Saocom 1B: la Argentina ya tiene un nuevo par de ojos en el espacio
Bajo un cielo encapotado que se abrió en los últimos instantes y envuelto en el rugido atronador que caracteriza los lanzamientos espaciales, a bordo de un cohete Falcon 9 de la compañía SpaceX se elevó anoche entre llamas la nueva joya del programa espacial de nuestro país: el Satélite Argentino de Observación con Microondas, Saocom 1B, hermano gemelo del lanzado desde California hace casi exactamente dos años, el 7 de octubre de 2018.
El lanzamiento fue impecable. Pocos minutos después del despegue se pudo observar en vivo cómo el satélite era liberado y quedaba flotando contra el fondo negro del espacio. "¡¡El Saocom 1B ya está en órbita!! ¡¡Orgullo y emoción por la ciencia y tecnología argentina!!", escribió en Twitter Carolina Vera, viceministra de Ciencia, Tecnología e Innovación resumiendo el sentimiento de cientos de ingenieros y técnicos que hicieron posible este nuevo logro. Instantes más tarde, ya había desplegado sus paneles solares y los había apuntado hacia el Sol, una maniobra crítica para generar energía.
El #SAOCOM1B ya está en órbita!!Orgullo y emoción por la ciencia y tecnología argentina! @ciencia_ar@CONAE_Oficialpic.twitter.com/QuoCDC5ySm&— Carolina Vera (@carovera_ar) August 30, 2020
Tras varios aplazamientos por la pandemia, el nerviosismo se mantuvo hasta último momento por las condiciones climáticas que ya habían hecho posponer el otro lanzamiento del día. "Es tremendo, pero al final una se entrega –confesó Josefina Peres, jefa del proyecto–. Sabemos que éstas son las reglas del juego y tenemos un compromiso de amor con lo que hacemos. El viernes terminamos el ensayo ‘full’, que fue una simulación completa de lo que iba a pasar. Eso da el ‘go’ para integrar la cofia al vehículo lanzador, y hacer la última conexión eléctrica y mecánica. Después se hace el traslado al pad de lanzamiento".
Peres comenta que, aunque extenuados por las cancelaciones que mantuvieron a una parte del equipo durante dos meses en Cabo Cañaveral, con protocolo anti-Covid que les impedía hasta reunirse a cenar, las demoras les permitieron seguir ensayando y asegurarse de que todo estaba funcionando a la perfección.
A los 14 minutos del despegue, automáticamente se inició una secuencia autónoma que desplegó los paneles solares y los apuntó al sol. Luego, vendría una serie de chequeos de los síntomas vitales del satélite durante cuatro horas. Una vez que se verificó que todo estaba bien, se encendería la computadora encargada de desplegar el radar, el componente principal de los Saocom, que les permite "ver" de día y de noche, aunque llueva o esté nublado.
Deployment of SAOCOM 1B confirmed pic.twitter.com/gqtxQMpy48&— SpaceX (@SpaceX) August 30, 2020
"La noche que sigue al lanzamiento no podemos dormir –cuenta Peres–. El despliegue de la antena nos lleva 12 horas por lo menos. Son seis paneles que se extienden uno en cada pasada. Estamos trabajando en triple turno".
Según explica Juan Andrés Fraire, investigador del Conicet, docente de la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación de la Universidad Nacional de Córdoba y colaborador de la Conae, el lanzamiento del Saocom 1B estaba previsto para el mismo horario desde la costa Oeste, pero por pedido de SpaceX el sitio se cambió a la costa Este, al puerto espacial del que partieron las misiones a la Luna.
"El lugar de lanzamiento está restringido por la órbita de destino –destaca–. El sitio de Florida no se usaba para órbitas polares desde la década del 60, cuando pedazos de un cohete que falló y fue destruido en pleno vuelo cayeron sobre Cuba y mataron una vaca. Esto se debe a que el cohete debe realizar una compleja maniobra para evitar pasar sobre las zonas pobladas. Por la forma, se la conoce como ‘Pata de Perro’ (Dog Leg). La ‘ventana’ no puede demorarse ni un sólo segundo. El satélite debe ser inyectado en su órbita con absoluta precisión para integrarse a la constelación de la que forma parte junto con el Saocom 1A y los aparatos italianos Cosmo-SkyMed".
El sexto satélite argentino viajó hacia Florida a fines de febrero en un Antonov AN124, uno de los cuatro aviones más grandes que existen. El aparato, embalado en su contenedor, es un prodigio de complejidad tecnológica que pesa 3 toneladas. Es resultado del trabajo de unas 80 empresas e instituciones, 900 personas y cuatro millones de horas/persona.
Su principal equipo activo es un radar de apertura sintética (SAR, por sus siglas en inglés) que trabaja en la porción de las microondas del espectro electromagnético, particularmente en la banda L. Esta "gema" de la que disponen muy pocos países en el mundo, es una antena de 35 m2, compuesta por siete paneles formados cada uno por un conjunto de 20 miniantenas. Solo ese dispositivo tiene 140 computadoras y kilómetros de cables. Este dispositivo le permite obtener mapas de la humedad y la topografía del suelo de noche o de día, esté despejado o nublado. Con esa información se pueden elaborar índices de sequía, hacer monitoreo de bosques, mapas de pendientes, identificar puntos de acumulación de agua, de humedad en superficie, todos datos vitales para la producción rural. Además, le permite "ver" hasta dos metros por debajo de la superficie y medir la profundidad de las napas para elaborar un mapa de la humedad del suelo en tiempo real.
En su posición final se encontrará a unos 600 km de altura y a 180 grados de distancia del Saocom 1A. Recorrerá cada órbita en 88 minutos y tomará 225 imágenes diarias pasando sobre ambos polos terrestres.
Con la puesta en órbita de este satélite el país abre nuevos ojos desde el espacio, pero al mismo tiempo cierra una historia que empezó hace más de dos décadas, cuando Conrado Varotto, histórico director ejecutivo y técnico de la Conae, le propuso a Invap que desarrollara la enorme antena radar. "Terminó siendo desarrollada por la Conae y la Conea. Invap hizo la electrónica central (donde se genera el pulso y se guardan los datos) –cuenta Varotto–. En los noventa, todo el mundo pensaba en satélites ópticos. El radar no era algo habitual y menos en banda L. Realmente fue un objetivo de marca superior. Hubo que desarrollar mucha tecnología y componentes especiales. Fue un trabajo muy complejo". El proyecto se demoró por las sucesivas crisis económicas que vaciaron recurrentemente las arcas del programa espacial, pero la tecnología que se desarrolló para los satélites luego se aplicó en radares meteorológicos y de vigilancia.
Para Varotto, éste no es el fin de un ciclo. "Lo lógico es que los Saocom sigan en el tiempo, porque están destinados a proveer información que tiene impacto directo en la producción, no son cosas que se pueden discontinuar. Se harán otros similares, tal vez modernizados o con tecnología segmentada".