Adicta al celular. Encontró la solución al problema cuando compró el segundo
Hace dos años empecé a notar que no me podía desconectar del mundo y del trabajo estando en casa porque no lograba soltar el celular. Soy comunicadora y trabajo de coach espiritual, así que me era fácil pensar que era porque mi trabajo implica estar al servicio de otros, y eso hacía que yo tuviera muy a mano la excusa "no puedo dejar el celular porque me necesitan". Sí, sé que suena un poco egocéntrico el tema de pensar que "me necesitan", pero quiero hablarte con el corazón, y para hacer eso necesito contarte la verdad de la milanesa.
El tema es así de simple: descubrí que soy adicta al celular porque cuando lo tengo conmigo no puedo dejar de dedicarle toda mi atención, no puedo dejar de mirarlo. Por momentos la adicción viene por el lado de querer tener el laburo al día respondiendo todos los mails, whatsapps y 1000 mensajes de Instagram lo antes posible. Pero luego me doy cuenta que, aún cuando no tengo pendientes laborales, sigo mirando mi teléfono y desconectándome de mi misma y de mi entorno.
Me convierto en un ente que no está ni acá ni allá, y que piensa en algo que está pasando a través de una pantalla en lugar de conectarse con lo que sí está pasando frente a sus narices.
Me convierto en la madre que mira el teléfono en lugar de a su hijo, y que le dice "esperá que termino esto y ya estoy" y después no está nunca porque siempre entra un nuevo mensaje a contestar o aparece un posteo interesante para ver.
¿Te suena esto que me pasa? ¿Te pasó alguna vez? ¿Sentís se te pasa la vida mientras likeas en Instagram o contestas los miles de chats de whatsapp?
Mi historia va mejorando, o al menos así lo siento yo, porque encontré un método que me está ayudando mucho. Y lo quiero contar, porque quizás te sirva a vos también.
Cuando noté todo esto que estoy contando tomé una decisión clave: primero aceptar que soy adicta al celular. Fue el primer y completamente necesario gran paso, aceptar y hacerme cargo de lo que me pasa. Esto implicó hacer el esfuerzo por no avergonzarme de formar parte de un porcentaje inmenso de la sociedad actual que no puede dejar pasar 10 minutos sin mirar su celular.
Con la aceptación vinieron miles de intentos (en mi caso frustrados) de usarlo cada vez menos. Probaba dejarlo en modo avión cuando llegaba a casa, apagarlo, dejarlo en mi cuarto e intentar quedarme en la cocina o jugando con mis hijos. Todo me funcionaba por muy poco tiempo, porque al rato entraba la ansiedad o la idea de que "quizás alguien me necesitaba o se quería comunicar conmigo", ni te cuento si alguno de mis hijos estaba afuera de casa, se volvía imposible dejar lejos el teléfono porque pensaba que quizás le podía pasar algo y no me iba a enterar jamás.
Empecé a estar más atenta a lo que me pasaba cuando estaba y cuando no estaba con mi celular cerca, y noté que había una diferencia enorme entre el uso netamente necesario del celular y la parte ya más adictiva y, en mi caso obsesiva, con tener al día el trabajo.
Ahí surgió la idea de sumar un segundo celular a mi vida. Si, seguro estás pensando "¡Otro celular! ¡Esta chica se volvió loca!". Bueno, esta vuelta creo no me volví tan loca, porque el segundo celular cumple con el uso netamente necesario para coexistir en el siglo 21 pero no me da posibilidad alguna de entrar en la adicción.
Cómo me funciona la idea del "celular de paz":
- Lo uso en un horario en el que elijo empezar a conectarme 100% conmigo y con mi familia. En mi caso a partir de las 18 y hasta las 6.30 del día siguiente. A esa hora apago del todo (no modo avión porque me tiento) mi celular de siempre y prendo mi "celular de paz" para estar conectada pero no "embobada"
- Tiene todos mis contactos grabados, por ende puedo comunicarme con quien quiera en caso de necesitarlo
- Todos mis contactos cercanos saben de su existencia, y cuando se quieren comunicar conmigo y ven que no estoy online me escriben al "celular de paz". Lo bueno es que lo hacen solo si es urgente, y ¿sabes qué? Casi nunca lo es, así que nadie me escribe y así durante esas horas soy libre
- Tiene whatsapp, pero al tratarse de un número distinto al mío, no tengo ningún grupo de whatsapp (chau chats de mamis, papis, fútbol del hijo mayor, rugby del menor, comida de facultad, clase de gimnasia… o lo que sea). ¡Chau chats por varias horas al día!
- Tiene Waze, así que me encargo de no perderme por la vida cada vez que salgo de casa
- No tiene mails, por ende el laburo tiene que esperar cuando estoy con el "teléfono de paz"
- No tiene ninguna red social, así que la ansiedad no tiene más que bajar porque no hay dónde mirar
- Cuando lo cuento muchos me preguntan por tema precios. Yo usé un celular viejo que tenía en casa y la realidad es que un celular así no tiene mucho costo mensual porque casi no necesitas datos y hay planes muy baratos para esos casos
Ojalá en base a mi historia puedas crear tu propia idea para no estar tan adicto a tu celular. Es hora todos volvamos a mirarnos más a los ojos y no tanto a las pantallas.
Cecilia Carena