Miriani Pastoriza, la astrónoma argentina que brilla en el cielo brasileño con un tipo de galaxias que llevan su nombre
Nació en Santiago del Estero e inició su carrera en Córdoba, pero debió abandonar el país en 1978; se radicó en Brasil, donde su presencia fue tan destacada que un premio a la excelencia científica lleva su nombre
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Miriani Pastoriza supo desde chica lo que quería: en las calurosas noches transcurridas a lo largo de su infancia en Santiago del Estero miraba las estrellas, memorizaba sus nombres y soñaba con estudiarlas. “En verano, mi madre ponía las camas en la galería de la casa por el calor. El cielo era maravilloso, parecía que lo podía tocar, y eso despertó mi curiosidad. Entonces comencé a leer, y aprendí sobre las constelaciones”.
La oscuridad le abría puertas hacia algo que estaba mucho más allá del horizonte inmediato, del calor y de los mosquitos que la asediaban. Ahí afuera había un universo que esperaba ser descubierto y comprendido, y ella se sentía convocada a conocerlo. Aldebarán, Canopus y Alfa Centauri eran más que nombres: eran la promesa de un viaje fascinante, el anticipo de una ciencia todavía desconocida que le depararía las mayores satisfacciones de su vida.
Claro que el sueño de estudiar el cielo parecía inaccesible para una joven cuya madre había enviudado y tenía cuatro hijas que mantener. Promediaba la década de 1950, y la única carrera de astronomía que se dictaba en el país era la de la Universidad Nacional de La Plata, a más de mil kilómetros de la localidad santiagueña de Villa San Martín Loreto. El traslado resultaba imposible de afrontar. Inalcanzable, como las estrellas que brillaban en la noche.
En 1956, cuando Pastoriza estaba terminando el secundario, llegó la noticia que cambiaría su historia: la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) había creado la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (FAMAF) a unos 400 kilómetros de su pueblo natal. Una distancia salvable. Gracias al apoyo de una de sus hermanas mayores, que trabajaba como docente, y a su propia determinación, pudo superar un ingreso exigente y comenzó a estudiar la carrera con la que tanto había soñado.
Un tipo de galaxias lleva su nombre
Pocos años más tarde, Pastoriza era la única mujer trabajando en la Estación Astrofísica de Bosque Alegre, relevando las galaxias visibles desde el hemisferio sur con uno de los telescopios más grandes de la región, de más de un metro y medio de diámetro.
En aquellos tiempos no era natural ni razonable que una mujer quisiera realizar tareas nocturnas en compañía exclusiva de hombres, pero ella no estaba dispuesta a dejarse desalentar por semejantes detalles. El astrónomo José Luis Sérsic, quien dirigió su tesis de licenciatura, tuvo que tramitar un permiso especial para que pudiera pasar algunas noches en el observatorio con el objetivo de reunir los datos para su trabajo final.
“Nos dejaban en una casa en la montaña durante cuatro o cinco días y después volvían a buscarnos. La única otra mujer que estaba ahí era doña Ramona, la esposa del cuidador”, recuerda. En 1965, Pastoriza no solo se convirtió en la primera mujer licenciada en Astronomía por la UNC, salvando las dificultades y superando los prejuicios; también publicó, junto con su director de tesis, un trabajo sobre formación estelar que marcó un antes y un después en la astronomía extragaláctica.
Hasta entonces se creía que, en su centro, las galaxias contenían estrellas antiguas. Pastoriza y Sérsic revelaron una realidad muy diferente: los núcleos de las galaxias espirales barradas –como la propia Vía Láctea– mostraban numerosas estrellas jóvenes. El trabajo demostró que los centros galácticos eran “hornos estelares”, donde permanentemente nacían nuevos soles. Tan importante resultó este descubrimiento que, tras la publicación del artículo, este tipo de galaxias pasaron a ser llamadas “Sérsic-Pastoriza”.
Volver para irse
En 1968, mientras en París estallaba el Mayo Francés y en los Estados Unidos crecían las protestas contra la guerra de Vietnam, Pastoriza viajó al hemisferio norte para trabajar en su tesis de doctorado.
Cinco años después, ya de regreso en la Argentina, se convertiría en la segunda doctora en astronomía por la UNC con la tesis “Espectrofotometría y Morfología de Galaxias con Núcleo Peculiar”, nuevamente dirigida por Sérsic. El mundo convulsionaba, pero ella seguía avanzando firmemente en su carrera, mirando más allá del horizonte inmediato. Su objeto de estudio estaba lejos; tan lejos que parecía que nada del devenir humano podía afectarlo.
Hasta que en 1976, y como en tantos otros casos, la historia argentina se cruzó con su desarrollo personal y académico, y la obligó a cambiar el foco. Luego de doctorarse, Pastoriza había ganado el concurso para ser jefa de Trabajos Prácticos del Observatorio Astronómico de Córdoba, pero la dictadura militar la expulsó de su cargo a través de la “Ley de Prescindibilidad”, que le impedía ser contratada por otra universidad del país.
Decidió regresar a Santiago del Estero, donde daba clases particulares mientras se dedicaba a sobrevivir, que no era poco. Su horizonte había cambiado, sus miras se habían estrechado y su objetivo principal, ahora, era amanecer cada día.
Una carrera astronómica
En 1978, Pastoriza se exilió en Porto Alegre, Brasil: ya no volvería a vivir en nuestro país. El entonces director del Instituto de Física de la Universidad Federal de Río Grande del Sur (UFRGS) la había invitado a liderar un grupo de investigación en astrofísica. Mientras su país de origen la expulsaba, otro la recibía con los brazos abiertos: se quedó a vivir allí y se naturalizó brasileña.
Que el telescopio que tenía a su disposición fuera un tercio del que había utilizado durante sus investigaciones hasta ese momento no la desalentó. Simplemente se vio obligada a cambiar su objeto de estudio: de la astronomía extragaláctica a la estelar. Investigaría, entonces, la evolución química de la Vía Láctea.
Con el tiempo, Pastoriza se convertiría en una referencia en la formación de nuevas generaciones de astrónomos y astrónomas de Brasil y de todo el continente. A lo largo de su carrera dirigió decenas de tesis de posgrado y escribió cientos de artículos científicos.
En 1997, asumió la dirección y administración del Instituto de Física de la UFRGS, una década después fue nombrada miembro de la Academia Brasilera de Ciencias, y en 2008 recibió, de manos del entonces presidente Luis Ignacio Lula da Silva, el premio Comendadora de la Orden Nacional del Mérito Científico de Brasil. En 2015, cuando la Sociedad Astronómica Brasileña creó un premio para reconocer las contribuciones sobresalientes en la investigación astronómica, decidió nombrarlo “Miriani Pastoriza”.
Sin embargo, su nombre tuvo que esperar varios años más para ser conocido en nuestro país: recién en 2018 recibió el doctorado honoris causa de la UNC, la universidad donde había cursado sus estudios de grado y posgrado. Un merecido homenaje para la mujer que dedicó su vida a conocer más y mejor ese cielo que no podía dejar de mirar y que soñaba con conocer mejor en las calurosas noches de verano santiagueñas.
Por la equidad de género en la ciencia
Es importante señalar que si bien Miriani Pastoriza es la primera licenciada en Astronomía por la Universidad Nacional de Córdoba, no fue la primera astrónoma del país: en 1942, Alba Schreiber se doctoró en la Escuela Superior de Ciencias Astronómicas de la Universidad Nacional de La Plata. Conocer a las científicas pioneras en las diferentes disciplinas, recordar sus nombres y construir una genealogía de las mujeres argentinas que trabajaron y trabajan en ciencia y tecnología es imprescindible para visibilizarlas, honrarlas y devolverles el lugar que merecen en nuestra historia.
“Hay un condicionamiento social en el modelo que se plantea a la mujer desde que es niña. Yo era tan entusiasta que nunca le presté mucha atención al predominio de los varones: nada te detiene cuando tenés una determinación y un objetivo claro a seguir”, asegura Pastoriza. Sin embargo, sabe muy bien que no todas las mujeres pueden superar los obstáculos que deben enfrentar, y también cree que es justo allanar el camino para que las que vengan después puedan lograr lo que se proponen.
Por eso, conociendo las dificultades que enfrentan las científicas en todo el mundo, Pastoriza lucha por el cupo femenino, participa del programa brasileño “Niñas en la ciencia” y colabora con la Asociación Latinoamericana de Mujeres Astrónomas, que reivindica acciones como la apertura de guarderías en los observatorios y la igualdad de género en los congresos de la especialidad. Porque una cosa es anhelar mirar más allá del horizonte, y otra muy diferente es no poder ver lo que pasa alrededor. Y Miriani Pastoriza es una mujer con los ojos en el cielo, pero con los pies bien plantados sobre la Tierra.
La historia de Mariani Pastoriza forma parte de Científicas de Acá, un proyecto colaborativo que busca visibilizar la historia y el trabajo de las mujeres y personas del colectivo trans, travesti y no binario en la ciencia y la tecnología en la Argentina.