Las biólogas María Dolores Cobo y Ana Mateos encontraron huellas en una playa española que permitieron conocer más detalles sobre las distintas etapas del desarrollo en los neandertales
- 14 minutos de lectura'
En cualquier verano normal, la famosa playa de la Castilla de España, una franja de arena perfecta de 20 km de largo rodeada por la reserva natural de Doñana y cerca del centro turístico de Matalascañas, Huelva, en Andalucía, habría estado cubierta por las huellas de los turistas visitantes.
Pero en junio de 2020, con los vuelos internacionales prohibidos debido al covid-19, la playa estaba inusualmente tranquila. Dos biólogas, María Dolores Cobo y Ana Mateos, que paseaban por el balneario, encontraron sin embargo muchas huellas. Pero estas habían sido hechas por un tipo de visitante muy diferente.
Mientras que unas tormentas salvajes y poderosas mareas primaverales a principios de 2020 azotaban la costa suroeste de España, enormes olas arrastraron la arena de la base de unas dunas, dejando al descubierto una enorme área de roca que cubre unos 6.000 metros cuadrados. Su superficie estaba salpicada de hendiduras que la pareja de biólogas reconoció como huellas: un revoltijo de cascos y garras preservadas en la roca.
Pero cuando las dos mujeres miraron más de cerca, entre las huellas de animales entrecruzadas había otras que, sorprendentemente, parecían humanas. Además, su posición en la parte inferior de las capas del acantilado significaba que tenían que haber sido dejadas mucho tiempo atrás.
La datación posterior mostró que la superficie de las huellas se había formado hacía unos 80-120.000 años, lo que significa que solo pudieron haber sido hechas por los neandertales que caminaban descalzos por los márgenes de una marisma o laguna salada.
Solo podemos intentar adivinar qué estaban haciendo y hacia dónde se dirigían, pero entre las 87 huellas encontradas, algunas eran mucho más pequeñas que las otras. Es decir, habían sido dejadas por un grupo entre el que se encontraban algunos niños. Hasta hace relativamente poco tiempo, las vidas de los niños neandertales eran en gran parte misteriosas.
Pero una revolución en la arqueología en las últimas dos o tres décadas comenzó a descubrir detalles íntimos incluso sobre los más pequeños.
Buscando comida
En Matalascañas, los investigadores utilizaron drones y tecnología de fotogrametría, uniendo imágenes de alta resolución, para registrar y crear un modelo digital de las huellas de los neandertales antes de que volvieran a ser engullidas por la arena a los pocos días de su descubrimiento.
Las mediciones de las huellas revelaron que había adultos presentes, pero la mayoría, alrededor del 71%, eran adolescentes y niños de alrededor de seis años. ¿Qué estaban haciendo? También había huellas de animales, pero se encuentran principalmente en las áreas más húmedas, mientras que las huellas de los neandertales subían y se alejaban de la orilla del agua.
Los investigadores especulan que pudieron haber estado acechando animales o peces.
Las huellas en las aguas poco profundas incluyen a los jóvenes, y es posible que estuvieran allí observando y ayudando a buscar comida, mientras que quizás también remaban y chapoteaban, mezclando el juego con el aprendizaje, como lo hacen los niños hoy en día.
Desarrollo similar
Gracias a una multiplicidad de métodos científicos como este (junto con algo de buena suerte), los arqueólogos ahora están consiguiendo hacer un retrato sin precedentes de los neandertales, de la cabeza a los pies. Y uno de los mayores cambios en lo que se sabía sobre estos parientes cercanos de nuestra especie tiene que ver con sus hijos.
Para explorar esto más a fondo, comencemos por el principio: ¿cómo crecieron? Los investigadores tienen una cantidad relativamente grande de restos de niños neandertales para estudiar. Si uno los alineara, vería un rango de edades: desde adolescentes, niños en edad escolar, niños pequeños e incluso recién nacidos.
Al evaluar sus esqueletos, inicialmente pareciera que el desarrollo de los neandertales infantiles era notablemente similar al de nuestros propios bebés. Sin embargo, algunas características anatómicas mostraron diferencias más sutiles.
Diferencias en los dientes
Desde la primera etapa de crecimiento, cada pocos días se forman pequeñas líneas dentro de los dientes. Usando microscopios e incluso sincrotrones, algunos de los escáneres más poderosos de la Tierra, los investigadores pueden contar estas líneas y hacer referencias cruzadas con otras partes del esqueleto.
Esto confirmó que los dientes de los niños neandertales se formaban un poco más rápido, aunque solo por un día más o menos, que los de los humanos vivos. Algunos neandertales, sin embargo, aparentemente perdieron los dientes de leche al año de haber nacido o antes.
La mayor parte del esqueleto de un niño que vivió en el norte de España hace unos 50.000 años indica que tenía unos nueve años cuando murió, pero las líneas de sus dientes posteriores y algunos de sus huesos parecen menos desarrollados.
Quizás era solo uno de esos menores cuyo crecimiento se disparó en su adolescencia, pero es un buen recordatorio de que, al igual que los niños que comparan a quién le faltan dientes o los tienen flojos, los neandertales también crecieron a ritmos variables.
Cerebros similares
Si seleccionáramos un superlapso de tiempo y comparáramos cómo crecieron dos recién nacidos, uno neandertal y el otro actual en cualquier lugar del planeta, nos daríamos cuenta de que la forma particular de sus cuerpos se hizo cada vez más diferente con el tiempo.
Si bien es probable que el bebé neandertal estuviera cubierto de una linda pelusa suave como nuestros bebés, su cabeza habría sido más alargada.
Curiosamente, el modelado de la forma del cráneo sugiere que incluso si las cabezas de los neandertales crecieron un poco más rápido y tenían formas diferentes, sus cerebros no se desarrollaron de manera distinta a la nuestra, lo que significa que sus bebés probablemente alcanzaron los hitos mágicos de sonreír, gatear y caminar en momentos aproximadamente comparables a los nuestros.
Si los dos bebés -un neandertal y un humano- se hubieran conocido, habrían podido jugar y probablemente reír juntos.
Comunicación vocal
La primera palabra de un niño es una de las etapas más esperadas en su vida temprana, pero ¿hablaban los neandertales? Una variedad de evidencia anatómica apunta a la conclusión de que la comunicación vocal de algún tipo era clave para la vida cotidiana de los neandertales.
Al reconstruir el tracto vocal gracias a los huesos hioides rara vez conservados, una parte delicada dentro de la garganta, parece que los neandertales pudieron producir una gama de sonidos vocales muy similar a los utilizados por los humanos en la actualidad.
Además, a pesar de algunas diferencias en la forma interna de sus oídos, resulta que su audición estaba sintonizada en casi exactamente las mismas frecuencias que las nuestras: los sonidos del habla.
Si bien sus primeras “palabras”, en el sentido de sonidos con significados comúnmente entendidos, fueron probablemente tan simples como las de nuestros hijos, el modelado de su audición implica que los neandertales también podían detectar consonantes suaves, como la “h”, “t” y la “s”.
Estos sonidos son importantes para separar las sílabas y más útiles en el habla cara a cara, lo que sugiere que después de los arrullos, los balbuceos de los bebés se habrían convertido en construcciones vocales bastante más complicadas. Esto significa que, si pudiéramos escuchar a escondidas en un hogar neandertal, reconoceríamos una especie de lenguaje.
Lactancia materna
Una de las cosas sobre las que los pequeños neandertales pudieron haber comenzado a hablar sería de la leche. Como mamíferos, los bebés eran amamantados desde el nacimiento, y podemos ver evidencia directa de esto gracias a los marcadores químicos en sus dientes en desarrollo.
De acuerdo a estos datos, los jóvenes comenzaban a comer otros alimentos entre los cuatro y los siete meses, lo que está en línea con las tendencias actuales. Como ocurre aún con muchas sociedades tradicionales y de cazadores-recolectores, la lactancia materna continuaba hasta bien entrada la niñez y, en un caso, potencialmente hasta los cuatro años de edad.
Pero para un niño cuyos restos fueron encontrados en Bélgica, el marcador químico se detiene tan abruptamente cuando tenía poco más de un año, por lo que es muy posible que le hubiera sucedido algo adverso a la madre. Incluso si la mayoría de los niños neandertales fueron destetados de manera mucho más gradual, esto podría haber sido un momento difícil para la salud.
Otras muestras dentales registran alteraciones en los depósitos de esmalte de los dientes, a menudo asociadas con enfermedades graves, infecciones o mala nutrición.
Si bien no es posible determinar las causas en los neandertales individuales, las alteraciones son especialmente comunes en niños de entre tres y cinco años, tal vez en relación con el momento en que se detuvo la lactancia: la leche probablemente proporcionaba un apoyo continuo al sistema inmunológico incluso en niños mayores, por lo que su eliminación podría haber aumentado las posibilidades de enfermedad.
Sin embargo, en general, un trabajo reciente sobre muestras de esmalte alterado sugiere que los niños neandertales no experimentaron efectos de estrés significativamente mayores que las primeras poblaciones de Homo sapiens.
Traumas físicos
Sin embargo, la mala salud era un hecho. Muchos restos neandertales son la prueba de la existencia de toda una variedad de enfermedades e infecciones, algunas de las cuales debieron haber conducido a vidas dolorosas y desafiantes.
Un hombre mayor de La Ferrassie, en Francia, sufrió una fractura de clavícula y otra en la parte superior del fémur, dentro de la articulación de la cadera, probablemente como resultado de torcerse la pierna durante una fuerte caída, lo que debió haber afectado drásticamente su movilidad.
Sin embargo, aunque probablemente nunca volvió a caminar de la misma manera después de la caída, claramente sobrevivió durante décadas. Otro sobreviviente famoso es conocido como Shanidar 1, de una cueva en el Kurdistán iraquí. Tenía probablemente la visión parcial, causada por una lesión en el lado izquierdo de la cara.
Probablemente con visión parcial después de una lesión aplastante en el lado izquierdo de la cara, su brazo derecho también tiene múltiples fracturas y le falta por completo la parte inferior. Además de eso, tenía el omóplato derecho malformado, además de una clavícula inusualmente pequeña y probablemente infectada de forma crónica.
Lo que le sucedió exactamente a Shanidar 1 no está claro, tampoco si sufrió uno o más eventos espantosos separados. Pero estos traumas no lo mataron. En cambio, a pesar de que perdió parte del brazo, se adaptó y continuó usando el muñón, llegando incluso a tener la edad suficiente para desarrollar artritis, lo que habría añadido una cojera a sus dolencias.
La acumulación de problemas de salud a lo largo de la vida tal vez no sea sorprendente, pero los neandertales más jóvenes aparentemente también estaban en ocasiones en riesgo de sufrir lesiones. El niño de la Torre del Diablo, encontrado en 1926 en Gibraltar, murió cuando tenía unos 5 años, posiblemente por fracturas de cráneo. Pero ya había sufrido otro incidente grave antes en su vida: cuando era menor, se fracturó la mandíbula.
Es imposible decir cómo ocurrieron estas lesiones, pero claramente, la niñez neandertal podía ser peligrosa.
El “Viejo”
Sin embargo, no todos los huesos de los neandertales tienen un trauma visible, y la cantidad total de lesiones aparentes no es tan diferente a las observadas en los cazadores-recolectores que viven en condiciones igualmente difíciles en la actualidad. Además, cualquier idea de que tuvieran una esperanza de vida baja es difícil de demostrar.
Hay muchos restos de niños y adultos jóvenes, pero también parece que un buen número de neandertales murieron a una edad relativamente madura, después de los 50 años y quizás más. Uno, conocido como el “Viejo” de La Chapelle-aux-Saints, Francia, tenía una sola herida, una costilla rota que había sanado mucho antes de morir, pero aún así, no lo tuvo fácil.
Además de unos crecimientos óseos de las orejas que probablemente le causaban alguna pérdida de audición, tenía artritis debido a una larga vida llena de esfuerzo.
Quizás lo más sorprendente es que también había perdido la mitad de los dientes y había sufrido terribles abscesos dentales. Encontrado en 1908, su esqueleto se usó para una reconstrucción injustamente primitiva, mostrando una figura encorvada, agresiva y muy parecida a un simio.
Si bien esa visión del Viejo fue enormemente influyente en la creación de percepciones negativas persistentes de los neandertales, no coincide con la comprensión moderna de su biología.
Fuertes y atléticos
En las mejores condiciones, eran fuertes, muy atléticos y ciertamente nada como un eslabón perdido con los gorilas o los chimpancés. Estaban completamente erguidos, y aunque eran un poco más bajos y con una ligera diferencia en la forma de andar, los modelos biomecánicos sugieren que caminaban con la misma eficacia que las personas actuales.
Ciertamente, los neandertales se movían muchísimo: el registro arqueológico no solo indica que algunos lugares se ocuparon durante unas pocas semanas a la vez, sino que sus propias piernas muestran signos de músculos muy desarrollados.
Para los niños, esto habría significado una educación en la que el “hogar” no solo se encontraba en cuevas o refugios rocosos, sino en paisajes enteros, conocidos íntimamente.
Más huellas
En la cueva de Theopetra, cerca de Tesalia en el centro de Grecia, se puede encontrar una serie de huellas diminutas. Marcadas allí hace unos 128.000 años, parecen provenir de dos individuos diferentes. Una era tan pequeña que probablemente la dejó un niño de entre dos y cuatro años, mientras que la otra era más grande y podría haber estado usando alguna cubierta en los pies, pero juntos muestran que los neandertales bastante jóvenes se mantenían activos en las cámaras alejadas de las zonas “principales” cercanas a la boca de la cueva.
Otro sitio subterráneo en la cueva de Vârtop, Rumanía, tiene huellas de un adolescente. Aparentemente pisó un charco de “leche de luna”, una solución blanda de carbonato de calcio, que luego se endureció. Curiosamente, la huella es el único rastro que los neandertales dejaron en Vârtop. ¿Era un adolescente explorando en la oscuridad?
Erupción volcánica
Otras huellas de los neandertales están al aire libre y, sorprendentemente, la mayoría parece pertenecer a individuos jóvenes. Las más antiguas provienen de depósitos de cenizas volcánicas espesas en el volcán Roccamonfiore, Italia.
Después de que la ceniza y los flujos de lodo masivos arrojados por una erupción hace unos 350.000 años se enfriaron, al menos tres neandertales se abrieron paso por las laderas, uno en zigzag, otro resbalando y ocasionalmente apoyando una mano para equilibrarse.
Según la altura calculada a partir del tamaño de impresión, medían alrededor de 1,35 metros, lo que probablemente los convertía en adolescentes, al igual que en Vârtop. Pero ¿adónde iba esta pequeña pandilla de adolescentes? Es muy posible que hubiera presenciado una erupción aterradora, y su dirección sugiere que estaban abandonando el área.
Aunque, por otro lado, el rastreo de huellas cuesta arriba revela que provienen de un área plana salpicada por al menos 50 m con huellas de animales: tal vez las criaturas también atrapadas en el desastre estaban bordeando el volcán. Vulnerables en la materia pegajosa, en busca de escape o comida, habrían sido una presa fácil para los neandertales.
Quizás ese joven neandertal se resbaló mientras llevaba una carga peluda de regreso hacia un grupo que esperaba en otro lugar.
Lugares sin huellas
Sin embargo, las huellas recientes encontradas en Matalascañas en España son extremadamente especiales, ya que pueden proporcionar la única evidencia hasta el momento de que incluso los niños pequeños neandertales formaban parte de la búsqueda diaria de alimentos.
Después de todo, tenían que aprender de alguna manera. Sin embargo, en lugares sin huellas, nos vemos obligados a adivinar quién estaba allí.
Tomemos como ejemplo el sitio de caza alemán a orillas del lago de Schöningen, de 330.000 años de antigüedad, donde los cadáveres hábilmente sacrificados de entre 20 y 50 caballos junto con ocho lanzas finamente talladas dan testimonio de esto como un lugar de caza conocido, utilizado muchas veces.
Aunque es imposible estar seguros, podríamos imaginarnos a los jóvenes agachados con los ojos muy abiertos a lo largo de la orilla, lo suficientemente cerca para ver la matanza, escuchar el ruido sordo de las lanzas, oler el sudor de los caballos: aprendiendo a ser neandertales.