Un curso que enseña a mirar el cielo
Cada miércoles convoca a más de doscientos aficionados de todas las edades durante dos horas y media
La atracción que produce mirar el cielo no tiene límites. Es una pasión que, a pesar de los años, se mantiene. Hay que preguntarles a las más de 200 personas de todas las edades y ocupaciones que cada miércoles se animan a desafiar el tránsito porteño y cruzar la ciudad en la hora pico para llegar a tiempo al Planetario de la ciudad de Buenos Aires Galileo Galilei.
Sin importar si llueve, como en la última clase, amas de casa, maestros, abuelos con nietos, profesionales, estudiantes secundarios, malabaristas y hasta astrólogos se acercan al edificio en los bosques de Palermo para aprender a mirar el cielo durante dos horas y media, después de largas jornadas de trabajo y estudio.
Así, el curso de Astronomía General, que ya lleva 19 ediciones consecutivas y gratuitas, es todo un fenómeno social, cultural y de divulgación científica. "Viene gente de 12 a 80 años o más, jubilados o que se dedican a todas las tareas posibles. Y estamos hablando de más de 200 alumnos por clase, salvo durante el arranque de este segundo curso del año, cuando batimos todos los récords con 270 personas que colmaron la sala principal", dice a LA NACION el licenciado Mariano Ribas, coordinador del Area de Astronomía del Planetario, minutos antes de comenzar la primera de dos clases sobre las estrellas.
Fuera de la sala, minutos antes de las 19, los "alumnos" esperaban para entrar. Lo hacían en fila, a lo largo de la galería vidriada con vista a los bosques y el embotellamiento del tránsito en las avenidas Sarmiento y Figueroa Alcorta. "De chica me enseñaron a mirar el cielo. Ahora, se lo enseño a mis nietos y les gusta: uno ya pasó toda una noche despierto observándolo", cuenta María del Carmen, una maestra de escuela primaria, de 65 años, que va por segundo año al curso.
También es el segundo curso para Marisa, de 40 años y perito calígrafo. "Me gusta la astronomía y ahora entiendo lo que miraba desde chica en el cielo. Siempre estamos aprendiendo cosas nuevas", asegura entusiasmada.
Es que, aunque el curso sigue un programa temático, cada edición es distinta a la anterior. Ribas indica que ya cambió más de la mitad de la información que daban en 2001 cuando comenzó a dictarse el curso, al que ya asistieron 3500 personas sin conocimientos previos de astronomía, pero con muchas ganas de saber más.
El programa comienza con el "nuevo" sistema solar, y, en cada clase, Ribas y su equipo avanzan con información actualizada de los planetas -y los que dejaron de serlo, como Plutón, según la nueva definición-, las estrellas, los asteroides, los cometas, el uso de los telescopios, la Vía Láctea, las teorías sobre el inicio del universo, las misiones espaciales, si hay vida extraterrestre, y los mitos y realidades del zodíaco.
Todo se complementa con salidas grupales de observación del cielo a más de 200 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y diez minutos iniciales en cada clase para explicar noticias de astronomía publicadas uno o dos días antes. "Es un público muy informado y que, muchas veces, te pone al filo con preguntas sobre lo que escucharon o leyeron en los medios", señala Ribas.
Para Héctor González, docente de 63 años, la información que recibe en cada clase compensa las carencias de la escuela. "Acá me di cuenta de que el vacío de información que tenía era absoluto. Sólo vi una bolilla en toda mi carrera", cuenta antes de ingresar en la sala, que aguarda a los alumnos en penumbras y con un "cielo" estrellado en la inmensa cúpula.
El ritual incluye buscar ubicación, dejar bolsos, carteras y mochilas en el piso, y recostarse en el asiento mirando al cielo para disfrutar de la clase. Algunos acompañan con mate. "Vengo porque me interesa saber más sobre el universo. No tanto para la escuela porque no vemos estos temas", cuenta durante un intervalo Pablo, de 17 años, que aspira a ser ingeniero en informática.
En cambio, para Augusto Hernández, estudiante colombiano de gastronomía, el curso lo ayuda a comprender el alcance que tenía la observación de los astros para la alimentación de pueblos indígenas, como los mayas. "Me sorprende que un curso de esta calidad sea gratuito. Y mis amigos, que viven acá, no lo conocen -cuenta-. Es increíble ver cómo, con tantos conocimientos distintos, la información no es tan avanzada ni tan básica como para sentir que uno no aprende nada nuevo."
Y nada mejor para aprovechar tanto entusiasmo que convocar a quienes lo desean a continuar como voluntarios en eventos públicos, como las observaciones con telescopios que organiza el Planetario, que dirige la licenciada Lucía Sendón.
Es el caso de Graciela, ama de casa de 56 años, que tres veces por semana orienta a los visitantes en la entrada o a través del (011) 4771-9393. Flamante abuela de Lucas Joel y fanática de los binoculares, recuerda que ya a los ocho años quería ser astronauta. "Tenía 15 cuando vi la llegada a la Luna. En 2001, me animé y me anoté en el curso."
Con cada viaje espacial sobre el que lee, sueña. "Me gustaría estar ahí, en el espacio, y darme vuelta y ver la Tierra. Eso te hace pensar qué chiquititos que somos", agrega con la emoción en la mirada.
Al equipo joven a cargo del curso, esta interacción lo alienta a seguir adelante: "Nos emociona ver a toda esta gente casi tres horas en una sala, tarde, luego de sus estudios y trabajos, escuchando y viendo astronomía -resume Ribas-. El entusiasmo que se respira cada miércoles es algo que nos llena de orgullo".
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