Héctor soñaba con un hijo, pero creía que ser soltero era un impedimento para inscribirse en el registro de postulantes a adopción; no solo rompió su propio prejuicio sino que en muy pocos meses se convirtió en papá de Miguel; lo cuenta en primera persona
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¿Casarme? No, pero siempre tuve la ilusión de ser padre soltero y de que mi primer hijo sea adoptado. Eran muchas las ganas. A fines de 2018 estaba en pareja y decidí proponérselo a ella. “Adoptemos”, le dije. “Si no es de sangre, no es hijo”, me respondió. Con eso cerró el tema. Para mí fue tan fuerte que se terminó la relación. Se me abrió una herida, empezó a anidarse en mí algo de desconfianza. ¿Se me daría alguna vez?
El año nuevo empezó con una fuerza nueva también. Ya separado de mi pareja decidí dar el primer paso, averiguar de qué se trataba adoptar. Hay tantos mitos y prejuicios que uno carga sin saber… En febrero de 2019 me presenté en el Juzgado N° 8 de Lomas de Zamora. Recuerdo que estaba esperando a que me atiendan y pensaba: Me van a echar de acá. ¿A qué tipo solo se le ocurre algo así? Cuánto miedo. No sé cómo me salieron las palabras. Como pude, conté que quería iniciar un proceso de adopción. Una muchacha muy amable me entregó una planilla en la que figuraban todos los documentos que tenía que presentar. “Pero soy soltero”, le dije. Y entonces mi miedo fue brutal. Pensé que ahí terminaba todo. La chica me miró a los ojos: “Sí, no hay problema”. Hoy me causa gracia recordar que le volví a decir: “Soy soltero”. Y ella: “Vaya tranquilo, traiga esa documentación y llene el formulario por internet”.
No lo podía creer. Ya para el 18 de marzo, un mes después de ese primer paso, presenté la documentación completa. Me inscribí para un niño o una niña de hasta 10 años y dije que aceptaba que tuviese alguna discapacidad o problemas de salud leve. Ahí empezó este sueño, este viaje de ser padre. Me vieron una psicóloga, una psiquiatra, una asistente social y otros especialistas que me iban presentando. Fueron entrevistas, conversaciones con ellos. Entré a las 8, terminé pasadas las 2 de la tarde. Algo cansado, pero, más que nada, feliz: me dieron el alta provisoria como padre adoptante y un número de control para ver el progreso de mi expediente por internet. El alta definitiva llegó a mediados de septiembre de ese año.
Solo me quedaba esperar. Yo pensaba que podían pasar años, o que tal vez nunca me llamarían, pero no pasó ni un mes. En ese tiempo trabajaba de madrugada. Lo recuerdo porque dormía cuando sonó el teléfono a las 10. Era del Juzgado N° 2 de Tandil. Entre dormido y sorprendido escuchaba que alguien me decía que había disponibilidad de un nene de 5 años. Me costó entender qué sucedía. Hasta que me preguntaron si aceptaba la entrevista: tenía que viajar a Tandil en dos días. Por supuesto, acepté.
Fue la adrenalina de preparar el viaje, arreglar los permisos en el trabajo, convocar a una familia amiga que me acompañara esos kilómetros, tal vez un modo de reconfirmar que no estaba soñando, que la paternidad también para mí era posible.
Una vez en el Juzgado me invadió una sensación única. Comenzamos con la entrevista, era gente muy cálida. En un momento el juez Ramiro Saralegui me pregunta: “¿Lo querés conocer?” No me lo esperaba. Mi respuesta fue un sí rotundo. Entonces, alguien abrió la puerta y entró ese nene que vi tan indefenso, con una botella de gaseosa y un paquete de bizcocho de grasa. Era tímido y tan chiquito… Me dijeron que me permitían salir con él del Juzgado. Nos fuimos a tomar algo, lo primero que él quiso hacer fue mostrarme por fuera el Hogar donde vivía: “Fantasía de colores”. Ya de regreso, nos entrevistaron por separado y, al terminar, nos preguntaron si queríamos pasar el día juntos. Yo por supuesto contesté que sí, pero él pidió volver al Hogar. Y dijo: “Quiero que me lleve y me vaya a buscar”. Lo llevé y arreglamos que a las 4 de la tarde lo volvía a buscar. Pasaron rápido las horas por la ansiedad. Toqué el timbre, nervioso. Cuando entré me vio, estiró los brazos y me dijo: “¡Viniste!”.
Ese momento fue único. Salimos a pasear y me quedé con él hasta el otro día. Fue hermosa la conexión que tuvimos, instantánea. El sábado lo dejé en el centro de equinoterapia, que es una actividad que él hacía, y tuve que volver a Buenos Aires. Lloré 400 kilómetros. El martes siguiente me volvieron a citar en Tandil para seguir con el proceso. Cuando fui estaba sentadito en un escalón del Hogar con su amigo y hermano del corazón. Me vio y gritó: ¡“Volviste!”. Me abrazó y no me soltaba. Pasamos todo el día juntos. A las 9 de la noche me pidió volver al Hogar. Sentí que se me rompía el corazón, como si algo no estuviera bien para él. Al otro día a la mañana volví a buscarlo. Me vio, me abrazó –eso ya se convertía en una preciosa rutina– y nos fuimos. Pasamos juntos todo el miércoles y el jueves. Cuando el viernes fuimos al Juzgado, para sorpresa mía y del enano –como lo llamo cariñosamente– el juez había decidido dar el siguiente paso: otorgarme la guarda provisoria con fines de adopción. Firmé y fue un sueño: mi familia, mi hijo empezaba a ser posible. Tanta realidad no me entraba en el corazón.
En ese momento me contaron que mi hijo –ya empezaba a sentirlo así– tenía una hermana, Agostina. Habían decidido darlos en adopción a familias diferentes, pero con la condición de que no perdieran el contacto. Me preguntaban si aceptaba establecer relación con ella y con Carla, la mamá que la había adoptado. Claro que sí.
Me dieron la documentación e iniciamos con el enano el viaje más bello y único de nuestra vida: él tenía un padre y yo un hijo.
Los primeros meses fueron duros, por temas privados de su pasado, pero con el tiempo todo se fue acomodando. Nos ayudaron mucho, nos acompañaron los profesionales del Hogar y del Juzgado, que se portaron diez puntos. Estuvieron en todo momento, hasta el día de hoy tenemos ese sostén. No te sueltan la mano.
Y también hubo otra red de afectos. Uno ni sabe hasta dónde dan los amigos, los compañeros de trabajo, el gremio. Me acompañaron, me sostuvieron, no me dejaron ni me dejan solo. También está su hermanita, se quieren un montón, se visitan. Somos como una gran familia.
Cuando el 20 de marzo se detuvo la Argentina por el confinamiento por la pandemia a nosotros nos ayudó mucho, nos dio tiempo juntos para conocernos bien y afianzar los lazos. Con el Juzgado nos manteníamos en contacto por videollamadas, conversaciones telefónicas. Lo mismo con Agostina. Hasta que, en noviembre del año pasado en una videollamada con el Juzgado, el enano pidió el cambio de nombre: de Marcelo Ezequiel a Miguel. Y quería llevar mi apellido. Fue una sorpresa para todos, en especial para mí.
Seguimos en contacto con el Juzgado hasta que el 28 de diciembre de 2020 me llamaron para pedirme que revisara el WhatsApp. Al abrirlo me encontré con el documento que daba por finalizado el proceso de adopción. Ahí lloramos juntos con Miguel. “Ya está, ya está”, decíamos y nos abrazamos.
Solo nos quedaba buscar la partida de nacimiento para rectificar el nombre y tramitar el nuevo DNI. El 30 de julio llegó el cartero. Lo llamé al enano y le dije: “Te llegó una carta”. Vino todo curioso y, al abrir el sobre, vio su DNI. No saben la cara de felicidad con la que me dijo: “Papá, mi documento. No me voy más”.
Mi hijo se llama Miguel. Yo soy su papá: Héctor Eduardo.
Más información
Adopción en la Argentina: La adopción es una institución que nació para garantizar el derecho fundamental de todas las niñas, niños y adolescentes a vivir en una familia. Por parte de los adultos, implica el deseo profundo de ahijar y el poder asumir una enorme responsabilidad, que es para toda la vida. En el especial Quiero una familia de LA NACION podés encontrar desde preguntas frecuentes y los pasos a seguir si estás interesado en inscribirte en un registro de postulantes a guarda adoptiva, hasta las convocatorias públicas que actualmente se encuentran abiertas para niñas, niños y adolescentes de todo el país que esperan tener una familia. Además, en la web de la Dnrua hay una guía sobre la adopción en la Argentina, servicios en línea y se realizan charlas informativas de forma mensual. Por otro lado, en este link podés conocer el listado de los registros de cada jurisdicción para saber cuál es el que te corresponde.
Charchas informativas en CABA: Este mes se inicia una nueva edición de los Encuentros Informativos Obligatorios (EIO) virtuales organizados por el Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad, dirigidos a aquellas personas y parejas que buscan formar una familia a través de la adopción. Se trata de instancias obligatorias para la inscripción en el registro de adoptantes porteño, y que buscan informar acerca de las características de este proceso y de las niñas y niños que esperan ser adoptados. Durante septiembre, se realizarán los días 8, 15 y 22, de 9 a 14 o de 15 a 20. Para acceder a más información y realizar la inscripción, hacer click aquí.
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