Las cuatro de Melchior: quiénes fueron las primeras argentinas en liderar una expedición antártica
M. Adela Caría, Elena D. Martínez Fontes, Irene M. Bernasconi y Carmen Pujals hicieron historia al visitar la base Melchior en la Antártida en 1968
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La historia de la ciencia y tecnología en la Argentina está llena de mujeres. Mujeres que fueron pioneras y abrieron caminos, mujeres que derribaron barreras, mujeres que recibieron premios y reconocimientos y también mujeres cuyas historias fueron invisibilizadas. En la actualidad y según datos de Unesco de 2019, más de la mitad de las personas que se dedican a la ciencia en Argentina son mujeres. El porcentaje está por encima del promedio de la región (44%) y del promedio mundial (29%).
Sin embargo ¿a cuántas mujeres científicas argentinas podemos nombrar? Empezamos Científicas de Acá con esa pregunta y la respuesta fue que muy pocas; por eso nuestro proyecto rescata y visibiliza historias de grandes mujeres científicas argentinas de todas las épocas. Así como la creación del conocimiento científico es colectiva, también lo es nuestro proceso para conocer y compartir historias de mujeres referentes. Una de nuestras historias favoritas, y la que compartiremos hoy, es una historia sobre la que, hasta hace poco, había muy poca información. Esto cambió gracias a un impresionante trabajo histórico de ocho mujeres del Museo Argentino de Ciencias Naturales y del Instituto Antártico Argentino: Daiana Paola Ferraro, Laura Isabel de Cabo, Marcela Mónica Libertelli, María Liliana Quartino, Laura Chornogubsky, Soledad Tancoff, Yolanda Davies y Laura Edith Cruz.
Esta historia es un relato de equipo. La confluencia de cuatro pioneras, prestigiosas investigadoras de las ciencias naturales en Argentina, que concretaron un sueño compartido. “Lo hemos deseado toda la vida” dijeron en una entrevista en LA NACION el 7 de noviembre de 1968, justo antes de embarcarse hacia la Antártida y convertirse en las primeras mujeres argentinas en liderar una expedición científica en esas tierras. Su aporte fue tan grande que desde el 8 de marzo de 2018 sus nombres forman parte de la geografía que habitaron. La Ensenada Bernasconi, el Cabo Caría, el Cabo Fontes y la Ensenada Pujals forman parte de la cartografía antártica.
El continente blanco
Más del 99% de las tierras emergidas al sur de los 60 grados de latitud sur están cubiertas de hielo. Así es la Antártida, el continente más frío y más seco del planeta, con temperaturas invernales en la meseta polar que llegan a -60°C y vientos de hasta 200 km/h que aparecen repentinamente en la zona costera. También es el continente más seco, con menos precipitaciones anuales que el desierto del Sahara.
Se cree que buques foqueros y balleneros navegaban la zona desde el siglo XIX o tal vez incluso antes, pero no informaban su destino para no atraer competencia. A finales de ese siglo, la Argentina comenzó a desarrollar planes para establecerse en la Antártida. Desde 1904, nuestro país tiene presencia continua e ininterrumpida en el continente y, también desde ese momento, comenzó la exploración científica que se intensificó en 1959 con la firma del Tratado Antártico que estableció que la Antártida “será una reserva natural, consagrada a la paz y a la ciencia”.
El Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue pionero en el envío de expediciones desde 1923, todas formadas por varones. Hasta que, en 1968, algo cambió: por primera vez, cuatro científicas lideraron un equipo para investigar distintos aspectos de la biodiversidad antártica, hito que modificó la historia de la ciencia argentina en el continente.
Ellas eran la profesora Irene María Bernasconi, especialista en equinodermos (estrellas de mar); la profesora María Adela Caría, bacterióloga, jefa de microbiología del Museo e investigadora del Conicet; la profesora Elena Dolores Martínez Fontes, jefa de la sección Invertebrados marinos del Museo; y la licenciada Carmen Pujals, reconocida ficóloga, es decir, especialista en algas marinas.
Un deseo de toda la vida
A bordo del buque ARA Bahía Aguirre, las cuatro mujeres partieron rumbo a la Antártida junto a un equipo de científicos, buzos tácticos y otros especialistas técnicos. En total eran diecisiete personas que tuvieron que trasladar cinco laboratorios móviles, ya que la base en la que iban a instalarse estaba clausurada y, literalmente, cubierta de nieve.
Irene tenía 72 años; María Adela, 56; Elena, 53; y Carmen, 52 años cuando partieron de Buenos Aires en una misión que duraría dos meses y medio. Vivieron y trabajaron en la base Melchior, por eso se las conoce como “las cuatro de Melchior”.
Irene Bernasconi era profesora de Ciencias Naturales, nacida en La Plata. Trabajó 55 años en los mares argentinos y publicó más de 70 trabajos desde 1925 hasta 1980, dando a conocer varias especies nuevas. Se dice que fue la primera y más destacada especialista en equinodermos de la Argentina. Se enfrentó a muchos obstáculos como mujer pionera: por ejemplo, debió realizar de manera privada sus exploraciones, ya que en las primeras décadas del siglo XX las mujeres no participaban oficialmente en expediciones marítimas.
María Adela Caría, nacida también en La Plata, cursó sus estudios de bachillerato en Italia y los revalidó a su regreso en 1935, en plena dictadura de Mussolini. Fue parte del Instituto Nacional de la Nutrición y formó parte del equipo fundador del Laboratorio de bacteriología en el Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”, cuyo objetivo era buscar tratamientos efectivos para enfermedades bacterianas que tenían una mortalidad infantil muy elevada. También fue jefa de la Sección de Microbiología marina del MACN y docente universitaria. Recibió diversos premios en todas sus áreas de trabajo.
Elena Dolores Martínez Fontes nació en Capital Federal y, al igual que Irene, pero 20 años después, se recibió como profesora de enseñanza secundaria en ciencias naturales. Elena fue una apasionada por la educación e hizo una excelente carrera científica en paralelo con una igualmente excelente carrera como educadora. Fue jefa de la sección de invertebrados del MACN, fundó el grupo de Docentes Guía del Museo, e integró la Comisión Nacional para la Enseñanza de la Biología.
Carmen Pujals, también de Capital Federal, se recibió de licenciada en Ciencias Naturales con orientación Botánica de la UBA. Trabajó en el Ministerio de Agricultura, en el Instituto de Microbiología Agrícola y en la Dirección General de Laboratorios e Investigaciones del Instituto de Botánica. Fue docente universitaria. Se destacó tanto en su área que, además de asesorar a instituciones locales y extranjeras, fue una de las cofundadoras de la Asociación Argentina de Ficología. El viaje a la Antártida de las cuatro de Melchior fue el primero pero no el único en el que Carmen fue pionera: en 1971 se convirtió en la primera científica argentina en realizar trabajos de campo en las Islas Malvinas. Allí permaneció por más de un mes, recorriendo la costa de las islas, coleccionando ejemplares de algas marinas y desafiando, una vez más, los estereotipos de género.
Hacia la Antártida
La expedición que reunió a las cuatro tenía como objetivo recolectar biota antártica, es decir flora y fauna del lugar. Sus miembros debían aprovechar el verano para encontrar la mayor cantidad de muestras posibles.
Recorrieron casi 1000 km en bote para recoger organismos costeros, colocaron veintiséis espineles, larguísimas sogas con alrededor de cien anzuelos cada una, y también veinticinco redes de mallas a diferentes profundidades para atrapar peces.
El equipo de buceo realizó muchísimas inmersiones largas, tanto que establecieron un récord para la época y para aguas tan frías y profundas. Buscaron organismos bentónicos (que habitan en el fondo del océano) a 150 metros de profundidad, tomaron muestras de agua y sedimento, hicieron recuento de bacterias y recolectaron microorganismos. También reunieron toda clase de muestras y especies para analizar a su vuelta, en los laboratorios en Buenos Aires.
El arduo trabajo dio sus frutos: entre los más de 2000 equinodermos recolectados hallaron una familia que no había aparecido nunca en la región. También identificaron el alga parda Cystosphaera jacquinotii en su lugar de arraigo, que otras expediciones habían intentado localizar infructuosamente durante años. Su valiosísima colecta todavía forma parte de diversas colecciones del MACN.
Pero esa campaña no fue ni el principio ni el final de sus hallazgos, viajes y exploraciones.
La historia de “Las cuatro de Melchior” forma parte del libro Científicas de Acá. En el blog puede encontrarse la historia completa, publicada con licencia abierta junto con sus fuentes. Agradecemos profundamente el trabajo del equipo del MACN que fue la fuente principal de este texto. Agradecemos comentarios y aportes que ayuden a completar estas historias.