Un argentino ejemplar
En días como éstos en que parecemos autómatas sin rumbo corriendo de cajero en cajero, la lectura de los diarios nos produce taquicardia y corren voces de atrocidades presentes y futuras, no es de extrañar que la autoestima autóctona ande por el suelo. ¿Cómo no creernos inoperantes, faltos de preparación, dados a la ventaja fácil y poseedores de mil otros defectos vergonzantes?
Sin embargo, más allá de la razón que se le encuentre al imaginario colectivo, la lista de argentinos dignos de admiración es inabarcable. Nos sorprenden casi a cada paso, en las calles, en los cafés, en los laboratorios, en las aulas...
Esta tarde, en la Feria del Libro, se le rinde homenaje a uno de ellos: don Manuel Sadosky, científico, maestro, humanista y hombre de bien.
Uno de siete descendientes (cuatro varones y tres mujeres) de un matrimonio de inmigrantes, Sadosky ilustra lo mejor de un país donde el hijo de un honesto zapatero y de una mujer que no sabía leer ni escribir pudo doctorarse en matemática y llegar a ser secretario de Ciencia y Tecnología de la Nación.
Por estos días, en su departamento de la calle Paraguay, don Manuel pasa revista a los tiempos en que todo estaba por hacerse. “Teníamos un educación maravillosa”, dice, acordándose del Mariano Acosta, una escuela pública con maestros como Alberto Fesquet, “un francés imponente” autor de clásicos escolares sobre ciencias naturales, y alumnos como él mismo o como Julio Cortázar, que cursaba en la misma escuela, aunque en otro turno.
Sadosky no quiso –o no pudo– ser de esos estudiosos que se aíslan del mundo. Doctorado en matemática en la Universidad de Buenos Aires, y posdoctorado en Francia, cumplió a lo largo de su vida una tarea enorme.
Fue docente y vicedecano de la Facultad de Ciencias. Creó el Instituto de Cálculo (e importó a Clementina , la primera gran computadora del país). Organizó junto con su mujer, Cora Ratto, también matemática, la Fundación Alberto Einstein, para que los alumnos destacados pero sin medios pudiesen dedicarse a estudiar full time . Y, antes de que se escuchara hablar del Mercosur, impulsó la computación aquí, en Uruguay y en Paraguay.
En su gestión como secretario de Ciencia y Técnica (durante la que, como corresponde, pidió la suspensión de su jubilación de profesor), se inauguró el Observatorio El Leoncito y el Laboratorio Nacional de Insulina, logró la creación de Puerto Curioso, un museo de la ciencia para chicos, impulsó la construcción de un satélite científico para estudiar el sol y, obsesionado por lograr el retorno de los científicos argentinos radicados en el exterior, convenció a César Milstein, para que dirigiera el Instituto Tecnológico de Chascomús.
Alejado de todo partidismo, Sadosky fue un catalizador que motorizó la educación y la ciencia. Pero además es todavía un ser bondadoso, sensato, sabio –como alguna vez escribió Paco Poblet– “en el sentido más extenso del término: el del sabio de la tribu que toda sociedad, y más la nuestra, necesita”.
lanacionar