En el invierno de 2018 y después de ver una película, Paula Resnik empezó a gestar la idea de adoptar a una adolescente; así fue como conoció a Vero, que en ese momento tenía 14 años y que pronto se convirtió en su hija; su experiencia, en primera persona
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¿Alguna vez te pasó que fuiste al cine con tu amiga de la infancia y eso te cambió la vida para siempre? A mí sí. Una tarde del invierno de 2018 fuimos a ver Joel, de Carlos Sorín. La película cuenta la historia de la adopción de un chico de 10 años. Cuando se prendieron las luces no podíamos pararnos, nos quedamos las dos un buen rato en silencio, llorando. Mariana, mi amiga, que da clases en una cárcel, me miró y me dijo: “Muchos de estos chicos pasan en algún momento de sus vidas por el penal”. Yo pensaba en todos los que viven en hogares y a los 18 años salen a la vida solos, sin una casa, sin trabajo, quizás sin terminar la escuela y sin una familia que los apoye, que los acompañe a transitar el mundo.
Sacudida por esas realidades me puse a investigar sobre los chicos a los que nadie adopta y sobre la adopción en la Argentina. Lo primero que descubrí fue que tenía una idea muy distinta a la realidad. Yo hasta ese momento creía que era muy difícil adoptar o casi imposible, que llevaba muchos años y que era un trámite muy engorroso y desgastante. Tampoco tenía tan clara la idea de que la adopción no está pensada como una opción para los padres que no pueden tener hijos, si no que es para darle una familia a los chicos que no la tienen.
Adoptar niños grandes es bastante sencillo y muy posible desde que hace unos años el Código Civil cambió. Uno puede expresar su voluntad adoptiva, tanto la edad y el género del chico, o si acepta a un grupo de hermanos o a un niño con alguna discapacidad o enfermedad. En el país hay más de 3000 legajos de personas inscriptas para adoptar, un número que supera a los chicos que están esperando ser adoptados. El problema es que el 90% de esos 3000 quieren bebés o niños de hasta 2 años y, por suerte, no hay muchos. Pero sí hay muchos chicos más grandes y adolescentes.
"Lo primero que descubrí fue que tenía una idea muy distinta a la realidad. Yo hasta ese momento creía que era muy difícil adoptar o casi imposible, que llevaba muchos años y que era un trámite muy engorroso y desgastante."
Paula Resnik
A partir de esa tarde de invierno, la idea de adoptar a un adolescente se adueñó de mí de una manera impensada. Nunca más pude despegarme de ella. Primero tomó la forma de un deber: tenía que hacerlo sí o sí, no tenía otra opción. Pero después se transformó en un deseo genuino: quería integrar a la familia hermosa que teníamos junto a mis dos hijos biológicos –Lucas de 27 y Mateo de 24– a un chico que no la tuviera.
"A partir de esa tarde de invierno, la idea de adoptar a un adolescente se adueñó de mí de una manera impensada. Nunca más pude despegarme de ella."
Paula, mamá de Lucas, Mateo y Vero
Primero quise compartir mi idea con ellos, les dije que tenía algo para hablar, que quería contarles un proyecto y que para mí era fundamental su opinión. Hasta que llegó el momento de juntarnos y tuve que responder a sus preguntas acuciantes: no, no es nada relacionado con mi salud; no, no me voy a vivir a otro lado; no, no me voy a casar; pero ninguna de sus adivinanzas se acercó ni un poco a que fueran a tener un hermanito. Fue muy emocionante y reconfortante su reacción.
Después de la sorpresa, después de las risas y lágrimas, los dos me dijeron que me apoyaban y que me iban a ayudar y a estar para todo, incluso ellos me incentivaron para que sea una niña. A mí me parecía que elegir el sexo era un poco elegir un hijo a la carta, pero me hicieron notar que si yo ya estaba planteando la edad o que no iba a poder ahijar a un chico con una discapacidad profunda, ya estaba eligiendo algo, así que me rendí y me decidí a que sea una niña de entre 13 y 17 años.
Con la luz verde para avanzar, fui a las tres charlas obligatorias y super interesantes al Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos (Ruaga) de la ciudad de Buenos Aires, y reuní todos los documentos, partidas, certificado médico y actas varias. No me llevó más de veinte minutos subirlos a la página e inscribirme. Después de dos entrevistas presenciales, una en el Ruaga y otra en casa, con una psicóloga y una trabajadora social, ya estaba anotada. Ese año, mi legajo fue el único en todo el país con disponibilidad adoptiva para un niño mayor de 13 años.
Al día siguiente de inscribirme, atendí el teléfono en mi trabajo y era la esposa de Brian, uno de mis jefes. Hacía mucho que no hablábamos, y como ella es abogada y trabaja con menores le dije: “Diana, tengo algo para contarte que casi nadie sabe. Vos sos la persona indicada para darme algún consejo. Voy a adoptar a una adolescente”. Del otro lado de la línea solo escuché silencio. Después de un rato, me dijo: “Paula, ¿vos creés en las señales? Hay una chica de 14 años que estuvo viviendo cuatro años en distintos hogares y acaban de firmar la convocatoria pública para su adopción. Es un sol, la tenés que conocer, es una chica hermosa, divina”.
Cuando en todos los registros de aspirantes a guarda adoptiva del país no se encuentra ningún postulante para algún chico, aparece la última instancia que es la convocatoria pública. Nos convocan a todos nosotros, aunque no estemos inscriptos para a ahijar a quienes con tanta ansiedad esperan una familia. Los pueden ver en la página web Buscamos Familia o en el especial Queremos una familia de LA NACION.
Me presenté en el juzgado como candidata y tras varias entrevistas y la aprobación de la niña, estaba todo listo para comenzar nuestra vinculación. Otra señal: se llama Verónica, como me hubiera gustado llamarme de chica.
El 23 de noviembre de 2018 conocí a mi hija. Llegué a ese encuentro con el mismo bolso que llevé a mis partos. Pero esta vez en ese bolso, que me cosió mi mamá, no había ni pañales, ni chupetes, ni batitas. Llevaba un regalito que le había hecho a Vero, la incertidumbre de saber cómo íbamos a reaccionar, una carta que le había escrito mientras esperaba conocerla, el miedo a no saber cómo manejarme en esta aventura y algo de cada una de mis personas amadas, así sentían como yo que me estaban acompañando. El entusiasmo, los deseos y la felicidad seguían intactos como hace 30 años.
El desenfado y simpatía de Vero hicieron que todo fluyera muy fácil a pesar del impacto que fue para mí conocer a una hija que era más alta que yo. Para Vero el impacto fue conocer a una mamá con el pelo violeta. A los dos meses ya vivía en casa y a los pocos días cumplió 15 años, una gran oportunidad para festejar y presentarnos a nuestras familias y amigos.
En mi trabajo me apoyaron desde el día uno. Sin titubear me dieron los seis meses de licencia que necesitaba y pude acompañar a Vero en su nueva vida: escolaridad, médicos, estudios, tratamientos y demases. Como me embarqué sola en este proyecto –quiero decir que no estoy en pareja– esa licencia fue fundamental para el éxito de nuestra vinculación, para esos primeros pasos que dimos como madre e hija. Los empleados públicos de la Ciudad ya cuentan con esa licencia, pero la ley nacional de trabajo no contempla ni siquiera un día de licencia por maternidad adoptiva.
Vero tiene nueve hermanos biológicos y seis de ellos están con otras tres familias por adopción, así que tenemos grandes encuentros familiares. Nuestro grupo de whatsapp se llama “Hermanos Maravilla”. La felicidad que les da cuando se encuentran y poder estar siempre en contacto deja de lado la pena y el desgarro que los atraviesa desde que fueron separados. Verlos reírse y jugar es una maravilla.
En la última Nochebuena prepandemia vinieron casi todos ellos a casa con mi familia y para Vero fue una fiesta. Ella es una fiesta.
Lucas y Mateo son unos hermanos hermosos, aunque Vero no haya podido cumplir con su único requisito: que fuera de Boca. Ahora tenemos una gallina en la familia, y somos “mejores ganadores”, los festejos ya no son gastando al otro.
A todos los chicos que atravesaron historias fuertes, de abandonos, pérdidas o descuidos les cuesta aceptar que hay adultos en los que se puede confiar. Ya pasamos varias crisis. Vero ya se quiso ir de casa un par de veces, pero ya la ayudamos a sentir que la entendemos, que la vamos a acompañar siempre en lo que necesite, pero que los hijos no se devuelven. El vínculo que estamos armando es día a día, lo sentimos crecer y le ponemos mucha garra. Ahora ya puedo decirles que el amor es incondicional y para siempre.
Al álbum de las “primeras veces” de Vero, como cuando aprendió a caminar o cuando dijo sus primeras palabras, le estamos sumando muchas otras, como acompañarla al teatro por primera vez, verla aprender a andar en bicicleta o llevarla a conocer el mar.
Cuando cumplió 16, Vero pidió algo especial. Quiso que lo festejemos con su mamá biológica. Fue fuerte. Intento escuchar sus deseos y acompañarla a pesar de las incertidumbres y de mis miedos. Así fue como pasamos el día juntas, y resultó muy movilizador y reparador para las tres.
"Adoptar a Vero me cambió la cabeza definitivamente. Soy una afortunada por haber ido a buscar esta oportunidad y hacerme cargo"
Paula Resnik
Hace pocos días salió la sentencia de adopción plena, en un juicio llevado a cabo de oficio por la jueza. En todo el proceso no tuve que pagar ni un peso. Vero estuvo amorosamente representada por Gisella, su abogada del niño, facilitada por el Estado.
Adoptar a Vero me cambió la cabeza definitivamente. Soy una afortunada por haber ido a buscar esta oportunidad y hacerme cargo. Las oportunidades que Vero tiene ahora no son una suerte, son sus derechos básicos recuperados.
Cuando conté mi decisión, una amiga me preguntó: “¿Pero por qué lo hacés? ¿qué querés? ¿cambiar el mundo?”. Le respondí que sí. Y en eso estamos.
Más información
La adopción es una institución que nació para garantizar el derecho fundamental de todas las niñas, niños y adolescentes a vivir en una familia. Por parte de los adultos, implica el deseo profundo de ahijar y el poder asumir una enorme responsabilidad, que es para toda la vida. En el especial Quiero una familia de LA NACION podes encontrar desde preguntas frecuentes y los pasos a seguir si estás interesado en inscribirte en un registro de postulantes a guarda adoptiva, hasta las convocatorias públicas que actualmente se encuentran abiertas para niñas, niños y adolescentes de todo el país que esperan tener una familia. Además, en la web de la Dnrua hay una guía sobre la adopción en la Argentina, servicios en línea y se realizan charlas informativas de forma mensual. Por otro lado, en este link podés conocer el listado de los registros de cada jurisdicción para saber cuál es el que te corresponde.
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