¿Por qué somos tan malos conductores?
Influye la transgresión social y una falsa idea de los riesgos
Basta con tratar de subsistir –sea como peatón o conductor– en medio del tránsito para comprobar, a diario, comportamientos que rozan lo temerario: violaciones a semáforos en rojo, motos que zigzaguean a milímetros del espejo lateral del auto y conductores que en la autopista se “pegan” al paragolpes del auto delantero, entre otras tantas maniobras que terminan cobrándose más de 20 vidas por día en accidentes de tránsito.
Pero ¿por qué los argentinos manejamos tan mal si sabemos que estamos violando normas? La respuesta, según dos expertas argentinas en el estudio del comportamiento en el tránsito, está tanto en nuestra psiquis como en el entorno social que se busca imitar.
“En la calle vivimos exponiéndonos a riesgos evitables. Sabemos que nos estamos arriesgando, pero lo hacemos igual porque creemos que el riesgo es ínfimo y que tomarlo nos beneficia, como cuando podemos llegar más temprano a una cita. El resultado de la combinación de ambos genera un comportamiento riesgoso”, dijo la licenciada María Cristina Isoba, directora de Investigación y Educación Vial de la Asociación Civil Luchemos por la Vida.
Pero es la experiencia de no recibir una multa o no sufrir un accidente la que refuerza esa falsa asociación entre el riesgo de, por ejemplo, pasar un semáforo en rojo y el beneficio de no perder la onda verde de los semáforos y llegar más rápido a casa. A esto se suman los hábitos y los comportamientos del entorno social.
"Hoy, el crecimiento de la «argentinidad transgresora» se refleja en la calle, donde transitan y se encuentran todos los habitantes, que se relacionan entre sí aplicando cosmovisiones dominantes plagadas de dobles mensajes", consideró la licenciada en psicología Marta Caamaño, docente de la licenciatura en resolución de conflictos y mediación, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y profesora de ética profesional en psicología, en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.
Su tesis doctoral, "Aspectos psíquicos de conductores experimentados de autos en Buenos Aires", con entrevistas a 20 conductores porteños, disparó encuestas con muestras más grandes. Los resultados reconocen dos problemas a la hora de conducir: la falta de prevención y el inadecuado entrenamiento de conducción.
"Para que un automóvil se mueva, el cuerpo del conductor y el auto deben calzar perfectamente -dijo Caamaño-. Recién cuando se adquiere la automatización del manejo, se pueden hacer maniobras cada vez más complicadas."
Conductas riesgosas
"Maniobras más complicadas" no es lo mismo que "maniobras más riesgosas". Las estadísticas publicadas por Luchemos por la Vida indican que, en promedio, un automóvil particular que circula por la ciudad de Buenos Aires pasaría cuatro semáforos en rojo cada tres días y que la prioridad de la que gozan los peatones no se respetaría en uno de cada dos días. Si del transporte público se trata, cada colectivo violaría tres semáforos por hora.
Y eso que 7 de cada 10 conductores, según una encuesta realizada por Luchemos por la Vida, a 634 automovilistas consideraron que manejan mejor que los demás. El 12,5% de ellos se animó a decir que mucho mejor que los otros.
"Muchas veces -dijo la licenciada Isoba-, se habla del problema que los argentinos tienen para respetar las normas, cuando la realidad es que somos seres humanos con modos de pensar y actuar que no difieren demasiado de las de los suecos o los australianos, que viven en países con bajísimos índices de accidentes de tránsito. Lo que nos diferencia es básicamente nuestra experiencia o el aprendizaje social de lo que es más conveniente."
Por ejemplo: los padres "saben" que los chicos van más seguros en el asiento de atrás y con cinturón, pero como nunca chocaron "creen" que nunca lo harán. "Esto se llama aprendizaje por la experiencia", puntualizó Isoba.
Pero esos padres continúan tomando el mismo riesgo porque las parejas amigas también llevan a sus hijos en el asiento delantero, lo que se denomina "proceso de refuerzo de la creencia -continuó la psicóloga-. La experiencia individual y la del entorno contribuye a tener una percepción del riesgo disminuida".
Además, colocar a un chico en una sillita en el asiento trasero lleva tiempo y provoca quejas y llanto del niño, por lo que resulta más sencillo y menos ruidoso llevarlo adelante. "Esto -señaló-, es el beneficio personal percibido."
Manejar v. conducir
Mientras que cualquiera puede aprender a manejar, saber conducir es lo que diferencia al buen automovilista. "Hay gente que dice: «Ya aprendí a manejar», cuando lo que en realidad sabe es desplazar el auto y, sin más, salir a la calle. Pero, en realidad, ellos aprendieron en forma teórica las normas básicas del tránsito y aún están lejos de incorporarlas en la acción real", explicó, tras atribuir el origen del problema a la habilitación de conductores "sin garantías de que su entrenamiento sea el adecuado y que, además, conducen mal".
Y agregó: "Hay una «cultura de la calle» que sirve para la intercomunicación y consiste en un lenguaje a través de gestos consensuados, como el guiño para doblar. Esa cultura es muy importante para evitar accidentes y hay que tener en cuenta que cambia según los tiempos sociales y los contextos históricos".
Pero, en definitiva, todo ocurre por elección. Nadie nos impone violar las normas de tránsito. Entonces, si nos arriesgamos por elección, ¿cómo se revierte ese comportamiento?
"Sabemos que informar acerca de las normas de tránsito y las conductas seguras es condición necesaria, pero no suficiente, para lograr cambios de actitudes y comportamientos en pro de la seguridad vial y la prevención de accidentes", afirmó Isoba.
Para lograrlo, Luchemos por la Vida propone dos estrategias. La primera consiste en formar en la población una percepción del riesgo más realista para su mejor adaptación en el tránsito, mediante campañas de concientización masiva a través de los medios de comunicación y con mensajes inequívocos, y restablecer la educación vial en las escuelas.
El segundo camino consiste en aumentar la percepción del beneficio personal de conducir seguro mediante incentivos, como descuentos en los costos de los seguros por ausencia de accidentes, y eliminar el estímulo existente de comportamientos riesgosos.
"La mayoría de las personas sobrestima su capacidad para moverse en el tránsito. Comprender mejor estos procesos psicológicos en juego contribuye a orientar adecuadamente las tareas hacia logros en pro de la vida", concluyó la psicóloga.