Creó desde bolsos con cubiertas intercambiables hasta accesorios para equipos de oficina; “Simplemente miro algo y pienso: ‘Hay una forma mejor de hacer eso’, y la idea viene a mí”, decía
- 9 minutos de lectura'
Autodidacta, con una gran visión innovadora y segura en los negocios, Beulah Louise Henry fue una de las inventoras más prolíficas del siglo XX, con 110 inventos y 49 patentes. Sus máquinas de escribir, sus juguetes y sus máquinas de coser sin bobinas hicieron de Henry una figura famosa y querida en todo Estados Unidos.
Su gran imaginación y prolificidad le valieron el apodo de “Lady Edison”, en analogía con Thomas Alva Edison (1847-1931), famoso inventor estadounidense responsable de más de mil patentes a lo largo de su vida.
Su primer prototipo
Nacida el 28 de septiembre de 1887 en el seno de una familia acomodada en Carolina del Norte, su infancia transcurrió, rodeada de las bellas artes, en un ambiente culto. Desde niña, contó con el apoyo de sus padres, Walter Henry, abogado y orador; y Beulah Holden, ama de casa y miembro de la élite política del Estado.
Beulah estudió en la Escuela Presbiteriana de Carolina del Norte y en el Elizabeth College, y empezó a inventar desde niña. A los nueve años creó su primer prototipo: un cinturón con un soporte para el papel. Lo creó después de ver a un hombre que se esforzaba por leer las noticias y llevar su compra al mismo tiempo.
Primera patente
Al igual que sus inventos posteriores, los primeros prototipos de Henry eran producto de la observación y la resolución de problemas. Su primera patente la consiguió en 1912, cuando tenía 25 años. Se trataba de una máquina de hacer helados que permitía fabricarlos más rápidamente con un uso mínimo de hielo (un bien escaso en la época anterior a los congeladores), gracias a una cámara congeladora rodeada por una estructura aislante.
El aparato, que funcionaba a mano o con un motor y dependía de la disponibilidad de electricidad (entonces todavía una novedad), hacía las veces de refrigerador de agua. “Esta primera patente reflejaba todas las características de un invento de Beulah Louise Henry: versatilidad, eficiencia, economía y facilidad de uso; cualidades que harían que sus prototipos destacaran entre los fabricantes y minoristas en las siguientes décadas”, escribió la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (Uspto, por sus siglas en inglés) en un perfil de Henry.
Un año después, registró un bolso de mano con cubiertas intercambiables para poder combinarse con ropa de diferentes tonos. De esta manera, Henry quería dar solución al problema de muchas mujeres en esa época a la hora de conjuntar su vestimenta con su bolso.
A esta patente le siguió otra para un paraguas adaptado para plegarse en un perímetro estrecho. Este artilugio sería posteriormente modificado para incorporar también una funda de tela que permitiera al propietario combinar el paraguas con la ropa. “La inventora decía que tenía una imagen completa de cada producto terminado en su mente antes de comenzar la difícil tarea de describir su idea con la suficiente claridad como para permitir que un fabricante reprodujera cada dispositivo tal y como ella lo imaginaba”, destacó el Paseo de la Fama de Inventores Nacionales de Estados Unidos, a donde accedió en 2006.
Éxito comercial
Sin embargo, el éxito comercial no llegó de inmediato. De acuerdo con datos de la Uspto, no hay constancia de que la heladera hiciera ganar dinero a Henry, y la sombrilla con fundas intercambiables y encajables para combinar con la ropa de mujer parecía ir por el mismo camino. Los fabricantes y vendedores de Memphis, donde la familia vivía entonces, no estaban interesados.
Para apoyar a su hija en su carrera como inventora, la familia se trasladó a Nueva York, donde creían que tendría más posibilidades de abrirse camino en el difícil mundo de las patentes, especialmente al ser mujer. “Una vez allí, Henry hizo interminables excursiones a las oficinas de los fabricantes de paraguas y tediosos viajes por tramos de sucias escaleras a varios talleres para intentar convencer a una industria dominada por los hombres del potencial de su idea”, explicó la Uspto.
Su tenacidad la impulsó a insistir en la idoneidad de su paraguas y decidió crear su propio modelo ella misma. Con su prototipo en la mano, volvió a visitar a uno de los fabricantes que, al verlo, admitió que sí podía hacerse. El paraguas de Henry se convirtió así en todo un éxito comercial y Nueva York en su residencia permanente. El dinero que ganó lo invirtió en un laboratorio para convertir en realidad sus ideas con ayuda de mecánicos, maquetistas y artesanos.
Era capaz de visualizar lo que deseaba fabricar y explicarlo a los ingenieros y a los fabricantes, que luego lo construían. “No puedo decidir si es un inconveniente o una ventaja ser tan ignorante de la mecánica como lo soy yo, no sé nada de términos mecánicos y me temo que dificulto las cosas bastante a los dibujantes a los que explico mis ideas, pero en las fábricas donde me conocen, son extremadamente pacientes conmigo porque parecen tener mucha fe en mis inventos”, reconoció la propia Henry.
Soltera y económicamente independiente, se convirtió en una de las llamadas “Nuevas Mujeres” de la sociedad: un arquetipo femenino que nació en la década de 1890 y aumentó su importancia después de la Primera Guerra Mundial.
“Trabajaba hasta altas horas de la noche, bailaba hasta altas horas de la noche, y se preocupaba poco por las preocupaciones de la época de su madre; cuando el lugar de la mujer de clase media era el hogar y no estar a la vista”, apuntó la Uspto.
En la mayoría de los casos, la “Nueva Mujer” era más una fantasía que una realidad en los años 20, cuando los hombres dominaban la política, la industria y la cultura estadounidenses, pero Henry era de verdad: una inventora de renombre en la gran ciudad que, fruto de su excepcional creatividad, podía vivir de la concesión de licencias de sus patentes.
Juguetes para niños
En 1924 y 1925, patentó mejoras del paraguas y, posteriormente, decidió centrarse en un nuevo campo de investigación que la haría famosa: los juguetes para niños. La primera solicitud de patente de Henry para una tecnología relacionada con ello se produjo a finales de 1925, para una estructura interna de muelles diseñada para hacer que las extremidades de los peluches volvieran a su posición original después de que un niño los doblara en diferentes poses.
Henry no tenía hijos y se inspiró en los parques infantiles de Nueva York y en los recuerdos de su infancia. Consiguió patentar, entre otros, una “radio-muñeca”, que incorporaba (parcial o completamente) en su interior un equipo receptor radiofónico conectado a una antena. Los diales se situaban en la espalda y el altavoz a la altura del pecho. Otro invento fue la muñeca “Miss Illusion”, que venía con pelucas rubias y morenas, y ojos que cambiaban de azul a marrón con solo pulsar un botón.
“Por fuera, estos juguetes se ajustaban a las normas de género de la época y permitirían a las niñas practicar las tareas de cuidado asociadas a la maternidad. Pero, por dentro, los juguetes de Henry eran obras maestras de la ingeniería y competencia de los hombres”, explicó la Uspto.
Trabajo de oficina
Durante la década de 1930, la creatividad innovadora de Henry se centró en el trabajo de oficina. Entre 1932 y 1937, registró cuatro patentes para un dispositivo conocido como “protógrafo”, con el que podían hacerse simultáneamente hasta cuatro copias mecanografiadas de un mismo documento, gracias a una segunda cinta entintada que se extendía a lo largo del rodillo de la máquina de escribir.
“Como máquinas complejas, las máquinas de escribir fueron diseñadas y mejoradas por hombres, que gozaban de acceso exclusivo a las escuelas de ingeniería de Estados Unidos. Sin embargo, como equipos de oficina útiles, eran utilizadas mayoritariamente por mujeres”, recordó la Uspto.
Hasta ese momento, las copias se hacían con papel carbón que manchaba las manos de la mecanógrafa. ¿No se podría mejorar esto? Se preguntó Henry y, como respuesta, surgió un accesorio que deslizaba una cinta entintada entre las páginas sin que la mecanógrafa tuviera que mancharse las manos en absoluto.
“Hay una mejor forma de hacerlo”
Todo el mundo quería saber el secreto de su éxito. “Simplemente miro algo y pienso: ‘Hay una forma mejor de hacer eso’, y la idea viene a mí”, se limitaba a contestar Henry.
Durante los años 20 y 30, Henry y su equipo obtuvieron una media de más de dos patentes al año, incluida una máquina de coser sin bobina para ayudar a las personas que trabajaban a gran escala. Esto llevó a los periodistas a apodar a Henry “Lady Edison”, en honor al mundialmente famoso Thomas A. Edison, que dirigiría un laboratorio de innovación en Nueva Jersey que equivalía a algo así como una fábrica de patentes.
Henry continuó con su prolífica carrera, que solo pausó durante la Segunda Guerra Mundial. Con el tiempo, sus patentes ganaron en complejidad e ingenio hasta su muerte, el 1 de febrero de 1973. “Nuestros hogares y lugares de trabajo modernos reflejan su ingenio. Los juguetes infantiles interactivos y fáciles de limpiar, los equipos de oficina cada vez más eficientes y fáciles de utilizar, y los accesorios de moda prácticos y fáciles de modificar son el reflejo de las innovaciones pioneras de Henry”, afirmó la Uspto.
En enero de 1962, concedió su última entrevista al New York Times, en la que habló de su reputación como “Lady Edison”: “Realmente no merezco ese título, pero un periódico me lo dio hace años y se me quedó”.
“Hoy en día, la enmarcaríamos de forma diferente, no como la “Lady Edison”, una versión femenina de un famoso inventor masculino, sino como la visionaria que fue: una líder en todas sus áreas de innovación. Henry era ambiciosa, prolífica y exitosa por derecho propio”, agregó la Uspto.
BBC Mundo