Premian investigaciones en dengue
La laureada es Andrea Gamarnik, del Instituto Leloir, cuyo laboratorio se convirtió en centro de referencia regional
De la escuela secundaria recuerda que era "buena alumna [fue abanderada], pero revoltosa". Gracias al esfuerzo de sus padres y de su tío, pudo hacer el curso de ingreso en Farmacia y Bioquímica, y gracias a una beca del Colegio de Farmacéuticos de Lanús fue la única integrante de la familia que estudió una carrera universitaria. Completó su doctorado en bioquímica en la UBA y viajó a la Universidad de California, en San Francisco.
Hoy, ocho años después de haber vuelto al país para hacerse cargo del laboratorio de virología molecular del Instituto Leloir (puesto que obtuvo por concurso internacional), Andrea Gamarnik recibirá el premio más prestigioso que, en 76 países, se les confiere a las mujeres que hacen ciencia, el Premio L´Oréal-Unesco, que aquí tiene respaldo del Conicet. También recibirán becas María Fabiana Drincovich y Jorgelina Ottado.
Gamarnik, cuyo laboratorio se convirtió en estos años en un centro de referencia en el estudio del dengue, es distinguida precisamente por sus investigaciones en la replicación de este virus que infecta anualmente a 50 millones de personas en el mundo.
"Yo había estudiado para «perito mercantil» -recuerda, en una de las salas del instituto ubicado en parque Centenario-, pero en el último año de la carrera me tomaron un test de orientación vocacional y el psicólogo, que era muy «macanudo», insistió en que optara por otra carrera."
Y aunque era una deportista apasionada, eligió la bioquímica: "Mi mamá, Mirta Grillo, era actriz y recitaba los versos de Héctor Negro -cuenta-. Era una apasionada de todo lo que hacía. Y creo que yo heredé eso de ella, porque tengo pasión por lo que hago. Me encanta el deporte, me encanta pintar, me fascina la investigación...".
Gamarnik confiesa que San Francisco "es una ciudad hermosa", que allí hizo "muchísimos amigos", y que "aprendió mucho" sobre cómo trabajar con virus. Pero que le faltaba "algo": "el sentido de lo que hacía".
"Cuando volví, salía de Ezeiza y se estaba yendo De la Rúa -recuerda-. Muchos me dijeron: «¿Lo pensaste bien?» Y sí, lo había pensado años, porque quería volver, aunque al principio los sueldos ni siquiera alcanzaban para llegar a fin de mes. Me preguntaban si tenía marido o padre que me pudiera mantener. Cuando les contestaba que pensaba vivir de mi trabajo, me recomendaban que me quedara en el exterior."
Aunque tuvo que esperar un par de años, tras trabajar en una empresa biotecnológica que le permitió ahorrar para volver a instalarse en la Argentina, se presentó al concurso en el Instituto Leloir. "Pensé mucho qué quería hacer -confiesa-. Vi que el virus del dengue era un problema muy serio y no había muchos trabajando en el tema." Y enseguida, agrega: "No me arrepiento. Tengo un grupo precioso, de gente solidaria, inteligente, que viene de universidades nacionales de todo el país... Y eso me motiva, formar recursos humanos acá, no en los EE.UU. Trabajar en un tema que tiene contenido social".
Desde su regreso, Gamarnik y su equipo desentrañan cómo se reproduce el virus del dengue. En su primera publicación lograron visualizar su conformación circular. Luego definieron que esa conformación es esencial para que el virus se multiplique en la célula. Y más tarde describieron cómo se amplifica su material genético, por un mecanismo distinto del que utilizan otros virus. En los años siguientes se determinó que hay otros microorganismos, como el que causa la fiebre amarilla, que utilizan el mismo modus operandi. Sus estudios sobre los mecanismos de atenuación viral son la base del diseño racional de vacunas y ya resultaron en tecnologías que transfirieron a los Estados Unidos.
A pesar de sus logros, Gamarnik considera que sigue siendo necesario estimular a las mujeres: "Tal vez un premio exclusivamente para nosotras llame la atención -dice-, porque para los hombres no hay discriminación. Pero, aunque son sutiles, las diferencias todavía existen. Hay profesores que les aconsejan a las chicas no estudiar física, por ejemplo, «porque es difícil». Acabo de volver de un congreso en Madrid. Habían invitado a 22 expertos en replicación viral, de los cuales sólo tres éramos mujeres. Y no porque las presentaciones de los hombres fueran brillantes... Las mujeres podemos hacer ciencia, y del mejor nivel".