Murió el matemático Luis A. Santaló
A los 90 años falleció ayer en Buenos Aires el matemático de fama mundial Luis A. Santaló, una figura señera de la enseñanza de la disciplina en nuestro país y considerado uno de los fundadores de la geometría integral.
Esta rama científica, que aplica los recursos y métodos del análisis matemático a la geometría, lo reconoció como una figura sobresaliente en el mundo (en sus comienzos tuvo la influencia de Wilhelm Blaschke, de la Universidad de Hamburgo, con quien se perfeccionó en 1935 y 1936, cuando el profesor alemán iniciaba esta disciplina).
Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires (UBA) desde 1976, Santaló presidió la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales entre 1980 y 1984. Era miembro honorario de la Academia de Ciencias de Buenos Aires y de prestigiosas entidades científicas internacionales.
Había nacido en Gerona, España, el 9 de octubre de 1911. Se doctoró en Ciencias Exactas en la Universidad de Madrid en 1935.
Iniciada la Guerra Civil Española, fue capitán en la aeronáutica republicana. Cayó preso, pero pudo huir a Francia. El matemático español Julio Rey Pastor -que había sido profesor suyo y residía en la Argentina- le mandó desde nuestro país un pasaje y la visa, en 1939, y le abrió aquí las puertas de los ámbitos académicos.
En Rosario se acababa de fundar el Instituto de Matemática de la Universidad Nacional del Litoral, dirigido por otro desterrado, Beppo Levi, eximio catedrático italiano de origen judío. Santaló participó de esos comienzos, fue nombrado vicedirector y vivió diez años en esa ciudad. Allí se casó con Hilda Rossi, que le sobrevive, y con quien tuvo tres hijas: Tessi, Alicia y Claudia.
"Gracias a Rey Pastor empecé la investigación", decía agradecido.
En 1947 se nacionalizó argentino. En ese año y en 1948 realizó estudios en Princeton, Estados Unidos, donde llegó a conocer a Albert Einstein.
Entre 1949 y 1956, fue profesor en la Universidad Nacional de La Plata. Desde 1957 lo fue en la UBA.
Santaló era un docente capaz de escribir la matemática no sólo en los libros, sino en el entendimiento de sus alumnos, con sensibilidad, vocación de servicio y gran generosidad de espíritu.
"El profesor debe conocer al alumno -decía-. Nada más que con mirar, ya se ve por los ojos si entiende o no entiende." Traslucía un afecto similar al que volcó en su familia, se daba y a la vez sabía poner límites. "Es una persona con la que siempre podés hablar. Yo lo noto ahora al ver la falta de comunicación de los adolescentes", comentó una vez su hija Claudia.
Se desempeñó también en la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conea) y en la Escuela Superior Técnica del Ejército. Fue investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
España lo distinguió con el premio Príncipe de Asturias. En 1986, la Organización de Estados Americanos (OEA) le concedió el premio Bernardo Houssay por su monumental obra de medio siglo de ininterrumpida creación.
Contemplar la verdad
Alguna vez, Santaló expresó que en este siglo de la enseñanza obligatoria, conviene que, a través de ella, todos los ciudadanos "entren en contacto con la verdadera matemática, que es método, arte y ciencia, muy distinta de la calculatoria, que es técnica y rutina".
Animaba a "abrir ventanas a las inteligencias para la contemplación de la verdad, para escapar a la rutina mecanizada de esta sociedad de consumo y elevarse hasta los aires puros e incontaminados de la matemática-filosofía. Recordemos con Descartes -subrayaba- que el placer que proporciona la contemplación de la verdad es, en este mundo, casi la única felicidad no turbada por el dolor".
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