Abrazo incondicional: buscan referentes afectivos para 50 chicos que viven en hogares
En el hogar de Mataderos al que Gisela va como voluntaria viven 27 chicos y chicas que fueron separados de sus familias porque se vulneraron algunos de sus derechos. Del total, solo tres cuentan con el acompañamiento de una persona ajena a la institución que los visita, los ayuda con las tareas del colegio o comparte salidas con ellos.
Por eso, cuando se enteró del Programa Abrazar, que depende del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires, Gisela no lo dudó. Desde diciembre, es referente afectiva –como se llama a quienes se inscriben en el programa– de dos hermanas, de 5 y 9 años, que pasan el fin de semana con ella en su departamento de Flores.
Alrededor de 830 chicos sin cuidados parentales de la Ciudad viven en los hogares convivenciales. Según datos de la Comisión de Seguimiento del Tratamiento Institucional de Niñas, Niños y Adolescentes de la Defensoría General de la Nación, 50 de ellos, de entre 10 y 17 años, esperan tener un referente afectivo: alguien que los visite y se comprometa con sus vidas. Y hay 70, que ya lo consiguieron.
El objetivo es que cuenten con un sostén emocional hasta que se defina su situación: es decir, que puedan volver con su familia de origen o ampliada, o sean dados en adopción. Para muchos preadolescentes y adolescentes, la espera se hace interminable, ya que el 90% de postulantes a adoptar se inscribe para bebés de hasta un año.
Por eso, días atrás, el Consejo junto con la Defensoría General de la Nación, lanzó una convocatoria para que los interesados que cumplan con determinados requisitos (ver aparte) se anoten en un registro especial para vincularse con estos chicos. "Como Estado, a través de las políticas públicas tenemos la obligación de darles a estos niños alojamiento, de devolverles el derecho vulnerado, pero acá estamos hablando de que lo que les falta es amor, y el Estado no puede dárselos. Es fundamental que la sociedad se involucre: necesitamos horas de amor", resume Karina Leguizamón, presidenta del Consejo.
Esta campaña surgió a partir del pedido expreso de los mismos chicos, en su mayoría adolescentes, que al enterarse de la existencia de Abrazar pidieron tener un referente afectivo. "Esta figura es un apoyo en miles de sentidos. No es lo mismo atravesar la adolescencia, ir a la escuela y ver de qué manera se puede tener una vida autónoma sin tener a nadie en el afuera", advierte María García Morabito, coordinadora de la Comisión de Seguimiento del Tratamiento Institucional de Niñas, Niños y Adolescentes de la defensoría.
Y amplía: "La ayuda real y concreta que se le puede dar a un adolescente que está separado de la familia es una contribución que no requiere tantísimo esfuerzo y que realmente puede cambiar el futuro de alguien que necesita un adulto que lo ayude a insertarse en la sociedad".
Derechos vulnerados
Todos los niños tienen derecho a vivir en familia; y por lo tanto, el paso por los hogares debe ser transitorio y no prolongado, advierte Marisa Herrera, especialista en Derecho de Familia e investigadora del Conicet (ver aparte). Sin embargo, la realidad de muchos chicos es muy distinta.
Milagros (17) y Agustina (19) viven hace más de 12 años en un hogar convivencial. Ambas tienen trastornos psiquiátricos y retraso madurativo. Durante largo tiempo se intentó la revinculación con sus padres y, luego, sin éxito, que fueran adoptadas.
Desde agosto, Cecilia se convirtió en la referente afectiva de las jóvenes, que vivían en un hogar del barrio de Caballito, a seis cuadras de su casa. Al principio, las visitaba una o dos veces por semana y pasaban las tardes juntas. Después, siguieron con paseos a la plaza, a la heladería o a una casa de comidas rápidas.
"Las necesidades que tienen son de atención y de calidad, ni siquiera son grandes tiempos. Lo que no tienen en el hogar es la individualidad: tanto lo que van a comer o la película que van a mirar no lo eligen ellas o se hace entre muchos chicos. Quieren sentirse protagonistas de sus decisiones", cuenta Cecilia, que es licenciada en Turismo, está casada y tiene dos hijos de 10 y 11 años.
A fines del año pasado se decidió el traslado de Milagros y Agustina a un hogar en Avellaneda, por su patología y por su edad. Como la distancia no era la misma, comenzaron a hablar más por teléfono y si bien las visitas se espaciaron, siempre las mantuvieron. En febrero, Agustina pasó a vivir en la otra sucursal del mismo hogar en La Plata y fue separada de su hermana.
Esa decisión tomó por sorpresa a Cecilia, pero no se dio por vencida. Sigue visitando a las dos, hablan por teléfono todos los martes y jueves, y consiguió la autorización para llevar a Agustina a dormir a su casa. "En el programa hay apoyo continuo. Cuando a ellas las mudaron a provincia lo primero que me preguntaron fue si quería seguir el vínculo. Y por supuesto seguimos, aunque con otros tiempos", cuenta.
Leguizamón afirma que los argentinos somos una sociedad muy solidaria, pero ser referente afectivo implica un compromiso constante para que estos chicos tengan afecto. "Crecer sin afecto –advierte– es lo que ocasiona en el tiempo determinados ‘resentimientos sociales’ que producen el corrimiento de los límites, hasta llegar posiblemente a cometer delitos. Con este programa queremos cambiar el paradigma, estamos hablando de niños y adolescentes que necesitan ser mirados".
Johanna (33) está embarazada y vive junto con su marido en Béccar, Buenos Aires. Van casi dos años que son referentes afectivos de Gael, un chico de 7 años que vive hace más de tres en un hogar del barrio junto con sus cinco hermanos. Esta es su segunda vez, primero acompañaron a Damián, que fue dado en adopción.
"La primera experiencia fue muy difícil para mí. Damián fue mi primer ahijado y me costó porque habíamos generado un vínculo muy fuerte, todos los fines de semana venía a casa y se quedaba a dormir. Al principio, la mamá adoptiva estaba dispuesta a que nos sigamos viendo pero después no. Lo extrañábamos muchísimo y entonces fue ahí que decidimos comenzamos a vincularnos con Gael", confiesa Johanna.
El Programa Abrazar promueve que el referente afectivo siga manteniendo el vínculo una vez que se concreta la adopción de los chicos, pero eso depende de los padres. Lo mismo sucede con el adolescente cuando egresa de una institución, ya que la continuidad de la figura del referente es clave para que pueda realizar su proyecto de vida.
Con el tiempo, Johanna pudo retomar la relación con Damián y hoy se juntan para cumpleaños o celebraciones. Cada vez que se ven se funden en un abrazo enorme. "Saben muy bien el rol que cumplimos. Que el lunes ellos tienen que volver al hogar e ir a la escuela, que nosotros tenemos que ir a trabajar", cuenta.
Gisela, Cecilia y Johanna coindicen en que son las pequeñas cosas las que los chicos y las chicas disfrutan: mirar televisión en el sillón comiendo pochoclos, cocinar un bizcochuelo, jugar al fútbol, ir a aeroparque a ver despegar a los aviones, elegir unas galletitas o darse una ducha sin apuro. De eso se trata la figura del referente: de hacerles saber que son únicos. Irrepetibles.
Los pasos y requisitos para postularse
1. Ser mayor de edad
Todas las personas mayores de 18 años y que no estén inscriptas en registros de adopción del país pueden postularse en el Programa Abrazar. Los interesados deben cumplir con una serie de requisitos y pasos .
2. Capacitación
Es fundamental asistir a un taller de capacitación obligatorio
3. Documentación
Resulta indispensable presentar la documentación correspondiente (DNI, certificado de domicilio, de antecedentes penales, entre otros)
4. Entrevistas
Se debe pasar por dos entrevistas a cargo del equipo técnico del programa
5. Familias
En caso de que sea una familia la que desee ser referente afectivo, cada uno de los integrantes deberá cumplir con estos requisitos en forma individual
Más información
Programa Abrazar: (011) 4381-7818/4384-8717 / comisioninfancia@mpd.gov.ar
El derecho a una familia, la prioridad
La vida familiar es clave en la infancia y se debe preservar y promover siempre, ya sea con la familia de origen o ampliada, o si esto no es posible, a través de la adopción.
"Hay que acortar el tránsito institucional. Lo que en realidad estamos necesitando son familias que adopten y en los casos de chicos que no están en situación de adoptabilidad, decidir rápido la estrategia de egreso de los hogares", afirma la psicóloga Fabiana Isa, coordinadora general del programa de extensión Atención de Niños Privados del Cuidado Parental de la Facultad de Psicología de la UBA.
Para la psicóloga, "el recurso del referente afectivo es complejo, hay que tener mucho monitoreo".
En la misma línea, Marisa Herrera sostiene que los hogares forman parte de una etapa larga y vital en la vida de los chicos y chicas, y esto no debería ser así. "Van forjando su identidad y vínculos de afecto, y se hace más compleja la posibilidad de que vuelvan con su familia o se inserten en otra a través de la adopción. Los tiempos en los hogares se extienden básicamente por la falta de políticas de fortalecimiento familiar", opina.
En la Argentina existe la Ley Nacional Nº 27.364 de egreso asistido que establece normas para el trabajo que deben desempeñar los referentes de todos los adolescentes sin cuidados parentales desde los 13 años en adelante que requieren acompañamiento en su proceso de egreso.
Según esta ley, este trabajo debe ser remunerado y los referentes formar parte de un equipo de trabajo, entre otros requisitos. Mariana Incarnato de Doncel, una asociación civil que busca mejorar la transición de los jóvenes a la vida adulta, opina que las relaciones vinculares establecidas con voluntarios corren el riesgo de vulnerar nuevamente los derechos de los chicos.
"La clave sigue siendo respetar los plazos en que la institucionalización debe resolverse como medida excepcional de cuidado y apoyarse en políticas públicas concretas que acompañen la transición de modo sostenido, desde lo emocional como lo económico", subraya Incarnato.