“Acá volvimos a ser chicos”: cómo funciona la innovadora propuesta donde miles de niños y adolescentes se recuperan de las adicciones
Ubicados en barrios populares, los Hogares de Cristo son 220 a lo largo y ancho de la Argentina; tienen un abordaje comunitario e integral que se centra en un acompañamiento “cuerpo a cuerpo”; ante la baja en la edad de los consumos problemáticos, cada vez se están generando más espacios destinados a niñeces
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Tobías (16), Alejandro (15) y Gino (15) tienden la ropa al sol. La temperatura es insólita para ser invierno y los tres están de manga corta. Cuando se les pregunta cómo llegaron a ese patio que hoy los reúne, se ponen serios. Tobías tenía 8 años cuando se fue de su casa en González Catán y 11 cuando empezó a consumir drogas. Entró y salió de hogares y vivió en situación de calle. Ale (es de Esteban Echeverría) y Gino (de José C. Paz) no pasaron por el consumo, pero conocen la problemática de cerca: vienen de familias arrasadas por esa problemática y, al igual que Tobías, sufrieron todo tipo de violencias.
“Acá digamos que recuperamos la infancia”, aventura Ale tras un silencio. Los demás, asienten. Cuentan que volvieron a la escuela, que se fueron de vacaciones y conocieron el mar, que hacen talleres y deportes, que sueñan con un futuro. “Yo voy a clases de música: hago piano, guitarra y canto. ¿Qué me iba a imaginar de chiquito que iba a poder hacer todo esto? Ni loco”, asegura Gino.
El espacio donde pudieron volver a ser chicos, como resume Ale, es el hogar para adolescentes varones Virgen de Itatí, que depende de la parroquia San José de San Justo, en La Matanza. Forma parte de la Familia Grande del Hogar de Cristo, la monumental obra de la Iglesia Católica que cumplió 15 años y suma 220 dispositivos en barrios populares de todo el país. Trabajan en la prevención y el acompañamiento de niñas, niños, adolescentes y adultos atravesados por las adicciones y otras problemáticas con un abordaje comunitario e integral basado en la tríada “colegio-capilla-club”.
El Hogar de Cristo de La Matanza es de una magnitud imposible de apretar en un párrafo. La parroquia San José abarca desde los monoblocks de La Tablada, hasta las villas Villegas, 17 de Marzo, Puerta de Hierro y San Petersburgo. Tiene más de 30 casas de adultos, tres granjas, jardín de infantes, escuelas de oficios, dos hogares de adolescentes, entre otros. Algunos espacios funcionan como centros de día y otros, como el Virgen de Itatí, son hogares convivenciales. “Acá los chicos hacen lo que perdieron a causa del consumo propio o de sus padres. Se levantan a la mañana, desayunan, van a la escuela, los llevamos al médico, todo lo que hace una mamá o un papá. Acá lo recuperan: esta es su familia”, resume Cristian “Chapu” Gianera, su coordinador.
Virgen de Itatí es para adolescentes, pero también recibe a niños (el más chico tiene 10 años). En total son 27: los pequeños son hijos o hermanos de personas en consumo. “No conozco a ningún adicto que haya tenido una infancia feliz. Ni a uno. Nadie”, asegura Chapu. “Trabajamos con la idea de que el consumo en sí es consecuencia de lo que te pasó. Y lo primero, es ponerlo en palabras, porque la palabra adicción viene justamente de callar”. En esa línea, Betina Silva, técnica en trabajo social, agrega: “Muchos se acercan a los hogares por un abrazo, en realidad. Esa es la característica de estos lugares”.
Los “acompañantes pares” cumplen un rol clave: son adultos que pasaron por las mismas realidades que los chicos. “Somos el testimonio vivo de que se puede salir”, dice Chapu, que representa esa figura. Otro de ellos es Eliot, que esa tarde juega a las cartas con varios de los chicos. Las “madrazas”, como Ana, que se acerca para compartir el mate, también son fundamentales: mujeres del barrio que ayudan con todas las tareas de la casa, con dedicación y amor de familia.
“Entendemos que hay una sociedad que propone el individualismo como una fórmula que lleva a problemáticas como el consumo: es el no reconocer al otro, y todos de alguna forma somos parte de eso. Por eso hablamos de una salida comunitaria que no busca echar culpas sino invitar a la reflexión de todas las personas. Dar amor al que no lo tuvo en toda su vida”, afirma Gustavo García, que trabaja en el área de comunicación de la parroquia San José.
En el espacio del comedor de Virgen de Itatí, los adolescentes están pintando un mural. Se ve un colectivo cargado de pibes. “Chapuneta”, tiene escrito en el frente, en honor a Chapu. Algunos de los chicos están con instrumentos musicales, otros con mochilas o pelotas. En la pintura, los espera una mesa servida: representa el compartir, la hermandad.
“Hay que anclarlos a la vida”
La entrada al Hogar de Cristo de la villa 31 de Retiro es luminosa y una escalera lleva al primer piso. En la planta baja, funciona el hogar de adultos, que se llama Padre Mugica. En la superior, el de niñas, niños y adolescentes, que es el Madre Teresa. Este último funciona de 9 a 18: además de poder recibir comida casera, darse una ducha caliente o cambiarse la ropa, hay un abanico de talleres y actividades, como deporte, espiritualidad, recreación, apoyo escolar y percusión.
Son las 14 y tres adolescentes acaban de almorzar: Emanuel (17), Ayelén (16) y Jaqueline (17). Están acompañados de dos operadoras, Valeria y Trinidad. Al equipo también lo integran Eva, una psicóloga, entre otros profesionales y colaboradores. Desde la cocina, un espacio amplio donde hacen cursos de panadería, llega el olor de la pastafrola recién horneada.
Mariana López es la directora de ambos hogares, el Padre Mugica y el Madre Teresa, que dependen de la parroquia Cristo Obrero. El de niños nació hace siete años a partir de una necesidad concreta: la cantidad de chicas y chicos en situación de calle y con problemáticas de adicciones que se acercaban al espacio de adultos. El objetivo era crear una propuesta específica para ellos. Hoy asisten entre 20 y 25 niñas, niños y adolescentes, número que varía según el día. El más pequeño, tiene 7 años.
“Lo interesante de este proyecto es que no es algo estándar, sino que se busca romper modelos para ser realmente útil, porque hay otros que ves que no funcionan: si no, no habría tantos chicos en situación de calle. Somos un lugar de puertas abiertas, que invita a los chicos a anclarse y quedarse”, reflexiona Mariana.
No hay recetas ni fórmulas matemáticas: cada caso es único y la dedicación de todo el equipo es plena. Más que una profesión o un trabajo, es una forma de vida. “Recibimos la vida de los chicos como viene. Al principio, no les preguntamos ni el nombre: los dejamos que estén tranquilos, que prendan la tele, que puedan dormir o bañarse. Poco a poco, los vamos invitando a la charla, a la palabra. A medida que empiezan a tener esa confianza y que les vamos ofreciendo este clima de hogar, se van abriendo”, detalla su directora.
Emanuel (17) llegó a Madre Teresa hace cuatro meses, con la idea de retomar la escuela y “recuperar” su vida. A los 12, cuando empezó a consumir, se fue de su casa. “Entendí que si quiero cambiar, antes tengo que mejorar yo, mental y físicamente. Lo bueno lleva tiempo”, asegura. Hoy está en el secundario. Ayelén (16), que está embarazada de 9 meses, y Jaqui (17) saben bien de lo que habla: ellas también estuvieron en situación de calle. Ambas participan de talleres y estudian: “Acá nos recibieron con los brazos abiertos, como si nos conocieran: ‘Vení, sentate, tomate un mate cocido, ¿te querés bañar?’. A partir de ahí no dejamos de venir”, cuenta Aye.
“Son pibes: no importa qué los trajo hasta acá”
Si seis años atrás le hubiese dicho a Lucas (21) cómo sería su vida hoy, no lo hubiese creído. A los 15 vivía en situación de calle y estaba atravesado por el consumo cuando una tarde se acercó a una esquina de Lomas de Zamora donde un grupo de voluntarios repartía comida. Allí estaba Gabriela Salisio, directora de la asociación civil No seas pavote, que forma parte de Hogares de Cristo, y se fue construyendo un vínculo que poco a poco terminó de consolidarse.
Hoy el joven vive en Nuestra Señora de Luján, uno de los hogares de No seas Pavote en Villa Centenario, Lomas de Zamora. Es para adolescentes y abrió sus puertas hace siete meses. Algunos, como él, pasaron por problemáticas de consumo. El resto, viene de familias cruzadas por las adicciones. Actualmente allí viven, además de Lucas, Blas (20); Leonela (16), que es mamá de Marquitos (4); Antonella (14); Marina (16); Lena (19) y Leo (14).
Esa tarde, los chicos van volviendo de la escuela y otras actividades. Los esperan Federico Lauría, que es psicólogo; Silvia Palavecino e Ismael Fernández, ambos operadores. No seas Pavote nació hace 14 años y, entre otros espacios, actualmente cuenta con Tinku, un centro barrial de día y pernocte; Teresita, una casa para mujeres y sus hijos pequeños; Guadalupe, un hogar de niñas y niños; Magdalena, un centro para mujeres trans; y una quinta en Merlo donde hacen tareas de prevención con deportivas y recreativas.
Lucas está trabajando como acompañante en el hogar de los más pequeños: “Me ves así, de buzo y gorrito, porque me levanté a las 6 de la mañana para repartir juguetes para el Día del Niño en un flete. Pero ayer estaba de jean y camisa. A veces la gente como te ve, te juzga, pero yo sé que eso no siempre es verdad”.
Sobre Virgen de Luján, Gabriel cuenta: “Para nosotros son pibes, no importa qué los trajo hasta acá, sino que miramos para adelante. ¿Qué esperamos para ellos? Que sean felices. Esta es su familia”. La demanda que tienen de ingresos al hogar es “altísima”. “Vemos muchas problemáticas de autolesiones e ideas de suicidio: el coqueteo con la muerte es constante. A veces está relacionado con el consumo y a veces no, pero siempre está relacionado con la falta de amor permanente en la vida”, asegura su directora.
Ese es el caso de Marina. Tiene 16 años y antes de llegar a Virgen de Luján estuvo un mes y medio internada en un hospital general, en el área de salud mental, a la espera de una vacante en un hogar. “Me llevaron a conocer uno pero cuando dije que tenía problemas de crisis de ansiedad y angustia, me rechazaron. Hasta que vine acá y Gabi me aceptó. Me preguntó qué día quería venir y vine”, cuenta la adolescente.
Su mamá dejó la casa familiar cuando tenía 3 años: tenía VIH, sufría adicciones y murió cuando Marina tenía 5. Ella se fue a vivir con su abuela, con quienes llegaron a estar en situación de calle, y luego, paso “de la casa de una tía a lo de la otra”. “Llegó un momento que me cansé de toda la violencia y los abusos que sufría y me fui a vivir sola”, cuenta. Tenía 15 años.
“Yo no tuve problemas con las drogas pero mis hermanos más grandes, sí. Crecimos todos separados y no tenemos vínculo. Me hubiese gustado que mi mamá al menos hubiese tomado los medicamentos, porque sé que si lo hubiese hecho ahora estaría con nosotros”, asegura la adolescente. Hoy está en 5to del secundario y después le gustaría ir a la universidad: “Desde muy chica me gusta la criminalistica, pero estaba pensado en cambiarla por ingeniería aeronaval. Igual, primero quiero estudiar maestra en artes visuales”.
En las paredes de su habitación, Marina pintó varios dibujos y frases. “Haz lo que sientas, no estamos aquí para siempre”. “You don’t have to be perfect to be amazing” (“No tienes que ser perfecto para ser maravilloso”). “C´est la fucking vie” (“Es la puta vida”). Y un mensaje esperanzador: “Tropieza, pero siempre levantáte y sigue”. La frase se parece a la que solía repetir siempre Enrique Angelelli, el obispo que el hogar eligió como su patrono: “Hay que seguir andando, nomás”.
*Los nombres de las niñas, niños y adolescentes entrevistados para esta nota, fueron cambiados para preservar su identidad.
Cómo colaborar
- Hogar Madre Teresa (villa 31, CABA): Necesitan ropa en buen estado para los adolescentes, jóvenes y adultos varones (abrigos, ropa interior, remeras, pantalones) que asisten tanto al Hogar Madre Teresa (para menores de 17 años) al Padre Mugica (para mayores). Reciben donaciones en dinero: el alias es FILA.PIE.ALA (razón social: parroquia Cristo Obrero). Para consultas, se le puede escribir al Padre Nacho a nacho_bagattini@hotmail.com.
- Hogar Virgen de Luján (villa Centenario, Lomas de Zamora): Su principal necesidad son zapatillas nuevas y equipos electrónicos como computadoras y auriculares para los chicos. Además, precisan un lavarropas nuevo. Para más información, se puede contactar por WhatsApp a Gabriela al 11 3050-0509 o a Mariana al 11 5841-3383. Además, se reciben donaciones en la cuenta corriente 191-049-007027/5 CBU: 1910049055004900702750. La web es noseaspavote.org.ar y el Instagram es @humanizarlacalle. Facebook: noseaspavote Para más información, se puede contactar por WhatsApp a Gabriela al 11 3050-0509 o a Mariana al 11 5841-3383.
- Hogar Virgen Itatí (San Justo, La Matanza): Reciben donaciones de útiles escolares, ropa, zapatillas, artículos de limpieza y para el aseo personal, entre otros. Para más información, se puede contactar por WhatsApp a Gustavo al 11 5151-5623. Además, se puede aportar en dinero al CBU 19101400-55014001371564. Número de cuenta: 191-140-013715/6. Titular: PARROQUIA SAN JOSE. La web de la parroquia San José es lavozdesanjose.com.ar. Instagram: @lavozdesanjoseok. Facebook: ParroquiaSanJoseOK. Para más información, se puede contactar por WhatsApp a Gustavo al 11 5151-5623.