Miguel San Martín: “La juventud argentina está lista y quiere participar del nuevo mundo espacial”
Si la misión Apolo 11 dejó una emoción indeleble en toda una generación, a Miguel San Martín, el ingeniero argentino que se unió hace más de tres décadas en la NASA y fue el artífice de cuatro descensos exitosos en el planeta rojo, la visión de los astronautas caminando sobre la superficie lunar le reveló su destino. Hoy, aunque trabaja en el Jet Propulsion Laboratory, visita el país con frecuencia y transmite a las nuevas generaciones su deslumbramiento ante la aventura espacial.
"La juventud argentina está lista y quiere participar de este nuevo mundo tan promisorio y enriquecedor –asegura–. Lo afirmo sobre la base de mis contactos con ellos y con profesores cuando doy charlas sobre mis experiencias en colegios primarios y secundarios de todo el país. Pero de los lideres y gobernantes va a depender que el próximo joven argentino que se inspire viendo a la humanidad dejar sus huellas en la Luna pueda cumplir sus sueños en su tierra natal".
–Siempre contás que ver el alunizaje te marcó. ¿Por qué?
–Vi los primeros pasos de la humanidad en la Luna por la televisión en el departamento de mi familia en Buenos Aires. Tenía 10 años. Mi padre, nacido en 1911, estaba preparado: había presenciado los comienzos de la aviación, la televisión, la conquista del átomo, la decodificación de la estructura del ADN y una serie de progresos científicos y tecnológicos vertiginosos del Siglo XX. A mí, lo que estaba por presenciar me llenaba de ansiedad y expectativa. Mis instintos me hacían entender claramente la maravilla tecnológica y el peligro de lo que estaba por presenciar. Esa misma noche puso por primera vez en mi cabeza la idea de expresar mi marcada vocación de ingeniero en la conquista del espacio.
–¿Por qué fue tan importante?
–Hasta ese momento, nuestra especie solo se había desarrollado en nuestro querido planeta. Nada de lo que ocurra en cuestión espacial en el futuro podrá restarle la trascendencia de la primicia a este evento. Dentro de mil años, en las escuelas los alumnos van a estudiar sobre Neil Armstrong y la Apolo 11. Me siento privilegiado y afortunado de que me haya tocado presenciar este acontecimiento tan excepcional.
–Hay quienes piensan que, habiendo robots, no tiene sentido enviar astronautas al espacio exterior, mientras otros planean viajes a Marte y colonias en la Luna. ¿Qué opinás?
–Sí, hay quienes piensan que solo deberíamos hacer naves robóticas. No estoy de acuerdo con ellos. El ser humano tiene ese instinto innato de la exploración. De cruzar océanos e ir a sus profundidades. De escalar montañas. De recorrer cada rincón de la Tierra. De surcar los cielos con máquinas voladoras. El espacio es simplemente el próximo paso y el espíritu de la humanidad no se va a quedar varado en este planeta. La historia nos cuenta una y otra vez que cuando nos entregamos a ese instinto de exploración resultan grandes cosas que mejoran nuestra condición aquí, en la Tierra, y elevan nuestro espíritu. Ese día en que vimos a la humanidad dar sus primeros pasos en la Luna, el mundo paró su marcha, dejó todas las divisiones de lado y, aunque sea por unas horas, la humanidad fue una sola. Una misión robótica no tiene ese impacto, te lo dice alguien que dedicó toda su vida profesional a eso.
–¿Cuál es el principal obstáculo para instalar seres humanos en la luna? ¿Y en Marte?
–La razón por la que no salimos de la órbita terrestre desde la Apolo 17 es el costo de las misiones tripuladas. Si bien la electrónica, la computación y otras tecnologías progresaron dramáticamente, los cohetes siguen utilizando la misma. En términos futboleros, un cohete es una máquina extremadamente compleja que opera al límite de los materiales, al borde del offside y del penal. Y lo peor del caso es que a esas máquinas maravillosas las tiramos al agua después de un solo vuelo, como un vaso de café descartable. Como dice Elon Musk … ¡imagínense lo que costaría un viaje en avión si cada avión se destruyera después de su primer vuelo! Pero la buena noticia es que en los últimos años parece que finalmente las cosas están cambiando. Una serie de emprendedores como Musk, que vienen de Silicon Valley y que no pertenecen a la industria espacial convencional, están transformando esta industria como lo hizo Henry Ford con la automovilística. En primer lugar, están logrando que grandes partes del cohete sean reutilizables. También están mejorando las tecnologías de manufactura, como la fabricación con impresoras 3D y, copiando la receta del gran Henry Ford, con la integración de toda la fabricación bajo un mismo techo. ¡Es una verdadera revolución! Como resultado, los costos de producción están empezando a descender y se alimentan las esperanzas no solo de volver a la Luna, sino de construir estaciones permanentes para quedarnos y vivir de los materiales locales para hacer combustible, oxígeno, agua, y elementos de construcción. Con lo que aprendamos en la Luna luego nos aventuraremos a Marte.
–¿Se justifica invertir enormes sumas de dinero en la exploración espacial habiendo tantas necesidades sin resolver en la Tierra?
–No cabe duda de que hay muchos problemas aquí, en la Tierra, que necesitan también de mucho dinero y recursos. Para que la actividad espacial sea justificable, la inversión tiene que ser proporcionada con respecto a esas necesidades. El presupuesto de la NASA es de cerca de 20.000 millones de dólares anuales. No es una pavada, pero cuando lo comparás, por ejemplo, con los de salud, educación, y defensa te das cuenta de que si disolvés la NASA y repartes entre ellos todo su presupuesto, lo más probable es que no logres resolver en forma apreciable esas necesidades humanas tan importantes, pero si notarías con certeza el vacío que dejaría el abandono de la exploración espacial, que sirvió no solo para impulsar tecnologías que han ayudado a la humanidad en todos los campos, pero también para inspirar a las nuevas generaciones en el valor del trabajo en equipo, y para soñar en un mundo mejor donde la humanidad invierte sus energías creativas para descubrir la belleza y los secretos del universo. .
–¿Estamos viviendo un renacimiento de la actividad espacial?.
–A 50 años de la llegada de la humanidad a la Luna, sería más apropiado decir que estamos viendo finalmente el verdadero despegue de la actividad espacial que tanto esperamos; una en la que el espacio ya no sea el dominio de unos pocos países poderosos y de unos pocos profesionales. Esta nueva actividad espacial está impulsada por el desarrollo de nuevos cohetes de bajo costo, desarrollados por nuevas compañías y emprendedores en varios rincones del mundo, por nanosatélites (Cubesats) que permiten a estudiantes universitarios, y aun del secundario, tener acceso al espacio, y por el desarrollo de redes de satélites de bajísimo costo para la observación terrestre, como es el caso de la compañía argentina Satellogic, y para extender las comunicaciones por Internet para todos los habitantes del planeta, ricos o pobres.