"No hay margen para fallar si queremos preservar las ballenas"
Lo afirma Roger Payne, fundador del instituto de conservación de estos mamíferos
Roger Payne aún se conmueve cuando oye fragmentos del canto de las ballenas que registró cuatro décadas atrás en sus expediciones oceánicas para maravillar al mundo con esos rítmicos sonidos subacuáticos. "Este es precioso; me emocioné cuando lo escuché por primera vez. Te va a gustar muchísimo", dice en buen español al dar finalmente en una larguísima lista de archivos con la grabación de un verdadero coro de ballenas jorobadas en las aguas de las islas Bermuda.
Sentado frente a su notebook repleta de notas, audios, cálculos y las más hermosas fotografías de esos gigantes marinos, el fundador de la Ocean Alliance y el Whale Conservation Institute comparte toda esa información con generosidad y muy buen humor, aunque hace apenas horas que abandonó el avión que lo trajo a nuestro país desde Vermont, Estados Unidos.
Con un café de por medio en el bar de un hotel porteño, el biólogo que demostró que no es necesario cazar a las ballenas para estudiarlas y sobre el que se filmaron más de cien documentales recuerda lo que más le atrajo de esos mamíferos hace 40 años. "Es sorprendente su gracia, el poder que les da su enorme tamaño y, a la vez, la delicadeza con la que se comportan. En un viaje, vimos cómo una cría se acercaba con energía a su madre, que se dio vuelta en el agua para colocarla sobre su pecho y la golpeó suavemente con la aleta para calmarla -relata-. Basta con ver una ballena alguna vez en la vida para no olvidarlo jamás."
Uno de sus proyectos más recientes fue la Travesía del Odyssey, un programa de investigación de cinco años para evaluar la "salud" de los mares y medir los niveles de contaminantes sintéticos a través de ciertas características en las ballenas y los peces azules o grasos. Sólo entre 2000 y 2005, la tripulación del Odyssey, el barco de 28 metros con el que Payne dio la vuelta al mundo, elaboró 450 informes ( www.oceanalliance.org ) de la expedición.
Ahora, más concentrado en crear conciencia pública sobre la necesidad de proteger el medio ambiente, llegó al país días antes de la 60» Reunión de la Comisión Ballenera Internacional. En Chile, delegados de 78 países debatirán sobre los santuarios balleneros y la observación de cetáceos, y tratarán de frenar la caza indiscriminada. De ahí que en su presentación, pasado mañana, a las 19, en la Bolsa de Comercio (informes: 011-4785-6009), Payne analizará si existe futuro para las ballenas.
-¿Deberíamos suponer que no?
-Cada década se agrega un nuevo problema para la supervivencia de las ballenas y el resto de los animales. En los 60, cuando empecé a estudiarlas, el problema era la matanza. Diez años después, fue el varamiento en las redes de pesca y luego apareció la contaminación de las aguas. En los próximos años, no tendremos margen para fallar si queremos preservar a las especies.
-¿Por qué cuesta tanto protegerlas?
-Aún existe mucho egoísmo en el ser humano. La destrucción total de ciertas especies genera más dinero que su protección.
-¿Para qué se está usando la carne de ballena?
-En Japón, que es el principal consumidor, se usa para el sushi. En un restaurante en Tokio se ofrecía a 250 dólares el medio kilo y a más de 500 el kilo... Cuando un animal es tan preciado para una economía, es muy difícil poder terminar con su matanza.
-¿Qué falta conocer sobre ellas?
-Tenemos un poquito de información, pero nada sobre lo más importante. Por ejemplo, sabemos que hay hembras que regresan a las aguas de península Valdés cada tres años, pero ignoramos dónde viven los años intermedios o adónde van a comer cuando abandonan la península. Tampoco se sabe con certeza cuál es su rol en el ecosistema, como ocurre con muchísimos otros peces.
-¿Cómo puede afectarlas el cambio climático?
-La variación de la temperatura de las aguas podría modificar el lugar de crecimiento del alimento y las ballenas podrían morir de hambre al intentar buscar nuevos sitios para alimentarse mientras sus crías crecen. La corriente del Niño, por ejemplo, altera el crecimiento del alimento y las hembras de la ballena franca austral esperan al año próximo para quedar preñadas, como ocurrió este año.
-¿Cómo buscan el alimento?
-Esto es algo fascinante que aún desconocemos. No sabemos cómo pueden reconocerlo a diez metros de distancia en un lugar desconocido. Podría ser el rebote del sonido, pero lo ignoramos.
-¿Las ballenas también migrarán por el cambio climático?
-Sí, pero con pequeñas variaciones volverán a las mismas aguas de siempre. Si tomamos un mapa de las posiciones de las ballenas cien años atrás vamos a ver que todavía regresan al mismo lugar, aun cuando sean los sitios de cacería. Con el Odyssey buscamos ballenas, según un mapa de 1935 elaborado con datos de entre 1770 y 1935, y comprobamos que cada año regresaban a los mismos lugares. Por eso es tan fácil cazarlas.
-¿Qué fue lo que más le sorprendió del comportamiento de las ballenas en estos 40 años?
-Cada descubrimiento es una emoción muy intensa, pero recuerdo cuando descubrimos que las ballenas azules y las de aleta dorsal pueden producir sonidos que se propagan de un lado al otro del océano. Antes podíamos oírlas a miles de metros de distancia, pero la contaminación actual por los ruidos de los barcos impide oírlas a más de diez metros de distancia.
-¿Qué le queda por hacer?
-Durante años quise pasar horas mirando a las ballenas desde el cielo y estuve buscando cómo hacerlo. No podía ser desde un avión porque es muy peligroso: cinco amigos murieron así. Pero hace poco, un inventor me propuso usar un dirigible de ocho metros de largo con una cámara.
-¿Y dónde lo usaría?
-Aquí, en la Argentina, porque las ballenas se mantienen a cinco metros de profundidad. Desde el aire, las podría ver durante horas, lo que nos permitiría dar un salto cuántico en el conocimiento de su comportamiento al estudiar a un grupo de animales interactuando. Hoy sólo contamos con segundos para que un buceador pueda verlo bajo el agua. Desde el aire, eso sería posible por horas y horas...
Ciencia y poesía
- En los últimos años, el doctor Roger Payne y su esposa, la actriz Lisa Harrow, presentan en distintos escenarios del mundo una obra de teatro que promueve el cuidado de nuestro planeta y sugiere cuáles son las soluciones a los problemas ambientales ( www.seachangeinstitute.org ). SeaChange: reversing the tide es una mezcla de ciencia y poesía. "Mi esposa es una actriz fantástica y es la que maneja todas las emociones en escena. Yo sólo hablo de ciencia, pero ella es el poder de la obra", comenta Payne.