Los secretos ocultos bajo las calles porteñas
Hay desde aljibes hasta grutas de estilo renacentista; los arqueólogos urbanos intentan resolver los misterios que esconde la ciudad
Mucho se ha dicho sobre el subsuelo de la ciudad de Buenos Aires. Desde que esconde una red de túneles donde los jesuitas realizaban cruentas sesiones de tortura o una red pensada para el contrabando y para permitir el escape de algún gobernante de turno, hasta que oculta enormes tesoros escondidos durante el Virreinato...
Lo cierto es que, cada tanto, el suelo de una plaza se hunde y deja al descubierto extrañas construcciones subterráneas, y a veces lo mismo ocurre cuando una excavadora abre en la tierra para levantar un futuro rascacielos. Entonces, resulta evidente que el subsuelo porteño alberga algo más que cañerías, cloacas o playas de estacionamiento.
Y para resolver ese enigma trabajan arqueólogos urbanos, como Daniel Schávelzon: "Quien alguna vez pensó, imaginó u oyó que Buenos Aires tenía una red de túneles subterráneos siempre lo atribuyó a actividades oscuras, como el contrabando", comenta el fundador del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires y autor de Túneles de Buenos Aires. Historias, mitos y verdades del subsuelo porteño (Sudamericana, 2005), donde da por tierra con leyendas centenarias.
También saca a la luz curiosidades como casas con pasillos bajo tierra para que entrara la servidumbre en otras épocas, grutas artificiales que pretendían imitar el estilo renacentista europeo o el búnker que Perón construyó para estar a salvo de un eventual ataque (ver "El búnker de Juan D. Perón"). En diálogo con LA NACION, Schávelzon da un panorama de lo que más de veinte años de arqueología urbana le han enseñado sobre el subsuelo porteño.
Una red inconclusa
"Las distintas leyendas sobre los túneles de la ciudad de Buenos Aires han ido cambiando con los años -dice, sentado en el patio de su casa en el barrio porteño de Núñez-. Hasta fines del siglo XIX eran sitios oscuros y tenebrosos, utilizados por los jesuitas para torturar, castigar y guardar enormes tesoros.
"A comienzos del siglo XX, el movimiento hispanista da vuelta la historia: los jesuitas eran arquitectos buenos que quisieron ayudar a evacuar a la ciudad en caso de ataque -continúa-. En la década del 60, con las preocupaciones de la izquierda sobre el rol de la economía para explicar los hechos históricos, transforman a los túneles en conductos utilizados para el contrabando."
-Pero, ¿existe una red de túneles construida por los jesuitas?
-A comienzos del siglo XVIII hubo un proyecto de crear un sistema defensivo de la ciudad, en el cual participaron los jesuitas, que eran los únicos que contaban con arquitectos y constructores para hacer una obra de ese tipo. Su finalidad, creemos, era unir edificios importantes y permitir el escape, según el sistema clásico europeo de defensa. Pero no se pudo materializar en un complejo y por eso lo que quedó son sólo fragmentos debajo de edificios públicos. El centro habría estado en la Manzana de las Luces. Esta red iría hasta el Cabildo, a la Catedral, y desconozco si se extendía al Fuerte, porque nunca hemos encontrado nada. Pero no hay nada conectado, son fragmentos totalmente aislados.
-En las invasiones inglesas, ¿se cavó un túnel para colocar explosivos debajo de las tropas inglesas?
-Sabemos que a dos militares españoles se les ocurrió empezar a hacer un túnel desde uno de los túneles que estaban debajo de la Manzana de las Luces para llegar hasta la Ranchería, cruzando la calle, que ahí es donde estaban los soldados ingleses. Empezaron a cavar, pero no era tan fácil hacer el túnel y, antes de que terminaran, los ingleses se rindieron. Lo único que quedó es un tramo que nunca se usó y se conserva debajo del Colegio Nacional de Buenos Aires.
El Tercero del Sur
Aunque el primer túnel de Buenos Aires lo hizo en 1661 un ladrón que ingresó clandestinamente al Fuerte y robó una caja fuerte de madera, lo cierto es que buena parte de las obras que cruzan el subsuelo porteño tienen usos más cotidianos. La primera, quizá, sea un silo excavado en 1667 en el Fuerte del Buenos Aires colonial, con una cisterna de 6,5 metros de altura: "Muchas de las antiguas construcciones subterráneas tuvieron funciones utilitarias, que hoy nos resultan extrañas porque estamos acostumbrados a que el agua llegue a través de caños", comenta Schávelzon.
Pero no siempre fue así. Hasta poco después de 1880, la tierra debía ser excavada para tener agua para las tareas diarias. En 1887, la ciudad aún tenía unas 30.000 casas con pozos de agua o aljibes. "Había lugares que usaban mucha agua y que necesitaban depósitos enormes -agrega-; cualquiera que tuviera una caldera a vapor movía agua en cantidad. Y algunas de las construcciones para almacenarlas son más grandes que las que están arriba: uno baja y se encuentra con habitaciones abovedadas de 6, 7 u 8 metros de alto y se impresiona."
Y algo similar ocurría con los pozos ciegos en ausencia de desagües cloacales: "Se hacía uno y cuando se llenaba, se hacía otro. Hemos encontrado hasta 12 pozos en una misma casa, claro que construidos a lo largo de 300 años", dice.
"Por último, estaban los «terceros», entubamientos de arroyos, como el Zanjón de Granados, que era muy molesto porque cuando crecía creaba un barrial que cortaba todas las vías de comunicación de Norte a Sur. Además, en el arroyo se tiraba la basura, pero como el agua no terminaba de llevársela se convertía en un pantano donde flotaba toda la basura. Eso obligó al municipio a realizar su entubamiento, una obra de cierta envergadura para la época."
Hoy, parte de las obras subterráneas del Zanjón de Granados o Tercero del Sur, excavadas por Schávelzon años atrás, se pueden visitar en el barrio de San Telmo (Defensa 755) restauradas por el dueño de la propiedad.
-¿Quedan muchas obras en Buenos Aires esperando ser restauradas?
-La lista es interminable... Hay trabajo para generaciones. El problema es que la destrucción va más rápido que lo que uno puede hacer. Por más que se tenga el apoyo del gobierno porteño, el dinero nunca alcanza. Y además hay un mito: si se encuentra algo en una obra en construcción y nos avisan, la obra se para. No es así. Estamos acostumbrados a hacer un trabajo de estudio en pocos días.