la identidad está ahí, no cambia, ni desaparece. Toda la sociedad debería salir del closet en el sentido de aceptar la diversidad
-¿Cuáles son los desafíos en el sistema de salud vinculados a la atención de las personas trans?
-La necesidad de capacitación y formación sigue siendo un desafío enorme, porque no existe formación en infancia trans, ya que fue negada e invisibilizada durante mucho tiempo. A fin del año pasado realizamos una convocatoria para armar la primera Red de Atención de Infancias y Adolescencias Transgénero (Rainat) de la ciudad de Buenos Aires, una iniciativa de los profesionales para visibilizar, sensibilizar, informar y reclamar en conjunto al Estado que se brinden más recursos y apoyos. Hoy estamos desbordados en las posibilidades de atención y lo que requerimos es que se nos de estructura para atender como corresponde a la infancia y adolescencia trans. A la red se sumaron los hospitales Durand, Elizalde, Fernández, Álvarez, Pena, entre otros profesionales.
-¿Y qué pasa en las escuelas?
-Creo que el tema se visibilizó muchísimo. Sin embargo, es clave que haya formación en género más allá de lo binario, incorporando la diversidad en todos los sistemas educativos. Si formas docentes de esa manera va a ser mucho más natural que entiendan que la diversidad existe, que es perfectamente normal que alguien sea trans y no se asombrarán cuando conozcan un niñe trans. Aceptar la diversidad sexual y de identidad en las aulas es clave. Una vez que esto es validado y aceptado, se empieza a trabajar en espacios sociales no binarios, con deportes que no son de nenes o de nenas, por ejemplo, porque varón y mujer no son categorías que alcanzan para entender la diversidad. Empieza a ser un sistema más humano, inclusivo de todas las personas. Nadie puede vivir fuera su identidad. Si un varón biológico se siente nena y lo hace esa forma insistente, persistente y consistentemente a través del tiempo, es nena. Y debe ser respetada como tal e integrada. Todo lo demás es estigmatización, discriminación, es básicamente violentar de esa chica. La escuela tiene la obligación, hoy marcada por la ley pero básicamente porque es una institución que está hecha para eso, de educar, integrar y socializar. Debe aceptar e incorporar a la niñez trans en el sistema educativo. De esa manera estaríamos construyendo un mundo mejor, más rico y diverso para todes. Ese es mi mayor aprendizaje durante estos años y se lo debo a la sabiduría y el ejemplo de vida de las personas trasn que me consultaron. Van a estar siempre en mi agradecimiento.
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