Si algo expuso el aislamiento social obligatorio es que para muchos niños, niñas y adolescentes su casa no es el lugar más seguro. "El incremento de las denuncias tiene que ver con un agravamiento de las situaciones de violencia que están viviendo las infancias en el marco del confinamiento", alerta Paula Wachter, fundadora y directora de Red por la Infancia, para quien en este momento hay que tomar real conciencia de la magnitud del problema, involucrase y denunciar ante una sospecha.
"No es un hecho privado, nos tenemos que correr del paradigma de que los padres pueden golpear a sus hijos o hacer con ellos lo que quieran porque son de su propiedad", afirma Wachter, sin dejar de advertir que se debe tener cuidado al denunciar y viralizar casos, para "evitar la revictimización de los chicos y las chicas".
Considera primordial que todos los adultos se vuelvan "agentes de detección y protección de las infancias", y por eso celebra la nueva campaña de Unicef, "De los chicos y las chicas #SomosResponsables", donde el mensaje lo dan los propios niños y niñas, que alertan sobre una violencia y un maltrato que muchas veces "permanece en las sombras" porque "preferimos no mirarlo".
Con la cuarentena, ¿qué quedó al descubierto sobre la problemática del abuso sexual infantil y las violencias contra niños, niñas y adolescentes?
Que si bien el hogar parecería ser idealmente el lugar de mayor protección para un niño o niña, lamentablemente puede ser el de mayor riesgo, si tenemos en cuenta que el 80% de los casos de abuso sexual son intrafamiliares. Así lo demuestra el incremento del 20% de las denuncias a la Línea 137. Por un lado, bajaron los factores de protección que tienen que ver con los centros de salud y educación, donde los niños podían hablar o contar con acceso a protección; y aumentaron los factores de riesgo, que es estar conviviendo con el agresor o con el potencial agresor, en una situación donde aumentó el estrés y los escenarios de las violencias, al estar todos confinados en un mismo espacio.
¿Es mucho más difícil para los chicos y las chicas pedir ayuda?
En la Argentina, a diferencia de lo que pasa en otros países, el acceso a la política pública está intermediada por la figura del adulto protector. No hay mecanismos fáciles para que los niños puedan acceder rápidamente sin que intervenga un familiar, un referente afectivo, una maestra o un médico. Hay un proyecto legislativo para que haya otros medios más accesibles para que ellos mismos puedan pedir ayuda. Un ejemplo es que, en la pandemia, la Línea 137 de atención a víctimas de violencia familiar y sexual incorporó un WhatsApp como medio de contacto.
¿Por eso es imprescindible que cualquier persona pueda dar el alerta?
Se vuelve crucial sensibilizar a todos los adultos para que nos transformemos en agentes de detección y protección de las infancias. Si bien las violencias suceden primordialmente en el hogar, no por eso es una cuestión privada, que se deba mantener en la familia. Hay que romper con la lógica de "sucede puertas adentro", "es un problema familiar", "no te metás". Los niños y las niñas son ciudadanos que necesitan que todos nosotros los protejamos. Quizá podamos ser su única alternativa en este momento. Según la OMS, uno de cada dos niños, niñas o adolescentes sufre algún tipo de violencia y el 20% es víctima de algún tipo de abuso sexual antes de los 18 años. Tenemos que estar atentos y atentas, y para eso es crucial saber cuáles son los síntomas, cuál es nuestro rol y cómo tenemos que actuar frente a un posible caso.
Para muchas familias, es un tema que se tiene que esconder o resolverse al interior del hogar.
Si seguimos pensando que "si no lo protege la madre, que Dios lo proteja", estamos contribuyendo inconscientemente a su victimización, cerrando esas puertas de ayuda que los chicos podrían llegar a tener. No es un hecho privado, nos tenemos que correr del paradigma de que los padres pueden golpear a sus hijos o hacer con ellos lo que quieran porque son de su propiedad. La familia no prima por sobre la integridad, la salud y la dignidad de un niño. No estoy atentando contra una familia, al contrario, estoy salvando la vida de un chico. Es una de las principales cosas a cambiar. Hay que pensar la denuncia como un factor de protección y no como un escarnio público. Es una realidad que nos duele, pero no porque la dejemos de mirar va a dejar de existir.
En algunos casos recientes, se viralizaron audios de agresores que contaban situaciones de abuso. ¿Está bien que se exponga ese material?
Estuvo bien que esas personas primero recurran a la Justicia y denuncien. En los dos casos recientes, se involucraron y entendieron que su rol era proteger a estos niños. De otra forma, estos abusos hubieran quedado invisibilizados. En uno de los casos, a partir de la difusión aparecieron más víctimas que habían sido abusadas por el mismo sujeto. Pero hay que ser cuidadosos y evitar la revictimización. Muchas veces, frente a la impotencia o al desconocimiento de cómo actuar, se generan situaciones que pueden perjudicar a los chicos.
¿Qué no se debería hacer para evitar la revictimización?
Hacer públicos los casos con los nombres de víctimas o datos intentificatorios, porque los chicos tienen derecho al resguardo de su identidad. Es importante no salir a interpelar al agresor, no ir a confrontarlo, ya que se lo podría alertar, generar su fuga o que sea él quien termine denunciando por lesiones. Esa bronca o frustración, hay que canalizarla en pos de proteger al niño.
¿Cómo se debería actuar?
Si uno está en contacto con el niño y espontáneamente nos pide ayuda, lo primero es tener una escucha atenta, comprensiva y empática. Recepcionar el relato de lo que nos viene a contar. Decirle que fue muy valiente al pedir ayuda y que vamos a intervenir para protegerlo. Nunca cuestionarlo, no interpelarlo, no culpabilizarlo. ¿Qué hago luego? Recurrir a una fiscalía y denunciar para que la justicia tome intervención rápidamente.
¿Y qué pasa si existe la sospecha o llega a nuestras manos un material como los audios mencionados?
Hay que llamar a la Línea 137, que es federal, de asistencia y asesoramiento, o dirigirse al organismo de protección más cercano. Estos últimos años nos han sensibilizado mucho con los temas de género al punto de que hoy vemos a un hombre golpeando a una mujer y nadie duda en llamar al 144 e intervenir. Lo mismo tenemos que lograr cuando se trata de niños. Si vemos un chico, chica o adolescente en riesgo, tenemos que llamar al 137 y procurar la intervención.
Muchas veces, el "no meterse" está relacionado con el no "quedar pegados" a la denuncia o al proceso. ¿Qué hay de real en eso?
Está ese temor. Nadie quiere pasar por una fiscalía. Pero, por un lado, están los profesionales de la salud y la educación, que sí tienen una responsabilidad legal respecto de su obligación de comunicar a los organismos de protección y de denunciar el posible delito contra la integridad sexual que pudiera estar sufriendo algún niño. Hay una responsabilidad diferente a la de un vecino o cualquier otro ciudadano. El fiscal tiene la obligación de investigar de oficio, lo establece la Ley 27.455, por la cual el abuso sexual infantil pasa a ser un delito de instancia pública. Por otro lado, uno no denuncia al agresor, uno denuncia la posibilidad de que un niño esté siendo víctima. Es la Justicia la que va a investigar qué pasó. También es posible denunciar con reserva de identidad.
Esa bronca que a veces lleva más al "escrache" que a la denuncia, ¿se vincula con la falta de confianza de la gente en la Justicia?
Hay un dato muy relevante en la última Encuesta Nacional de Victimización del Indec: ocho de cada 10 mujeres víctimas contra su integridad sexual dijeron que no reportaron el delito por falta de confianza en la Justicia. Ese es un dato real. Pero que la Justicia no sea receptiva o no intervenga como debería, en tiempo y en forma, no habilita que la solución sea resolverlo por cuenta propia. Al contrario, hay que denunciar, exigir y hacer el seguimiento de la denuncia para que haya una condena. Ante la falta de respuesta, ponerse en contacto con la Defensoría del Niño, Niña y Adolescentes o acudir a las organizaciones sociales que hacemos este monitoreo y tratamos de brindar asistencia en los casos particulares. Hay que tratar de ir formando estas redes que permitan encausar o exigir la intervención de la Justicia y los organismos de protección.
En muchos de estos casos, se sigue hablando de "deshago sexual". ¿La Justicia aún tiene una mirada sin perspectiva de género?
La Justicia no tiene perspectiva de género ni de víctima ni de infancia para entender cómo se configuran estos delitos. Y falta una mirada especializada sobre el abuso sexual. Persisten un montón de estereotipos que atraviesan a los operadores judiciales. Por ejemplo, sobre las niñas hay una mirada culpabilizadora: ver qué hizo para que le pasara esto, sobre todo cuando son adolescentes. O se parte del precepto de que el niño miente y fabula. El delito contra la integridad sexual es uno de los pocos donde se parte de una pericia a la víctima, para ver si su relato es verosímil o no.
¿Cuál es la consulta más frecuente que recibieron en la organización estos meses de aislamiento?
Principalmente, dos: si lo que estaban observando en sus hijas, hijos o sobrinos podían ser indicios de abuso sexual, y la segunda, frente al develamiento o la confirmación, qué hago, cómo procedo.
¿Cuáles son esas señales de alerta?
El primer indicador inequívoco es el relato. Los niños no fantasean, no mienten. Si un chico manifiesta alguna situación de tocamiento indebido, debemos actuar, creerle. Otras señales específicas son si presenta lesiones, infecciones urinarias a repetición, vulvitis crónica, sangrados, enfermedades de transmisión sexual. También hay otras manifestaciones que llamamos inespecíficas, como cambios abruptos en el comportamiento, enuresis, manifestación de conocimientos o palabras sexuales que no estén acorde a su edad, entre otras. Todo eso debe motivar a consulta. Otra cosa importante: la exhibición de pornografía a niños es una forma de abuso sexual porque interfiere en el desarrollo sano de la sexualidad. Es otra consulta que nos han hecho mucho.
¿Qué efecto buscan con la campaña de Unicef, Red por la Infancia y otras organizaciones? Aparecen los propios niños y niñas pidiendo a los adultos que se involucren.
Hasta ahora, no hay una verdadera conciencia de la magnitud de las violencias que sufren los niños. La prevalencia es muy fuerte. Este no es un tema que les pasa a otros. Nos pasa a todos como sociedad y todos tenemos que tener un rol activo en poder cortar la reproducción generacional de las violencias. Es crucial para ponerlo en la agenda y cambiar las normas sociales que avalan y permiten que esto siga sucediendo al mirar a otro lado. Es importante que los niños nos cuenten y que ellos tomen la voz. Cuando ellos nos hablan de las violencias que sufren, no les creemos, no los tomamos en serio. La campaña de Unicef nos invita a tomar en serio lo que los chicos tienen para decir, lo que les está pasando en la intimidad en su hogar y la importancia de ese mensaje.
La Línea 137, una herramienta fundamental
Según datos de la Línea 137, en estos cinco meses de pandemia y cuarentena aumentaron un 28% los casos de violencia familiar contra niños y niñas, un 13% los de violencia sexual y un 267% los de violencia digital, en especial, los referidos al grooming y a la utilización de imágenes de menores en pornografía. Frente a esta situación, la campaña"De los chicos y las chicas #SomosResponsables", impulsada por Unicef, el Estado Nacional y distintas ONG, es un llamado a que se involucren familiares, vecinos y amigos que sospechen o conozcan situaciones de violencia.
"Es importante tomar conciencia de esta problemática, pedir ayuda y denunciar cualquier indicio de maltrato", enfatizó Marcela Losardo, ministra de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, de cuya cartera depende la Línea 137. "Estamos convencidos -agregó Losardo- que las violencias pueden erradicarse con el compromiso de todos y todas, avanzar hacia una niñez libre de maltratos es posible". La ministra también remarcó la importancia de difundir a la Línea 137, que es una herramienta gratuita y de alcance nacional, que funciona todos los días, las 24 horas, y articula con dispositivos móviles para intervenir en situaciones de riesgo.