Paola y Alejandro son papás de Tomás y Max; en el camino de convertirse en familia desarmaron muchos mitos; ella integra un grupo en Twitter que con el hashtag #AdoptenNiñesGrandes se propone contar historias reales de adopción
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Se enteró de que iba a ser mamá por SMS. Estaba trabajando en un lugar sin señal y a su celular no entraban las llamadas ni las notificaciones de WhatsApp, pero sí llegó aquel mensaje de texto que esperaba desde hacía tres años. Cuando lo abrió, se fue corriendo a llorar al baño. “Era de Alejandro. Lo habían llamado de un juzgado para decirle que estaban buscando una familia para un nene de siete años y que querían entrevistarnos. Ese nene era Tomás, mi hijo”, recuerda hoy Paola Muscente (52), que es licenciada en nutrición y vive con su familia en un PH en Caballito. Alejandro Montiel, su esposo, tiene 58 y es psicólogo.
El matrimonio se había preparado mucho para la llegada de ese hijo, leyendo y yendo a grupos. La suya había sido lo que se llama una “espera activa”. Pero igual tenían prejuicios sobre la adopción, ideas que se irían desarmando con el tiempo, a medida que fueron transitando ese camino muchas veces empedrado que implica ser familia.
La primera vez que vieron a Tomás fue un miércoles de 2013. No era un bebé. Estaba por cumplir los ocho años y desde hacía dos vivía en un hogar. Había llegado allí como el resto de las chicas y los chicos que son separados de sus familias de origen: con todos sus derechos vulnerados. Por su parte, los Montiel habían perdido seis embarazados y atravesado varios tratamientos fallidos de fertilización. “Fue muy emocionante cuando recibimos ese llamado, porque pensábamos que no iba a llegar nunca”, dice Paola conmovida.
Hoy Tomás tiene 16 y desde hace ocho años son una familia. Pero, además, en 2017, Paola y Alejandro se anotaron nuevamente en el registro de postulantes a guarda adoptiva de la ciudad de Buenos Aires. En plena pandemia, hace un año y medio, les llegó un mail con una búsqueda para un niño que estaba por cumplir los 10. Era Max.
Ya padres de un adolescente, volvieron a elegir la adopción de un chico cuya edad estaba muy por encima de las expectativas de la inmensa mayoría de los postulantes a guarda adoptiva: en la Argentina casi el 90% de las parejas y personas se anotan para niños de hasta 3 años, mientras que solo el 6% aceptaría a chicos de 10.
Construir el vínculo
Desde el comienzo de su relación, Paola y Alejandro empezaron a proyectar la idea de ser padres juntos. “Los primeros cuatro años quedé seis veces embarazada de forma natural, pero ninguno llegó a término. Después intentamos tratamientos con gametas donadas, pero no funcionaron. Alejandro fue el que me planteó primero la posibilidad de adoptar, pero yo no estaba preparada, estaba llena de prejuicios”, recuerda Paola.
Finalmente, en 2010 y después de pensarlo mucho, se anotaron en el registro de postulantes a guarda adoptiva para dos niños de hasta cinco años que podían tener enfermedades crónicas tratables. Mientras tanto, se sumaron a un foro de adopción. Pasaba el tiempo y, como no los llamaban, decidieron que, así como ellos seguían cumpliendo años, debían aumentar también la edad de los niños que estaban dispuesto a ahijar, y la subieron a 7.
En 2013 llegó aquel SMS que Paola leyó en el trabajo. Se presentaron al juzgado y les contaron sobre Tomás. “Nos propusieron que nos fuéramos a tomar un café y que les diéramos una respuesta. Les dijimos: ‘No es necesario. Ya tomamos muchos cafés en estos tres años. Queremos seguir adelante’. Pero todavía tenían que entrevistar a tres o cuatro familias”, cuenta Paola.
A los 10 días les avisaron que ellos eran los elegidos. La vinculación duró un mes y medio. Les dieron la guarda un 18 de diciembre, un día antes de que Tomás cumpliera 8 años. “Cuando le dijimos: ‘No tenés que volver más al hogar’, él respondió: ‘Ahora me llaman Montiel y soy de Racing, como mi papá’. A mi marido no le daban las patas y se fue a comprar las camisetas. Tenemos la foto de ese día”, cuenta Paola con emoción.
Construir el vínculo, aclara la madre, no fue fácil ni de un día para el otro. Llevó mucho tiempo, paciencia y, sobre todo, presencia. “La etapa de vinculación, que es cuando empezás a conocerte, es como la luna de miel: estamos todos enamorados. El problema es cuando empieza la vida misma y todavía no está construido el vínculo. El comportamiento de Tomás era probarnos continuamente a ver si estábamos dispuestos a quedarnos con él. Nosotros siempre le explicamos que los hijos no se devuelven, ¿pero qué seguridad podía tener él si todos los adultos que habían estado a su alrededor lo habían decepcionado siempre?”, reflexiona Paola.
A Max, su hijo más chico, lo conocieron el 25 de enero de 2021. Dicen que esa vez estaban mucho más preparados para lo que se vendría, aunque al principio todo fue “muy difícil”. “Pero nosotros ya teníamos cancha y sabíamos que el amor no era de un día para el otro, que los chicos vienen con muchos miedos”, dice Paola. Y los adultos también los tienen. Alejandro, asegura: “Mi mayor temor era que no pudiéramos reparar el daño que ellos sufrieron, que no tuviéramos los recursos o estuviéramos a la altura. Pero el camino se hace andándolo”.
Para el matrimonio, es clave comprender que no hay un derecho a ser padres, sino que lo que busca la adopción es garantizar el derecho que tienen todas las chicas y los chicos a vivir en una familia. Y es que, en general, se habla mucho de la espera de los adultos y no de la de las niñas, niños y adolescentes que pasan gran parte de su infancia esperando en los hogares. Tomás, por ejemplo, cuenta que vivió esos dos años con muchas ansias: “Quería tener ya una familia porque no me gustaba estar en el hogar, pasé cosas muy fuertes. Al final, la familia con la que sonaba, llegó”, dice el adolescente.
El proceso de Max fue similar. En su caso, estuvo cuatro años en una institución: “Yo esperaba una familia pero, como tardaba mucho, a veces me ponía algo ansioso”. Cuando se le pregunta si hoy tiene los papás que siempre soñó, responde: “Sí. Creí que la familia iba a ser como... Cuando yo era chiquito había una casa donde me pegaban y eso, y creí que iba a ser así, pero no. Para mí lo más lindo de tener una familia es que te quieran y te ayuden”.
Tomás y Max se miran con complicidad de hermanos. Dicen que no se pelean nunca y que les gusta pasar tiempo juntos. El mayor, asegura: “La verdad, no me esperaba tener un hermanito, pero me puso muy feliz tener con quién jugar y compartir cosas”.
Con otra mirada
Paola subraya que hay muchos mitos en torno a la adopción de los chicos considerados “grandes”. Y cuenta: “Yo también los tenía. Cuando Tomás estaba vinculado con nosotros, sentía miedo de que nunca me quisiera, de que yo no fuera lo suficientemente buena para él. También de que cumpliera los 18 años y buscara irse con sus padres biológicos, como si un bebé no tuviese una historia y el día de mañana no pudiera también querer conocer sus orígenes. Esos temores los tuve durante los primeros tiempos porque no había información sobre este tema”.
También cargaba la pena de no haber estado junto a Tomás durante sus primeros años. Temía que haberse perdido la caída de su primer diente, su primer día de clases, su cumpleaños número uno, crease una especie de brecha insalvable entre ellos. “Después entendimos que siempre hay primeras veces para compartir juntos. Max fue por primera vez a la calesita este año, por ejemplo. Aunque hablemos de niños ‘grandes’, en realidad no lo son: son niños”, asegura Paola.
En ese sentido, considera que otro desafío de la adopción es que “hay que hacerse cargo de que hay una parte de la historia de tu hijo en que no estuviste y que por eso no dejás de ser la madre o el padre”. Tomás tardó en llamarla mamá (ahora le dice que es la mejor del mundo) y al principio no dejaba que lo abrazara. En ese sentido, Paola, detalla: “Él me alejaba y yo pensaba que nunca iba a llegar el abrazo. Hasta que un día me abrazó y ahí supe que se sentía seguro”.
También recuerda cómo su hijo mayor llegó “haciéndose el canchero, el que se llevaba el mundo por delante”. Pero, al poco tiempo, dio un vuelco: “Lo terminé acunando, literalmente, como si fuera un bebé, cantándole canciones de María Elena Walsh. Muchas veces se piensa que con los chicos grandes no se va a poder compartir este tipo de cosas, pero es todo lo contrario. Con nosotros, Tomás se permitió volver a ser niño y a Max le pasó lo mismo”.
Dice que el sentido profundo de la adopción se vincula, en buena parte, con eso: “De a poco se van cayendo como las capas de una cebolla y empieza a aparecer el niño. Empieza esa niñez que le fue robada cuando le fueron vulnerados sus derechos”.
Derribar prejuicios en las redes
A mediados de este año, Paola (@SraPailot) escribió un primer hilo en Twitter con la idea de compartir su experiencia de ser familia por adopción de una manera cruda y lejos de la ficción. Fue como tirar una botella al mar que rápidamente otros recogieron. Madres y padres se fueron sumando: ellos también habían ahijado a preadolescentes, adolescentes, grupos de hermanos, chicas y chicos con discapacidad o alguna problemática de salud. “Nosotros no tuvimos la posibilidad de compartir con pares que hubiesen transitando una adopción de un niño que no fuera un bebé. Creo que eso hubiese hecho las cosas mucho más fáciles”, reflexiona Paola.
Así, en julio nació al hashtag #AdoptenNiñesGrandes. El grupo inicial fue creciendo, sus posteos se hicieron virales y lograron un alcance que sus impulsores no habían previsto. @LeoBNok, @aciampagna, @lamatancera, @gabyponceok, @diegomonrroy, @Casiraul, @niunSiniunNo son algunos de los usuarios que, cada viernes, comparten sus recorridos como familias por adopción.
La adopción tiene un plus, pero si #pibe2 toma mi mano y la acaricia dp de estar enojados, ese plus vale la pena. Los hijos no se devuelven, tuvo que escuchar de parte de su hermano, mientras le contaba que también le costó la adaptación cuando llegó a casa. #AdoptenNiñesGrandes pic.twitter.com/tTP0kUhbdE
— Crocs con medias. (@SraPailot) August 13, 2022
“No digo que la adopción sea para todos, pero sí me gustaría que nos lean para que puedan empaparse de lo que implica formar realmente una familia de esta forma, y quienes tengan dudas o deseos de adoptar, conozcan historias de gente que ya pasó ese camino”, dice Paola.
Se definen como “un colectivo que milita la adopción de niños grandes” que, según explican, “son los chicos reales que están con el estado de adaptabilidad declarado, esperando una familia en los hogares”. Paola, asegura: “Nos gustaría que los postulantes a guarda evalúen la posibilidad de ampliar su disponibilidad, pero preparándose realmente para ahijar a esos chicos, porque son niños que han sufrido mucho y ese sufrimiento hay que abrazarlo y poder soportarlo como padres”.
Paola, concluye: “Queremos que los compañeros de nuestros hijos que están en los hogares puedan tener la oportunidad que tuvieron ellos. La adopción les permite recuperar la infancia y cambiar su futuro. Y eso es lo que estamos militando al contar nuestras historias en redes sociales. Ni más, ni menos”, concluye Paola.
El nombre de Max fue cambiado en esta nota para preservar su identidad, dado que aún la familia está esperando la sentencia definitiva de adopción, que llegará próximamente.
Más información
- Generar conciencia: en el Día de las Infancias se lanzó “La espera más ansiada”, una campaña que el Consejo Publicitario Argentino y la asociación civil Doncel desarrollaron para visibilizar la realidad de niños, niñas y adolescentes mayores de seis años que esperan durante mucho tiempo ser adoptados. Haciendo click aquí se podrán encontrar testimonios, links de interés, convocatorias públicas y más información sobre la temática.
- Charla informativa. El próximo jueves 1 de septiembre a las 19, se realizará la charla virtual “Todo sobre adopción de niños y niñas ‘más grandes’“, con la participación de Fabiana Isa (psicóloga y coordinadora del Programa de Adopción UBA), Marcelo Molina (juez de la Cámara Civil y Comercial de Rosario y responsable del proyecto “El tiempito”) y los testimonios de Sergio Verón, papá por adopción de Ariadna (13) y Cristal (11) y Paola Muscente, mamá por adopción de Tomás (16) y Max (11). Modera: Mariana Incarnato, psicóloga y fundadora de Doncel. Para participar, ingresar aquí.
- #AdoptenNiñesGrandes: Todos los viernes, con este hashtag pueden encontrarse en Twitter historias de familias por adopción.
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