Premio L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia a tecnologías contra la pandemia y para detectar metales pesados en el agua
Una nació en una familia que debió lidiar con las dificultades de la pobreza, y en la que padre y madre tenían que trabajar muchas horas para atender a las necesidades de todos los integrantes. Otra es hija de una matemática y nieta de un químico a los que les hubiera gustado hacer investigación, pero no pudieron. Ambas abrazaron la ciencia con pasión, y con el sueño de que sus hallazgos mejoraran la calidad de vida de todos y contribuyeran al desarrollo tecnológico del país. Se llaman Vera Álvarez y Daiana Capdevila, y ayer recibieron el premio L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia, que cada año reconoce a investigadoras sobresalientes.
Álvarez, del Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología de Materiales (Intema), en Mar del Plata, y vicedirectora de dicho instituto, donde dirige el Grupo de Materiales Compuestos Termoplásticos (CoMP), fue distinguida en la categoría "premio" con 700.000 pesos para su proyecto "Desarrollo de geles, films y recubrimientos poliméricos para la elaboración de materiales de protección y de inactivación del SARS-CoV-2 en distintas superficies". La meta es sintetizar plásticos de bajo costo que resulten eficientes para la prevención de infecciones y la eliminación del coronavirus de distintas superficies.
Capdevila, del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IBBA/Fundación Instituto Leloir), resultó ganadora de la categoría "beca" (dotada de 490.000 pesos) por su trabajo en "sensores libres de células para la detección rápida de metales pesados en agua en la cuenca Matanza-Riachuelo", que intenta poner a prueba un método para la evaluación rápida y económica de la calidad del agua de consumo humano en el área donde habita el 15% de la población argentina, una de las más contaminadas de América Latina.
"Este premio reconoce algo que muchos no ven: el gran protagonismo de las mujeres en ciencia –dijo Ana Franchi, presidenta del Conicet–. Este año, la disciplina elegida fue ciencia de los materiales, un campo difícil para las mujeres. Conquistar la igualdad no significa tratar a todos igual, porque sabemos que el inicio y el transcurso de la carrera no es equitativo para mujeres y hombres. Para ofrecer igualdad de oportunidades, tenemos que reconocerlas, mostrarlas y tomar medidas adecuadas desde el sistema".
En esta edición se presentaron 130 proyectos encabezados por investigadoras, muchos de ellos fruto de una respuesta inmediata a la emergencia que enfrentan el país y el mundo. "Nuestras científicas tuvieron un rol fundamental en la búsqueda de soluciones para la pandemia –observó el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza –. Aunque en este momento hay mayoría de mujeres en el sistema científico, tenemos que trabajar mucho para alcanzar la igualdad en posiciones jerárquicas".
Rápido y económico
La meta del proyecto de Capdevila es crear dispositivos portátiles que permitan medir in situ la contaminación hídrica en una zona densamente poblada. "Es impensable que el personal de Acumar pueda medir la calidad del agua en todo ese territorio, necesitamos contar cada vez con más herramientas que nos permitan sensar en el lugar, con tecnología rápida y económica –explicó Capdevila–. Una de las grandes ventajas de nuestro sistema de medición es que no necesitamos tener células vivas: podemos usar las proteínas de las bacterias en forma de polvo, que se mantiene estable durante varios meses".
Álvarez y su grupo desarrollan materiales que inactivan el SARS-CoV-2 en distintas superficies. "Son polímeros biodegradables (en especial, uno llamado ‘quitosano’) –explica–. A diferencia de otras sustancias (como el alcohol que lo quita de las superficies o de las manos), cuando el virus entra en contacto con estos materiales, se inactiva, no puede ni reproducirse ni transmitirse. Esta es una de las cosas más interesantes que tiene. Se basa en un plástico que se obtiene de los exoesqueletos de crustáceos, un desecho de langostinos o camarones, y a través de la incorporación de distintas partículas potenciamos su actividad antiviral, antibacteriana y antifúngica. El material interactúa en el nivel químico con el virus y no le permite contagiar aunque esté ahí. Se puede usar tanto en la industria textil como en forma de spray para metales, vidrios o plásticos para sanitizar superficies".
Tanto los trabajos de Álvarez como los de Capdevila comenzaron con estudios de ciencia básica hace muchos años, pero que ya están a punto de aplicarse. Estas tecnologías podrán aplicarse no solo para el coronavirus y la cuenca Matanza Riachuelo, sino también para otros microbios y hongos, y para otros contaminantes, como por ejemplo, el arsénico presente en las napas subterráneas de una amplia zona del país.
"Estoy muy emocionada –dijo Alvarez al agradecer la distinción–. Vengo de una familia de muy bajos recursos y de mucho esfuerzo. Además del estereotipo de mujer, estaba el de la pobreza: es muy importante que todos sepamos que podemos tener lugar, pero si no contamos con el acompañamiento de la sociedad y las instituciones, el esfuerzo solo no alcanza, tiene que estar promovido por políticas. Es un orgullo y una enorme felicidad vivir, trabajar y aportar en un país en el que se piensa a la ciencia, la tecnología y la educación como motores de cambio de la sociedad".
Y agregó Capdevila: "Que haya habido 130 postulantes a este premio muestra que somos un montón y no queremos ser consideradas como investigadoras de segunda. Incluso en un año de pandemia, con salarios cercanos al límite de pobreza, con tareas de cuidado que recayeron mayoritariamente sobre nosotras, escribimos más proyectos que nunca".
A las jóvenes que recién se inician o que están dudando sobre si dedicarse o no a la ciencia, Capdevila les aconseja "pensar que siempre una va a ser mejor en lo que le gusta que en lo que no gusta. Y no dejarse amilanar por juicios de valor sobre lo que somos o no somos capaces de hacer". Álvarez, por su parte, les dice: "Todo es posible. No bajen los brazos. Tengo un compañero que me acompaña todos los días como un igual y poniendo sus sueños en el mismo lugar que los míos. No tengo más obligaciones que él con nuestras hijas o en nuestros viajes por ser mujer. Cuando elijan un compañero o compañera de vida, piensen también en eso".
En esta edición, también recibieron menciones especiales en la categoría "premio" María Alejandra García, del Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (Cidca), de La Plata, por su trabajo "Revalorización de cultivos alternativos como fuentes de biopolímeros y subproductos agroindustriales con aplicaciones alimentarias y en la producción de materiales sustentables", y Laura Giambiagi, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla, Conicet/Universidad Nacional de Cuyo), por su proyecto "Evolución del campo de esfuerzos durante la construcción del plateau Puna/Altiplano".
En la categoría "beca", recibieron menciones María Poca, del Grupo de Estudios Ambientales del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis (Imasl, Conicet/Universidad Nacional de San Luis), por su trabajo "Mont-Agua: comprendiendo la producción de agua de las montañas semiáridas del centro de Argentina: una aproximación biofísica y geoquímica". Y Mónica García, de la Unidad de Investigación y Desarrollo en Tecnología Farmacéutica (Unitefa, Conicet-Universidad Nacional de Córdoba), por su proyecto "Materiales híbridos nanoestructurados y bioresponsivos para optimizar la acción terapéutica de fármacos antitumorales".
Ciencia y brecha de género
Durante el evento, que se realizó a través de una plataforma virtual, se dio a conocer la Investigación "Mujeres en STEM [acrónimo en inglés de Science, Technology, Engineering and Mathematics]: cómo romper con el círculo vicioso", realizada por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) a cargo de Paula Szenkman. La investigación indica que si bien el 54% de los investigadores del sistema científico local son mujeres, en las ciencias exactas y naturales esa proporción apenas alcanza el 41,7%.
Además, si bien las mujeres recibieron el 60% de las becas financiadas en 2018 (e incluso el 50% en campos de menor representación femenina como las ciencias exactas y naturales), las investigadoras que dirigen proyectos científicos reciben en términos generales un 25% menos recursos que sus colegas varones, y publican menos artículos en revistas de calidad y visibilidad nacional e internacional.
Las mujeres son mayoría en los niveles iniciales de los organismos científicos y van reduciendo su participación a medida que la categoría es superior: representan el 61% de los investigadores asistentes, pero el 23% de los investigadores superiores.