En 2017, Alicia y Paco se convirtieron en papás de Clara (11), Lucila (9) y Ezequiel (7); y este año se sumaron a la familia una niña de 10 y dos varones de 7 y 8; en una cuenta de Instagram comparten fragmentos de su vida cotidiana con la idea de derribar prejuicios y visibilizar la realidad de los chicos “grandes” que esperan una familia
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“Tengo mucho meio”. Eso les dijo Lucila (que en ese momento tenía 4 años) a sus papás, Alicia Eyre Manzano y Paco Navarro, a los pocos días de conocerse. Era septiembre de 2017 y la niña acababa de subirse al auto del matrimonio con sus hermanos, Clara (6) y Ezequiel (2), para una de sus primeras salidas juntos.
Con esas tres palabras, la pequeña Lucila condensó el sentimiento que atravesaba a los cinco.
“Inconscientes, Paco y yo nos anotamos en el registro de adopción sin saber qué ni a quién nos íbamos a encontrar. Ha pasado mucha agua debajo del puente en estos años. Aunque seguimos igual de inconscientes, el miedo, los nervios y la desconfianza ya no están. Solo quedamos nosotros”, contó Alicia semanas atrás en un posteo que subió a su cuenta de Instagram @familiaporadopcion, en el aniversario de aquel 14 de septiembre en el que con Paco conocieron a Clara, Lucila y Ezequiel.
“Cuando nos anotamos para adoptar, creíamos en ese mito de que iban a tardar cinco o seis años en llamarnos y lo pensábamos como algo a largo plazo. Pero no fue así. Desde que iniciamos los trámites hasta que llegaron los chicos, pasaron dos años”, explica Alicia (31) en diálogo con LA NACION, desde su casa de Mar del Plata.
Cinco años pasaron desde que ella y Paco se convirtieron en padres por primera vez. Cinco años en que pasó de todo: empezaron a convivir con quienes serían sus hijos prácticamente sin conocerse, fueron consolidando el vínculo, sorteando todo tipo de temores y atravesando esa montaña rusa que implica, nada más y nada menos, que ser familia.
Pero una vez consolidados, los Navarro Eyre, no se quedaron ahí. El año pasado, los cinco tomaron una decisión: agrandar la familia. “Lo hablamos con los chicos, les preguntamos varias veces en distintas situaciones y todos estaban enloquecidos con que querían tener hermanos”, cuenta Paco.
Fue entonces cuando la pareja se volvió a anotar en el Registro Único de Postulantes a Guarda Adoptiva de la provincia de Buenos Aires. Como la primera vez, estaban dispuestos a ahijar a chicas y chicos considerados “grandes” (de hasta 10 años, porque su único requisito era que Clara siguiera siendo la mayor) y a un grupo de hasta seis hermanos.
En septiembre hicieron los trámites y, dos meses después de su inscripción, el teléfono les explotó. Por día, recibían entre dos y a veces hasta cuatro llamados de distintos juzgados. En total, fueron unos 40.
Es que la disponibilidad con la que Alicia y Paco se inscribieron era poco frecuente, teniendo en cuenta que, de las 2373 personas y parejas que se encuentran hoy anotadas para adoptar, la inmensa mayoría recibiría únicamente a una niña o niño (a lo sumo, dos) de hasta 3 años. Con respecto a la posibilidad de ahijar a grupos de hermanos, menos del 2% estarían dispuestos a recibir a tres chicos, y de cinco hermanos para arriba, no hay postulantes.
Actualmente, en la Argentina hay 2199 chicas y chicos con la situación de adoptabilidad decretada: de ellos, el 75% tiene entre 6 y 17 años.
Entre esos llamados que no paraban de entrar a sus celulares, llegó el definitivo: hace siete meses, se convirtieron nuevamente en papás, esta vez de otros tres hermanitos: C, una niña de 10 años, y R y M, dos varones de 8 y 7 (sus nombres y rostros se preservan en esta nota porque el proceso de adopción sigue en marcha).
Hoy, junto a Clara (11), Lucila (9) y Ezequiel (7), los seis niños y niñas, Alicia, Paco y dos perros (un teckel de pelo duro llamado Alambre y Púa, un gran danés) son una gran familia.
“Si bien entiendo que cualquier hijo te cambia la vida, la adopción te abre a otro planeta: es una aventura que te enriquece la vida y te hace crecer mucho como persona. Acá no hay baby shower, ni moisés, ni pompones: no digo que todo eso no sea divino, pero esto es mucho más crudo. No hay banalidades y eso lo hace espectacular. El de ellos es un amor urgente”, dice Paco (43), en el Día Mundial de la Adopción, 9 de noviembre, en relación a sus hijos.
Urgente. Porque las chicas y los chicos que esperan en los hogares tienen el derecho a vivir en una familia. Y ese derechos debe ser restituido cuanto antes. Y urgente, asegura Paco, “por el amor que necesitan”.
“Cuando llegan a tu vida te encontrás desbordado por todo ese amor que te piden y tenés que sacar rápidamente lo mejor de vos, dejando de lado un montón de cosas que tenías pensado que iban a pasar: la llegada de un bebé que de a poquito vas a ir queriendo y que cuando empiece a hablar te iba a decir ‘papá’”, asegura Paco. Y agrega: “La adopción te saca de todo eso y llega un momento en que te parece que el vínculo no se va a dar, que es traído de los pelos, que vas a fracasar, como en la película Familia al instante. Pero con el tiempo, pasa. Hoy hace cinco años que soy padre y es muy fuerte”.
“No sabíamos absolutamente nada del proceso”
Ni Paco ni Alicia buscan romantizar la adopción. Dicen que no fue ni es un camino color de rosas. En el Instagram @familiaporadopcion, ella recoge fragmentos de su vida cotidiana como madre de seis hijos. Episodios, cartas y frases que, en poco caracteres, resumen parte de los desafíos, miedos, mitos y prejuicios (propios y ajenos), que tuvieron que ir sorteando: desde el temor “a la historia previa de los chicos” hasta el preguntarse si, habiendo llegado a sus vidas siendo “grandes”, llegarían a quererlos como mamá y papá.
Alicia es española (de Barcelona) y Paco argentino (de Mar del Plata). Se conocieron gracias a que la hermana mayor de ella se puso en pareja (y luego se casó) con un hermano de él. Al principio, empezaron su noviazgo a la distancia, hasta que finalmente Alicia se instaló en Mar del Plata. Ella estudió diseño de indumentaria y durante un tiempo hizo ropa para chicos. Paco trabaja en el rubro de la construcción.
Cuando se casaron, Alicia tenía 20 y Paco 32. Al tiempo, empezaron a proyectar la idea de convertirse en padres, pero el embarazo que tanto esperaban, no llegaba. Cinco años después, fueron a un juzgado para iniciar los trámites de inscripción en el registro de adopción.
“No sabíamos nada sobre cómo era el proceso y nos encontramos con una planilla en la que teníamos que responder preguntas. Nos asustamos porque debíamos decidir, como si fuera el menú de un restaurante, si queríamos hermanos, de qué edades, con enfermedades o no. Nos sentimos abrumados, pero dijimos un poco que sí a todo, porque pensamos: ‘Si tuviéramos hijos de forma biológica, no estaríamos decidiendo eso’”, recuerda Alicia.
Después, solo quedaba esperar. Por sugerencia del secretario del juzgado, empezaron terapia con una psicóloga para hablar de sus decisión y prepararse. “Nos ayudó mucho, porque cuando llegó el momento en que nos llamaron, no dudamos nada: fue un sí rotundo”, cuenta Alicia.
En ese llamado que llegó mucho más rápido de lo esperado, les dieron pocos datos sobre los hermanitos. Aunque Alicia y Paco estaban muy seguros de su decisión, también se dispararon algunos temores: “Pensábamos: ‘¿Podremos con los tres?’ ‘¿Nos querrán?’ Porque el miedo al rechazo estaba. También nos daba miedo su historia: que estuvieron demasiado lastimados para recomponerse”, detalla Alicia. Con el tiempo, todos esos temores fueron quedando atrás.
La primera vez que se vieron con Clara, Lucila y Ezequiel no fue “para nada romántica”, como se reconstruye en algunas historias vinculadas a la adopción. Los chicos tenían cara de pánico y, para descontracturar, el matrimonio les dibujó su casa en una hoja y les habló de Alambre, su perro, que fue un buen enganche.
Alicia y Paco se fueron con la certeza de que habían pasado la primera prueba de fuego, conocerse, y de que estaban empezando a transitar el camino correcto. Los chicos los despidieron detrás de la reja del hogar y la imagen de ese día quedó inmortalizada en una foto que años después su mamá compartió en Instagram.
Después vino la vinculación, el pasarlos a buscarlos dos veces por semana por el hogar para ir a una plaza o a un café, los primeros fines de semana en que se quedaron a dormir y, al poco tiempo, la convivencia definitiva y el caos de pasar de ser una pareja a una familia con tres niños.
“Siempre escucho que muchas familias hablan de una luna de miel al principio de la adopción. En nuestro caso, no hubo nada de eso: los tres fueron muy sinceros desde el principio y son muy, muy, movidos. Durante los primeros seis meses me quedaba dormida sentada a la hora de cenar: estaba agotada física y emocionalmente”, admite Alicia.
Pero, además, estaban los desafíos propios de cada uno: “A Clara, la mayor, había que sacarla de ese rol de madre que había asumido, protector de sus hermanitos, para ponerme yo en ese lugar y que supiera que ahora había una figura de cuidado que iba a estar siempre. Además, los tres tenían cierta desconfianza hacia los adultos. Eso fue algo que se fue desvaneciendo cuando se sintieron seguros. Poco a poco se dejaron abrazar”.
Aceptar es para la madre una palabra clave. Empezando por la historia de los chicos. “Con el tiempo entendimos que no es que lo que vivieron desaparece y nunca más van a tocar el tema: forma parte de su historia y los va a acompañar durante toda su vida −reflexiona Alicia−. A medida que Clara fue creciendo, se la fuimos contando de acuerdo a su edad, como si fuera un cuentito, que luego ella le transmitió a los más chiquitos. Y ese miedo que tuvimos con ella al principio, porque la notábamos muy lastimada, ya no está,. Se la ve feliz y sabe que esta familia es un puntal seguro”.
“Gracias por adoptarnos”
A diferencia de la primera vez en que se anotaron para adoptar, en la segunda Alicia y Paco sí vivieron la espera con ansiedad. Un número desconocido, una llamada perdida, era un sacudón. En septiembre del año pasado hicieron los trámites y a partir de diciembre el teléfono no paró de sonar. A fines de febrero, conocieron a C, R y M.
La vinculación tuvo grandes desafíos porque los chicos estaban en un pueblo a dos horas de Mar del Plata y, durante los primeros encuentros, el matrimonio no podía ir junto a Lucila, Clara y Ezequiel, lo que implicó hacer malabares con la logística cotidiana.
Cuatro meses después de que C, R y M se sumaran a la familia, en una reunión online con el juzgado, C terminó el zoom diciendo: “Gracias a Dios que me tocó una familia”. Alicia, quien reconstruyó ese momento en uno posteo, cuenta: “Con gran acierto, el juez le explicó que tener una familia es un derecho y que ellos lucharon mucho para tener una”.
Paco dice que, aunque ya había pasado por la experiencia de la adopción, el temor a que C, R y M no los quisieran, también estaba latente: “Esa duda se me fue rápidamente porque ellos querían, desde el primer día, una mamá, papá y hermanos: no tenían la menor duda. El mayor desafío para mí es lograr que entiendan lo que es una familia, porque prácticamente nunca tuvieron una”.
Y le saca peso a ese momento que suele idealizarse: la primera vez en que los chicos los llamaron “mamá” y “papá”. “Al principio, C, M y R lo repetían como loros, sin el peso real de la palabra. Creo que hoy están empezando a entenderlo”, reflexiona Paco.
Alicia agrega que la construcción del vínculo se vive como algo “silencioso”. “A veces pensás que todo es un despelote, que algo podría haber sido mejor, y que nunca es suficiente lo que das. Pero de repente, no te diste cuenta y decís: ‘Son mis hijos, no hay vuelta atrás’. Ese camino que hiciste, divertido por momentos y tortuoso por otro, hace que un día pienses: ‘Ya está, lo logramos’”.
Más información
- Aquí podes encontrar las preguntas frecuentes y los pasos a seguir si estás interesado en inscribirte en un registro de postulantes a guarda adoptiva. Además, en la web del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos hay una guía sobre la adopción en la Argentina, servicios en línea y se realizan charlas informativas de forma mensual. Por otro lado, en este link podés conocer el listado de los registros de cada jurisdicción para saber cuál es el que te corresponde.
- Para conocer otras formas de involucrarte con las chicas y los chicos que viven en hogares, hacé click aquí.
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