Para ser un país en desarrollo, tenemos que invertir en ciencia
Un sueño compartido por la mayoría de los argentinos es ver a nuestro país en un sendero de desarrollo. ¿Hace cuánto tiempo nos dicen "país en desarrollo"? Mucho tiempo. ¿Nos desarrollamos? No. ¿Es una cuestión de tiempo? No, no somos un país en desarrollo. Somos un país subdesarrollado y estancado. Y lo seguiremos siendo mientras siga fuera de escena el debate sobre cómo generar más riqueza. ¿De qué va a vivir la Argentina en 20 o 30 años?
Se sigue escuchando que la Argentina supo ser potencia mundial y no logró desarrollarse por malas políticas económicas. Pero la razón principal de nuestro subdesarrollo se encuentra en las malas políticas científico-tecnológicas (CyT). El denominador común del desarrollo de los países es la vinculación entre el conocimiento científico y tecnológico y la producción.
Todos los países que alcanzaron condiciones de crecimiento económico sustentable lo han hecho de esta manera. Todos, sin excepción, con las más diversas culturas, historias, ubicaciones geográficas, situaciones geopolíticas y disponibilidad de recursos naturales, como los Estados Unidos, China, Noruega, Finlandia o Corea del Sur, entre otros.
A fines del siglo XIX y principios del XX, Argentina tuvo uno de los PBI per cápita más altos del mundo, exportando granos y carne congelada. Los países que nos compraban esas mercancías desarrollaban las telecomunicaciones, los motores de combustión interna, la mecánica cuántica y los semiconductores, entre otras cosas. Han pasado 100 años, y hoy compramos infinidad de productos y servicios desarrollados sobre la base de esos avances. ¿Seguiremos vendiendo granos, servicios y manufacturas de bajo valor relativo? En ese caso, no podemos esperar ninguna mejora sustentable en nuestro bienestar. Ese no es el camino del desarrollo.
Si queremos encarar un sendero de desarrollo, debemos comprender en su real magnitud el retraso en CyT que hemos acumulado, para comenzar a revertirlo a la velocidad necesaria. Hemos perdido conocimientos sobre tecnologías del siglo XX que supimos conseguir, como las de automotores, ferrocarriles y aviones jet. Pero, además, nuestro estancamiento nos ha hecho perder el tren de muchas otras revoluciones tecnológicas: computación, telecomunicaciones inalámbricas, medicina moderna y automatización industrial. Hay revoluciones tecnológicas en curso, como la industria 4.0, los vehículos eléctricos y autocomandados, las redes 5G, o la inteligencia artificial, y se están gestando las revoluciones tecnológicas del futuro cercano, como las telecomunicaciones 6G, la medicina personalizada o la computación cuántica. La Argentina no participa activamente en ninguna de ellas.
Desde 2015, la Argentina viene reduciendo su inversión en CyT (pública y privada). Esto va en contra del progreso global y reduce nuestra competitividad a futuro. Entre 2003 y 2015 se aumentó la inversión en CyT pero a un ritmo menor que el del avance global. Pasó del 0,4 al 0,6% del PBI; un ritmo promedio de 0,016% del PBI por año. El mundo desarrollado avanza al doble de velocidad: 0,03% PBI/año. Los países que verdaderamente están en desarrollo avanzan su CyT a ritmos mayores que el mundo desarrollado. China, por ejemplo, lo hace a 0,08% PBI/año desde hace por lo menos 25 años. Los resultados: desde 1980 China multiplicó su PBI per cápita por 45 mientras que en la Argentina solo se multiplicó por cinco. Corea del Sur desde 1970 multiplicó su PBI per cápita por 100.
En los próximos 10 años, las políticas de CyT deberían mantener investigación de excelencia y enfocarse en la producción, y sin dejarnos engañar por el progreso global. Hoy vivimos mejor que hace 100 años. Tenemos mejor salud, alimentos, transportes, vestimenta, educación; mejor calidad de vida en general. Pero nuestro nivel de vida relativo en el mundo viene decreciendo de manera sistemática. Por ejemplo, a diferencia de décadas atrás, hoy exportamos software y servicios. Si bien esto representa un claro avance, no salimos de nuestro esquema de subdesarrollo. Mientras el software y los servicios que exportamos sean incorporados en productos extranjeros más sofisticados, abarcativos y de mayor valor que terminamos comprando, la situación es análoga a exportar lana e importar textiles. Un subdesarrollo actualizado.
En ausencia de un desarrollo propio en CyT, la Argentina pierde competitividad día a día y termina subordinada a intereses ajenos, ocupando en el mundo un rol que no nos conviene. Debemos diseñar y encarar nuestro proyecto de desarrollo que convoque a todos los actores del país, cada uno con su aporte fundamental para construir un futuro mejor. Es posible.
Investigador principal del Conicet y profesor de Física Experimental, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires
Fernando Stefani