Los gauchos ya estaban "globalizados"
La investigación demuestra que allí los soldados y los indios compartían distintas culturas
Quince años de investigación arqueológica pusieron en jaque al imaginario popular y su memoria histórica. Hallazgos realizados en excavaciones del sur de la provincia de Buenos Aires muestran que los gauchos fortineros fumaban en pipas de yeso escocesas, comían en vajilla inglesa y llevaban boleadoras a la cintura, como los indios.
Estos son los resultados del trabajo, que comenzó en 1993 el doctor Facundo Gómez Romero, del Departamento de Arqueología Prehistórica de la Universidad Autónoma de Barcelona, en los fortines Miñana, en Azul, y Otamendi, en Benito Juárez, . En el proyecto, participaron también profesionales de las universidades nacionales de Buenos Aires (UBA), La Plata y Luján.
"Lo que encontramos atañe a lo más profundo de la argentinidad. Estamos ante un gaucho más globalizado de lo que creíamos, lejos de la figura de aquel sentado en una cabeza de vaca, comiendo un churrasco sobre una galleta con su facón", explicó Romero.
La historia de los fortines se enmarca en la Campaña del Desierto de 1879, liderada por el general Julio A. Roca, que sucedió a Adolfo Alsina en el Ministerio de Guerra y que decidió terminar con el "problema del indio", según las crónicas. El fortinero era el que defendía la frontera, la última línea de lo que Buenos Aires consideraba civilización. Al otro lado, la barbarie.
Bolas de boleadoras e instrumentos para cortar tipo raederas les dieron a Romero y a su equipo los indicios de que el fortín fue un espacio de simbiosis cultural, en el que el gaucho y el indio compartían "un espacio de confluencia, más que un centro de avanzada de la impoluta civilización blanca europea". Y un espacio de globalización: allí se encontraron fusiles franceses que datan de las campañas de Napoleón, en Egipto; es decir, que cuando los usaron, ya tenían más de un siglo de antigüedad.
Postales que se caen
"La imagen del vestuario y las armas del fortinero tipo era muy esquemática, presentaba un soldado con su uniforme reglamentario, su quepis y la remington patria. Pero la mayor parte del tiempo dentro de los fortines no estaba vestido así, sino de gaucho: en las excavaciones la mayoría de botones que aparecieron corresponden a ropa civil y no militar", dijo el arqueólogo.
Consultado por LA NACION, Jorge Gelman, historiador e investigador del Conicet en el Instituto Ravignani de la UBA, expresó que "este tipo de hallazgos es interesante, porque confirma, a través de los objetos, la historia escrita" e hizo un paralelismo al recordar el trabajo sobre los inventarios de las pulperías de Buenos Aires, que realizó el doctor Carlos Mayo con su equipo de la Universidad de Mar del Plata.
"Esa investigación mostró que ya en la primera mitad del siglo XIX el cuadro era más complejo de lo que pensábamos. Los pobladores rurales no consumían un poco de sal y yerba mate; tomaban café y té, y usaban hilados: había un consumo mucho más diverso que lo que se creía."
La arqueología histórica logra desentrañar el día a día de estos «Martín Fierro», a tal punto que podemos saber también qué comían.
Los registros escritos sobre la Conquista del Desierto hablan de lo sacrificado del servicio del fortinero, mal pago, mal alimentado y armado precariamente.
En las excavaciones, el doctor lo constató con el hallazgo de restos de huesos de peludos, mulitas y pequeñas aves, todos animales de poca carne. Pero otros descubrimientos sumaron a la nueva imagen del gaucho globalizado. "También existió el consumo de animales de excelente rendimiento económico, como vaca, oveja y ñandú, que comían en vajillas de lujo (loza inglesa) aderezados con ginebra de Holanda", explicó el científico.
Cárcel y alcohol
Romero destaca que los libros de historia actuales y los tradicionales sobre la época no hablan acerca de los fortines como lo que eran, "una especie de cárcel", que controlaba la mano de obra disponible en las pampas y enseñaba hábitos capitalistas de trabajo.
En documentos oficiales de los archivos nacionales del Archivo General de la Nación, el Servicio Histórico del Ejército y el Museo Mitre, entre otros, se mencionan los castigos físicos que sufrían los fortineros: "Cepo, palos, estaqueadas y látigo". Y agrega: "El alto consumo de alcohol, sobre todo, ginebra holandesa, es un dato de asociación con la cárcel".
Las conclusiones de los estudios sobre Miñana y Otamendi buscan seguir su curso. A fines de este mes, con el apoyo de la Municipalidad y la Asociación Española de Socorros Mutuos de Azul comenzarán los trabajos de excavación en los terrenos que se suponen funcionó el antiguo cementerio de esa ciudad bonaerense.
El equipo que comanda Romero, becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet), buscará restos fósiles que permitan ahondar más en la investigación de la dieta de los fortineros. Más adelante, comenzarán un estudio sobre otros terrenos de la región.
Por ahora, con este primer estudio arqueológico sobre los fortines que se realiza en nuestro país, los especialistas nos manifiestan un punto de contacto con el gaucho que habitó hace un siglo y medio. Una verdad que, por tardía, es más impresionante aún: la globalización llegó mucho antes.